Atlántida film fest
Diálogos con nostalgia
El festival online de Filmin propone cine hecho con imágenes ajenas
Andrea Morán 24/06/2015
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Ross Sutherland introduce la cinta VHS en el reproductor y su infancia hace acto de presencia. Imágenes rayadas y temblorosas (bien por el paso del tiempo, bien porque las ha visto cientos de veces) están encadenadas a un bucle agónico al que no dará tregua hasta que sus recuerdos se pongan en orden. En esa cinta, único material del que se compone su largometraje Stand By for Tape Back-Up, se concentra toda la herencia sentimental que le dejó su abuelo, una cinta que el patriarca solía utilizar para grabar programas de televisión y que Sutherland redescubrió poco después de su muerte, siendo ahora la evocación más nítida que conserva –pese a esas cicatrices visuales– del tiempo que compartió con él. En los sesenta minutos que dura el documental se dan cita Los Cazafantasmas, Tiburón, El príncipe de Bel-Air… referentes sagrados de la cultura popular que producirían un pellizco de nostalgia hasta al más escéptico de los espectadores. Aunque el director (y poeta) podría haberse acurrucado en una añoranza facilona, su cabezonería y creatividad (también el dolor) consiguen interrogar a la melancolía –torturarla mejor dicho, como si cada repetición fuera un golpe, cada verso un improperio– hasta que logra hacerla hablar. Entonces frente a nuestros ojos las imágenes se rinden y parecen confesar que no habían surgido para el entretenimiento de miles de televidentes anónimos, sino que su razón de ser era exclusivamente dotar de significado la vida de este escocés de 36 años, sumido en el duelo y obsesionado con rebobinar su pasado una y otra vez. O, como él lo llama, “hacer flashbacks analógicos”.
Esta lectura unilateral (la imperiosa necesidad de Sutherland por encontrar respuestas y patrones hace que vea en las imágenes solo lo que quiere ver) supone una pirueta visceral de resignificación. Si yo voy a caer, parece pensar el director, que la nostalgia caiga conmigo.
Películas en la mesa de operaciones
Dentro del marco de la Atlántida Film Fest, festival online organizado por Filmin que acoge la película de Sutherland, se presentan hasta el 9 de julio otras dos propuestas documentales que también se nutren de imágenes ajenas y cruzan tangencialmente los campos de la melancolía: Love is all (2014) y Beyond Clueless (2015).
La primera de ellas, obra de Kim Longinotto, nos mantiene en el terreno emocional que ha removido Sutherland, trazando un recorrido por la historia del cine en busca de secuencias románticas que, unidas por canciones de Richard Hawley, nos acercan la forma en la que el amor se ha presentado en el medio cinematográfico. La nostalgia se ve debilitada cuando Longinotto rema a favor del cambio y deja atrás la voz melódica para incorporar guitarras eléctricas: el amor baila ya de otra manera, con otros cuerpos, otras rutinas sentimentales…
Por su parte, Beyond Clueless también es un documental de montaje que viste traje de investigador. Lupa en mano rastrea las convenciones genéricas sobre las que se construyen las comedias de instituto norteamericanas, identificando rituales y personajes arquetípicos que configuran esta representación tan rígida de la adolescencia (desde el despertar sexual como proceso traumático hasta la jerarquía social que se vive en esa selva llamada cafetería).
Su director Charlie Lyne despliega un tratamiento analítico, como si tumbara los films en la mesa de operaciones, y la voz en off, cual bisturí, extirpa cada uno de los clichés, cada baile de promoción del que hemos sido testigo. La estupenda banda sonora, compuesta por Summer Camp, y las secuencias de montaje que enlazan planos de distintas películas fundiendo la acción en una sola son los dos únicos frentes en los que a Lyne, con acierto, no le preocupa que se desaten las emociones porque, tras la deconstrucción del mensaje propagandístico made in Hollywood, la unión nostalgia y juventud –el peor combo posible– ha quedado neutralizada. Aquellos maravillosos años no lo fueron ni en las películas; el anhelo por el ideal romántico no tiene sentido ahora que el amor ya no es uno sino muchos; y el VHS es un contenedor de recuerdos tan maleables como nuestras intenciones… Cine que rasca esa capa complaciente e indolora con la que el marketing ha barnizado la nostalgia.
Ross Sutherland introduce la cinta VHS en el reproductor y su infancia hace acto de presencia. Imágenes rayadas y temblorosas (bien por el paso del tiempo, bien porque las ha visto cientos de veces) están encadenadas a un bucle agónico al que no dará tregua hasta que sus recuerdos se pongan en orden. En esa...
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Andrea Morán
Licenciada en Periodismo y Comunicación Audiovisual por la Universidad Carlos III de Madrid y Máster en Dirección y Realización audiovisual. Ejerce la crítica cinematográfica desde su blog Filmin 365. Escribe también en “Caimán Cuadernos de Cine” y en revistas online como “Magnolia” y “Détour”.
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