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Dirigir un país no es fácil y menos aún si dependes del azar de Hollywood para que las cosas te salgan bien. Los presidentes del cine norteamericano han tenido que pasar por todo tipo de circunstancias para llevar a Estados Unidos a la gloria: campañas llenas de tensión, suplantaciones de identidad, secuestros, amenazas de ataques terroristas e incluso invasiones.
Aunque, si hablamos de invasiones, concretamente alienígenas, la experiencia nos recomienda cortar por lo sano. Leslie Nielsen es la viva imagen de qué no hacer cuando eres el presidente de Estados Unidos y tienes que informar a la comunidad internacional de que el planeta está sufriendo una invasión extraterrestre. Claro que, si eres el presidente en Scary Movie 4 (2006), destrozar unas cuantas infancias y hacer chistes racistas en mitad de una comparecencia en la ONU no es para tanto.
Jack Nicholson
Tampoco hizo grandes alardes de liderazgo en Mars Attacks! (1996), donde el neoyorquino ponía en riesgo a su país tras una bastante mala gestión del ataque marciano que estaban sufriendo. No se iba de la película, eso sí, sin dejarnos un improvisado alegato en el que abogaba por la unión de los pueblos de la Tierra y Marte. “¿No es el universo lo suficientemente grande para los dos? ¿Por qué destruir cuando podemos crear? ¿Por qué no podemos solucionar nuestras diferencias? ¿Por qué no podemos llevarnos bien?”, decía el actor en pos de evitar su muerte a manos marcianas. No consiguió evitarla, pero nos conmovió a todos entre tanto divertido disparate. “La Tierra y Marte, juntos, no habría nada que no pudiésemos lograr”. Y dado que los visitantes hostiles de Mars Attacks! acabaron perdiendo la batalla, podemos agradecer a Nicholson su sacrificio. Con esto de las uniones nunca se sabe si uno tiene más que ganar o que perder.
Sabemos quién lo hizo mal, pero también hubo presidentes que lo dieron todo por su país. Que se dejaron la piel por sus ciudadanos y demostraron unos niveles de patriotismo capaces de sobrepasar toda bandera e ideología.
Harrison Ford
Se enfrentaba al secuestro del avión presidencial a manos de un grupo terrorista ruso en Air Force One (1997). Su familia y los miembros de su equipo, rehenes. Entonces Ford se convierte en una especie de Liam Neeson (en Venganza) de los presidentes y acaba con los terroristas, salva a los del avión, salva a su país de un conflicto y acaba pilotando el aparato.
Dr. Strangelove
Un poco más corto se quedaba Peter Sellers tratando de solucionar la crisis nuclear fortuita con Rusia en ¿Teléfono rojo?, volamos hacia Moscú (1964). A través de una llamada telefónica, el presidente estadounidense trataba de explicarle a Dimitri, su homólogo ruso, lo que estaba pasando. No se le daba demasiado bien, pero nos dejaba con una hilarante escena.
El cine también nos ha llevado al mundo de las campañas por la Casa Blanca. En De incompetente a presidente (2003), Chris Rock se debate por la presidencia de Estados Unidos tras el fallecimiento del candidato de su partido. Él, un concejal de un barrio de Washington, sin ningún tipo de formación política, acaba asumiendo el cargo rodeado de asesores que intentan que no haga ninguna tontería. Pero Rock deja a un lado los discursos en papel y empieza a hablar por y para la gente. Desde su posición, como ciudadano normal y corriente. Habla de las injusticias, de lo que las personas necesitan. Y gana las elecciones. Hollywood es pura fantasía.
Kevin Kline
Dave, presidente por un día (1993) va un poco más allá del discurso. El presidente de EE.UU. sufre un derrame cerebral y Dave, que es igualito a él, asume el cargo. Lo que empieza siendo una broma pesada para Kevin Kline acaba por convertirse en un cambio de mentalidad en la política del país. “No quiero decirle a un niño que va a tener que dormir en la calle porque queremos que la gente se sienta bien con su coche”, le dice a un miembro de su equipo de gobierno discutiendo sobre una campaña de publicidad. Dave estaba haciendo una reestructuración del presupuesto para destinar más ayudas a los niños desfavorecidos, y el despilfarro de la administración se saca a relucir. “Creemos que no podemos hacer nada para solucionar los problemas, y es una tragedia, porque sí podemos”, decía Dave más tarde mientras anunciaba un mayor apoyo a la creación de empleo.
Hay presidentes que han ido un paso más allá. En 2012, la película de ciencia ficción y catástrofes naturales estrenada en 2009, Danny Glover da un sincero discurso en el que llama a la unión y el amor. “Hoy ninguno de nosotros somos extraños. Hoy somos una familia yendo hacia la oscuridad juntos”, recitaba para toda la nación, sumida en el caos. Glover, que podía haberse salvado junto a otros líderes mundiales, se queda junto a su país y muere con él a causa del enorme tsunami que arrasa el continente.
Acción, catástrofes, patriotismo más o menos descarado y un sentimiento común: la presidencia de los grandilocuentes Estados Unidos de América. Pero el mejor discurso no solo no es estadounidense, sino que va en contra del país que tantos presidentes de ficción nos ha dado.
Hugh Grant
En Love Actually (2003), Hugh Grant hacía las veces de primer ministro británico. En la visita de Billy Bob Thornton como presidente de los Estados Unidos, Grant interviene en la rueda de prensa posterior cuando su colega norteamericano habla de la buena relación entre los dos países. “Me encanta la palabra relación, abarca todo tipo de pecados. Me temo que esta se ha convertido en una mala relación”, decía ante el asombro de los presentes. “Una relación basada en que el presidente se quede todo lo que él quiere y desoiga tranquilamente todo aquello que realmente importa a Gran Bretaña”, continuaba. Grant, que acababa de estrenarse en el cargo, se estaba enfrentando a Estados Unidos, y yo que, que veía la película por primera vez hace ya algunos años, alucinaba. Era sólo un niño, pero desde ese preciso instante uno de mis grandes sueños infantiles-juveniles sería ver algo parecido en el mundo donde vivía.
“Un amigo que abusa de nosotros ya no es un amigo. Y puesto que los abusones solo reaccionan frente a la fuerza, a partir de ahora estaré dispuesto a ser mucho más fuerte, y el presidente deberá estar preparado”, concluía. Luchar por tus ciudadanos, eso sí que es patriotismo, ¡bendito Hugh Grant!
El cine lleva años dejándonos políticos, gobernantes y discursos de todo tipo. La diplomacia y las formas son algo de lo que el cine puede prescindir, y es estupendo. Es estupendo porque por unos instantes podemos soñar con un mundo en el que nuestros presidentes se juegan la vida por nosotros luchando contra unos terroristas que le han secuestrado el avión. Podemos soñar con un doble que llega a la Moncloa y empieza a gobernar, ahora sí, España. Podemos soñar con que, si todo va mal, siempre puede llevarnos una ola gigante.
Podemos soñar, incluso, con un país que dice no al abusón, que se planta y pone por delante a sus ciudadanos frente a las imposiciones de fuera. Podemos soñar, soñar, soñar. Soñar y darnos cuenta de que estábamos despiertos.
Dirigir un país no es fácil y menos aún si dependes del azar de Hollywood para que las cosas te salgan bien. Los presidentes del cine norteamericano han tenido que pasar por todo tipo de circunstancias para llevar a Estados Unidos a la gloria: campañas llenas de tensión, suplantaciones de identidad, secuestros,...
Autor >
Manuel Gare
Escribano veinteañero.
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