El Tour a distancia (II)
Establecida la jerarquía, queda el reparto de migajas
No se ha llegado ni a la mitad de la carrera y ya está sentenciada. El interés reside en cómo se repartirán los puestos por detrás de Chris Froome, el británico de largos brazos e inmensas sombras
Sergio Palomonte 15/07/2015
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No está muy claro que los responsables del Tour vuelvan a hacer un diseño tan heterodoxo como el de este año. No se ha llegado ni a la mitad de la carrera y ya está sentenciada. No se había disputado ni un tercio de la competición y la gran mayoría de los ciclistas franceses estaban desahuciados, incluso antes de llegar a la alta montaña. Todavía queda la última de las tres etapas con final en alto de los Pirineos, y el interés reside en cómo se repartirán los puestos por detrás de Chris Froome, el británico de largos brazos e inmensas sombras.
Ha sido tal el impacto de la primera etapa de montaña que resulta hasta exótico remontarse a los tiempos de la Bretaña y la llegada a sitios como Le Havre, la ciudad Patrimonio de la Humanidad por los mismos méritos que Brasilia: arquitectura de autor, hormigón, Movimiento Moderno, un conjunto urbano más o menos coherente. Ahí, en una cuesta final para dar algo de emoción a una etapa diseñada para enseñar acantilados blancos y esperar que soplase el viento, el líder Tony Martin se dejó la clavícula y la carrera, mientras su compañero Stybar se marchaba en solitario para ganar la etapa. Que los ciclistas están hechos de otra pasta resulta un tópico bastante cierto, pero cuando se golpean determinadas partes de su cuerpo son muñecos frágiles, nada que ver con la rotundidad formal, plástica y material del gran puerto francés. Los huesos se quiebran más fácil que los sueños utópicos de la arquitectura, especialmente ese que imaginaba a Martin líder hasta los Pirineos.
Froome recuperó el liderato, y es falso decir que al día siguiente no salió con el maillot amarillo por deferencia al abandono de Tony Martin. Resultará más poético, pero lo cierto es que el reglamento dice que hasta el momento en que no toma la salida sigue siendo el líder, y solo habrá un nuevo patrón al acabar la siguiente etapa. Hay un largo historial de hasta 15 abandonos de la carrera siendo líder, desde Luis Ocaña hasta Rolf Sorensen, y bastante experiencia protocolaria en cómo se tienen que afrontar estas cosas. Total, es muy probable que Froome no se quite la prenda amarilla hasta París, por lo que tanto más da, al igual que el triunfo de Cavendish en esa jornada.
Por el interior de Bretaña, entre espectaculares campos cultivados y mantenidos en producción por la política agraria común de la Unión Europea y su generosísimo sistema de subvenciones, pasaron los ciclistas el fin de semana, acompañados de auténticas hordas de turistas, que llegaban a establecer hasta cuatro o cinco capas de espectadores de la carrera en alguno de los puntos importantes, esto es: las escasas subidas, de esas conocidas como repechos, que había en el recorrido. El sábado todo iba plácidamente entre estampas agropecuarias hasta la explosión final en Mur de Bretagne, una subida corta pero intensa, donde emergió una de las escasas satisfacciones para el ciclismo francés.
Alexis Vuillermoz, natural de la región del Jura, ya había sido tercero en la exigente subida de Huy, y esta vez lo intentó en varias ocasiones hasta que consiguió zafarse de Froome, que encabezaba el pelotón para poder saltar con más facilidad a los ataques. Una vez más no existieron, salvo por parte de los interesados en el triunfo parcial que otorga la etapa. Vuillermoz lo hizo muy bien --en esos momentos se requiere fuerza y decisión--, y el irlandés Dani Martin, autoproclamado como favorito, solo pudo ser segundo, mientras el sprint de los favoritos iba para Alejandro Valverde, el corredor que lleva más de diez años dominando a intervalos regulares este tipo de finales.
En meta todos se alegraban de haber podido seguir el ritmo del líder, porque otros como Nibali habían cedido 10", todo un presagio de lo que estaba por venir. Ahora mismo Nibali lucha por no ser el vigente campeón del Tour que peor defiende el título en tiempos recientes, dudoso honor que ostenta Carlos Sastre, que en 2008 pasó del amarillo en París a acabar en la posición 16ª al año siguiente. El español venía de disputar el Giro (dos etapas y un cuarto puesto final truncado por un segundo tras varias descalificaciones por dopaje), y estaba en la fase declinante de su carrera, pero Nibali viene con preparación exclusiva, y está en el apogeo de su vida deportiva. No hay ninguna explicación a su rendimiento, aunque quizás ayude recordar el caso de Lars Boom en la previa de la carrera. Por cierto, el holandés ya se ha ido para casa.
En Bretaña también se disputó la, a priori, decisiva contrarreloj por equipos, la primera vez que se hacía algo de este tipo con la carrera tan avanzada, en el noveno día consecutivo de competición. Entre caídas y abandonos alguna de las formaciones salieron en cuadro, pero más o menos se cumplió el guión: diferencias escasas entre los grandes equipos y un equipo, BMC, que se lleva las dos únicas pruebas contra el tiempo de la carrera tras el éxito de Dennis en el prólogo de Utrecht. Un único segundo separó al equipo suizo de licencia estadounidense del Sky, el equipo del líder, que aumentó la ventaja sobre todos sus rivales. Movistar rozó la victoria, pero 4" perdidos seguramente en una mala coordinación de sus efectivos en la última subida a la cota de Cadoudal impidió el éxito colectivo.
Quien lo hizo mal en la crono por equipos lo hizo aún peor en el primer día de montaña, uno que pasará a la historia pequeña del Tour --era la primera vez que se ponía meta en la cumbre de Pierre St. Martin, un puerto con diferentes vertientes y subidas, la más conocida la del Soudet-- y quien sabe si, pasado el tiempo, a otro tipo de historias de esas que suelen ir paralelas a la cronología de este deporte, esa que pone años, y al lado el nombre de los vencedores, cuando los hay. Los ciclistas habían disfrutado de un día de descanso en Pau, a los pies de los Pirineos, y al reanudar la marcha se encontraron con una hecatombe deportiva.
Movistar llevó el peso de la etapa, agitada a más de 40 km/h de media por los valles fluviales que unen el País Vasco francés y el Bearn, hasta dejar el pelotón al pie de la subida. Estaban muy cerca de la frontera con España, a la altura de Navarra, y entre la multitud que se agolpaba en los más de 15 km al 7,4% de media de desnivel, se veía la macedonia de banderas regionales que suele caracterizar las pruebas ciclistas, esta vez con más enseñas de las comunidades autónomas de nuestro país. Había muchos ciclistas a los que animar, porque el público ciclista anima a todos, pero no fue un buen día para los que ven este deporte por banderas compartidas.
Movistar aguantó con Anacona, el infatigable Castroviejo y Gorka Izagirre hasta el km 10 de la subida, y en su trabajo se disolvió el Tour de Bardet --joven estrella francesa que acabó sexto el año pasado--, el holandés Mollema, Pinot --tercero el año pasado-- o Nibali, que no tuvo fuerzas para esperar al ataque de los que, en la salida de Utrecht, eran sus iguales. Simplemente no pudo seguir el ritmo de los gregarios del Movistar. El pelotón se deshilachaba, dejando un reguero de corredores de altas aspiraciones. En la primera montaña del Tour.
Atacó Gesink, un corredor que fue joven promesa, empezó a decaer, el año pasado se operó del corazón, y ha vuelto a su mejor nivel, en una parábola muy conocida y repetida de este deporte, esa que combina enfermedad y redención. Escarceos sin importancia, hasta cuando atacó Valverde a 8 km. de meta, esperando romper el tren de corredor del Sky que estaban tirando del pelotón. Porte y Geraint Thomas, los más dotados del equipo de Froome, ni se inmutaron. Simplemente siguieron a su ritmo, dejando por el camino a Alberto Contador.
El corredor madrileño no pudo seguir el ritmo de los favoritos, y es la vez que se queda tan lejos de meta de esta manera desde que es el corredor que es. Podía haber aducido muchas causas para su bajo rendimiento --en meta se dejó 3´ con Froome--, como el cansancio del Giro, la edad, o simplemente que habían sido mejor que él, pero prefirió ser fiel a sí mismo y achacar la debacle a unos problemas respiratorios. No estaba donde tenía que estar cuando Froome lanzó su ataque, a 6´4 km de meta.
A una cadencia de pedaleo imposible se zafó de Quintana, mientras Porte se hacía a un lado. A pesar del esfuerzo del colombiano del Movistar, Froome realizó el resto de la ascensión en solitario para conseguir su cuarta victoria de etapa con final en montaña en sus diferentes participaciones en el Tour. Todavía lo siguen vendiendo como un contrarrelojista cuando sencillamente es el mejor escalador. "No se si iré al Tour, no tiene contrarreloj", dijo tras ver el recorrido en octubre del año pasado. Primera etapa de montaña, y mete 1´a Quintana, el mejor de todos los demás que no eran Sky.
Porque el segundo de la etapa fue Porte, favorito de partida para un Giro en el que acabó abandonando, y que en el Tour parece otro corredor. Y sexto Geraint Thomas, que jamás había subido un gran puerto final al ritmo de los favoritos. Entre Sky y Movistar copan los seis primeros puestos de la etapa, con la única nota de color en Gesink, cuarto. Eso es lo queda del Tour tras la deflagración de Froome, al más puro estilo Armstrong: que todo el mundo sepa la jerarquía en el primer día de montaña. Que todos los demás se peleen por las migajas de los puestos de honor.
Y así ha sido la segunda etapa de los Pirineos, que ha visto llegar la primera fuga de la carrera. En la misma iba Majka, el polaco que el año pasado tuvo esta sucesión de puestos en los cuatro finales en alto que hubo entre Alpes y Pirineos: 2º-1º-1º-3º, y ahora de nuevo 1º, porque ganó en el final de Cauterets tras desembarazarse de sus compañeros de escapada subiendo el Tourmalet, que otro año más ha sido testigo anónimo del paso de un pelotón donde no hubo ni un ataque.
En las rampas finales del puerto de tercera categoría que es Cauterets se volvió a quedar Nibali, demostrando por qué desde Miguel Indurain ningún corredor gana dos Tour de Francia seguidos: porque es la carrera más exigente del mundo, y porque en el ciclismo hay demasiados movimientos pendulares, o simplemente extraordinarios, como para que pueda ser visto sin enarcar una ceja sobre los acontecimientos pasados o presentes. El británico lidera la carrera con casi 3´ de ventaja sobre el segundo clasificado, un Van Garderen que luchará por defender su puesto, pero no por ganar la carrera. Todos ordenaditos detrás del Sky hasta París y estacazo al que se mueva. El típico ciclismo de julio.
No está muy claro que los responsables del Tour vuelvan a hacer un diseño tan heterodoxo como el de este año. No se ha llegado ni a la mitad de la carrera y ya está sentenciada. No se había disputado ni un tercio de la competición y la gran mayoría de los ciclistas franceses estaban desahuciados, incluso antes de...
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Sergio Palomonte
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