Ciclismo a distancia
Cuatro aspirantes reales al Tour de Francia
Sergio Palomonte 1/07/2015
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El Tour que comienza este sábado es un Tour, de partida, muy singular. A lo ya conocido del recorrido sin apenas contrarreloj y múltiples finales en alto --que no necesariamente son etapas de montaña-- se suma el concurso, realmente excepcional por su número, de una serie de candidatos al triunfo en París que tienen galones, experiencia y firmes razones para pensar que pueden ganar la carrera. Tres ya lo han hecho al menos una vez, y el cuarto no ha ganado, pero es la segunda vez que participa. Y la primera vez que lo hizo llegó segundo a París.
Por jerarquía, el principal candidato es Alberto Contador, ganador de siete grandes vueltas por etapas, la más reciente el Giro de Italia disputado hace un mes. El corredor madrileño ya está en el club de los mejores vueltómanos de la historia, pero no se puede decir que el Tour sea la carrera que mejor se le da: la última vez que ganó fue hace seis años, y desde entonces no ha podido ni acercarse a las posiciones de podio en los sucesivos intentos. En 2010 perdió su triunfo por dopaje, en 2011 su quinto puesto final también fue anulado por esa misma sanción deportiva, en 2013 acabó cuarto sin realizar ni un ataque subiendo, y en 2014 se descalabró bajando un puerto.
Son números que contrastan vivamente con sus excepcionales registros tanto en el Giro (tres triunfos de tres participaciones, uno de ellos anulado por dopaje) y la Vuelta (tres triunfos de tres participaciones), y que indican que quizás el Tour no sea la carrera que mejor se adapta a sus características. Además, acudirá con un equipo que también dejará espacio para Sagan, la otra superestrella de la formación ruso-danesa Tinkoff-Saxo, con galones suficientes para luchar por su cuarto maillot verde consecutivo, el que premia al corredor más regular. Desde Pantani, con lo que eso significa, nadie ha enlazado victoria en Giro-Tour en la misma temporada, pero si alguien puede hacerlo es Contador.
En el Giro no sufrió particular desgaste. Ni siquiera fue el más fuerte de la carrera, que ganó ayudado por una crono de 60 km que no tendrá en el Tour, y también por el desastre táctico de su único rival, que fue colectivo: el equipo Astana. En él milita un escalador que en Italia enseñó el dorsal al pinteño siempre que pudo y cuando no se vio supeditado a los incomprensibles designios de carrera de la formación kazaja, Mikel Landa. El corredor vasco no tomará la salida en la carrera francesa. Allí, su jefe de filas defenderá título.
Vincenzo Nibali acaba de ganar el campeonato nacional de su país, su primera victoria desde que hace once meses ganase el Tour y cuatro etapas, registros que no se veían desde los años ochenta en la carrera. Es un corredor con una impecable hoja de servicios en grandes vueltas por etapas, donde es uno de los 10 corredores de toda la historia que más tiempo ha pasado liderando este tipo de pruebas. Sin embargo, solo ha ganado tres, y las tres diferentes entre sí. No es el mejor subiendo, pero es difícil que ceda; es el mejor bajando, pero rara vez le ha servido para ganar; de los favoritos, es el corredor que mejor maneja su bici, como demostró en la excepcional etapa de pavés del año pasado, donde dejó muy inclinado a su favor el Tour, al salir de la etapa con 2´35" de ventaja sobre Contador.
Además, acude con un equipo que ya demostró en el reciente Giro (cinco etapas ganadas con tres corredores diferentes) que sabe, con técnicas que se intuyen pero que no son explícitas, cómo llegar en plena mejora del rendimiento deportivo a las grandes citas. Baste decir que el año pasado Maxim Iglinsky, uno de los mejores gregarios de Nibali durante su Tour triunfante, dio positivo por EPO a la semana de acabar la carrera. El hecho, extremadamente elocuente, fue obviado de la manera habitual en este deporte y, aunque la UCI amenazó con retirar la licencia al equipo Astana, aquí estamos justo antes del inicio del Tour. Como todos los años.
El tercer candidato es Christopher Froome, el corredor más fuerte de las ediciones 2012 y 2013 del Tour de Francia. Cuando se anunció el recorrido de la carrera, en octubre del año pasado, amenazó con no acudir ante la práctica ausencia de contrarreloj, pero cambió rápidamente de opinión. Además, no sería muy lógico con su trayectoria como corredor, en sí misma bastante ilógica: de ser un ciclista que cerraba el pelotón, mutó en un excepcional vueltómano a partir de la Vuelta 2011, que perdió únicamente por las bonificaciones. La mayor parte de sus triunfos parciales en este tipo de pruebas ha sido en etapas de montaña, donde tiende a llegar en solitario y con abundante ventaja sobre sus rivales. Estamos ante un Tour con nueve finales en alto.
Su mejor arma es una aceleración brutal, a veces incluso sentado, ante la cual resisten muy pocos corredores del pelotón. También un excepcional equipo que acude como una perfecta herramienta engrasada a la carrera, capaz de poner un ritmo extenuante en las subidas más difíciles del calendario ciclista. El mismo Froome ha ganado hace dos semanas el Critérium del Dauphiné (popularmente conocido como el Dauphiné-Libéré), la carrera considerada como un pequeño Tour, y que este año incluso anticipaba exactamente la etapa de Allos-Pra Loup que se disputa dentro de tres semanas. Es la cuarta vez en los últimos cinco años que su equipo gana la prueba.
A diferencia de los anteriores tres ciclistas analizados, el cuarto favorito en discordia, Nairo Quintana, jamás ha ganado el Tour. Solo lo ha corrido en una ocasión, y acabó segundo, ganó el premio de la montaña y la penúltima etapa con final en alto. Fue hace dos temporadas, cuando tenía 23 años. Una edad inusual en el ciclismo contemporáneo para lograr ese resultado en la carrera más exigente del mundo. El año pasado, en acertada decisión de su equipo, no acudió al Tour y fue al Giro, donde ganó con solvencia. Este año llega con el triunfo en Tirreno-Adriático en el mes de marzo, y un segundo puesto en la reciente Ruta del Sur tras Contador, una carrera menor francesa.
De Quintana, colombiano del altiplano y donde pasa la mayor parte del año, todo el mundo habla maravillas. Sus resultados son su mejor tarjeta de presentación, y allí donde no bastan, su equipo hace filtrar que tiene un VO2 máx --la cantidad máxima de oxígeno que un cuerpo puede transportar en un tiempo determinado, la proporción áurea en los deportes de resistencia-- de 90 mililitros consumidos por minuto por un kilogramo de peso corporal, una cifra que, de ser cierta, lo situaría en el límite de la fisiología humana. Lo cierto es que el corredor del Movistar Team (único equipo español en la gran vuelta por etapas) es un ciclista que no se esconde en carrera: ataca en el primer gran puerto, y lo hace desde la base. Lo ha hecho tantas veces que incluso parece normal después de tantos años de ciclismo al tran-tran de los superequipos y los líderes escondidos hasta los kilómetros finales. Un Tour con nueve finales en alto, recuerden.
El resto de corredores con posibilidades de hacer algo en carrera se mueven a otro nivel, bien porque jamás han ganado nada siquiera equivalente, bien porque se encuentran supeditados a estos cuatro grandes aspirantes. Es el caso de Alejandro Valverde, el polivalente corredor español, cuarto el año pasado en París tras haber sido segundo de la carrera durante el grueso de la competición, y que jamás ha derrotado en carrera a los ya citados, como sabrá cualquiera que haya seguido las últimas ediciones de la Vuelta. Milita con Quintana en el mejor equipo del mundo por la puntuación ciclista, pero el colombiano, diez años menor, hace ya tiempo que ha pedido paso. El polaco Majka, el mejor escalador del pasado Tour, tiene el mismo faldón con Contador, o el danés Fuglsang con Nibali. De Porte con Froome en el Sky mejor no hablamos tras su mediocre Giro de Italia.
Thibaut Pinot fue tercero el año pasado, y llega tras una excelente Vuelta a Suiza, pero él mismo reconoce que este año el podio está más caro. El holandés Mollema, habitual de las posiciones altas del Tour, carece de la crono donde compensar su peor rendimiento subiendo. Joaquim Rodríguez puede estar con los mejores, pero tendría que suceder una alineación astral interplanetaria para que derrote a los cuatro grandes favoritos, a todos a la vez. El estadounidense Van Garderen, que hubiese acabado segundo en 2014 de no haberse atragantado con un único puerto, es un excelente escalador y ha demostrado recientemente que puede seguir a Froome subiendo, pero mucho me temo que Greg LeMond seguirá otro año más como el único compatriota que ha ganado el Tour. Es difícil que el Tour salga de esos nombres. Debutan los hermanos británicos Yates, viene Rui Costa, algunos hablan de Gesink, pero este año están todos los mejores de partida, y son ellos los primeros que tienen que ceder para que estos corredores puedan ascender en el escalafón.
Ese es el Tour de los que luchan por el maillot amarillo. Después está el Tour de los sprinters, donde el dominador de los últimos años se ha quedado en casa por culpa de un virus, tras una temporada desastrosa. El alemán Kittel, que corre en un equipo que anuncia bicis y crecepelos con el lema doping para tus cabellos (el ciclismo y las heridas que se autoinflige, ¡ay!), verá los duelos a 70 km/h desde el sillón de su casa, pero estará bien alternado en su país y en su escuadra por John Degenkolb, ganador este año de Milán-Sanremo y París-Roubaix, y al que le falta una etapa en el Tour. Cavendish, ganador de 25 etapas, quiere ganar por primera vez desde 2013, pero los años pasan y ha llegado una nueva generación encabezada por el noruego Kristoff, que lleva cerca de 20 victorias esta temporada, y que no se sentirá contento si no iguala al menos las dos etapas del año pasado.
Antes no era así. El Tour se ha convertido en una carrera que es principio y fin de las aspiraciones de muchos ciclistas. Una etapa en la carrera se puede llegar a valorar, por los propios corredores y las empresas que les pagan más que una vuelta de una semana de prestigio. El Tour lo da todo, y de ahí que se vean ciclistas que centran toda su temporada en la gran cita de julio, incluso aunque sepan que no van a ganar. Esto provoca que muchas veces el mejor ciclismo del año no se vea en las carreteras francesas (existe el catenaccio ciclista, y cómo) pero este año es excepcional: por el número de contendientes, por las ganas que se tienen entre ellos y por un recorrido donde, ante la ausencia de contrarreloj, todo va a quedar en enfrentamientos directos entre cuatro corredores que, por primera en muchos años, parecen estar al mismo nivel.
El Tour que comienza este sábado es un Tour, de partida, muy singular. A lo ya conocido del recorrido sin apenas contrarreloj y múltiples finales en alto --que no necesariamente son etapas de montaña-- se suma el concurso, realmente excepcional por su número, de una serie de candidatos al triunfo en París que...
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