Tuiteando vengo
Cantos de sirena
27/07/2015
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Un delirante Ulises convulsionaba violentamente en una batalla contra sí mismo. Intentaba de mil maneras zafarse sin conseguirlo de las cuerdas con las que ordenó a su hatajo de marinos ser fuertemente atado. Al tiempo, se embelesaba sin querer con un trino irresistible y terrorífico que parecía traer la calma a la olas y el amaine al viento que renunciaba a acariciar las velas. Dejarse llevar o no hacia ese dulce murmullo sólo dependía de la astucia del hombre que aún sabiendo de las infaustas consecuencias que le esperaban si lo hacía, peleaba consigo por entregarse a él. Ninguno jamás había logrado no sucumbir al deleite de voces proveniente de la isla de las Sirenas, y el reto de sobrevivir a ellas era tan inverosímil como necesario.
Atraídos por aquel canto rebosante de evocaciones y anhelos, tripulaciones enteras encajaron puñados de almas en los oscuros y turbios dominios de Hades. Experimentados lobos de mar sacrificaron robustos barcos haciéndolos trizas entre los implacables acantilados del lugar. No se marcaba otro rumbo que el fin en cuanto se presentían en lontananza las voces de las armoniosas doncellas que salían al encuentro de los navegantes, vaticinando el triste destino del iluso que atendiera a sus angelicales cantigas. Nunca conservar la vida precisaba tanto de hacer oídos sordos a una melosa llamada procedente de una orilla cubierta de cráneos amontonados.
Huyendo de la mitología, esos narcóticos sones han barrenado dos milenios como quien atraviesa un papel con la afilada punta de un lápiz. Falacias ocultas bajo un halo de seducción que invita a oír atentamente antes de volverse frío agudo que traspasa tímpanos anulando voluntades y doblegando conciencias. Resistir a esas voces sellando la atención es la primera norma en el intento de evitar la debacle que termine arrastrándote al fondo del océano; enfrentárseles se convierte prácticamente una utopía al alcance de una panda de chalados.
Siglos después, una Grecia a la deriva se mira en el espejo de tiempos remotos al son de cantos que hablan de un vagar perpetuo a través del vacío, a leguas de una resquebrajada Europa llena de bancos que salvar. La troika al ritmo de chantajes presta la infame banda sonora al letargo de un país del que las cifras importan por encima de las personas. Osados frente a ella, unos líderes en posesión de la titánica tarea de rescatar a un pueblo cuyas políticas de austeridad han conseguido arrebatar hasta el miedo.
En el momento en que nada queda, el pundonor es lo único capaz de mover a una nación a pedir, sin importarle más, que su futuro deje de ser idéntico al presente que le despoja de todo. No es fácil de entender, pero tampoco de sufrir: en la tierra de los héroes y las gestas imposibles nadie habría pensado que vivir dignamente se convirtiera en hazaña.
El padecer de los helenos, lejos de tornarse en tragedia, bien podría transformarse en una de esas míticas leyendas que consiguen el laurel de la eternidad. Otra heroica Odisea reescrita desde el hastío de tantas desventuras. Una brutal muestra de que, cuando la lucha por la dignidad alcanza cotas tan épicas, difícilmente logra escapar a las páginas de los libros de historia.
Un delirante Ulises convulsionaba violentamente en una batalla contra sí mismo. Intentaba de mil maneras zafarse sin conseguirlo de las cuerdas con las que ordenó a su hatajo de marinos ser fuertemente atado. Al tiempo, se embelesaba sin querer con un trino irresistible y...
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