Libros / Fondo de armario
Autoayuda para 'hipsters'
Raúl Gay 2/09/2015
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Existe una subespecie de lector al que no le gustan los libros de autoayuda. Los desprecia. Sus miembros se burlan en privado de las personas que leen a Coelho, a Dyer y El Secreto; aseguran que la mejor autoayuda es a) un verdadero libro de literatura b) una buena película de un autor europeo c) un disco de Dylan (o Tindersticks o incluso el Clave bien temperado de Bach). A este tipo de lector va dirigido Reasons to stay alive. En este momento no se encuentra traducido, aunque está escrito en un lenguaje muy accesible, no tanto para lectores de Dickens sino para usuarios de Internet en 2015.
Haig cuenta a lo largo de 270 páginas la depresión que sufrió cuando tenía 24 años. Toma como modelo Esa visible oscuridad, de William Styron, pero tamiza su experiencia mediante el humor, las referencias culturales y breves ensayos casi sociológicos sobre la enfermedad. Una combinación que hace amable un tema muy delicado y con la que transmite al lector la terrible realidad de una persona con depresión.
Depresión no es tristeza, recalca. Depresión es una enfermedad como el cáncer. No hace falta estar triste, en paro o haber cortado con tu pareja para caer en ella. El caso de Matt Haig es la demostración más clara. Tiene 24 años, una novia y ha pasado varios meses en Ibiza viviendo la vida: playa, alcohol, fiestas, sexo. Un día, sin embargo, sufre un ataque de pánico. Entonces no sabe lo que es, pero sí que es algo horrible hasta el punto de plantearse saltar por un acantilado.
Después vienen los días sin poder salir de la cama, la angustia de desconocer la causa y la incertidumbre de no saber si la situación mejorará. Mejor dicho: la certeza de que no lo hará. Matt vuelve a casa con sus padres y su chica. Allí, en un pequeño pueblo de Inglaterra, pasará la depresión.
Un acierto del autor es combinar y alternar capítulos puramente narrativos con capítulos que podrían encajar en libro de divulgación científica. Escribe sobre las causas de la depresión y la ansiedad, sus consecuencias, las teorías que ha habido a lo largo de la historia sobre esta enfermedad, hace listados de personajes famosos que la sufrieron y recupera citas de Lincoln o Churchill sobre este “perro negro”, como se llama en ocasiones en Inglaterra.
En los capítulos más narrativos, Haig nos relata con detalle el proceso de su enfermedad. Describe de forma muy vívida las horas mirando al vacío, el terror a acciones banales como ir al quiosco, los pensamientos distorsionados que nublan la cabeza durante meses, los ataques de pánico… Pero este no es un libro angustioso, en muchas ocasiones he soltado una carcajada al leer sobre sus síntomas. Tragedia más tiempo.. ya saben. Haig ha aprendido de Nick Hornby y lo que éste hacía con los fracasos amorosos, lo hace ahora con el horror de la depresión. Un ejemplo:
Things you think during your first panic attack
1.- I am going to die
2.-I am going so mad there will be no coming back
3.- This won’t end
4.- Everything is going to get worse
5.- No one’s heart is meant to beat this fast
6.- I am thinking too fast
7.- I am trapped
8.- No one has felt like this before. Ever. In human history
9.- Why are my arms numb?
10.- I will never get over this
Things you think during your 1.000 panic attack
1.- Here it comes
2.- I’ve been here before
3.- But, wow, it’s still quite bad
4.- I might die
5.- I’m not going to die
6.- I am trapped
7.- This is the worst ever
8.- No it’s not. Remember Spain
9.- Why are my arms numb?
10.- I will get over this
Este tipo de listados en los que combina la realidad con el humor los utiliza para mostrar los “mensajes” que la depresión manda al enfermo (“Why are you trying to apply for a job? Who you think you are, Mark Zuckerberg? Stay in bed”), las frases que la gente dice a los que sufren depresión y nunca dirían a otro tipo de enfermos (“Why do you think you get cancer of stomach?” Yes, your leg is on fire, but talking about it all the time isn’t going to help things, is it?”), cosas que le han pasado mejores que la depresión (“Losing a job”, “breaking a toe”, “bad Amazon reviews”). Las conversaciones imaginarias entre el Matt enfermo y el Matt del futuro, que le cuenta que va a curarse, a casarse y a ser feliz son también hilarantes.
La parte de autoayuda entra con fuerza cuando el autor revela al lector las herramientas que utiliza para combatir esta enfermedad. No sólo pastillas, sino pequeños trucos que pueden ayudar a sobrellevar el día a día y, en última instancia, a acelerar la recuperación. Dormir, respirar de forma consciente, leer, correr, concentrarse en algo…
Self help
How to stop time: kiss
How to travel in time: read
How to scape time: music
How to feel time: write
How to release time: breathe
En algún momento, roza ese tópico de que gracias a la depresión ahora es capaz de apreciar la belleza de la vida. Sólo lo roza: rechaza la frase que lo que no te mata te hace más fuerte y desearía no haber sufrido nunca depresión pero admite que ha tenido (a largo plazo y tras haber gestionado bien la enfermedad) algún efecto positivo. Ese efecto es, al final, prestar más atención a lo que sucede, disfrutar de lo que haces, apreciar a las personas por lo que son. El viejo carpe diem.
Tal vez sea una lección diferente a la de otros libros de autoayuda. El destino no tenía preparada esta depresión, no era “lo que tenía que pasar”, no te hace más fuerte ni mejor persona, no hay que dar gracias a la enfermedad. Pero ya que está, aprende algo de ella. Y escribe un libro.
Reasons to stay alive. Matt Haig. Canongate Books, 2015
Existe una subespecie de lector al que no le gustan los libros de autoayuda. Los desprecia. Sus miembros se burlan en privado de las personas que leen a Coelho, a Dyer y El Secreto; aseguran que la mejor autoayuda es a) un verdadero libro de literatura b) una buena película de un autor europeo c) un...
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Raúl Gay
Periodista. Ha trabajado en Aragón TV, ha escrito reseñas en Artes y Letras y ha sido coeditor del blog De retrones y hombres en eldiario.es. Sus amigos le decían que para ser feliz sólo necesitaba un libro, una tostada de Nutella y una cocacola. No se equivocaban.
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