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Dave Eggers
Traducción de Javier Calvo
Literatura Random House Mondadori, 2014
En estos momentos, 502 personas me ven escribir. He anunciado hace unos minutos que iba a redactar este artículo y han subido unos pocos espectadores. Uno de ellos ha dicho “Ya era hora”, varios han puesto carita sonriente y dos han preguntado cuándo se publica. Me apetece abrir una cerveza pero sé que pondrán malas caras (literalmente).
Estos pensamientos podrían reflejar la realidad de cumplirse los vaticinios que Dave Eggers lanza en su novela El Círculo. Todas las críticas de este libro aluden a 1984 pero si quiso ser “el George Orwell de la era de Internet”, fracasó. Lo que sí hace Eggers es escribir una buena novela, reflejar muy bien lo estúpido y desquiciante que puede ser compartir todo lo que nos sucede y plantear dilemas para un posible futuro en el que una megaempresa (trasunto de Google) domine la vida pública y privada de las personas.
Megan es una joven inteligente de un pueblo de Estados Unidos. Gracias a la influencia de una amiga, entra a trabajar en El Círculo, la mayor empresa de Internet del momento. La corporación ha logrado ser líder indiscutible en búsquedas, ha relegado a la Historia a los trolls y los delitos informáticos gracias a un nuevo método de identificación digital en el que no existe el anonimato y presenta cada semana un nuevo invento que, en teoría, mejora la vida de las personas.
Eggers atrapa al lector cuando nos introduce en las oficinas y los pasillos de El Círculo, cuando muestra los flujos de trabajo, las ventajas de los empleados, las aplicaciones que revolucionan el mercado y la vida de las personas. Por momentos, uno desea que todas las empresas sean así, que el modelo Google se extienda a todos los sectores. Pero también tiene su lado oscuro: a cambio del honor de trabajar allí, de tener seguro médico y vivienda gratis, Megan debe compartir todo lo que hace. Todo. Sus reticencias iniciales, las presiones a las que se ve sometida y las consecuencias de ceder a ellas son el principal atractivo de la novela.
Por momentos, uno desea que todas las empresas sean así, que el modelo Google se extienda a todos los sectores
Decía Hitchens que si quieres averiguar si una idea funciona, llévala al extremo. Es lo que hace Eggers en la primera parte. Megan participa en decenas de grupos al estilo de los de Facebook, pone caras sonrientes a comentarios o fotografías de desconocidos, comenta productos que no conoce… También ella termina compartiendo sus actividades, sus gustos, sus experiencias. Todo esto a una velocidad de vértigo, al tiempo que trabaja en la atención al cliente de la empresa, donde los usuarios puntúan su labor.
Esta dinámica no tarda mucho en afectar a su comportamiento. Un antiguo novio, que permanece en el pueblo, se convierte en la voz de los “analógicos”, los que rechazan compartir todos los detalles de la vida.
Nadie te está obligando a hacer nada. Con estas cadenas se ata uno voluntariamente. Y voluntariamente te vuelves un autista social completo. Ya no captas las señales básicas de la comunicación humana. Estás sentada en una mesa con tres seres humanos que te están mirando y tratando de hablar contigo, y tú en cambio estás mirando una pantalla buscando a un desconocido de Dubai.
Aquellos que participan del comportamiento de El Círculo, los “circulistas”, aquellos que siguen la corriente se convierten en hombres y mujeres pantalla. No disfrutan el día a día, de las experiencias, alegrías y tristezas. Viven para compartir. El ex novio le dice: Seguro que llevas meses sin hacer nada que no pase delante de una pantalla.
A todos nos han afeado atender el móvil mientras tomábamos un café, muchos hemos dudado si compartir o no una fotografía... y hemos terminado por hacerlo.
Es fácil verse reflejado en este debate. A todos nos han afeado atender el móvil mientras tomábamos un café, muchos hemos dudado si compartir o no una fotografía... y hemos terminado por hacerlo. Internet no lo es todo (pero estás leyendo este artículo en una pantalla), las redes sociales pueden ser una droga (lo primero que muchos hacemos tras apagar el despertador es revisar Twitter) y cambiar el modo en que nos comunicamos y entendemos el mundo (si todo mi tl critica a Rajoy ¿cómo es que el PP gana las elecciones?). La clave, tal vez, sea lograr un equilibrio entre nuestros abuelos y el panorama que dibuja Eggers. Si es que es posible.
La segunda parte del libro es la más política. El Círculo muestra su verdadero rostro y desarrolla aplicaciones que modifican el comportamiento de los seres humanos, de la política, la economía... Llega un momento en el que cientos de personas llevan una cámara al cuello conectada a la red; miles de usuarios pueden conectarse a su canal y ver y escuchar lo que hace en cada momento del día. Tres frases gobiernan esta forma de entender el mundo: La privacidad es un robo. Los secretos son mentiras. Compartir es querer.
En el mundo que dibuja Eggers, la transparencia es total y la intimidad ha muerto. Cada uno de nosotros somos el Gran Hermano. La novela funciona muy bien cuando trata de imaginar un futuro donde lo público y lo privado, la educación y la política, la salud y la seguridad… todo es controlado por El Círculo.
Como en 1984, hay una persona que quiere detener el proceso y acabar con esa máquina de matar privacidad. Aquí falla la trama: Eggers no es Orwell. Donde en 1984 había complejidad, en El Círculo hay simpleza, donde había personajes poliédricos, hay meras copias de aquellos.
Hace mucho que el viejo lema de Google quedó obsoleto. Nadie se lo cree. Esperemos que no se convierta en El Círculo, que la tecnología no nos acabe devorando y la novela de Eggers nunca se convierta en realidad. (Mientras, ya sabes: si te ha gustado este post, comparte :)
Dave Eggers
Traducción de Javier Calvo
Literatura Random House Mondadori,...
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Raúl Gay
Periodista. Ha trabajado en Aragón TV, ha escrito reseñas en Artes y Letras y ha sido coeditor del blog De retrones y hombres en eldiario.es. Sus amigos le decían que para ser feliz sólo necesitaba un libro, una tostada de Nutella y una cocacola. No se equivocaban.
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