1. Número 1 · Enero 2015

  2. Número 2 · Enero 2015

  3. Número 3 · Enero 2015

  4. Número 4 · Febrero 2015

  5. Número 5 · Febrero 2015

  6. Número 6 · Febrero 2015

  7. Número 7 · Febrero 2015

  8. Número 8 · Marzo 2015

  9. Número 9 · Marzo 2015

  10. Número 10 · Marzo 2015

  11. Número 11 · Marzo 2015

  12. Número 12 · Abril 2015

  13. Número 13 · Abril 2015

  14. Número 14 · Abril 2015

  15. Número 15 · Abril 2015

  16. Número 16 · Mayo 2015

  17. Número 17 · Mayo 2015

  18. Número 18 · Mayo 2015

  19. Número 19 · Mayo 2015

  20. Número 20 · Junio 2015

  21. Número 21 · Junio 2015

  22. Número 22 · Junio 2015

  23. Número 23 · Junio 2015

  24. Número 24 · Julio 2015

  25. Número 25 · Julio 2015

  26. Número 26 · Julio 2015

  27. Número 27 · Julio 2015

  28. Número 28 · Septiembre 2015

  29. Número 29 · Septiembre 2015

  30. Número 30 · Septiembre 2015

  31. Número 31 · Septiembre 2015

  32. Número 32 · Septiembre 2015

  33. Número 33 · Octubre 2015

  34. Número 34 · Octubre 2015

  35. Número 35 · Octubre 2015

  36. Número 36 · Octubre 2015

  37. Número 37 · Noviembre 2015

  38. Número 38 · Noviembre 2015

  39. Número 39 · Noviembre 2015

  40. Número 40 · Noviembre 2015

  41. Número 41 · Diciembre 2015

  42. Número 42 · Diciembre 2015

  43. Número 43 · Diciembre 2015

  44. Número 44 · Diciembre 2015

  45. Número 45 · Diciembre 2015

  46. Número 46 · Enero 2016

  47. Número 47 · Enero 2016

  48. Número 48 · Enero 2016

  49. Número 49 · Enero 2016

  50. Número 50 · Febrero 2016

  51. Número 51 · Febrero 2016

  52. Número 52 · Febrero 2016

  53. Número 53 · Febrero 2016

  54. Número 54 · Marzo 2016

  55. Número 55 · Marzo 2016

  56. Número 56 · Marzo 2016

  57. Número 57 · Marzo 2016

  58. Número 58 · Marzo 2016

  59. Número 59 · Abril 2016

  60. Número 60 · Abril 2016

  61. Número 61 · Abril 2016

  62. Número 62 · Abril 2016

  63. Número 63 · Mayo 2016

  64. Número 64 · Mayo 2016

  65. Número 65 · Mayo 2016

  66. Número 66 · Mayo 2016

  67. Número 67 · Junio 2016

  68. Número 68 · Junio 2016

  69. Número 69 · Junio 2016

  70. Número 70 · Junio 2016

  71. Número 71 · Junio 2016

  72. Número 72 · Julio 2016

  73. Número 73 · Julio 2016

  74. Número 74 · Julio 2016

  75. Número 75 · Julio 2016

  76. Número 76 · Agosto 2016

  77. Número 77 · Agosto 2016

  78. Número 78 · Agosto 2016

  79. Número 79 · Agosto 2016

  80. Número 80 · Agosto 2016

  81. Número 81 · Septiembre 2016

  82. Número 82 · Septiembre 2016

  83. Número 83 · Septiembre 2016

  84. Número 84 · Septiembre 2016

  85. Número 85 · Octubre 2016

  86. Número 86 · Octubre 2016

  87. Número 87 · Octubre 2016

  88. Número 88 · Octubre 2016

  89. Número 89 · Noviembre 2016

  90. Número 90 · Noviembre 2016

  91. Número 91 · Noviembre 2016

  92. Número 92 · Noviembre 2016

  93. Número 93 · Noviembre 2016

  94. Número 94 · Diciembre 2016

  95. Número 95 · Diciembre 2016

  96. Número 96 · Diciembre 2016

  97. Número 97 · Diciembre 2016

  98. Número 98 · Enero 2017

  99. Número 99 · Enero 2017

  100. Número 100 · Enero 2017

  101. Número 101 · Enero 2017

  102. Número 102 · Febrero 2017

  103. Número 103 · Febrero 2017

  104. Número 104 · Febrero 2017

  105. Número 105 · Febrero 2017

  106. Número 106 · Marzo 2017

  107. Número 107 · Marzo 2017

  108. Número 108 · Marzo 2017

  109. Número 109 · Marzo 2017

  110. Número 110 · Marzo 2017

  111. Número 111 · Abril 2017

  112. Número 112 · Abril 2017

  113. Número 113 · Abril 2017

  114. Número 114 · Abril 2017

  115. Número 115 · Mayo 2017

  116. Número 116 · Mayo 2017

  117. Número 117 · Mayo 2017

  118. Número 118 · Mayo 2017

  119. Número 119 · Mayo 2017

  120. Número 120 · Junio 2017

  121. Número 121 · Junio 2017

  122. Número 122 · Junio 2017

  123. Número 123 · Junio 2017

  124. Número 124 · Julio 2017

  125. Número 125 · Julio 2017

  126. Número 126 · Julio 2017

  127. Número 127 · Julio 2017

  128. Número 128 · Agosto 2017

  129. Número 129 · Agosto 2017

  130. Número 130 · Agosto 2017

  131. Número 131 · Agosto 2017

  132. Número 132 · Agosto 2017

  133. Número 133 · Septiembre 2017

  134. Número 134 · Septiembre 2017

  135. Número 135 · Septiembre 2017

  136. Número 136 · Septiembre 2017

  137. Número 137 · Octubre 2017

  138. Número 138 · Octubre 2017

  139. Número 139 · Octubre 2017

  140. Número 140 · Octubre 2017

  141. Número 141 · Noviembre 2017

  142. Número 142 · Noviembre 2017

  143. Número 143 · Noviembre 2017

  144. Número 144 · Noviembre 2017

  145. Número 145 · Noviembre 2017

  146. Número 146 · Diciembre 2017

  147. Número 147 · Diciembre 2017

  148. Número 148 · Diciembre 2017

  149. Número 149 · Diciembre 2017

  150. Número 150 · Enero 2018

  151. Número 151 · Enero 2018

  152. Número 152 · Enero 2018

  153. Número 153 · Enero 2018

  154. Número 154 · Enero 2018

  155. Número 155 · Febrero 2018

  156. Número 156 · Febrero 2018

  157. Número 157 · Febrero 2018

  158. Número 158 · Febrero 2018

  159. Número 159 · Marzo 2018

  160. Número 160 · Marzo 2018

  161. Número 161 · Marzo 2018

  162. Número 162 · Marzo 2018

  163. Número 163 · Abril 2018

  164. Número 164 · Abril 2018

  165. Número 165 · Abril 2018

  166. Número 166 · Abril 2018

  167. Número 167 · Mayo 2018

  168. Número 168 · Mayo 2018

  169. Número 169 · Mayo 2018

  170. Número 170 · Mayo 2018

  171. Número 171 · Mayo 2018

  172. Número 172 · Junio 2018

  173. Número 173 · Junio 2018

  174. Número 174 · Junio 2018

  175. Número 175 · Junio 2018

  176. Número 176 · Julio 2018

  177. Número 177 · Julio 2018

  178. Número 178 · Julio 2018

  179. Número 179 · Julio 2018

  180. Número 180 · Agosto 2018

  181. Número 181 · Agosto 2018

  182. Número 182 · Agosto 2018

  183. Número 183 · Agosto 2018

  184. Número 184 · Agosto 2018

  185. Número 185 · Septiembre 2018

  186. Número 186 · Septiembre 2018

  187. Número 187 · Septiembre 2018

  188. Número 188 · Septiembre 2018

  189. Número 189 · Octubre 2018

  190. Número 190 · Octubre 2018

  191. Número 191 · Octubre 2018

  192. Número 192 · Octubre 2018

  193. Número 193 · Octubre 2018

  194. Número 194 · Noviembre 2018

  195. Número 195 · Noviembre 2018

  196. Número 196 · Noviembre 2018

  197. Número 197 · Noviembre 2018

  198. Número 198 · Diciembre 2018

  199. Número 199 · Diciembre 2018

  200. Número 200 · Diciembre 2018

  201. Número 201 · Diciembre 2018

  202. Número 202 · Enero 2019

  203. Número 203 · Enero 2019

  204. Número 204 · Enero 2019

  205. Número 205 · Enero 2019

  206. Número 206 · Enero 2019

  207. Número 207 · Febrero 2019

  208. Número 208 · Febrero 2019

  209. Número 209 · Febrero 2019

  210. Número 210 · Febrero 2019

  211. Número 211 · Marzo 2019

  212. Número 212 · Marzo 2019

  213. Número 213 · Marzo 2019

  214. Número 214 · Marzo 2019

  215. Número 215 · Abril 2019

  216. Número 216 · Abril 2019

  217. Número 217 · Abril 2019

  218. Número 218 · Abril 2019

  219. Número 219 · Mayo 2019

  220. Número 220 · Mayo 2019

  221. Número 221 · Mayo 2019

  222. Número 222 · Mayo 2019

  223. Número 223 · Mayo 2019

  224. Número 224 · Junio 2019

  225. Número 225 · Junio 2019

  226. Número 226 · Junio 2019

  227. Número 227 · Junio 2019

  228. Número 228 · Julio 2019

  229. Número 229 · Julio 2019

  230. Número 230 · Julio 2019

  231. Número 231 · Julio 2019

  232. Número 232 · Julio 2019

  233. Número 233 · Agosto 2019

  234. Número 234 · Agosto 2019

  235. Número 235 · Agosto 2019

  236. Número 236 · Agosto 2019

  237. Número 237 · Septiembre 2019

  238. Número 238 · Septiembre 2019

  239. Número 239 · Septiembre 2019

  240. Número 240 · Septiembre 2019

  241. Número 241 · Octubre 2019

  242. Número 242 · Octubre 2019

  243. Número 243 · Octubre 2019

  244. Número 244 · Octubre 2019

  245. Número 245 · Octubre 2019

  246. Número 246 · Noviembre 2019

  247. Número 247 · Noviembre 2019

  248. Número 248 · Noviembre 2019

  249. Número 249 · Noviembre 2019

  250. Número 250 · Diciembre 2019

  251. Número 251 · Diciembre 2019

  252. Número 252 · Diciembre 2019

  253. Número 253 · Diciembre 2019

  254. Número 254 · Enero 2020

  255. Número 255 · Enero 2020

  256. Número 256 · Enero 2020

  257. Número 257 · Febrero 2020

  258. Número 258 · Marzo 2020

  259. Número 259 · Abril 2020

  260. Número 260 · Mayo 2020

  261. Número 261 · Junio 2020

  262. Número 262 · Julio 2020

  263. Número 263 · Agosto 2020

  264. Número 264 · Septiembre 2020

  265. Número 265 · Octubre 2020

  266. Número 266 · Noviembre 2020

  267. Número 267 · Diciembre 2020

  268. Número 268 · Enero 2021

  269. Número 269 · Febrero 2021

  270. Número 270 · Marzo 2021

  271. Número 271 · Abril 2021

  272. Número 272 · Mayo 2021

  273. Número 273 · Junio 2021

  274. Número 274 · Julio 2021

  275. Número 275 · Agosto 2021

  276. Número 276 · Septiembre 2021

  277. Número 277 · Octubre 2021

  278. Número 278 · Noviembre 2021

  279. Número 279 · Diciembre 2021

  280. Número 280 · Enero 2022

  281. Número 281 · Febrero 2022

  282. Número 282 · Marzo 2022

  283. Número 283 · Abril 2022

  284. Número 284 · Mayo 2022

  285. Número 285 · Junio 2022

  286. Número 286 · Julio 2022

  287. Número 287 · Agosto 2022

  288. Número 288 · Septiembre 2022

  289. Número 289 · Octubre 2022

  290. Número 290 · Noviembre 2022

  291. Número 291 · Diciembre 2022

  292. Número 292 · Enero 2023

  293. Número 293 · Febrero 2023

  294. Número 294 · Marzo 2023

  295. Número 295 · Abril 2023

  296. Número 296 · Mayo 2023

  297. Número 297 · Junio 2023

  298. Número 298 · Julio 2023

  299. Número 299 · Agosto 2023

  300. Número 300 · Septiembre 2023

  301. Número 301 · Octubre 2023

  302. Número 302 · Noviembre 2023

  303. Número 303 · Diciembre 2023

  304. Número 304 · Enero 2024

  305. Número 305 · Febrero 2024

  306. Número 306 · Marzo 2024

  307. Número 307 · Abril 2024

  308. Número 308 · Mayo 2024

  309. Número 309 · Junio 2024

  310. Número 310 · Julio 2024

  311. Número 311 · Agosto 2024

  312. Número 312 · Septiembre 2024

  313. Número 313 · Octubre 2024

  314. Número 314 · Noviembre 2024

Ayúdanos a perseguir a quienes persiguen a las minorías. Total Donantes 3.340 Conseguido 91% Faltan 16.270€

LAND OF LINCOLN

La carrera electoral de EEUU y el Derby de Kentucky

La campaña de las presidenciales de 2016 está marcada por la influencia de las grandes fortunas, que está alcanzando cifras de récord. El sufragio estadounidense --que apenas supone el 50% de los ciudadanos-- tiene así un creciente tinte privado

Diego E. Barros Chicago , 16/09/2015

En CTXT podemos mantener nuestra radical independencia gracias a que las suscripciones suponen el 70% de los ingresos. No aceptamos “noticias” patrocinadas y apenas tenemos publicidad. Si puedes apoyarnos desde 3 euros mensuales, suscribete aquí

Las presidenciales de 2012 marcan hasta el momento el récord en la factura a pagar para conseguir el ansiado sillón en el Despacho Oval. Su actual inquilino, Barack Obama, y su entonces oponente, Mitt Romney, se gastaron un total de 2.300 millones de dólares (algo más de 2.000 millones de euros) en sus respectivas campañas. En la desesperada carrera por ver quién tenía la billetera más larga ganó el republicano (1.200 millones de dólares), quien al final es hoy poco más que un recuerdo en la mente de los votantes estadounidenses. Este dato puede servir para sentenciar que el dinero no le puede comprar la presidencia (todavía) de la nación más poderosa de la tierra a nadie. Sin embargo, la realidad dice que sin ese dinero la presidencia no es más que un sueño que añadir a los muchos que pueblan la mitología del llamado país de las oportunidades.

Nadie sabe a ciencia cierta el costo que tendrán las presidenciales de 2016. Lo que se sabe es que superarán, en mucho, las cifras de hace cuatro años. El entorno de Hillary Clinton, la (a día de hoy) candidata más fuerte, ha dejado caer que su campaña saldrá por unos 2.500 millones de dólares. La pregunta que se cierne es simple: ¿de dónde sale todo ese dinero? La respuesta es más simple ―a la par que lógica e inquietante― todavía: de los millonarios, que en EE.UU. son muchos y extremadamente poderosos.  

El gran problema que semejantes cifras asociadas a las campañas políticas (pasa lo mismo en cualquier elección por pequeña que sea) han colocado encima de la mesa es hasta qué punto las fortunas más importantes de EE.UU. están marcando (por no usar otro verbo mucho más peligroso como comprar) el devenir político. Históricamente lo primero que se necesita en EE.UU. para iniciar una carrera política es dinero. Mucho. El problema es que nunca como hasta ahora esa necesidad de fondos ilimitados había sido tan determinante.

Nadie sabe a ciencia cierta el costo que tendrán las presidenciales de 2016. Lo que se sabe es que superarán, en mucho, las cifras de hace cuatro años

Buena parte de la responsabilidad recae en una polémica decisión del Tribunal Supremo tomada en 2010, según algunos, la más “miope” desde el caso de Dred Scott (en 1857, una sentencia del TS privó de ciudadanía a todo habitante de ascendencia africana, fueran esclavos o no, retirándole al Congreso la potestad de prohibir la esclavitud en territorios federales del país, lo que a la postre sería uno de los factores determinantes para el estallido de la Guerra Civil).

Aquel año, la Corte Suprema de mayoría conservadora, 5 contra 4, dictaminó que las contribuciones electorales formaban parte de la libertad de expresión, de ahí que grupos, empresas o millonarios pueden gastarse tanto como quieran en campañas electorales. La decisión vino motivada por la reclamación de Citizens United, una organización conservadora especializada en la realización de anuncios y documentales de carácter electoral.

El magistrado Anthony Kennedy escribió: “Los accionistas pueden determinar si el discurso político de una empresa avanza los intereses de esa empresa en ganar dinero y por tanto los ciudadanos pueden ver si los cargos públicos están “en el bolsillo” de los llamados intereses monetarios”.

Avalada un año más tarde en el caso SpechNow.org vs. Federal Election Commission, en teoría, partía de una buena idea: arrojar luz en la oscuridad. En la práctica suponía borrar de un plumazo el límite para que grupos de interés y multimillonarios pudieran hacer donaciones electorales a gran escala y con carácter ilimitado. Algo que no pasaba desde los tiempos del presidente Theodore Roosevelt en 1907.

La consecuencia directa de dicha decisión ha sido la de engordar sobremanera las formas por las cuales los candidatos financian su campaña, una vez que la opción pública (los contribuyentes estadounidenses pueden designar tres dólares de su declaración de la renta, vigente desde 1971) ha sido descartada por todos los contendientes desde que lo hiciera Obama en 2008.

Las campañas estadounidenses se financian de tres maneras fundamentales:

La forma tradicional de recaudar fondos son los llamados Comités de Acción Política (PAC, en sus siglas en inglés), grupos encargados de recaudar donaciones de particulares, sindicatos ―el poder recaudador de ambos es bastante limitado― y empresas. Pueden estar conectados o no a un determinado candidato y están sometidos a control y fiscalización por la Comisión Federal de Elecciones (en inglés, FEC). En segundo lugar están los comités de los propios partidos que están capacitados para financiarlos de forma directa.

La veda que ha abierto la decisión de 2010 ha sido la disminución del peso de las dos opciones anteriores mientras que ha propiciado la aparición de los llamados Súper PAC, organizaciones encargadas de recaudar donaciones ahora ilimitadas que se pierden en una amalgama enorme de siglas y asociaciones. La única condición que deben de cumplir es que no pueden coordinarse con partidos ni candidatos. Tienen que ir por libre. Muy bonito sobre el papel pero totalmente ajeno a la realidad, dado que abiertamente abogan no tanto por un determinado candidato como por sus principales puntos en campaña y que, generalmente, están dirigidos por excolaboradores y personas de confianza de aquellos. En las elecciones de 2012, los Súper PAC se gastaron 1.000 millones de dólares, la mayor parte procedentes de los bolsillos de un centenar de personas.

A día de hoy, más que candidatos, los aspirantes a la Casa Blanca tienen forma de caballo de carreras en manos de acaudalados dueños

A día de hoy, más que candidatos, los aspirantes a la Casa Blanca tienen forma de caballo de carreras en manos de acaudalados dueños.

Si bien en el campo demócrata ―con Hillary presionada por un Bernie Sanders que no llega a ser todavía una opción real, y sin que se concreten los cantos de sirena de una posible carrera presidencial del segundo de Obama, Joe Biden―, las cosas están aparentemente tranquilas, el verdadero Derby de Kentucky tiene lugar en la apretada lucha por la nominación republicana.

Una larga lista de nombres

Aquí, cada candidato cuenta con un gran millonario sosteniendo su campaña o un gran  Súper PAC para al menos aguantar el mayor tiempo posible en la carrera. Solo en lo que va de año ya se han gastado 400 millones de dólares. Solo hay dos excepciones que, hasta el momento, si algo han conseguido ha sido darle vidilla a la carrera y, aunque por motivos y desde ángulos diferentes, han sido los que han colocado este tema encima de la mesa: el republicano Donald Trump y el demócrata Bernie Sanders. A ambos me referiré más tarde, porque si algo compra el dinero es tiempo; ambas cosas que le han faltado al primero de los caballos en abandonar, el exgobernador de Texas, Rick Perry, quien el pasado viernes puso punto y final a su segunda intentona.

En las elecciones de 2012, los Súper PAC se gastaron 1.000 millones de dólares, la mayor parte procedentes de los bolsillos de un centenar de personas

No importa cuántas posibilidades reales se tengan para poder llegar al final del camino. El ultraconservador Rick Santorum (jamás será candidato) vuelve a contar este año con el respaldo del semidesconocido Foster Fries, un inversor cristiano evangélico conocido por sus postulados conservadores quien, intentando respaldar la oposición de Santorum a los medios contraceptivos, sostuvo que las mujeres pueden evitar quedarse embarazadas simplemente colocando “una aspirina entre sus rodillas”.

Pero si de nombres hablamos, dos destacan fundamentalmente. El primero de ellos es el magnate de los casinos Sheldon Adelson, conocido en España por ser la cabeza tras el fallido proyecto de Eurovegas en el secarral madrileño. Adelson, que posee la doble nacionalidad estadounidense-israelí, es célebre por su ferviente apoyo a las políticas del primer ministro israelí, Benjamin Netanyahu. Hipercrítico con la Administración Obama, fue uno de los principales sponsors de la agresiva intervención de Netanyahu este mismo año ante el Congreso de EE.UU., además de estar detrás del movimiento que trata de tumbar en el Capitolio el acuerdo nuclear con Irán. Su contribución a las elecciones de 2012 se cifró en 92 millones de dólares. En marzo de 2014 organizó una conferencia en su feudo de Las Vegas por la que pasaron algunos candidatos como Jeb Bush, Chris Christie, Scott Walker o John Kasich. El evento tuvo mucho de besamanos y se convirtió en un intento de los candidatos por ganarse el favor del mecenas. Christie llegó a disculparse ante el auditorio por haberse referido en alguna declaración a los “territorios ocupados”.

El magnate de los casinos Sheldon Adelson, hipercrítico con la Administración Obama, fue uno de los principales sponsors de la agresiva intervención de Netanyahu este mismo año ante el Congreso de EE.UU., además de estar detrás del movimiento que trata de tumbar en el Capitolio el acuerdo nuclear con Irán

El segundo gran nombre en esta lista de benefactores políticos es Koch. David H. y Charles G. Koch dueños de las Industrias Koch. Con una fortuna estimada en 120 mil millones de dólares (la segunda fortuna de EE.UU.) esperan invertir en esta campaña casi 900 millones ya sea directamente o vía Súper PAC, el suyo se llama Americans for Prosperity. Tal cantidad de dinero compra influencia y convierte a los Koch en un partido de hecho. El mejor ejemplo de esto es Scott Walker, octavo en el último sondeo hecho público el martes y gran marioneta en las manos de los Koch. Fueron ellos quienes sufragan buena parte de sus campañas en su Estado natal de Wisconsin del que es gobernador; solo en 2012 le dieron 300 millones para respaldar sus políticas de guerra abierta contra los sindicatos, gran caballo de batalla de estos empresarios. Hoy los sindicatos están casi desaparecidos en Wisconsin y Walker pretender hacer con el país lo mismo. El único problema es que sus políticas ultraliberales han llevado a Wisconsin al borde de la quiebra.

Pero no son los Koch los únicos que entregan dinero en espera de recibir algo a cambio. Walker cuenta con el apoyo de John Menard Jr., el hombre más rico de su Estado y dueño de una cadena de bricolaje de implantación nacional. Una investigación ha encontrado una coincidencia interesante. Menard, controvertido y objeto de numerosas denuncias medioambientales, entregó 1,5 millones a la primera campaña estatal de Walker y, curiosamente, sus empresas han sido beneficiadas de recortes de impuestos por una cantidad que ronda los dos millones.

David H. y Charles G. Koch, con una fortuna estimada en 120.000 millones de dólares (la segunda de EE.UU.), esperan invertir en esta campaña casi 900 millones ya sea directamente o vía Súper PAC

Nadie da algo a cambio de nada y el donante espera contrapartidas. Lo dejó muy claro el candidato Lindsey Graham quien es abiertamente el principal defensor de la visión del mundo de Adelson. En declaraciones recientes a The Wall Street Journal, indicó: “El mío podría ser el primer gabinete íntegramente judío en América a causa de los fondos por-Israel”. Su declaración tenía un tono jocoso pero indicaba lo importante: uno se debe a sus donantes.

Robert Mercer, dueño de un fondo de inversión neoyorquino, tiene predilección por el ultraderechista Ted Cruz. Solo en la primera semana de campaña de Cruz, el Súper PAC auspiciado por Mercer recaudó 31 millones de dólares, una cifra récord dado que superó lo recaudado en el primer cuarto de 2007 por el propio Obama. De esa cantidad, Cruz se ha gastado ya casi once.

Marco Rubio, el hispano al que su buena actuación en el primer debate le sigue manteniendo en liza pese a lo que digan las encuestas, también cuenta con su propio millonario, Norman Braman, un empresario de Miami quien ha sustituido a Jeb Bush por la joven estrella.

Es Bush, sin embargo, el que se lleva la palma en cuanto a recaudación de fondos. De los 400 millones contabilizados en esta primera mitad de 2015, el hermano e hijo de presidentes se lleva al menos unos 120. Proceden de su Súper PAC, Right to Rise, y sobre todo de otros grupos más oscuros como Right to Rise Policy Solutions. Este hecho, junto a la imagen aburrida-moderada que proyecta Bush y que tan poco gusta en unas bases republicanas echadas al monte gracias a siete años de Tea Party, ha colocado al exgobernador de Florida (tercero en las encuestas con un 7,8% de apoyo) en el centro de la diana de los ataques de la auténtica estrella de estas primarias republicanas, Donald Trump.

Lo dijo en el primer debate republicano y lo repite cada vez que puede: “Yo soy independiente, no una marioneta en manos de los empresarios”. “Creedme, soy uno de ellos, sé cómo se manejan, lo que hacen con los políticos; es hora de tener a alguien independiente y fuerte al frente”, insiste el magnate de la construcción atacando directamente el corazón de la batalla electoral estadounidense. Y sí. Lo hace porque puede.

Donald Trump dijo en el primer debate republicano y lo repite cada vez que puede: “Yo soy independiente, no una marioneta en manos de los empresarios. Creedme, soy uno de ellos, sé cómo se manejan, lo que hacen con los políticos; es hora de tener a alguien independiente y fuerte al frente”

Si algo diferencia a Trump de los demás candidatos es que no necesita deberle favores a nadie. Con una fortuna estimada en alrededor de 10.000 millones de dólares, Trump es la sal y la pimienta de unas primarias republicanas que, contra pronóstico y la tranquilidad del propio partido, sigue liderando con una amplia ventaja. Sus porcentajes se mantienen en torno al 30% y sigue manteniendo a una distancia de dos cifras a su inmediato perseguidor, el neurocirujano (y también millonario) Ben Carson.

La extraña pareja Trump-Sanders

Escribió Hunter S. Thompson: “Cuando las cosas se vuelven raras, los raros se convierten en profesionales”. Y eso es precisamente lo que está ocurriendo en la carrera a las primarias republicanas y también, aunque en mayor medida, en las demócratas. No de otra forma se puede explicar el segundo puesto en las encuestas de Carson, un médico retirado y autor de dos best sellers de corte autoayuda/autobiográfico que destaca por sus posturas ultraconservadoras en lo social y por su abierta oposición al Obamacare (“Lo peor que le ha ocurrido a EE.UU. desde los tiempos de la esclavitud”, dijo, para después recular un candidato que es afroamericano). En realidad, lo suyo no conduce a ninguna parte.

Está por ver qué ocurre con Trump. Lo que en un primer momento resultó hasta divertido coge cada vez más seriedad. La semana pasada, en una jugada maestra, Trump presentó su juramento de que se mantendrá fiel a quien gane la nominación. De un plumazo obtuvo dos triunfos: asegurarse su nombre en la carrera hasta el final y desmentir a quienes dicen que no es un verdadero republicano. Y ese era precisamente Bush, a quien Trump repetidamente denomina “marioneta de los donantes”.

Sin quererlo, Trump ha colocado en el disparadero electoral la influencia de las grandes fortunas en la política estadounidense en un momento en el que las clases medias-bajas (a las que Trump se dirige constantemente) se han convertido en las principales víctimas no solo de la última crisis sino de años de políticas neoliberales sin límite. De ahí que la confianza del americano medio en sus instituciones esté a niveles subterráneos. “Más pronto o más temprano”, insiste Trump, “pedirán que les devuelvan los favores prestados”. “Yo no le debo ningún favor a nadie”, insiste quien recientemente ha anunciado su rechazo a una donación de 5 millones procedente de un fondo de inversión neoyorquino y quien está dispuesto a poner en su campaña hasta 100 millones de su propio bolsillo.

No solo los republicanos dependen de la generosidad de los más ricos. Clinton, a quien se le atraganta la campaña cada día que pasa bien por errores propios, bien por el interminable lío de los e-mails siendo secretaria de Estado, tiene más de un generoso mecenas. Es, después de Bush, la más beneficiada por la generosidad ajena. Entre ellos destacan Alice Walton, heredera de los almacenes Wal-Mart; y Marc Benioff, un empresario de San Francisco que en el pasado apoyó a Obama. Ambos grandes contribuyentes del Súper PAC Ready for Hillary que ya ha cambiado y en un intento por mantener las formas ha limitado las donaciones individuales a 25.000 dólares. El grueso de sus fondos de campaña procede de otras organizaciones como Priorities USA Action.

Bernie Sanders, autodefinido como socialista en el sentido clásico del término, carece de un Súper PAC que lo respalde y el grueso de sus donaciones procede de ciudadanos individuales. Casi 400.000 ciudadanos han contribuido ya a su campaña con una media de 31 dólares, superando el nivel de donaciones percibido por Obama en 2008

Hasta el momento Clinton ha ignorado a su principal rival en el campo demócrata. El senador por Vermont, Bernie Sanders. Sanders, autodefinido como socialista en el sentido clásico del término, carece de un Súper PAC que lo respalde y el grueso de sus donaciones procede de ciudadanos individuales. Casi 400.000 ciudadanos han contribuido ya a su campaña con una media de 31 dólares superando el nivel de donaciones percibido por Obama en 2008. Ciudadanos anónimos y, especialmente, los sindicatos. Con una campaña desde abajo y enfocada en denunciar la desigualdad creciente en la sociedad estadounidense, ha acusado a Clinton en numerosas ocasiones de ser una “representante de los intereses de Wall Street”. Poco a poco está empezando a dar sustos en las encuestas. De ahí que los círculos de la ex secretaria de Estado hayan comenzado a atacar al viejo senador con tácticas bien conocidas en Europa: ser una amenaza y tener amigos dudosos y terroristas, lo que ha provocado una rápida respuesta por parte de la campaña de Sanders.  

“Ayer [por el lunes], uno de los más prominentes Súper PACs de Hillary Clinton atacó nuestra campaña con bastante saña. Sugirieron que mi amistad con organizaciones terroristas del Medio Oriente, e incluso trataron de vincularme con un dictador comunista muerto. Era el tipo de ataque que esperaba ver desde los hermanos Koch o Sheldon Adelson, y es la segunda vez que un multimillonario Súper PAC ha tratado de detener el impulso de la revolución política que estamos construyendo juntos”, lanzó el equipo de Sanders vía e-mail.

Ricos versus “la América real”

Porque de una forma diferente a Trump, Sanders está precisamente poniendo el dedo en la llaga provocada por la creciente influencia que unos pocos ejercen en los asuntos que atañen a la mayoría. Y, de paso, es el único candidato cuya campaña gira en torno al gran ausente de los discursos de los demás: la creciente desigualdad experimentada por la sociedad de EE.UU. en los últimos años. Si algo tienen en común Trump y Sanders es el mantra que (con evidentes variaciones) repiten: el sueño americano está roto. Desde el colapso financiero de 2008 el 58% de las ganancias ha recaído del lado del 1% de los estadounidenses. Según datos de 2013, los 25 directivos de los fondos de inversión del país se repartieron 24.000 millones de dólares en beneficios. Por establecer una comparación: esa cantidad es el total de presupuesto destinado a salarios de los 533.000 profesores de las escuelas públicas del país, la mayoría de las cuales están en situación de quiebra técnica, como el Chicago Public Schools que, un año más ha comenzado el curso escolar con su convenio prorrogado y con los tambores de huelga en el horizonte de los próximos meses.

Lo cierto es que las cifras cantan y mientras la macroeconomía se sostiene, la renta anual de los hogares medios estadounidenses ha caído una media de 5.000 dólares desde 1999. Teniendo en cuenta el factor de inflación, los trabajadores americanos ganaron en 2014 una media de 783 dólares menos que hace cuatro décadas. Esto se contrapone con la otra punta de la pirámide: el 1% foco de los ataques de Sanders dispone de casi la misma cantidad de riqueza que casi un 90% restante. Solo los herederos de Wal-Mart, un imperio hecho a base de salarios mínimos, la prohibición a sus trabajadores de formar sindicatos y la venta de productos baratos a gran escala (una perpetuación de la pobreza), posee una fortuna estimada en 149.000 millones de dólares, la misma cantidad que suma el 42% del escalafón más bajo de la pirámide.

El sistema electoral estadounidense dista mucho de ser perfecto. Es una enorme maquinaria que da servicio a un país de 300 millones de habitantes con sensibilidades e intereses muy dispares. Seamos sinceros. El dinero siempre ha sido uno de los tres grandes problemas ―los otros dos son la compleja división por distritos electorales y el registro de votantes― que aquejan al sistema electoral estadounidense. Y si algo caracteriza la política en este país es que (casi) todo vale y gana el que más recursos cuenta a su favor. Antes eran los partidos los encargados de gestionar el dinero destinado a la política. Lo que ha cambiado es que los propietarios del dinero se han cansado y han decidido tomar la iniciativa. Los intereses ya no son los mismos. Si bien al final el resultado de unas elecciones depende del número de votos (la participación apenas ronda el 50%), lo cierto es que el sufragio en EE.UU. tiene un creciente tinte privado. Veremos de qué establo sale el caballo ganador.

Las presidenciales de 2012 marcan hasta el momento el récord en la factura a pagar para conseguir el ansiado sillón en el Despacho Oval. Su actual inquilino, Barack Obama, y su entonces oponente, Mitt Romney, se gastaron un total de 2.300 millones de dólares (algo más de 2.000 millones de euros) en sus...

Este artículo es exclusivo para las personas suscritas a CTXT. Puedes iniciar sesión aquí o suscribirte aquí

Autor >

Diego E. Barros

Estudió Periodismo y Filología Hispánica. En su currículum pone que tiene un doctorado en Literatura Comparada. Es profesor de Literatura Comparada en Saint Xavier University, Chicago.

Suscríbete a CTXT

Orgullosas
de llegar tarde
a las últimas noticias

Gracias a tu suscripción podemos ejercer un periodismo público y en libertad.
¿Quieres suscribirte a CTXT por solo 6 euros al mes? Pulsa aquí

Artículos relacionados >

Deja un comentario


Los comentarios solo están habilitados para las personas suscritas a CTXT. Puedes suscribirte aquí