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Manchester, capital contra la austeridad

La oposición a la privatización de la sanidad centra las protestas contra la convención de los conservadores en la ciudad: “Están abriendo el mercado de la salud para que las grandes empresas hagan negocio con la enfermedad”

Ekaitz Cancela Manchester , 7/10/2015

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"No vendáis mi futuro", se lee en la pancarta que porta una niña en la manifestación contra la austeridad del pasado domingo 4 de octubre.

Ekaitz Cancela

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Viajar a Londres desde Bruselas es un paseo aéreo de un par de horas. Pero una eternidad si no tienes 200 euros. El megabus, el todo a cien de los autobuses, cuesta 20 euros. Sale a las 12:15 de la mañana --o de la noche-- desde la Gare du Nord bruselense y llega a Londres ocho horas después. Escasos minutos antes de que el segundo autocar parta hacia Manchester desde las estación Victoria Coach, a las 8:30 de la mañana. Un retraso es letal, y los forasteros, con rostros tan cansados como emocionados, lo saben.

Este ciudad al norte de Inglaterra ha sido este pasado fin de semana el punto de peregrinaje de más de 100.000 ingleses que se han unido para protestar contra las políticas del Gobierno de David Cameron. El lugar de encuentro no proviene del azar. El partido conservador y sus seguidores, los tories, celebran desde el pasado sábado hasta el próximo viernes su Conferencia Anual en esta localidad que, con menos de 500.000 habitantes, está considerada uno de los enclaves más dinámicos de Europa.

La jarana conservadora cuesta más que un fin de semana en Ibiza. Los miembros del partido o sus “activistas”, como se autodenominan, deben pagar 520 libras para participar (700 euros). Casi 2.000 euros si se es un empresario o comercial --el evento se promociona como una oportunidad inigualable para hacer negocios-- y 1.150 si se viene de prensa. “Nosotros no necesitamos cobertura mediática”, afirma un tipo con zapatos de punta en blanco y traje entallado en las inmediaciones de la conferencia con su pase azul colgado del cuello. La descripción es genérica, todos van así vestidos. Este viene de Londres y sabe a la perfección que la prensa nunca les abandona. “Son todos de la misma familia, la del 1%”, contaría después el escritor y periodista Owen Jones, que se coló en la fiesta torie para dejar su sello.

“Nosotros no necesitamos cobertura mediática”, afirma un tipo con zapatos de punta en blanco y traje entallado en las inmediaciones de la conferencia 'tori' con su pase azul colgado del cuello

Lo más granado del establishment inglés se ha reunido en un espacio de 23.000 metros cuadrados, el centro de convenciones Manchester Central, fortificado centímetro a centímetro y con un guardia cada 10 metros. Fuera, miles de ciudadanos se han juntado para protestar con un mismo lema: “No a la austeridad”. Mareas de distintos colores recorren los casi cuatro kilómetros que van desde el inicio de Oxford Road en el centro de la ciudad hasta Deansgate, donde se halla el cónclave conservador. La última vez que se vieron protestas similares ocurrió en 2013, en Londres. Entonces, el hartazgo popular era ya perceptible, pero no tanto como ahora.

Cada una de las organizaciones que participa en la marcha pone su sello de distinción. Los estudiantes, el grupo más activo, inundan con pitidos las aceras con un alarde de escándalo como demostración. Los sindicatos protestan contra los “mermados” derechos laborales y blanden orgullosos las banderas que les identifican como tales, esa condición que desde los tiempos de Margaret Thatcher se trató de destruir. También las ONG, a las que la conocida como Ley Mordaza británica busca silenciar, levantan sus voces contra Cameron. Pero, sin duda, el cántico que se alza por encima de todos es el que clama por el servicio nacional de salud nacional (NHS).

Una encuesta de 2013 señalaba que los británicos estaban más orgullosos de su sistema de salud que de ninguna otra institución, incluidos el Ejército y la Monarquía. Un sabio conocedor de la ciudad de Manchester, el tirador de cerveza de un pub con seis grifos de la modesta calle Lloyd, defiende que hay dos palabras que generan pelea con solo invocarlas: privatización y NHS.

Según la Oficina Nacional de Control, el 50% de los 187.000 millones de libras que gasta el sector publico en bienes y servicios va a parar a subcontrataciones, lo cual pone en relieve cuánto ha avanzado la privatización del Estado. Las protestas del fin de semana evidencian que el trasvase de lo público a lo privado no es un deseo ciudadano. Solo un 7% de la población apoyaba en 2013 que el NHS fuese controlado por el sector privado, de acuerdo con una encuesta de YouGov.

Una encuesta de 2013 señalaba que los británicos estaban más orgullosos de su sistema de salud que de ninguna otra institución, incluidos el Ejército y la Monarquía

Este sentimiento colectivo lo ejemplificaba un grupo de cirujanos de Liverpool que, disfrazados de enterradores, portaban un ataúd gigante con el nombre de NHS. El tiempo, y los recortes, han hecho mella en los experimentados trabajadores. Aunque no gritan como los jóvenes, sus críticas son un fiel reflejo de la realidad. “Llevo 20 años viendo cómo desmantelan mi hospital hasta casi cerrarlo”, se queja uno de ellos vestido con una bata. “El sistema de salud debe estar unido, si se altera y se vende al mejor postor la gestión del área cerebral, por ejemplo, las demás se ven afectadas”, señala este médico que lleva reparando corazones estropeados media vida.

En medio de la enorme demostración de indignación popular, un grupo de veteranas enfermeras, acompañadas de sus nietos, grita sus consigas. Mary, escoltada por su hija y el retoño de esta, habla mientras el pequeño juguetea. “Yo estoy jubilada, pero salgo a la calle por su futuro”. En su crítica no se menciona el TTIP, pero suena como si lo hiciera. “Están abriendo el mercado de la salud para que las grandes empresas hagan negocio con la enfermedad”. Se refiere a las empresas especuladoras como G4S (casi la mitad de sus beneficios en Gran Bretaña proviene de contratos del Gobierno), Serco o Sedxo, que cada año se embolsan cantidades ingentes del dinero de los contribuyentes.

Son las mismas que, agrupadas en grandes lobbies como Eucomed o PhRMA, se sientan en las mesas de negociación del TTIP. Los grupos de presión sanitarios y farmacéuticos están entre los que más reuniones secretas tienen en el marco del tratado. Más aún, los que hablan inglés. Los británicos, fundamentalmente hospitales, aseguradoras y laboratorios, están entre los lobbies más poderosos en la negociación transatlántica, según los datos hechos públicos por la Comisión Europea tras la presión de diversas organizaciones sociales.

En Reino Unido, a diferencia de países como España, la campaña contra el TTIP ha logrado colocar el tema en el debate público. “Hemos visto destrozar nuestro bien más preciado. Queremos recuperarlo, no cedérselo sin vuelta atrás a las corporaciones”, dice Bryan, ya al termino de la jornada dominical en la iglesia de San George, a tres kilómetros y medio del hotel del centro en el que se alojan los tories. A diferencia de las decenas de libras que pagan estos, una noche en el espacio que han alquilado los organizadores de la movilización, The People's Assembly, cuesta menos de una libra.

Bryan viene de Seahouses, un pueblo costero del norte, tiene dos hijos y dinero suficiente para vivir tranquilo. “Pero tengo amigos que no, y que sufren por las atrocidades de este gobierno”, cuenta

Bryan viene de Seahouses, un pueblo costero del norte, tiene dos hijos y dinero suficiente para vivir tranquilo. “Pero tengo amigos que no, y que sufren por las atrocidades de este gobierno”, cuenta. Aboga por una Europa basada en la empatía y por un debate público que se aleje de la posible salida de la Unión y aborde los temas que, dice, “nos definen como británicos”. Para él, el Brexit es “una cortina de humo”. Junto a él, hay cocineros de profesión preparando pollo frito con patatas al curry, trabajadores temporales, migrantes, mujeres orgullosas de portar cazadoras con el lema “A la izquierda y orgullosa” y ancianas.

Marie, de Birmingham, tiene 79 años y discapacidad. Viene sola porque no tiene a nadie que le acompañe. Antes de echarse a dormir en un incómodo saco de dormir, deja sus armas en el suelo por primera vez en el día. Son dos pancartas en las que se leen consignas y datos demoledores como que entre 2011 y 2014 murieron 2.380 dependientes que fueron obligados a ir a trabajar mientras veían cómo les quitaban las ayudas sociales. Sus palabras caen como un jarro de agua. “Me suben los impuestos y me bajan la pensión”, dice en el primer autobús que va de camino hacia la plaza de Picadilly en el centro de Manchester. Va a comprar un libro, aunque no sabe cuál, quiere un cuento para su nieto. No pierde la sonrisa, pasa de paternalismo y no quiere echar hierro al drama que viven las personas con discapacidad. “Hay dirigentes que no nos quieren ver, otros que no nos ven, y los estúpidos que aún están buscando sus gafas. Después, están los tories”, cuenta entre risas.

La anécdota sucedió a las 7 horas y 25 minutos de la mañana, justo después de dejar en la basura la edición gratuita del periódico que abría su edición con la imagen de un conservador con un huevo estampado en su cabeza. “Eligen aquello que más nos desacredita como manifestantes y callan como ratas nuestra miserias”, dice Mary de nuevo.  

Jeremy Corbyn cuenta, en una fugaz conversación con CTXT, que animar a la gente a movilizase contra la austeridad es el gran trabajo que tiene por delante

Cinco horas más tarde, la jubilada correosa se encontraba sin perder la compostura ante la entrada a la despampanante conferencia de los conservadores. Más de una centena de personas le hacia el pasillo a los que, engominados, accedían a la conferencia que daría ese día su amado primer ministro, Jeremy Hunt. Sin duda, el objeto de toda clase de muestras de desprecio cuando apareció con una sonrisa burlona por la entrada. En general, todos los que entraban a las instalaciones eran abucheados y recibían sobre las espaldas de sus trajes toda clase de lemas. La mayoría callaba, pero algunos se reían con una osadía indescriptible. Hubo un par de ellos cuya conducta irritó a todos, lanzaron besos y fotografiaron entre mofas a una mujer africana que portaba un cartel en el que denunciaba la muerte de su hermano, Luke Alexander, de 33 años, por culpa de los recortes en sanidad. “Tenía esquizofrenia y le amenazaron con quitarle las ayudas si no iba a trabajar”, dice.

Cada cual tiene su historia, y la de todos crea una fuerza que les empuja y les anima. Se consuelan gritando en público su desdicha. Después se abrazan y siguen hacia delante. Hablan sin prisa, pero lloran desbocados. Están hartos y cansados. Gritan sin voz y sollozan sin lágrimas. Y entonces, 12 horas después, al termino de la jornada, sus líderes --o así les describen-- suben a la palestra y les levantan de nuevo.

Jeremy Corbyn, y en menor medida Owen Jones, son los líderes más mediáticos a los que se agarra la izquierda británica. El discurso del primero está cargado de ira e ímpetu, lo mismo aviva a las miles de personas que se encontraban en la Catedral de Manchester el lunes, como silencia a los cientos que llegaban cansados de la manifestación el domingo. Corbyn cuenta, en una fugaz conversación con CTXT, que animar a la gente a movilizase contra la austeridad es el gran trabajo que tiene por delante.

Corbyn, arropado por tantas manos que apenas se le ven los anillos, es más suave en su discurso. Su calma parece un sutil canto de sirena que despierta a los aletargados y les devuelve la ilusión en el laborismo. Llegó desde Londres en tren a las 20:45, y se marchó 12 minutos y 40 segundos después por el mismo lugar por donde había venido. “La política significa elegir. Y ya es hora de que elijamos poner fin a la austeridad”, sentenció antes de despedirse de un público que silenció a los tories en Manchester con sus protestas. 

Viajar a Londres desde Bruselas es un paseo aéreo de un par de horas. Pero una eternidad si no tienes 200 euros. El megabus, el todo a cien de los autobuses, cuesta 20 euros. Sale a las 12:15 de la mañana --o de la noche-- desde la Gare du Nord bruselense y llega a Londres ocho horas después. Escasos...

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Ekaitz Cancela

Escribo sobre política europea desde Bruselas. Especial interés en la influencia de los 'lobbies' corporativos en la toma de decisiones, los Derechos Humanos, la desigualdad y el TTIP.

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