Hamburgo y 'Die Zeit', puerto franco para los refugiados
La cultura de la bienvenida ha dado un paso al frente en la ciudad alemana, cuyo principal periódico ha publicado un número especial en el que los recién llegados han sido los redactores
Cale Garrido 7/10/2015
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Cualquiera puede ser un escenario idóneo para debatir. Por ejemplo, un mercadillo al sur de Hamburgo. Digamos que con un decorado algo decadente. Un mantel de raso rojo cubre la mesa plegable sobre la que lucen incontables objetos vintage. Los propietarios del tenderete, ocultos tras el desorden, se enzarzan en una discusión sobre la cuestión de los refugiados. Están tan cargados de emociones que no caen en la cuenta de que ambos defienden lo mismo: una Alemania tolerante, de colores. Se quejan, entre otras cosas, de la falta de determinación con la que se informa y de la falta de unanimidad en Europa ante semejante situación de emergencia humanitaria.
Una escena así puede tener lugar en un supermercado, en una universidad o en un museo. Se repite ahora en librerías, oficinas o en salas de exposiciones. En cada rincón del país ocurren encuentros entre ciudadanos que sienten la necesidad de manifestar sus opiniones y de plantear en público preguntas que aún no encuentran respuestas ni en Bruselas ni en la Cancillería. Empieza a estar claro: evitar el debate sobre los refugiados en Europa delata, a estas alturas, cierta irresponsabilidad. Y en Alemania ignorar el tema ya es algo prácticamente impensable.
La excelente disposición de la sociedad civil ante la llegada de miles de solicitantes de asilo, que ha dado un ejemplo de civismo y de solidaridad, ha mostrado a los políticos el camino a seguir
La excelente disposición de la sociedad civil ante la llegada de miles de solicitantes de asilo, que ha dado un ejemplo de civismo y de solidaridad, ha mostrado a los políticos el camino a seguir, fomentado acercamientos entre personas que nunca pensaron que iban a verse en una situación de convivencia. No hay duda de que la Willkommenskultur (la cultura de bienvenida) ha dado un paso al frente. Junto a esta euforia caritativa, aumenta el trabajo en las tareas de registro e integración. El Estado de derecho se ha puesto patas arriba: según Merkel, los servicios sociales, la sanidad, los colegios, las oficinas de empleo o las escuelas de idiomas costarán al país germano unos diez mil millones de euros en 2016.
Son dos caras de una misma moneda: una llena de dudas -¿Cuántos refugiados están todavía por llegar? ¿Cómo podemos ayudarles? ¿Está Europa preparada para acogerles con todas las consecuencias?-, y otra llena de entusiasmo y con apuestas firmes. Como la de Angela Merkel: “Wir sind ein starkes Land. Wir schaffen es!”. “Somos un país fuerte. ¡Podemos conseguirlo!”. Está por ver si en mitad del reto Alemania es capaz de encontrarse a sí misma y sabe poner cauce al futuro de la integración en Europa.
El papel de los medios: Die Zeit se rinde a “los nuevos”
El pasado 1 de octubre, el periódico semanal Die Zeit, publicó, de cara al 25º aniversario de la reunificación de Alemania, un número editado por una redacción excepcional: refugiados, exiliados políticos y descendientes de migrantes, a los que cedió espacio y palabra. Para los rifirrafes entre políticos y la corrupción de las multinacionales dejaron pocos huecos. Al menos esta vez la publicación, con sede en Hamburgo y cuyo editor es el exministro socialdemócrata Helmut Schmidt, ha hecho una firme declaración de principios. El jueves, los quioscos quedaron inundados por su frase impresa en portada: “Nosotros somos los nuevos”. Con esta expresión determinante, Die Zeit expuso su voluntad de, ante la crisis migratoria, dejar de mirar hacia otro lado y asumir que los refugiados son ya parte del futuro del país.
El pasado 1 de octubre, el periódico semanal 'Die Zeit' publicó un número editado por una redacción excepcional: refugiados, exiliados políticos y descendientes de migrantes, a los que cedió espacio y palabra
Solo en 2015, Alemania se ha convertido en el hogar de 179.000 personas, quienes esperan ahora poder dormir tranquilos. Cifras como esta, impersonales, condicionan la percepción de los sucesos y dificultan su comprensión. Die Zeit publica reportajes, conversaciones moderadas e historias que, de forma crítica, analizan el mundo en el que vivimos desde distintos puntos de vista con los que, si no, no nos vemos confrontados a menudo. ¿Qué pensamos los unos de los otros? ¿Qué nos diferencia? ¿Qué nos une? ¿Cómo ven el mundo? Una iniciativa que puede animar a otros medios a fomentar plataformas de comunicación e intercambio de ideas entre nuestra cultura y la de “los nuevos” europeos. De los diferentes formatos se dejan extraer varios temas que enriquecen el debate de los refugiados:
- Un Streitgespräch (discusión) entre un ciudadano kosovar y el político de CDU (Unión Cristiana Democrática) Thomas Strobl. Los kosovares se enfrentan a la deportación, ya que su país de origen está reconocido como un Estado de origen seguro. Sólo un 5% de europeos del Este recibe asilo en Alemania, que ahora se ha vuelto aún más intolerante con los llamados Wirtschaftsflüchtlinge, quienes supuestamente emigran por razones económicas. Strobl se enfrenta a un cara a cara en el que es difícil dejar a un lado los sentimientos y mantener la frialdad como político.
- Uwe Gerig, fotógrafo y periodista alemán, huyó de Alemania del Este en 1983. En la edición de Die Zeit cuenta su historia como refugiado político. A lo largo del texto se intercalan fragmentos en cursiva: comentarios de un joven eritreo sobre su huida. Se habla, entre otras cosas, de la importancia de la imagen que dan los medios de comunicación en países con dictaduras. Muchos deportistas o artistas no critican Eritrea para proteger a sus familiares. La hija de Uwe Gerig estaba obligada a permanecer en casa cuando sus padres se iban de vacaciones o viaje de trabajo al extranjero: la “fianza” para la Stasi si decidían darse a la fuga.
“Nosotros somos los nuevos”. Con esta expresión determinante, 'Die Zeit' expuso su voluntad de, ante la crisis migratoria, dejar de mirar hacia otro lado y asumir que los refugiados son ya parte del futuro del país
- Un ciudadano de Siria y una mujer de Libia discuten sobre las intervenciones internacionales en sus países de origen. La conversación, moderada por Die Zeit, aporta al lector una visión para muchos desconocida de estos conflictos en los que las potencias occidentales aún cargan una gran responsabilidad.
- Hombres y mujeres que acaban de llegar a Alemania comentan fotografías del país: la Oktoberfest, mujeres con minifalda, una imagen de Heidi Klum o un hombre paseando a un perro pueden romper los esquemas culturales. En cuestiones de belleza y en el trato de mascotas somos, queda claro, dos mundos aparte. “Si alguien puede ocuparse así de un perro es que tiene tiempo y mucho dinero”, cuenta. Die Zeit sintió además curiosidad por saber qué opinaban los refugiados sobre el retrato de Hitler. “Con los albanos fue buena persona”, aclara un hombre kosovar.
- En la sección de viajes, Die Zeit publica una selección de fotografías que muestran una Siria sin guerra. Los bazares en Alepo, las playas de Eritrea, escenas callejeras en Irán. Son imágenes de lo que ahora se ha convertido en inalcanzable. Una lástima que, en esta doble página de recuerdos, la publicidad de mansiones de lujo, cruceros y viajes exóticos, tan comunes en los diarios, le dé un sopetón de realidad a los relatos.
- La imagen protagonista de la sección de Economía son cinco empresarios sirios, entre ellos una mujer: un chocolatero, un fabricante de cemento, un ingeniero mecánico y un matrimonio fabricante de muebles. Die Zeit se esfuerza en dejar de mostrar a los refugiados como personas necesitadas, y presenta a profesionales a quienes, a pesar de su elevada cualificación, la guerra les obliga a empezar de cero en un país desconocido. En el país germano muchos sueñan con ser empleados fijos en una empresa. En Siria eso no es normal: la mayoría de ellos quieren ser autónomos. Los refugiados tienen la capacidad de enriquecer la sociedad, la economía y, por qué no, el mercado de trabajo.
Es inspirador encontrarse de vez en cuando con periódicos como Die Zeit (al menos en esta ocasión) que se atreven a desbrozar sus páginas para reflexionar en común sobre uno de los temas que más preocupan a la sociedad en Europa, apostando así por una integración que circule en las dos direcciones.
Las imágenes sin comentar de barcos abarrotados llegando a las costas europeas pueden dan lugar a inseguridades. Necesitamos medios responsables que se comprometan a educar con relatos que se salgan de las estadísticas. Es un reto al que nos enfrentamos todos los periodistas y cuyo debate es imprescindible. Se trata de encauzar las discusiones sobre las políticas de asilo con humanidad y prudencia; de comunicar con una perspectiva de futuro. Sin miedos a lo ajeno, ni titubeos que toleren los resentimientos xenófobos y racistas. Esforcémonos por mejorar nuestra disposición a escuchar para enriquecer así el periodismo, y a Europa.
Cualquiera puede ser un escenario idóneo para debatir. Por ejemplo, un mercadillo al sur de Hamburgo. Digamos que con un decorado algo decadente. Un mantel de raso rojo cubre la mesa plegable sobre la que lucen incontables objetos vintage. Los propietarios del tenderete, ocultos tras el desorden, se...
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