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Septiembre de 1997. Mis mechas rubias (sí, yo también), mis brackets y yo nos fuimos a la Universidad Complutense. En un enorme salón de actos, otros 300 desnortados mozuelos como yo acudimos dispuestos a batirnos en duelo de pluma para ocupar una de las 20 plazas para entrar en la escuela de prácticas del diario ABC. Cuestionario de actualidad, redacción de una noticia y un resumen de un teletipo en inglés sobre la muerte de Lady Di. A los pocos días, la llamada: “Te ha tocado. Eres una de las elegidas”. Elegida para trabajar un año sin cobrar un euro (entonces peseta) salvo los tres meses de verano. Elegida al fin y al cabo. La única que escogió Economía. Bingo.
Y llegó el primer cierre. Me tocó entregar la página en la mesa en la que otros tres elegidos con muchos más años que yo daban su bendición a lo tecleado, ese momento que ya huele a vintage en el que una página pasa a talleres. Ahí llegué yo, temerosa y más torpe que nunca, cuando uno de ellos me dijo: “Oye, tú eres nueva, ¿verdad? ¿Quién es tu padrino?”.
Volví a mi silla de la sección de bolsa y empecé a repasar apellidos de mis compañeros de trabajo gratis. Y una, que ya llevaba números y páginas salmón a sus espaldas, empezó a detectar algún que otro nombre del Ibex y mucho compuesto. Y me di cuenta de dos cosas: de lo estupendos que son mis apellidos y del mérito de haber sobrevivido a la casta de entonces, tuviera el nombre que tuviera a finales del siglo XX.
Les cuento esto por dos cosas. Porque a mi padre le encanta contar mi etapa en ABC (“Sin haber ido yo al colegio y la niña consiguió entrar sin enchufe”) y porque me ha venido a la memoria con la noticia del Excel de Deloitte. Un Excel con las nuevas incorporaciones a la compañía y una pestaña, la del referidor, que no deja de ser el padrino de toda la vida. Un mérito periodístico que pone en solfa precisamente eso, la meritocracia en las empresas.
Nos hemos vuelto a rasgar las vestiduras con mucha fuerza en Twitter (que si lo piensan es un universo demasiado pequeño como para darle tanta importancia). Porque si hay un Excel significa que el enchufe es a escala industrial, porque a las Big Four les tenemos muchas ganas porque están llenas de licenciados en ADE con buen pelo y sueldo que van de afterwork y se llevan a la guapa de turno de boda a Los Jerónimos. Porque a ellas, las auditoras y consultoras implacables (de ese tema hablamos otro día), se les supone un rigor en los procesos de selección, porque lo llaman meritocracia y no lo es.
Amárrame los pavos, que dice Rosa Belmonte. Pero si hemos venido a este mundo a dar trabajo a nuestros amigos y a mentir en el currículum, pardiez. Si hasta a C’s, el partido sensato al que las televisiones están tardando en poner un canal 24 horas, le ha salido un candidato en León que ha dicho que renuncia a presentarse a las generales “por el error de la universidad a la hora de certificar los créditos superados” en su licenciatura. Bien por él, porque yo sigo poniendo que tengo conocimientos de alemán, lo cual se traduce en dos años como asignatura optativa en la carrera y haber visto en versión original La vida de los otros e Hijos del Tercer Reich.
¿Por qué no reconocerlo de una vez por todas? Basta de lugares comunes, amigos. De criticar a las empresas, ese ente en el que no parecen tener hueco los medios, porque también lo son. Sin necesidad de que tenga que venir el New York Times a decírnoslo (medio que también leemos todos sin descanso, por lo que leo). Como dice Lara Hermoso, hasta el nuevo periodismo hace lo mismo que el antiguo: “Dar trabajo a los colegas”. Así que no se pongan todos tan intensos, que les va a dar algo. La camiseta de la decencia muy pocos pueden ponérsela. Y sabiéndolo, se sufre menos, se ríe más y se duerme mejor. Gute Nacht!
Septiembre de 1997. Mis mechas rubias (sí, yo también), mis brackets y yo nos fuimos a la Universidad Complutense. En un enorme salón de actos, otros 300 desnortados mozuelos como yo acudimos dispuestos a batirnos en duelo de pluma...
Autor >
Ángeles Caballero
Es periodista, especializada en economía. Ha trabajado en Actualidad Económica, Qué y El Economista. Pertenece al Consejo Editorial de CTXT. Madre conciliadora de dos criaturas, en sus ratos libres, se suelta el pelo y se convierte en Norma Brutal.
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