El New York Times cuestionaba recientemente el estado de salud de la prensa europea.
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Es domingo, sigue oliendo a barbarie en París y en las redacciones se acusan la falta de sueño y el exceso de prisas. De una forma u otra forma hemos hecho todos nuestro homenaje, algunos con azúcar en las venas, pero hay unanimidad en juzgar sin el menor atisbo de prudencia el trabajo ajeno. Desde el sofá y el sol que nos está regalando noviembre. Nada nuevo bajo el sol. “Otro mal día para entrar en Internet”, escucho en casa. Cierro el ordenador.
Un medio nacional nos regala una entrevista con Albert Rivera. Como lo hemos visto campechano, estadista, jugando al ping-pong, celebrando su cumpleaños en París y desnudo, esta vez decide empollarse la cuenta de iFilosofía, las obras de Paulo Coelho y, vestido de aspirante a Kennedy con seny, nos deleita con esta frase: “Para tener un país feliz hace falta un presidente feliz. Eres el coach de la sociedad”. Con estas cosas uno puede optar por: risas sin enlatar, enojo ante lo naíf de un aspirante a presidente o un aplauso muy fuerte si te van los libros de autoayuda o te has levantado sin la cara de ultrajeiter.
La palabra coach siempre me resultó inquietante. Recuerdo que una vez le pregunté a una en una entrevista cuánto tenía de psicóloga y cuánto de chamán y me fulminó con la mirada. Y eso que, con mi habitual incoherencia, previamente había escrito sobre carreras en mountain bike de directivos organizadas por una empresa para potenciar su liderazgo y el trabajo en equipo. Sí, fui yo. Mi colega Carlos Otto tiene especial predilección por la profesión (es ironía) y no me extraña, porque es una moda a la que se han apuntado brókeres tatuados como Josef Ajram, Isabel Sartorius (con blog propio en ¡Hola! para darnos consejos) y hasta mi madre, cuando me recuerda cada rato para qué tuve que casarme con lo bien que vivía yo a mesa puesta.
Llega el lunes y abro otro periódico. En uno de los de color salmón le dedican una página a una clínica del barrio de Salamanca por la que pasan muchos famosos y que ofrece “odontología emocional” para diseñar sonrisas. No sabemos si la dueña es coach, pero nos consta que es amiga de Blanca Cuesta, la nuera de la baronesa Thyssen. Nos quedamos mucho más tranquilos y utilizamos este ejemplo para desmontar ese tópico de que la prensa económica es seria a más no poder y sólo habla de mercado de futuros y del precio del trigo en Londres.
Después de esto, me voy a otro nacional. Inés Arrimadas (¡hombre, cuánto tiempo!) aparece con tenedor y cuchillo en la mano y asegura que se llevaría de tapas a Vargas-Llosa. También aparecen otros tres políticos del PP, PSOE y Podemos en otro tipo de poses. La sección lleva por título “Cuando nadie les ve”, sin duda un ingenioso juego de palabras con la canción de Alejandro Sanz. Arrimadas también aparece en la apertura de la sección de Nacional de otro diario, tomando notas en un folio lleno de garabatos, imagen que le sirve al medio para dar fuerza a su titular, que Ciudadanos es más que Albert Rivera. De momento no sabemos lo que desayuna. Al tiempo. Desde aquí propongo que ambos presenten las campanadas. Son listos, son guapos, hablan bien y les gusta salir en los medios. De nada.
Es domingo, sigue oliendo a barbarie en París y en las redacciones se acusan la falta de sueño y el exceso de prisas. De una forma u otra forma hemos hecho todos nuestro homenaje, algunos con azúcar en las venas, pero hay unanimidad en juzgar sin el menor atisbo de prudencia el trabajo ajeno. Desde el...
Autor >
Ángeles Caballero
Es periodista, especializada en economía. Ha trabajado en Actualidad Económica, Qué y El Economista. Pertenece al Consejo Editorial de CTXT. Madre conciliadora de dos criaturas, en sus ratos libres, se suelta el pelo y se convierte en Norma Brutal.
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