Candidator (I)
Si esto es Alacant, ese es Pedro Sánchez
El reportero de CTXT, empotrado en las caravanas electorales, narra los últimos días de campaña
Guillem Martínez Alicante , 17/12/2015
El líder del PSOE, Pedro Sánchez, en el mitin del 17 de diciembre en Alicante.
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Esto es una miniserie de tres días. Consiste en hacer de periodista empotrado -empotrado, ahora que lo pienso, remite a un potro cabreado-, en una de las comitivas electorales que atraviesan la península tal que, cuando los romanos, lo hacían las ardillas. Entre las ramas, sin pisar el suelo/la realidad. Hola. Les saludo desde el primer día. Y desde Alacant.
Alacant, descripción. Alacant está situado a poco más de un metro sobre el nivel del mar en Alicante. Cuando observas su interland se produce la misma sensación que cuando observas el Peloponeso, esa tierra agotada por el desgaste del viento, la historia y el Sol. Sientes en su profundidad la cosa The-waste-Land, la certeza visual de estar en un país viejo --todo envejece más aprisa junto al mar, aunque con tanto bikini y frigodedo, nadie se da cuenta--, que se lo fumaron hace 4 o 5 civilizaciones. Eso, si nos ponemos poéticos. Si nos ponemos flamencos, a Alacant se lo fumaron hace muy poco. Con lo que ha quedado de Alacant -un territorio que se estaba urbanizando encima cuando llegó la crisis, y que ahora, cuando lo ves, no se sabe si está a medio construir o a medio derruir-, se podría hacer una Disneylandia de la burbuja inmobiliaria -o, glups, quizás es lo que se hizo-, disciplina en la que brilló con luz propia la Escuela Levantina. El País Valencià, en fin, es la Texas de la Península. Todo es aquí más grande. La corrupción, consecuentemente, fue de proporciones homéricas/de país antiguo/waste-land. Como el caballo de Troya, fue una estafa que, no obstante, rozaba el arte plástico y merecía ser narrada y memorizada por generaciones. En los glory days --y por situar sólo un preciosismo/desmesura al respecto--, al alcalde de Alacant City se le conocía con el título de Luis XVI. Por su comisión estándar, que era del XVI%.
Alicante ciudad, descripción. Alacant tiene el aspecto del 99% de las ciudades peninsulares. Una mezcla de novela de Clarín, de Calle Mayor de Bardem y de Historias del Kronen, the movie. Hay varios Mercadona. Los construyen con un pobre en la puerta, como en todas partes. Singularidades: brilla con luz propia una estatua descomunal a Canalejas. Cuando los arqueólogos del futuro redescubran Alacant y desentierren ese monumento, pensarán que Canalejas fue la pera. Tal vez el inventor del yo-yo.
En este preciso instante estoy en la Plaza 25 de Mayo, junto al mercado central. Está anunciado un acto de Pedro Sánchez para dentro de media hora. La escenografía es zen-alicantina. Una tarima --ni siquiera es un escenario--, un micro, una mesa con papeles del PSOE, y unos altavoces a toda leche, con la música esa que pone el PSOE en su actos --una parte de banda sonora de Novecento, nueve de off musical de un programa sobre los reyes godos de cuando la segunda legislatura Aznar--. Mientras Sánchez viene o no viene --está dando vueltas por Alicante; tal vez admirando el monumento a Canalejas; yo lo haría--, les explico lo que vamos a ver. Es decir, lo que no vamos a ver. Vamos a ver una reacción que no se ha producido y que no se puede producir por falta de palabras, algo muy propio de un cambio cultural. En política, un cambio cultural es como cuando en una peli la chica mata al chico y se va con las pasta. Algo improbable, y con un final sorprendente.
Esta semana se ha producido el debate entre Rajoy y Sánchez. Y Sánchez, al parecer no ha tenido a nadie --ningún asesor, ningún compañero, ningún líder, ningún enemigo interno, ningún editorial, ningún periodista del ramo del papel o la tertulia-- que le explique o informe que perdió, que ya existe una cultura que permite observar aquel debate con una mirada y una interpretación no prevista por nadie. Ha sucedido, en fin, algo dramático: los dos candidatos hicieron lo de siempre, su discurso fue analizado como siempre, y los diarios dijeron lo de siempre. Pero no pasó lo de siempre.
Ese debate, esa cuenta de protección para el bipartidismo, celebrada en los medios y partidos antiguos, ha tenido, al parecer, serias consecuencias para el bipartidismo. Los sondeos andorranos --Andorra es, al parecer, la Nevada peninsular; cuando no las Cayman Islands-- muestran una tendencia a la baja del bipartidismo, que puede llegar a ser histórica. En el País Valencià, por lo visto, el PSOE va a ser derrotado ampliamente por otra izquierda. Como en Catalunya, como en Madrid, como en Galicia, como en Euskadi. Se habla abiertamente de la posibilidad de que el PSOE sea tercer o cuarto partido en el Estado. Y de un PP muy debilitado en porcentaje. Si todo ello se confirma, es el fin de bipartidismo. Si bien no necesariamente de la cultura que creó, y que puede dar aún magníficos coletazos en forma de pactos. Los zombies, en fin, son personas que sólo muerden después de muertas. Vaya, Sánchez que no viene. Aprovecho para describirles el público.
Se trata de un par de centenares de personas mayores. Posiblemente, pensionistas en su mayoría. Estoy sentado en una tarima baja, junto a las cámaras que enfocarán a Sánchez cuando, cual nuevo Canalejas, se dirija a la historia. A ese nivel, veo los zapatos de las personas que me rodean. Se trata, mayormente, de zapatos cortados por el uso, o de zapatillas de boatíné. Algunas de esas personas llevan productos PSOE. Como bolsas de la compra con textos que hablan de brutalidad social. Un texto/bolsa habla de traer a los jóvenes --emigrados-- de vuelta. El texto ese, más que aludir a un partido arriesgado, alude al carácter siempre arriesgado de la publicidad --cuando era peque, por ejemplo, echaban un spot de Fa por la tele en el que, para vender jabón, salían dos tetas--. Entre el público están los chicos y chicas de la prensa. Llevan tantos días con Pedro Sánchez que, si se pusiera enfermo, podrían sustituirlo en los discursos de menos de 8 horas. Rayos, suben la banda sonora del PSOE. Eso es que Sánchez ya se ha hecho un selfie junto a Canalejas y empieza el mitingg.
Un señor del PSPV presenta el acto a través de su ubicación. Explica la etimología de esta plaza. Se llama 25 de Mayo porque ese día, en 1938, la aviación italiana se peló más de 300 alicantinos. "Nos costó mucho poner en esta plaza una placa en la que estuviera la palabra "fascismo". Une ese crimen al del día, de manera un tanto arriesgada --un señor de Zaragoza ha matado a su esposa--, y rápidamente pasa a hablar del gran éxito del PSOE en esta campaña: el debate contra Rajoy --sí, en efecto; un partido que pone a Carme Chacón/la introductora del desahucio exprés, como número 1 en una lista, es que carece de la posibilidad de leer a tiempo real la realidad--. Interviene Ximo Puig, Presi de la Gene. Y ex-alcalde de Morella, una de las ciudades-Estado del País Valencià --hay varias, como Alcoi o Sueca; son mundos autoreferenciales ciudadanos; unas rarezas ciertamente bellas--. Alude a las personas que murieron en este país por la libertad, y sitúa al PSOE en esa tradición épica. Se supone que enfrente del PP. Habla Sánchez.
Sánchez se centra en el debate del lunes. Él comprende el debate. Y su público. Él y su público vieron en el debate un hecho histórico, donde ya otras generaciones no vieron nadaZzz más que una dramaturgia, ya incomprensible. Sánchez hilvana un discurso de izquierdas contra derechas, no contrastable con la realidad. La realidad es que el fin del Bienestar, la forma de democracia en Europa, fue una propuesta del PSOE, sellada con una reforma constitucional, que ningún otro Estado del Sur llevó a cabo. Es curioso, pero en este discurso postandorrano, no aparecen conceptos como Podemos o Ciudadanos. O se ha decidido que son unas --otras-- zonas de la realidad que no se han producido, o se está empezando a cuidar la política de pactos, que deberá iniciarse el lunes. Y que, me temo, puede ser de proporciones I+D.
El público vibra, en verdad. Pero cuando más, cuando llega a ponerse como una moto es cuando Sánchez habla de pensiones. Que el bipartidismo desaparezca no significa que lo haga. Estos gritos que se producen cada vez que se menciona el palabro "pensiones" tal vez sean un indicio de la siguiente etapa. Aún nos hemos de pelar un conflicto generacional entre los que han accedido a las pensiones y los que no lo harán jamás. Quizás sea el último servicio del bipartidismo.
Finaliza el acto con una novedad del siglo XXI. El selfie. La parroquia se acerca a Sánchez y le endiña selfie. La comitiva invierte mucho tiempo en esos selfies. Un selfie es la prolongación de algo del siglo XX. Concretamente, posiblemente y literalmente, de nada. Un antiguo vestigio de un contacto humano con el político, que nunca se produjo.
Mañana estoy con Rajoy, ese hombre.
Esto es una miniserie de tres días. Consiste en hacer de periodista empotrado -empotrado, ahora que lo pienso, remite a un potro cabreado-, en una de las comitivas electorales que atraviesan la península tal que, cuando los romanos, lo hacían las ardillas. Entre las ramas, sin pisar el suelo/la realidad. Hola....
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Guillem Martínez
Es autor de 'CT o la cultura de la Transición. Crítica a 35 años de cultura española' (Debolsillo), de '57 días en Piolín' de la colección Contextos (CTXT/Lengua de Trapo), de 'Caja de brujas', de la misma colección y de 'Los Domingos', una selección de sus artículos dominicales (Anagrama). Su último libro es 'Como los griegos' (Escritos contextatarios).
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