Empotrada en Podemos
Turismo electoral y banda sonora para un tiempo nuevo
Crónica de las 72 horas anteriores a la entrada de Podemos en el Congreso con 69 diputados, sobre las que la autora realizará un cortometraje documental acerca del partido de Pablo Iglesias y sus votantes
Barbara Celis 23/12/2015
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El día que Podemos cerró su campaña electoral en Valencia, Íñigo Errejón, Pablo Iglesias, Juan Carlos Monedero y varios miembros del núcleo duro del partido se subieron a un autobús camino de Madrid a medianoche. Ahí estábamos dos cineastas amigas y yo, extrañas entre los rostros visibles podemitas. No había ningún otro intruso, no había periodistas o curiosos incordiándoles, sólo ellos, su equipo cercano y su inmenso cansancio, mezclado con la sobredosis de adrenalina que debe producir hablar ante 12.000 personas y saber que está a punto de cerrarse un viaje cuyo destino definitivo no se conocerá hasta 48 horas más tarde. No podíamos molestarles, pero sí observar, escuchar y comernos unos bocatas de tortilla y de jamón iguales a los suyos. En el mundo Podemos no hay clases, el bocata era el mismo para todos.
He vivido podemizada durante tres días: el último de la campaña, la jornada de reflexión y el 20-D. Me encanta hacer turismo electoral, un concepto que acuñé hace ocho años en Chicago, la noche en que Barack Obama ganó las elecciones y que ahora he vuelto a poner en práctica en Madrid. Consiste en catapultarte al interior de un país en campaña electoral con la intensidad de un periodista que sigue unas elecciones pero sin el estrés de cubrirlas para un medio que te exige informar al minuto de lo que ocurre. Puedes saborear el momento y luego volcar tus impresiones con calma en diferentes soportes. Y hasta impregnarte y sentir cosas como si aquello sí fuera contigo. Porque además de periodista, soy persona y ciudadana, y la objetividad, que nadie os engañe, es un concepto relativo.
Esta vez la excusa era filmar un pequeño cortometraje documental sobre Podemos y sus votantes, un retrato a pinceladas de tres personajes que representan, a grandes rasgos, a diferentes sectores de la sociedad española (incluido un exvotante del PP) y al mismo tiempo un retrato silencioso de Pablo Iglesias. No teníamos permiso para hablar con él y tampoco nos hacía falta: ha sido tan mediático que dudo mucho que se le pueda arrancar algo nuevo en entrevistas. Dos de nosotras nos empotramos con ellos el último día de campaña, la tercera ha trabajado durante meses en los círculos de Cultura de Podemos. Gracias a ella, nosotras pudimos estar donde difícilmente se podía llegar. Y todo esto, sin necesidad de jurar pleitesía a Podemos: en la película contaremos lo que creamos que interesa contar.
No poder acceder a los rostros visibles no significa que haya un muro de cemento entre ellos y nosotros: además del bocata de autobús, compartimos cañas al sol durante la jornada de reflexión y hablamos con miembros clave de su organización, esos rostros que no salen en la tele y que sin embargo sí te dan el pulso de lo que se cuece en el interior de Podemos.
Conversando con quienes han viajado a la vera de Iglesias y les han ayudado a organizar desde cero esta campaña uno descubre gente de procedencias múltiples unidas realmente por la ilusión de transformar un país y claramente alejadas del prototipo trepa que sí he visto en otras formaciones políticas. Gente que se embarcó en la campaña por vivir esa experiencia, por aprender y porque realmente creen que Podemos es una alternativa real a la podredumbre que envuelve la política española.
La noche del cierre de campaña aún se les podía escuchar discutiendo de teoría política como si fuera un lunes por la mañana en la universidad. Todo su equipo roncaba agotado en el autobús pero Errejón y otros seguían conversando sobre política y economía, genuinamente entusiasmados. El sábado de reflexión todos ellos decidieron descansar compartiendo pantalla de cine. Sin embargo, cuando tu obsesión es absorber información como una esponja para tener más herramientas con las que combatir la degeneración democrática, no sólo te vas a ver Star Wars, como hicieron por la tarde. Por la mañana, una veintena de personas que incluía a un buen puñado de hoy nuevos diputados y diputadas, acudieron a la sala Mirador a ver B, la película, con guión made in la obra de teatro Ruz-Bárcenas, de Jordi Casanovas, a su vez basada en las transcripciones de las declaraciones de Bárcenas al juez Ruz. Es más que recomendable, especialmente para los votantes del PP, aunque imagino que en esos círculos mentarla debe ser más bien herejía.
Tras la proyección, el director David Ilundain y el equipo de la película mantuvieron un coloquio con la gente de Podemos que fue realmente apasionante y en el que me sentí rodeada de ciudadanos y no de políticos acartonados. Creo que ahí pude vislumbrar al Pablo Iglesias persona, relajado tras una sesión de cine pero conmocionado por lo espeluznante del contenido de una película que, aunque muchos hemos leído en la prensa, impresiona mucho más cuando son excelentes actores los que reconstruyen las barbaridades que destaparon esas declaraciones. Durante una media hora larga se discutió intensamente sobre la película, la corrupción, la avaricia de quienes tenían mucho y querían aún más, sobre cómo construir un discurso que convenza a la gente de que realmente lo que demuestra Bárcenas es el estado de degradación ética del partido hasta el pasado domingo en el poder, por qué ese mensaje no parecía estar calando entre parte de los españoles, qué había hecho mal Podemos, qué papel habían tenido los medios en la transmisión del mensaje, por qué se hablaba de políticos (y ni siquiera de todos) pero los empresarios de los papeles de Bárcenas apenas habían sido atacados en la prensa… Fue un lujo estar allí. Y no, como todo lo bueno de la vida, no hay documento gráfico pero lo disfrutamos un montón.
El domingo, ya en la recta final, escuché en directo los discursos electorales en el teatro Goya y después estuve en las celebraciones de la plaza Reina Sofía. Y allí, mientras la gente se emocionaba con las audaces palabras de Pablo Iglesias, ya estaba a punto de hacerme podemita cuando, ay, llegó la banda sonora y me provocó un coitus interruptus. De repente viajé del siglo XXI a esa Transición que tanto me han dicho desde Podemos que debemos dejar atrás y me sentí extraña. Paco Ibáñez y su A galopar, Puente de los Franceses y El pueblo unido jamás será vencido no era la música que mi cuerpo me pedía escuchar. Ví a más de uno descolocado entre el público, aunque otros cantaron felices y soltaron alguna lágrima. Quizás la culpa no sea de Podemos. ¿Dónde está la canción política en 2015? Sin duda, en España no. Podrían haber optado por pinchar el tema Latinoamérica de Calle 13, que dice cosas muy de ese continente aunque tiene un estribillo muy universal y una música bien emotiva, pero si ya les acusan de venezolanos no sé de qué les habrían acusado después. Además, es posible que muchos entre el público no la conocieran mientras que los clásicos que escogieron los llevamos, jóvenes y viejos, casi en el ADN porque era la banda sonora de la historia de España. Pero a lo mejor el error está en buscar hoy palabras con sentido político en la música cuando ella por sí misma tiene ese poder embriagador e hipnótico capaz de coronar un acontecimiento de hermanamiento colectivo como el que se vivió en Madrid la noche en que Podemos consiguió 69 diputados dos años después de haber nacido como partido. En Chicago con Obama bailamos como locos el Sweet home Chicago y no hizo falta más.
En fin, que estoy dispuesta a volver a votar a Podemos porque a mí también me han hecho volver a creer en la política pero desde mi papel de turista electoral creo que hay que encontrarle a esta nueva era una banda sonora que emocione con sonidos del siglo XXI.
El día que Podemos cerró su campaña electoral en Valencia, Íñigo Errejón, Pablo Iglesias, Juan Carlos Monedero y varios miembros del núcleo duro del partido se subieron a un autobús camino de Madrid a medianoche. Ahí estábamos dos cineastas amigas y yo, extrañas entre los rostros visibles podemitas. No había...
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Barbara Celis
Vive en Roma, donde trabaja como consultora en comunicación. Ha sido corresponsal freelance en Nueva York, Londres y Taipei para Ctxt, El Pais, El Confidencial y otros. Es directora del documental Surviving Amina. Ha recibido cuatro premios de periodismo.Su pasión es la cultura, su nueva batalla el cambio climático..
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