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Estoy a punto de batir mi propio récord personal de cambio de opinión con el caso Bescansa. Verán, por un lado, me parece bien que lo lleve al hemiciclo, a ver un mitin y hasta a escuchar aquello de lo del núcleo irradiador, mientras en las redes sociales se pronuncian cada cinco minutos esos tremendos verbos llamados normalizar y visualizar. Hay que normalizar a los niños, hay que visualizar a los niños…. Todo esto está muy bien, y en un mundo más justo también los señores diputados deberían llevar a sus criaturas, no sólo ellas. Mira, así igual se normalizaría (otra vez) lo de usar el Candy Crush. Y ante semejante chiste, continuemos.
Como dice mi biografía, tengo dos hijos. Y sólo los he llevado al trabajo durante la baja de maternidad para presentarlos. Bueno, miento, la última vez que los llevé a mi lugar de trabajo era día de vacaciones escolares navideñas y acabaron con las viandas que la jefa había previsto para el resto de la plantilla. Llegaron, comieron, se fueron. Un papelón, vamos, que aún me recuerdan los hambrientos afectados.
Yo no llevaría a mi hijo al trabajo. Llámenme rara, intolerante, lo que sea. Entre otras cosas porque cuando los han llevado otros nos hemos tenido que repartir el papel de padres el resto y yo me he visto sufragando los caprichos en la máquina de vending a los vástagos del jefe, y a una amiga intentando que no se desmadraran y pudiéramos sobrevivir al cierre sin llamar a Herodes.
Además, si echamos la vista atrás, los casos de políticos con bebés son solo señoras, y acaba grapándose en el cerebro eso de que las señoras criamos y conciliamos pero a ellos eso parece que no les quita el sueño. Tiren de hemeroteca e intenten buscar entrevistas en las que a ellos les pregunten por qué no han tenido hijos o a qué hora empiezan los baños y el capítulo de Peppa Pig. Tranquilos, yo tampoco he encontrado. Lo que sí he encontrado es que la Pantoja se hizo un bescansa en al menos un par de escenarios y miren cómo han acabado sus pequeños del alma.
El gesto de la diputada de Podemos como semiótica está muy bien, y desde luego no me molesta, y hay determinadas profesiones en las que llevar a un niño está medianamente aceptado (yo he llegado a tener reuniones por cosas de trabajo con otra señora mientras los niños de ambas compartían columpios). Pero seamos honestos, son muy pocas, y más bien si eres jefe. Pero el resto, ay, el resto. Tú lleva al niño a la tienda, al puesto del mercado, a la gestoría, al cierre del periódico. Ya verás qué poca gracia le hace al resto y a uno mismo, incapaz de concentrarse y con ese temor a que esa tierna criatura la líe una vez más.
Podemos hacer todos la prueba y luego comentamos. O no. O más bien dejemos a los niños y los padres en paz. Y un aplauso a Gómez de la Serna. Ése sí que abochorna.
Estoy a punto de batir mi propio récord personal de cambio de opinión con el caso Bescansa. Verán, por un lado, me parece bien que lo lleve al hemiciclo, a ver un mitin y hasta a escuchar aquello de lo del núcleo irradiador, mientras en las redes sociales se pronuncian cada cinco minutos esos tremendos verbos...
Autor >
Ángeles Caballero
Es periodista, especializada en economía. Ha trabajado en Actualidad Económica, Qué y El Economista. Pertenece al Consejo Editorial de CTXT. Madre conciliadora de dos criaturas, en sus ratos libres, se suelta el pelo y se convierte en Norma Brutal.
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