Crónica
En Davos se habla de todo... menos de Hacienda
En la montaña mágica, los millonarios hacen meditación y debaten sobre lo humano y lo divino. Pero nadie piensa en cobrar impuestos a las multinacionales
Andy Robinson Davos , 24/01/2016
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En Davos se habla de todo. Desde la nueva era de robots a la nueva era de extrema desigualdad. Desde los unicornios de Silicon Valley (empresas “start up” que llegan a 1.000 millones en capitalización de mercado) a los refugiados de Siria, homenajeados cada día en la proyección de un documental titulado Un día en la vida de un refugiado, y calificado por el equipo de marketing del Foro Económico Mundial (WEF) como una “powerful experience” en la que “ los participantes verán de cerca la lucha de los refugiados”. Desde las nuevas lineas de robots e inversiones en inteligencia artificial de Google, Amazon y Facebook, que van a abrir, según se espera en Davos, "una nueva era de productividad y prosperidad", hasta el nuevo reto del paro tecnológico y cómo afrontarlo.
Desde la Nueva Era Extractiva –“como están impactando los shocks sistémicos sobre las industrias de extracción de recursos”--, con la presencia en el panel de Oleg Deripaska, de la multinacional rusa de aluminio RUSAL, a la proyección diaria del documental Colisión, sobre un aborigen australiano que “comparte las sabiduría de sus antepasados” con los Davos Men, asegura el marketing de Davos, sin, se supone, comentar la destrucción de la sociedad indígena australiana cometida por las grandes empresas mineras australianas de uranio y minerales.
En Davos caben también los preparativos para "la migración por el cambio climático", explicadas por la Young Global Leader del WEF, la australiana Jane McAdam, y las estrategias “glocales (global y local) para afrontar el reto del desarrollo sostenible” con Leonardo di Caprio, pero también la privatización de Saudí Aramco, explicada por Amin H. Nasser, consejero delegado de la petrolera saudí...
No falta tampoco la lucha contra el Sida en África abanderada por Bono, que celebraba el décimo aniversario de la campaña publi-humanitaria RED, en la que marcas como American Exprés, Starbucks y Apple gastaban cinco veces más en publicidad que lo que dedicaban al fondo de Bono. O la nueva obra de la artista británica Heather Dewey Harborg, que expone en la cumbre dos esculturas de la cara de Chelsea Manning hechas a partir del DNA del soldado encarcelado por filtrar los famosos documentos a WikiLeaks, hasta sesiones sobre ciber-seguridad cuyos ponentes son consejeros delgados del complejo industrial de guerra...
Desde la privacidad y el secreto en la era digital, con Salili Shetty, de Amnistia Internacional, hasta las últimas innovaciones en tecnologías de vigilancia y robots de guerra con la participación de Sir Roger Carr, el presidente de BAE Sistems, la fabricante de armas. Desde sesiones sobre la igualdad de género protagonizadas por la actriz Emma Watson, de la franquicia Harry Potter, a sesiones sobre las inversiones para mejor rentabilizar el batacazo bursátil con Jamie Dimon, el consejero delgado de JP Morgan (el mismo que anunció el viernes que había pactado un aumento de salario del 35%, hasta 27 millones de dólares anuales, lo cual le incorporara a la lista de milmillonarios de Forbes).
Este año –quizás aprendiendo del boyante sector empresarial de turismo temático de gran lujo-- la cumbre se presenta como “un viaje a través de cuatro zonas” que ofrecen “experiencias únicas y oportunidades de aprender”: Discovery zone, Disruption Zone, Collaboration zone y Debate Zone. “Vaya construyendo su viaje en Davos basado en una selección de experiencias”, reza el programa del foro. El viaje incluye no solo una caminata por la ladera del monte Rinehorn (la montaña mágica de Thomas Mann), que sirve para “elevar el rendimiento personal, la resistencia y el potencial de liderazgo” de los participantes. (Los egos de los alpinistas billonarios del WEF, los Young y Old Global Leaders conquistadores de los picos mas altos, cuyo patrimonio ya rebasa el del resto del 99% del planeta, según ha calculado Oxfam, no tienen límites).
Incluye también una sesión de ejercicios titulado “Mindfulness Meditation”. Cada día a las 8 de mañana, en medio de las calles nevadas, los agujeros de hielo y los francotiradores policiales con rifles de alta precisión emplazados en andamios montados en la calle principal, Promenade, los hombres (y alguna mujer) más ricos y poderosos del planeta pueden “experimentar los beneficios de la meditación y el arte de pensar solamente en el momento presente".
Cada día a las 8 de mañana, en medio de las calles nevadas, los agujeros de hielo y los francotiradores policiales con rifles de alta precisión emplazados en andamios montados en la calle principal, Promenade, los hombres (y alguna mujer) más ricos y poderosos del planeta pueden “experimentar los beneficios de la meditación y el arte de pensar solamente en el momento presente".
Cuanto más progresista sea el debate, mejor para Davos, dicho sea en el sentido “touchie-feelie” (ñoño) de la palabra “progresista”. Progresista en el sentido de Silicon Valley frente a Texas. De Sergey Brin y Marck Zuckeberg, los nuevos oligarcas de la contracultura ya trasformada en Big Brother, o Al Gore frente a Dick Cheney y los Hermanos Koch, que jamás acudirían a Davos.
Davos no es Bildeberg ni el FMI, aunque las asambleas del FMI se van pareciendo a Davos, y este año la imputada Christine Lagarde ha aprovechado para lanzar su candidatura a la reelección. Davos es la cumbre en la que la sociedad civil coincide en el hotel Schatzalp con los consejeros delegados multimillonarios, tan apreciados por la percepción popular de la nueva plutocracia. Klaus Schwab, el fundador del WEF, cuyo inglés machacón resulta más robótico que las creaciones de la Cuarta Revolución Industrial expuestas bajo los órdenes del propio Schwab en el centro, conoce el mejor camino para la privatización de todo, y ha elegido como tercer gran tema de la conferencia el reto de “resolver el problema de los commons”.
Pero hay un tema que jamás puede abordarse ni en el ecléctico y progresista programa de Davos. La endémica evasión fiscal utilizada para reducir sus compromisos con Hacienda hasta cero por las multinacionales cuyos consejeros delegados vuelven todos los meses de enero a las camas de los viejos sanatorios de tuberculosos y hoteles de wellness en el balneario de los Alpes suizos.
Todos comentan en grandes avalanchas de verborrea de opiniones interesadas y soberbias la última noticia sobre las Bolsas, sobre la crisis política española, las nevadas de Washington que complican el regreso a casa, o la Premier League de fútbol. Pero nadie en el WEF del sábado 23 de enero quiso reflexionar sobre el acuerdo entre Google y la Hacienda británica para pagar una muy pequeña parte, solo 130 millones de libras, de los miles de millones de euros que la multinacional debe al estado británico. Solo es el 20% de lo que debe y los laboristas lo tacharon de sweetheart deal (acuerdo entre compinches) pero al menos es la prueba de que existe un problema antes negado cuando las empresas más grandes del mundo, cuya valoración bursátil es más grande que muchos países, no pagan impuestos en ningún país.
Christie Freeland, la diputada canadiense que escribió sobre los nuevos plutócratas, y Joe Stiglitz debatieron las cuestiones en torno a la desigualdad en una sesión del jueves 21 de enero titulada “Focus on inequaliity”, pero los Davos Men jamás tolerarían que se propusiera una medida sencillísima para reducir la extrema polarización de la renta y el patrimonio que caracteriza la grotesca desigualdad de la distribución económica en el siglo XXI. Subir el impuesto de la renta a los que más tienen y obligar a sus empresas y bancos a pagar muchos impuestos. A fin de cuentas, esto es Suiza, el paraíso fiscal más sofisticado de todos, y como dijo el Davos Man por antonomasia, Eric Schmidt, presidente ejecutivo de Alphabet (el artista antes llamado Google): “Estoy orgulloso de nuestra estrategia tributaria; se llama capitalismo”.
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Andy Robinson es autor de Un reportero en La montaña mágica. Cómo la élite económica de Davos hundió el mundo (Ariel).
En Davos se habla de todo. Desde la nueva era de robots a la nueva era de extrema desigualdad. Desde los unicornios de Silicon Valley (empresas “start up” que llegan a 1.000 millones en capitalización de mercado) a los refugiados de Siria, homenajeados cada día en la proyección de un documental...
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Andy Robinson
Es corresponsal volante de ‘La Vanguardia’ y colaborador de Ctxt desde su fundación. Además, pertenece al Consejo Editorial de este medio. Su último libro es ‘Oro, petróleo y aguacates: Las nuevas venas abiertas de América Latina’ (Arpa 2020)
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