Un paseo por Atenas con Yanis Varoufakis
El ministro de Finanzas del Gobierno griego traza las líneas maestras de su programa a bordo de un Mini Cooper alemán
Andy Robinson Atenas , 12/04/2015
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Durante esta semana de eventos históricos en Atenas uno se arrepiente de no ser periodista de televisión. Primero por que vi a Paul Mason, el todo terreno de Channel 4 y pionero del nuevo periodismo televisivo de investigación anti capitalista, recibir un beso en la boca de Rena Dourou durante las celebraciones en la plaza. Rena Dourou es la gobernadora de la región de Ática, otra atractiva protagonista junto a Alexis Tsipras del ascenso meteórico de Syriza, en los tres últimos años, desde el anonimato político al poder gubernamental.
Segundo, porque Yanis Varoufakis me invitó a su apartamento en la calle Hatzichristou, muy cerca de la Acrópolis, justo antes de las elecciones. Y habría sido la ocasión perfecta para rodar un documental estilo West Wing o Borgen sobre la vida de un político y, concretamente, ese momento en el que un tipo del montón, el economista accidental, como se describe Varoufakis, llega al poder.
Estaba esperando a Yanis sentado en el sofá cuando llegó y besó a su mujer, que es artista y fotógrafa, con la pasión de quien se sabe ya ministro de Finanzas: “Me voy a pegar una ducha y nos vamos”, dijo. Varoufakis, economista keynesiano, experto en teorías de juegos, formado en la Universidad de Essex, de gusto sartorial bastante dandi, y autor con Stuart Holland de la excelente Modest proposal que propone un new deal europeo, ya sabía que Tsipras le iba a asignar la misión imposible. La de convencer a los hombres grises de Fráncfort y Bruselas de que existe un camino en el que nadie tiene que sufrir.
Subimos los tres a su Mini Cooper (ya más maxi que mini por su diseño alemán de BMW) y recorrimos las calles caóticas de Atenas tras cuatro años de depresión. Íbamos en busca del último mitin de Syriza en el que Yanis, candidato del partido en un distrito inmenso de la capital, era el invitado estrella. Le pregunté cómo Syriza, una suerte de Jasón sin argonautas, iba a luchar contra el monstruo de tres cabezas conocido como la Troika. “Queremos una quita sobre la deuda y la aceptación de nuestro programa de crecimiento para equilibrar el presupuesto”, respondió.
“Si no llegáis a un acuerdo con la Troika” -le pregunté desde el asiento trasero-, “el BCE os puede cortar la liquidez y se acabó”. Yanis conducía a toda velocidad mientras el GPS daba instrucciones en voz robot estilo Troika. “Me resulta imposible creer que el BCE nos pueda decir: 'Vale, caballeros, se acabó; vamos a aplastaros'. Tendría que ser muy cínico para pensar esto; aunque todo es posible”, respondió.
El GPS nos mandaba por calles con más baches que calzada -el urbanismo de la Antigua Grecia mantenido por la Troika- donde peatones deambulaban entre coches aparcados en triple o cuarta fila. (La Troika, con sus técnicos con MBA de elite, forzó el despido de casi todos los policías municipales responsables de poner multas por aparcar en un vado sin darse cuenta de que las multas generaban más ingresos que costes).
Yanis me explicó la estrategia: “Vamos a emitir letras del tesoro para financiarnos en los primeros seis meses del año. Los bancos griegos los comprarán y serán utilizados como avales para la liquidez que proporciona el BCE. No existe ningún límite fijo sobre la liquidez que pueda proporcionar el Banco Central”.
Así, beneficiándose del BCE, Syriza pondría en marcha el Programa de Salonika. La subida del salario mínimo hasta 751 euros al mes, el nivel de antes de la llegada de la Troika. La restauración del empleo de miles de trabajadores públicos, entre ellos las 600 mujeres de la limpieza que llevan meses protestando delante del Ministerio de Finanzas. La ayuda humanitaria a 300.000 familias que viven sin luz desde que les cortaron la electricidad porque no pagaban el odiado impuesto sobre inmuebles que se incluía en la factura de la luz. No pagabas el impuesto y te cortaban la luz. La marcha atrás a la privatización de la Corporación pública de electricidad. La creación de un agencia pública que ayudaría a la gente que pagaba más del 30% de su renta en impuestos retrasados.
El coste del programa, según Syriza, sería del 5% del PIB. Pero todo indica en estos momentos que la recaudación tributaria en Grecia se ha desplomado -probablemente porque la Troika, al subir los impuestos tanto, ha provocado una rebelión tributaria-. La clave, para el Gobierno de Syriza: “Combatiremos la inmunidad tributaria de la élite, la cleptocracia. No es solo cuestión de evasión fiscal sino de que gran parte de su renta ni siquiera tributa”, dice Varoufakis.
Según JP Morgan, el 10% de los depósitos griegos ha salido del país en lo que va de año, buscando refugio del fisco de Syriza en centros offshore, como Luxemburgo, el país gobernado hasta hace un año por Jean-Claude Juncker, actual presidente de la Comisión Europea.
El coche ya se perdía por callejones sin salida. Dimos marcha atrás, en busca del mitin. Varoufakis – que escribía los discursos de Yorgos Papandréu antes de que éste formase su primer maltrecho Gobierno, el inicio del fin del socialismo griego- habla un inglés casi shakespeariano a años luz del business english machacón de los tecnócratas de Bruselas y Fráncfort. (En una declaración, la semana pasada, Yanis hasta citó al poeta galés Dylan Thomas para resaltar la importancia del proyecto de Syriza: “We shall not allow Greece to go ever further into the night" (No permitiremos que Grecia se hunda todavía más en la oscuridad).
Los mercados han respondido con una extraordinaria sangre fría a la llegada de Syriza al Gobierno. Hay quienes piensan que esto es porque con la garantía de Mario Draghi y el nuevo programa de expansión cuantitativa (QE, liquidez a discreción), la salida de Grecia del euro no sería un hecho significativo. Yanis cree que sí, que el Grexit, en realidad, sería muy significativo, y eso le proporciona una seguridad que se desprende por todos los poros de su cuerpo cuando habla de la estrategia de Syriza en las negociaciones de la deuda. “Lehman Brothers al cuadrado”, dijo Barry Eichengreen, de Berkeley.
Hay otra teoría respecto a la calma zen de los mercados esta semana. Los inversores dan por hecho que la Troika acabará convenciendo a Tsipras y Varoufakis de que no hace falta llegar tan lejos como la quita de un 50% del principal de la deuda que planean pedir. Bastará, dirán Bruselas y Fráncfort, con una reestructuración de la deuda, es decir, una prolongación de los plazos de vencimiento de la gigantesca montaña de 350.000 millones de euros (el 175% del PIB). Bien contado, nadie sabría la diferencia. “Es todo cuestión de cómo empaquetarlo”, me dijo Alikia, que vota a Syriza pero cree que acabarán rindiéndose.
Los finlandeses ya han dicho que aceptarían la prolongación de los plazos de reembolsos, lo que en inglés se llama la política de extend and pretend (prolongarlo y disimular que, en algún momento, el deudor te va a pagar). ¿Vais a aceptar el extend and pretend?”, le pregunté a Yanis desde el asiento trasero. “No. No vamos a pedir eso. No estamos interesados solamente en la reducción del valor neto presente de la deuda. Queremos reducirlo ya de una vez”.
¿Por qué prefieren los alemanes, los finlandeses y el BCE este juego de simulación en lugar de hacer una quita ya? La respuesta, según James Galbraith, estrecho colaborador de Varoufakis en la Universidad de Austin (Texas), es la siguiente: “Porque mantienes al país bajo tu control; solo con la quita le das autonomía”.
Durante esta semana de eventos históricos en Atenas uno se arrepiente de no ser periodista de televisión. Primero por que vi a Paul Mason, el todo terreno de Channel 4 y pionero del nuevo periodismo televisivo de investigación anti capitalista, recibir un beso en la boca de Rena Dourou durante las...
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Andy Robinson
Es corresponsal volante de ‘La Vanguardia’ y colaborador de Ctxt desde su fundación. Además, pertenece al Consejo Editorial de este medio. Su último libro es ‘Oro, petróleo y aguacates: Las nuevas venas abiertas de América Latina’ (Arpa 2020)
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