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Zoe Berriatúa / Director de ‘Los héroes del mal’

“En el franquismo había censura, ahora hay un arma mucho más potente: el soborno”

Sara Zambrana 4/02/2016

<p>Zoe Berriatúa y Alex de la Iglesia en la presentación de la película el pasado septiembre.</p>

Zoe Berriatúa y Alex de la Iglesia en la presentación de la película el pasado septiembre.

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Queda muy poco para que se celebre la 30ª edición de la Gala de los Premios Goya, el supuesto mayor reconocimiento dentro de la producción audiovisual nacional. La solemne y rigurosa institución, la Academia, dará a conocer los nombres de sus ganadores este sábado día 6. Han sido muchos los que ya han subrayado la devaluación y comercialización que estos premios han ido experimentado, y no va a ser este el lugar para volver a hacerlo. Pretensión de diversión tiene la gala, riámonos pues. Lo que sí nos interesa son algunos de los proyectos que han sido candidatos pero que no han llegado a ser finalmente nominados, tan atractivos que bien podrían llegar a reunirse y hacer una especie de versión del honorable Salon des Refusés. Rechazados como Los héroes del mal (2015), de Zoe Berriatúa (Madrid, 1978), cuya ausencia, en palabras del especialista Samuel Alarcón (cineasta y director de El Cine que viene de Radio5), “duele especialmente porque merece mucho la pena, es la ópera prima donde toda la experiencia interpretativa de Zoe se ha reciclado en un gran talento para la dirección de actores. A lo largo del año ves buenas óperas primas, pero la mayoría cae en el olvido y te llevas desilusiones, como ésta”. No sólo se arrincona a la ficción no comercial; el cortometraje y el documental salen todavía peor parados. El propio Berriatúa, que es académico, reconoció los “sorprendentes” mecanismos y hábitos de votaciones de los miembros. Generosa y amablemente, se volcó en esta entrevista, en la que hace un recorrido por su carrera, critica el sistema actual de la industria del cine en España y profundiza en su primera película. Disfruten.

Los inicios de su carrera se sitúan en la interpretación, pero en realidad su orientación hacia el ámbito artístico viene desde la infancia. Luis Alberto de Cuenca, en su libro Monstruos del subconsciente colectivo (Sins Entido, 2006), cuenta cuando iba a su casa siempre le encontraba jugando, dibujando y creando fantasías con su hermano mayor Wiro en un cuarto lleno de juguetes y maquetas de Star Wars.  Si a esto añadimos que su padre [Luciano Berriatúa] es cineasta (El buscón, 1979) y uno de los mejores historiadores hispanos de cine –en concreto, el especialista de la obra de Murnau–, todo parecía indicar que su carrera se dirigiría hacia la narración artística y lo audiovisual.

Sí, así es, en el prólogo de ese libro se cuenta. Yo he sido y soy un actor de rebote: en primer lugar, porque mi padre trabajaba en cine y entonces siempre hacía falta un niño que se saltara el colegio y al final siempre estaba yo ahí para eso; y después porque me fui profesionalizando sin querer para seguir faltando al colegio. Sin embargo, siempre he querido dirigir y dibujar. En realidad, hago cine por venganza porque mi padre empezó a rodar unas diez películas y no las terminaba; y a mí me da una rabia tremenda porque de esas diez películas sólo acabó una de ellas. Entonces, hacer cine es mi forma de vengarme.

Hago cine por venganza porque mi padre empezó a rodar unas diez películas y no las terminaba

En este sentido, creo que hay una clara relación con su corto El último plano (2013), donde retrata la enorme tensión entre un padre, director de cine independiente que, empeñado en rodar incluso bajo condiciones pésimas y sin equipo ni actores, obliga a su hijo a seguir sus pasos y le impone despótica e insensiblemente sus inclinaciones y gustos.

Justo. El último plano fue un corto extraño, que hice ya pasado de vueltas porque ya estaba harto de hacer cortos; es uno de esos que haces esperando a que te llegue el dinero suficiente para hacer el largo que estás planificando. Lo que pasa es que desde los 20 hasta los 35 años he estado así, esperando y haciendo cortos a ver si me salía el largo. Y eso ha hecho que ahora sepa dirigir mejor porque he seguido experimentando. Este último corto es otro ensayo de tono, sobre los cambios de tono y ritmo que a mí me gustan mucho, hacer cambios de tono, bruscos, y ver qué ocurre. Realmente creo que es un corto fallido pero me parece interesante. 

Volviendo a su etapa de actor, destacan trabajos con Bigas Luna, ¿cree que le ha influido a la hora de dirigir actores y actrices?

Sí, me ha influido muchísimo: trabajar con Bigas Luna me enseñó cómo dirigir a los actores y no abandonarlos, para no repetir lo que él hacía. Mi experiencia con Bigas Luna fue absolutamente nefasta. Yo creo que él se lo pasaba muy bien rodando, haciendo esas películas que tanto le divertían, pero el trato con los actores para mí era inexistente. Me enseñó cómo no comportarme con los actores.

Mi experiencia con Bigas Luna fue absolutamente nefasta. Me enseñó a cómo no comportarme con los actores

Y como director, ¿le  interesaba?

Me interesaba porque que era uno de los pocos directores españoles que hacía mezclas de tono y que tenía un estilo realmente personal en muchas de sus películas, sobre todo en las primeras. 

Si alguien me ha influido más en mi carrera artísticamente quizá fue Alfonso Ungría, quien me dirigió como actor en mi primer papel protagonista [como Martín en África (1996)]. De hecho en mi primera película [Los héroes del mal (2015)] hay reminiscencias de aquélla, porque marcó mucho mi adolescencia. 

Ha trabajado mucho en cine, teatro y en televisión, ¿qué aspectos negativos y positivos encontró?

Me agobiaba muchísimo la pérdida de intimidad, aunque yo no soy especialmente introvertido pero el hecho de ser como una especie de muñeco de la Warner, con el cual todo el mundo podía hacerse fotos me molestaba bastante. También es verdad que te confiere muchísimos beneficios sociales –es como la película Cómo ser John Malkovich (1999)–, da igual lo que hagas, si eres actor y sales en la tele, el mundo te abre sus puertas en todos los sentidos. Pero me molestaba bastante todo ese mundillo que rodea a un actor, ese contraste: la gente te reconoce por la calle y no te dejan en paz y tienes que mantener en los estrenos una imagen de triunfo y estabilidad, no oler a fracaso, cuando no tienes dinero para pagar el piso ni para comprar comida, ésta la realidad de muchos actores. Me parece una situación repugnante e hipócrita. Pero sobre todo, lo que menos me gusta del trabajo de actor es que es muy difícil que se pueda generar su propio trabajo y estás muy colgado y a expensas de caer bien a los directores, cosa que yo no toleraba, porque no soportaba hacer mierdas, ni guiones malos ni hacer la pelota a gente que me caía mal. La verdad es que fui bastante infeliz en mi época de actor por mi relación con el mundillo del cine y la televisión; odio los procesos por los cuales transitan la mayoría de los actores, al igual que la pérdida de dignidad que te ofrece o a la que te empuja, la cantidad de trepas y tensiones que hay. Para soportar algo así tienes que amarlo y yo no amo la interpretación, yo amo dirigir, componer mis propios trabajos. Es mejor aunque te tires diez años buscando financiación sin éxito; es decir sin éxito porque cuando decidí empezar a rodar Los héroes del mal tampoco la tenía, estaba harto y empecé a rodarla sin dinero. Ya pensé o la saco o me muero, pero yo así no vivo. Y luego fue Álex de la Iglesia quien se metió a mitad de producción a echarme una mano. 

Fui bastante infeliz en mi época de actor por mi relación con el mundillo del cine y la televisión; odio los procesos por los cuales transitan la mayoría de los actores

¿Cómo surgió vuestra relación?

La relación con Álex no vino porque fuéramos amigos de cañas ni porque estuviera especialmente interesado en Los héroes del mal. Nos conocimos cuando Álex fue a ver unos estrenos de cortometrajes, entre los cuales se presentó Quédate conmigo (2010) y cuando terminó la proyección se levantó y dijo muy alto «¡pero quién ha hecho este cortometraje que le voy a producir una película!». Por eso me ayudó cuando yo le enseñé el metraje de Los héroes del mal y decidió producirla conmigo. Álex tiene junto con Carolina Bang Pokeepsie Films, Kiko Martínez tiene Nadie es perfecto, quien también nos ayudó, y yo tengo La Bestia Produce.

En 2000 se estrenó con su primer cortometraje, Moebio; y después llegaría El despropósito en 2004, otro corto en el que ya trata la temática de la adolescencia y vaticinaba mucho de lo que hemos visto en Los héroes del mal.

Es muy sorprendente que alguien haya visto ese corto, y lo tenga. El despropósito era un ensayo de tono de lo que luego ha sido Los héroes del mal: adolescentes con música de Khachaturian, de hecho hay planos que son literalmente exactos. De algo te van sirviendo los cortos y los años porque vas rescatando cosas que salen bien. Fue un corto hecho prácticamente sin dinero, y pasó una cosa muy graciosa: Mirito Torreiro, como miembro del jurado del Festival de Cine de Medina del Campo, nada más empezar el corto y ver la factura técnica le puso un cero y cuando terminó puso un uno delante del cero. Me hizo especial ilusión esta anécdota porque mi visión del cine es ésa: el cine se hace como se pueda lo importante es cómo lo hagas.

Hacer de las limitaciones, de la adversidad una virtud…

Sí, como bien dices hay que hacer judo con las limitaciones. Pero también hay ciertas ventajas al plantear mi película sin apenas dinero: tuve libertad absoluta. Por eso la pude hacer en lugar de algo más comercial; a mí me parece un error flagrante empezar haciendo películas comerciales sin dinero porque obviamente no van a serlo. Una película sin presupuesto significa que puedes hacer cosas que no te permitiría una televisión, y aquí entramos de lleno en algo muy importante en mi discurso en relación con la situación del cine: en España sólo hay cuatro productores que son las cadenas de televisión que ponen dinero para el cine y un quinto que es el ICAA [Instituto de la cinematografía y de las artes audiovisuales]. Entre el Ministerio de Cultura y las televisiones se forma un monstruo terrible que produce esa película que tiene algún interés social para que el ICAA la apoye, y es descafeinada y para todos los públicos para que las televisiones la quieran como producto televisivo. Mientras esto siga así y no exista realmente una ley que dé incentivos fiscales al cine, vamos a estar condenados a hacer películas acorde a esas limitaciones. Y películas como la mía, si no cuentan con el apoyo de Álex de la Iglesia, nadie se va enterar de que existen. Eso pasa también con El camino más largo para volver a casa (2014) [dirigida por Sergi Pérez], una película de este año que está muy bien y que casi nadie ha visto.

Entre el Ministerio de Cultura y las televisiones se forma un monstruo terrible que produce películas que tienen algún interés social para que el ICAA las apoye, y son descafeinadas para que las televisiones las quieran como producto televisivo

Es decir que la financiación pública y la privada está muy politizada y orientada a otros fines.

El problema viene de que el cine, como la literatura, se ha convertido en algo muy democratizado, ya todo el mundo sabe leer y escribir, y el problema ya no es publicar sino que tengas promoción. Necesitas mucha promoción para que tu película se vea o gane festivales, que tampoco es fácil; muchos miembros de los jurados son padrinos o grandes amigos de otras películas. No quiero decir con esto que la mía haya sido víctima de una conspiración porque no lo ha sido y no pretendo convertirme en una víctma; lo que digo es que hay demasiados obstáculos para que la meritocracia esté presente en el mundo del cine.

Pero hacer cine independiente tiene ventajas. Yo he podido escoger a tres actores desconocidos [Jorge Clemente, Beatriz Medina y Esteban Palacios], no he tenido que elegir a los actores de moda ni a unos chicos de 25 haciendo que tienen 16; y he optado por tener un final trágico a más no poder. He oído que Benito Zambrano con Solas (1999) tuvo que modificar el final para obtener dinero porque esa película terminaba peor que una película danesa, aunque yo no lo conozco. También he escogida música clásica de autores como Khachaturian, Kabalevsky o Britten, lo que cualquier directivo de televisión hubiera rechazado. Si hubiera tenido dinero no habría escogido Los héroes del mal, aunque sea mi proyecto más personal y mi guión favorito. De hecho, uno de mis errores ha sido estar durante diez años buscando dinero para esta película; también busqué para otras y me quedé a las puertas de varias comerciales, de las cuales tenía la complicada pretensión de hacer buenas películas y escribir buenos guiones, algo nada fácil a priori, y mucho menos desde el momento en el que las fuentes de financiación se metían de por medio.

Es como una censura de subtexto.

En el franquismo había censura, ahora hay un arma mucho más potente que es el soborno. Antes todos querían saltarse la censura pero ahora nadie quiere quedarse sin el soborno.

¿No pensó en el micromecenazgo?

Está bien para una producción tan independiente pero no soluciona los problemas de falta de visibilidad para la película. Si sólo la publicidad supone, como mínimo, 50 o 60.000 euros no te sirve. Por otra parte, cuando entró Álex, frené todas las campañas de crowdfunding que tenía a punto de lanzar porque no era ético seguir mendigando teniéndolo detrás. Además el micromecenazgo también tiene sus leyes, parámetros y determinados productos que funcionan y mi proyecto no era uno de ellos. Es un proyecto que va en contra de todo lo que funciona. Me hizo mucha gracia e ilusión que se dijera que esta película podría ser más bien obra de un danés loco que de un español, que resulta más loco todavía.

Es un proyecto que va en contra de todo lo que funciona

Hablemos de la Academia. En algunos círculos ha causado sorpresa e indignación que Los héroes del mal no hay recibido ninguna nominación a los Goya, ¿qué opinión le merece este hecho y los criterios de la Academia en general?

No voy a hacer un ejercicio de reflexión complejo sobre el porqué: puedo pensar que es mala y que por tanto no la han querido premiar, que ha habido una conspiración o puedo pensar simplemente que los académicos, como yo, no han visto la película. La Academia no nos paga para que empleemos nuestro tiempo en ver tanto cine español, las 200 que se califican; al revés, nosotros pagamos una cuota para ser miembros. Los académicos somos personas y tenemos que trabajar para pagar el alquiler, la oficina y un montón de cosas. Suelen ver 10-20 películas como mucho, las que ganan los mejores festivales y aquellas de las que más se habla porque tienen gran promoción. Y mi película no es una de ellas, aunque haya ganado festivales como el de Alicante o el de Asturias, pero no los de primerísima división. Por lo tanto es normal que no haya tenido ni una sola nominación. Tengamos en cuenta quiénes están nominados: en algunos casos es absurdo y, frente a ese absurdo tan obvio, yo me relajo porque se evidencia la falta de meritocracia en estos premios. Es así en España y es así en Estados Unidos. Si Los héroes del mal se convierte en una película de culto va a ser sólo porque yo tenga éxito como director, así que espero tenerlo para que la película tenga futuro.

Tengamos en cuenta quiénes están nominados: en algunos casos es absurdo y, frente a ese absurdo tan obvio, yo me relajo porque se evidencia la falta de meritocracia en estos premios

Injusto y arbitrario, por los fuertes intereses de promoción, económicos, que hay detrás.

A la vez que el efecto que hemos comentado antes, la democratización del arte, hay otro que es el cada vez más agresivo sistema capitalista por el cual se deciden las películas o productos que se ven. Estamos en una época de blockbusters, incluso de arte y ensayo como puede ser Haneke, pero las películas artísticas que no respondan a los estándares convencionales y comerciales, o que no encuentren su lugar, no se verán.

Mi película no existiría sin Álex de la Iglesia; hubiera ido directamente al matadero, juego de palabras que no quiero que se malinterprete porque Matadero de Madrid hace una labor maravillosa y admirable con el cine español independiente, pero lamentablemente hay muchas películas que sólo se proyectan allí un día y ahí termina su vida.  

¿Qué otro director o trabajo le hubiera gustado ver nominado?

El camino más largo para volver a casa, me pareció muy interesante. Todos los años hay películas que a mí me parecen pequeñas joyas que pasan totalmente desapercibidas, como La vida mancha (2003), la mejor de Enrique Urbizu. Me acuerdo también de una película de hace casi veinte años y que casi nadie ha visto, En la puta calle (1997) [dirigida por Enrique Gabriel Lipschutz] que me pareció maravillosa; o una de hace diez, León y olvido (2004) de Xavier Bermúdez, que me fascinó por completo.

Mi película no existiría sin Álex de la Iglesia; hubiera ido directamente al matadero

Bermúdez es uno de los creadores españoles más atractivos pero que menos reconocimiento ha tenido.

Ninguno. Esa película era valiente, honesta, se saltaba todos los convencionalismos, y exponía cruda y claramente la impunidad con la que el Estado abandona a aquellos que tienen que responsabilizarse de minusválidos mentales, hasta el punto de llegar a la idea del asesinato, la violación y el maltrato. Es una película genial, encima se permite tener sentido del humor y mala hostia; estamos ante un maravilloso autor.

Hablemos de su película, un drama adolescente y urbano centrado en tres personajes. Viendo la primera secuencia me acordé de lo comentó en alguna ocasión André Bazin, que tan sólo visionando el inicio de una película se puede saber si es buena o mala. Considero que su apertura es monumental, bestial, es toda una declaración de intenciones.

Sí, es una declaración de intenciones. Hay una tradición totalmente perdida en el cine, por lo menos en el occidental, que es la relación de las imágenes, el ritmo y el tono con la música. El tratamiento en la mayoría me parece despreciable: se rueda la película, se monta y luego se encarga la composición musical conforme a esas imágenes. Me parece tan absurdo como poner a alguien a bailar y según eso, hacer una música, un error derivado de vicios y malas praxis a la hora de estructurar. A mí me gusta mucho trabajar con la música a priori, es para mí necesario. Por eso yo escribí el guión para que encajara con unas piezas musicales que me marcaron el tono de la película y el ritmo de las secuencias; me aprovechaba del talento musical y me ayuda a contar mi historia. Lo mismo he hecho en casi todos los cortos, y, en el que he tenido música compuesta, los resultados han sido mucho peores. Influye muchísimo en el montaje y en el espíritu de la película. En esa primera secuencia me interesaba que los personajes se presentaran gracias a la música –como en Pedro y el lobo (1936), la pieza de Prokófiev– y en este caso usé una parte menos conocida de Guía de orquesta para jóvenes de Britten. Cuando termina ese minuto ya sabemos quién es quién en la clase. Pensé que era una forma sintética y artística de hacerlo. Bukowski decía que un intelectual es aquel que habla de algo sencillo de una forma muy complicada, mientras que un artista habla de forma sencilla de algo muy complicado; y es lo que intenté hacer con esa secuencia.

Llegó a afirmar que esta banda sonora podría ser la envidia de Kubrick, y yo lo he relacionado con su obra más ambiciosa, Barry Lindon (1975), que tiene una de las bandas sonoras más potentes y bellas.

Sin duda, maravillosa. A Kubrick por supuesto le tengo admiración pero no es un director que me haya influenciado para esta película, aunque algunos señalen influencias de La naranja mecánica (1971); tiene más influencia de Karel Zeman, con su mezcla de tonos y de géneros como hace en Baron Prásil (1962). El tema de la violencia con la música creo que aquí tiene más que ver con Godard y Alphaville (1965) o Tirad sobre el pianista (1960) de Truffaut. La banda sonora para mí es el cuarto protagonista que marca el punto de vista moral de la película: cuando la violencia es algo que libera y protege a los personajes del mal, es lúdica, cuando pasa a tener consecuencias morales y les amenaza, la música pasa a un tono grave, se vuelve pesada y sesuda, en definitiva, dramática. Este cambio de tono fue muy utilizado por críticos y jurados para decir que era un película imperfecta y que tenía enormes problemas de arquitectura, lo cual me sentó especialmente mal porque era decisivo para su recorrido lo que se dijera en el Festival de Málaga, donde había muchos intereses no en contra de la mía sino muy a favor de otras. Puede que no entendieran mi intención o que sí, y les sirviera para criticarla. Si es imperfecta no es por esto, que es algo que trabajé y elegí muy a propósito. Sería igual de imperfecta que Million Dollar Baby (2004), que también tiene un gran cambio de ritmo, pasando de la diversión de una boxeadora principiante a un réquiem por una persona que está agonizando en un hospital, lo que pasa es que a Clint Eastwood no le pueden decir que lo haya hecho sin querer.

Lo que se dijera en el Festival de Málaga era decisivo para el recorrido de la película, y había muchos intereses no en contra de la mía sino muy a favor de las otras 

También hay referencias y guiños muy íntimos y personales; de entre los tres personajes, podríamos decir que Esteban es en gran parte reflejo suyo.

Lo digo siempre, la película es mi adolescencia con la salvedad de que yo no daba palizas, yo sacaba a un amigo de los líos en los que se metía, al igual que tampoco hubo muerte en mi historia real pero sí había amenazas. Llegado un punto me di cuenta de que había una película muy interesante en la sensación profunda de indefensión que sentí con 16 años, tanto de los malos de la clase como de los locos que yo inicialmente protegía, y te podían caer hostias por un lado y amenazas de muerte por otro mientras que el Estado no haría nada para protegerte ante criminales menores de edad.

Ahí quería llegar, no sólo estamos ante una estructura o ritmo no convencional, además trata un tema muy delicado de un modo muy duro y visceral, a lo que se añade un final trágico y muy complejo.

Otro aspecto que me dolió en Málaga tiene que ver con que en la semana en la que se celebró, ocurrió algo horrible protagonizado por un niño que quería matar a sus profesores y compañeros, asesinando a uno e hiriendo a otros.  Días antes se había tachado la película de inverosímil e irreal en España, y días después de ser oportunista.

Quería destacar el personaje de Aritz, el más complejo de todos: un chico que se siente rechazado y que sólo encuentra como solución “sacar fuera el dolor” a través de la violencia, pero del que no sabemos de dónde procede tantísimo odio y ansia de venganza contra todos. No tiene una situación traumática como Sara, que proviene de una familia pobre y parece sufrir maltrato. El mal puede venir de cualquier parte…

Efectivamente ese personaje está diseñado para joder al espectador. Para crearle inquietud y hacer que piense. Que se plantee cosas que pretendía tener ya claras y que no lo están. Y al final se da una pequeña conclusión cuando dice que no es determinante que tus padres te hayan pegado, cómo te trate la sociedad o lo que hayas visto en la televisión, en realidad eres tú quien lo ha elegido.

Días antes se había tachado la película de inverosímil e irreal en España, y días después de ser oportunista.

Hay una profunda reflexión en torno a las casualidades y las causalidades, lo que elegimos y sus consecuencias y la relatividad del mal.

Eso es, nos damos cuenta de que es un personaje que ha elegido ser así porque odia su entorno, y si afinamos esta respuesta podemos llegar a la conclusión de que cuanto más abyecta, cruel, injusta y egoísta sea una sociedad, más pequeños monstruos o héroes del mal surgirán en ella. Son disidentes. Esteban piensa que el mal es un punto de vista, relativo, que no es absoluto; pero el problema lo tiene Aritz, que se lo cree y es víctima de sus propias trampas mentales. El cree que el mundo es malvado y piensa que su forma de vengarse sería algo que se aprobaría a largo plazo. Como decía Juan Mayorga, conciencia es lo que nosotros creemos que opinaría la humanidad sobre nuestros actos. Estos disidentes violentos se creen más inteligentes y visionarios pero no lo son y no tienen ni el apoyo, ni la protección ni la comprensión de su entorno, no tienen a nadie para que les haga ver que intentar destruir a la sociedad no es la salida. Al final se inmolan a sí mismos en esa cruzada despiadada, loca y suicida contra el mundo al que odian. Pero son también el reflejo de una parte de la sociedad.

¿Por qué quería contar esta historia de marginados, de aquellos que no encuentran su lugar, son acosados y maltratados, que al final se vuelven delincuentes, tremendamente violentos y desquiciados, hasta el punto de arruinar sus vidas? 

A mí me interesan los que no son normales, los diferentes, los frikis, los locos; de hecho, no me gusta la gente, sólo algunas personas. No lo digo como algo elitista o snob, la normalidad es cruel, estúpida e injusta, no la soporto. Formo parte de la sociedad y lógicamente tengo que aceptar mi condición, intento estar integrado en ella, pero en realidad la aborrezco profundamente.

Pelear desde dentro porque quedarse completamente fuera no es posible. 

Hace años, cuando tenía 25 entré en depresión, me encerré en una habitación sin ventanas y viví con unos pocos ahorros, dejé de actuar y de beber alcohol y hacía la compra por la noche en la gasolinera. Aprendí realmente a escribir, pasaba los días escribiendo y empecé a pensar que, en lugar de vivir como un vampiro o aprovecharme del éxito social por ser actor, había personas que no sólo no se dejaban llevar por esa sociedad que no les gustaba sino que además la modificaban, a través del arte. Pensé que yo quería ser uno de ellos. Dudo mucho que pueda modificarla en gran medida pero, si mis trabajos pueden servir como un revulsivo ante lo que a mí no me gusta de la sociedad, me parece suficiente.

Con Los héroes del mal pretendo hacernos entender a los malos. Creo que para solucionar un problema primero hay que entenderlo, entender sus motivaciones, y por eso me da mucha rabia que no la puedan poner en institutos porque habría quejas automáticas de padres y profesores, aunque es natural porque es una película no recomendada para menores de 18 años. Es una película que va a contracorriente y este va a ser su atractivo a la larga. Yo soy consciente del tipo de película que he hecho y por eso asumo las consecuencias: sabía que no iba tener un gran éxito.

Es llamativa la ausencia de padres y la presencia de profesores incompetentes, o simplemente indiferentes a lo que les ocurre a sus alumnos. ¿Qué pretendía transmitir con esto?

Los profesores son los únicos personajes planos porque a mí no me interesa hablar de su emocionalidad. Me interesa criticar abiertamente el sistema educativo en España, ese que pretende potenciar imbéciles con buena memoria, que no te permite pensar ni desarrollar tus cualidades y que reprime la vocación, y en el que la especialización llega muy tarde y mal. Los profesores también son víctimas, no pueden generar motivación en sus alumnos; es un sistema que ataca a todos. La profesora es un instrumento para hacer esta crítica, de hecho, afirma que ella no está para educar, que para eso están los padres, ella tiene que soltar su lección y defenderse de esos pequeños criminales, como si fuera una cárcel. Esto es para mí el colegio y el instituto: un lugar al que tienes que ir a hacer trabajos forzados que no te interesan en absoluto, en el que tienes que sobrevivir y en el que la justicia castigará azarosamente al culpable o a la víctima si hay problemas, así que hay que tratar de no meterse en líos o que nadie lo sepa. Por otro lado, no hay adultos porque Álex me lo sugirió pero en ningún caso me impuso nada, al contrario, quiere que haga lo que me dé la gana. 

Es una realidad que muchos hemos vivido en los institutos.  ¿Cuáles son sus próximos proyectos?

Llevamos un año buscando financiación y estamos a punto de conseguir la mitad. Va a ser un largometraje que también habla sobre disidentes sociales: un padre que no sigue las normas sociales al que le quitan a su hijo, por no querer llevarlo al colegio a diario, por vivir de una manera diferente a la que la sociedad le propone e impone. Y es un personaje problemático por ser alcohólico, es decir, por lo que le tacharíamos de culpable. Pese a que me cansa el cine social -- a mí lo que más me gusta es la fantasía y la ciencia ficción-- es mi forma de gruñir o intentar morder a todo lo que me cabrea de esta sociedad tan hipócrita y cruel. En esta película sí hay enormes dosis de fantasía y así he logrado unificar estos dos mundos. Me considero un afortunado inmenso por el apoyo de Álex, Carolina y Kiko y espero poder realizarla. Sólo con ellos podría hacer las películas que yo quiero, por lo menos de momento. Tengo proyectos escritos desde los 20 años, así que espero poder sacar adelante muchas películas a partir de ahora.

Queda muy poco para que se celebre la 30ª edición de la Gala de los Premios Goya, el supuesto mayor reconocimiento dentro de la producción audiovisual nacional. La solemne y rigurosa institución, la Academia, dará a conocer los nombres de sus ganadores este sábado día 6. Han sido muchos los que ya han...

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Autor >

Sara Zambrana

Es historiadora del arte.

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1 comentario(s)

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  1. Horacio

    Una entrevista excelente, con una documentación tan profunda que se entabla un diálogo intenso que no pierde interés en ningún momento. Veo poco cine en salas y no conocía este trabajo: a partir de ahora estaré pendiente.

    Hace 8 años 5 meses

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