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Dos actrices (para más inri una francesa y otra británico-francesa), Julie Delpy y Charlotte Rampling, opinan sobre la ausencia de actores negros entre los candidatos al Oscar y son obligadas a retractarse y pedir disculpas. Un actor (blanco, británico) –Michael Caine- habla sobre el asunto y no tiene que emitir ningún comunicado entonando el mea culpa como se les ha exigido a ellas. Y pese a decir “No puedes votar por un actor porque sea negro. No puedes decir ‘Voy a votar por él. No es muy bueno pero es negro. Lo voto”, a sir Caine hasta los activistas más entregados le perdonan: ahí estaba Spike Lee, con quien arrancó el boicot que tiene en vilo a Hollywood al anunciar que no acudiría a recibir su Oscar honorario a la ceremonia de este año en protesta por la ausencia de actores de su raza entre los candidatos, diciendo en una entrevista: “Me gusta más Michael Caine que Charlotte Rampling así que con él tengo manga ancha”. (Sin comentarios)
¿Qué significa todo esto? Pues que, como Delpy denuncia (y ha tenido que pedir disculpas por ello), efectivamente, ser mujer hoy en su industria (y en cualquier aspecto de la vida, añado yo) es un ejercicio de supervivencia tan grande como el de cualquier minoría y, sin embargo, como las mujeres vivimos atrapadas en ese extraño limbo de ser una falsa minoría (en realidad, somos la mitad de la humanidad), cuando reclamamos nuestros derechos o denunciamos las situaciones de injusticia a las que somos sometidas a menudo se nos malinterpreta, se nos obliga a disculparnos y hasta parece que molestamos porque llevamos más de medio siglo reivindicando la igualdad (un siglo entero si recordamos a las sufragistas de las que hablaba en una extraordinaria columna Rosa Montero) y al hombre que domina el mundo le suena a disco rayado: somos un coñazo. Si no, ¿por qué tanta saña contra estas dos actrices y ninguna contra Caine?
Para que ustedes entiendan de lo que hablo es necesario recuperar las frases originales de Delpy y de Rampling. La primera tuvo la ‘osadía’ de comentar durante un debate en Sundance: “Hace unos años dije algo sobre cómo la Academia (de cine) es muy ‘white male’ y la prensa me hizo pedazos. Las mujeres no podemos hablar, a veces desearía ser afroamericana porque al menos a ellos nadie les machaca después de decir algo sobre su realidad como el hecho de que vivamos en un mundo xenófobo y no solo en lo que concierne a la Academia sino en el planeta entero. Pero es muy duro para una mujer hablar abiertamente. Creo que probablemente lo más difícil en Hollywood es ser mujer porque el feminismo es algo que se odia en Hollywood por encima de todas las cosas. No creo que haya nada peor que ser mujer en esta industria, al menos, en Estados Unidos. En Francia no es así”.
En unas horas la descuartizaban en las redes sociales, sobre todo, las mujeres negras porque, efectivamente, ser mujer y además negra debe ser aún peor que ser mujer a secas en Hollywood pero si uno lee detenidamente sus palabras no dijo nada denigrante contra la minoría afroamericana, ni tampoco dijo que ser negro fuera fácil sino simplemente hizo una constatación: ser mujer en Hollywood es muy duro.
Rampling fue algo menos fina: primero sugirió que el boicot de los miembros negros de la industria a la ceremonia de este año sonaba a “racismo hacia los blancos” y obviamente con esa frase cavó su propia tumba (como lo hizo Albert Rivera en las elecciones españolas tratando de comparar el maltrato a mujeres con el maltrato a hombres). Pero después dijo algo similar a lo que dijo Caine: “Nunca se puede saber pero quizás este año no había actores negros que merecieran estar entre los finalistas a los Oscar”. ¿Es una duda legítima? Podría serlo pero en medio de la polémica que hay montada sus palabras cayeron como una bomba. A Michael Caine, en cambio, se le ha perdonado con una palmadita en la espalda por ser ‘paternalista’ y ‘mayor’ (entre otras cosas, les pidió a los afroamericanos ‘paciencia’ y dijo que él tardó años en ganar un Oscar).
Aun así, ¿de verdad era necesario que Rampling y sobre todo Delpy se disculparan y dieran explicaciones? Ambas tienen agentes que probablemente les pusieron muy claras las normas a seguir en Hollywood, sobre todo a Rampling, que encima este año aspira a un Oscar a mejor actriz. Pero no deja de sorprenderme cómo todo lo relacionado con las mujeres acaba siendo escrutado al máximo en comparación con las reivindicaciones de cualquier otra minoría o con las opiniones de los hombres.
Es más, a menudo me pregunto por qué en Occidente cualquier manifestación relacionada con los derechos de algún colectivo minoritario (por ejemplo, a favor del matrimonio gay o en contra de la violencia racista) consigue hacer más ruido mediático que las que se organizan en protesta contra la violencia doméstica, el derecho al aborto o la igualdad salarial. Al fin y al cabo, el porcentaje de mujeres, alrededor del 50% de la población, es mucho mayor que el de población LGBT (entre el 1,2% y el 6,8%, según diferentes estadísticas) o el de población negra o latina en Estados Unidos (12% y 16%, respectivamente).
En 2015 murieron en España 64 mujeres a manos de sus parejas y se presentaron 266 denuncias diarias por maltrato, es decir, alrededor de 100.000 denuncias (aún no hay datos para todo 2015 pero en 2014 fueron exactamente 126.742, según la Delegación del Gobierno para la Violencia de Género).
Los casos registrados de delitos de odio fueron 1.285, según el Consejo General de la Abogacía, de los cuales 514 fueron debidos a la orientación sexual de la víctima, 475 fueron por ataques racistas, 199 contra personas discapacitadas, 63 por motivos religiosos y 24 fueron delitos antisemitas. Todos ellos son espeluznantes pero es un hecho objetivo que su número es radicalmente más bajo que el de delitos perpetrados contra mujeres.
¿Son unos más importantes que otros? Por supuesto que no. Todo ataque racista, sexista, machista, homófobo, islamófobo y todos los ‘ófobos’ que ustedes puedan imaginar son abominables. Además, todos sabemos que los ataques registrados o denunciados son siempre una ínfima parte de los ataques reales que nunca llegan a manos de la justicia. Aun así, ¿por qué el sufrimiento de las mujeres siempre se observa como si fuera de segunda clase respecto a otros? Le vuelvo a robar una frase a Rosa Montero: “Que el indecible dolor de la mujer nunca sea una prioridad política internacional es una muestra del nivel de sexismo de Occidente”. Y Hollywood es, como el cine, un espejo de esa realidad.
Dos actrices (para más inri una francesa y otra británico-francesa), Julie Delpy y Charlotte Rampling, opinan sobre la ausencia de actores negros entre los candidatos al Oscar y son obligadas a retractarse y pedir disculpas. Un actor (blanco, británico) –Michael Caine- habla sobre el asunto y no tiene...
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Barbara Celis
Vive en Roma, donde trabaja como consultora en comunicación. Ha sido corresponsal freelance en Nueva York, Londres y Taipei para Ctxt, El Pais, El Confidencial y otros. Es directora del documental Surviving Amina. Ha recibido cuatro premios de periodismo.Su pasión es la cultura, su nueva batalla el cambio climático..
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