El Hacha
"¡Qué escándalo, aquí se juega!"
En apenas unas semanas el estado de bienestar del Atlético ha saltado por los aires. Y el personal atlético, tan fiel como conspiranoico, ha entrado en combustión
Rubén Uría 3/02/2016
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En apenas unas semanas, el estado de bienestar del Atlético, firme y rocoso, ha saltado por los aires. Y el personal atlético, tan fiel como conspiranoico, a caballo entre el derecho a ser diferente y la rebeldía por sentirse marginado, ha entrado en combustión. Del partido a partido, al sobresalto a sobresalto. El tema de La Peineta con Carmena (cambiar todo para que nada cambie), la sanción de la FIFA (que el club presentía y recibió con la sorpresa que provoca la visita de la suegra en domingo), la multa de diez kilos por haber roto el contrato con Mediapro (sonrojante para unos y prevista para otros), el caso Torres (debate de todo a cien, fuego cruzado que entrenador y futbolista han desactivado), las apreturas del calendario (con el silencio complaciente del club, que deja malparado a su entrenador) y de postre, tres partidos de sanción a Filipe Luis por su patada sobre Messi. Demasiado ruido.
No hace falta ser más canalla que las rayas de los colchones para saber que los aficionados del Atleti llevan toda la vida acostumbrados a aquello del verlas venir, dejarlas pasar y si te mean, decir que llueve. De ahí su recurso al pataleo. De ahí su aspiración a ser un equipo molesto. De ahí su sentimiento rebelde. De ahí su resistencia ante el ninguneo mediático. Y como ha sido cocinero antes que fraile, el abonado atlético rumia que algo huele a podrido en Dinamarca. Llámenlo persecución, conspiración, campaña, mano negra o simplemente, injusticia flagrante, con nocturnidad y alevosía. En la última semana uno ha podido escuchar argumentos, quejíos, llantinas e historias para no dormir: que si Simeone tenía razón y la Liga estaba preparada, que si los árbitros miran siempre en una misma dirección, que si Tebas quiere hundir al Atlético, que si no van a dejar al Atlético pelear la Liga, que si la roja a Godín fue exagerada, que si lo de Filipe se ha salido de madre porque el afectado era Messi y eso ha disparado la alarma social, que si Messi en su día dio una patada en la cara a Moyà y no pasó ni media y que si la abuela fuma un cigarro a las tres y también un rato después. Es el desahogo de quienes sospechan que, como en el caso de aquel concursante de Gran Hermano, alguien les pone siempre una pierna encima para que no levanten cabeza.
Como a uno le pagan por analizar y no por apasionarse, conviene encontrar respuestas a esta catarata de convulsiones. Primero, cabe decir que el Atlético ocupa una vicepresidencia de la LFP y en asuntos de calendario, calla y otorga porque, gracias al dinero que recibe por ello, le importa una higa perjudicar el interés deportivo de su propio equipo. Segundo, conviene contar que el tema Torres ha sido utilizado, de manera torticera y como caballo de Troya, como arma arrojadiza contra Simeone, que no baila el agua ni se casa con nadie. Tercero, basta levantar el teléfono un par de veces para desentrañar que el Atleti intuía, hace meses, que el club corría riesgo de ser sancionado por la FIFA, pese a que FIFA y ética conformen un oxímoron gigantesco. Cuarto, no está de más recordar que, en asuntos arbitrales, al Atlético jamás le tratarán como al Barcelona o al Madrid, al igual que a los rojiblancos tampoco les tratan con la misma desconsideración habitual que reciben Celta o Rayo Vallecano. Un clásico: la vida es así, no la he inventado yo. Quinto, se puede tratar de justificar y denunciar que las rojas a los atléticos en el Camp Nou fueron cosa del Villarato, incluso se puede poner como ejemplo una doble vara de medir, sacando del baúl de los recuerdos jugadas donde el perjudicado es colchonero y el beneficiado, su rival, o se puede afrontar que dos jugadores atléticos debieron pensar antes de meter el pie, porque arruinaron a su equipo. Y por último, se puede dar rienda suelta a la indignación por la sanción de Filipe y sostener que, alguien quiere mal al Atleti, o se puede contemplar que el criterio de los comités lleva años siendo desigual y que si el Atlético está más listo en su recurso que el Madrid con el de Cheryshev, habrá rebaja del castigo.
Uno lamenta, profundamente, que los aficionados del Atlético no puedan leer en este texto aquello que les agradaría, pero la realidad es la que es. A estas alturas de la película, sorprende que a muchos les sorprenda que, de vez en cuando, el cielo se desplome sobre la cabeza del Atlético. ¿La habitual tormenta de porquería, propia y ajena, en el Atlético? Menuda novedad, amigos. Bienvenidos al mundo real. Uno se imagina al Cholo cual capitán Renault en Casablanca, cerrando el café de Rick y a grito pelado: “¡Es un escándalo! ¡He descubierto que aquí dentro se juega!¡Aquí se juega!”. Pues eso. Ha subido la marea, como todos los años, como ha pasado toda la vida de Dios. Y los atléticos eligen cómo quieren perseguir sus sueños: buscando excusas o viviendo de realidades. Simeone desterró la palabra ‘imposible’ del diccionario atlético. Él enseñó que lo que no te mata, te hace más fuerte. Y que la vida, como el fútbol, consiste en sobreponerse a los golpes, a cualquier adversidad o fatalidad, sea social, política, deportiva o arbitraria, sea justa o injusta, porque si se trabaja y se cree, siempre se puede. Al fin y al cabo, ser del Atleti consiste en ser Rocky Balboa en la vida real: avanzar mientras se resisten los golpes. Así es como se gana.
En apenas unas semanas, el estado de bienestar del Atlético, firme y rocoso, ha saltado por los aires. Y el personal atlético, tan fiel como conspiranoico, a caballo entre el derecho a ser diferente y la rebeldía por sentirse marginado, ha entrado en combustión. Del partido a partido, al sobresalto a sobresalto....
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Rubén Uría
Periodista. Articulista de CTXT y Eurosport, colaborador en BeIN Sports y contertulio en TVE, Teledeporte y Canal 24 Horas. Autor de los libros 'Hombres que pudieron reinar' y 'Atlético: de muerto a campeón'. Su perfil en Twitter alcanza los 100.000 seguidores.
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