El Hacha
Imposible no existe, no es nada
'Imposible' es sólo una palabra que usan los hombres débiles para vivir fácilmente en el mundo que se les dio, sin atreverse a explorar el poder que tienen para cambiarlo
Rubén Uría 10/12/2015
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"Imposible" es sólo una palabra que usan los hombres débiles para vivir fácilmente en el mundo que se les dio, sin atreverse a explorar el poder que tienen para cambiarlo. "Imposible" no es un hecho, es una opinión. "Imposible" no es una declaración, es un reto. "Imposible" es potencial. "Imposible" es Temporal, "Imposible" no es nada.
Muhammad Ali
Si el esfuerzo es esa magia que transforma los sueños en realidad, Simeone ha conseguido que los sueños de los atléticos, por difíciles que pareciesen, se hayan hecho realidad. Estratega y motivador hasta la médula, enamorado de la camiseta que defiende, el argentino está liderando una de las historias de mayor pasión y dedicación de la historia contemporánea de nuestro fútbol. Para Simeone, como para Ali, imposible no es un hecho, es una opinión. Es sólo una palabra que usaron los atléticos débiles para vivir fácilmente en el mundo que se les dio, sin atreverse a explorar el poder y la fuerza que tenían para rebelarse y perseguir sus sueños hasta hacerlos realidad. Si uno quisiera repasar la lista de logros, éxitos y objetivos que Simeone ha brindado al Atlético, necesitaría una semana completa, con sus noches y sus días, y daría para escribir una enciclopedia completa. Sin embargo, la síntesis más universal de su vasto legado rojiblanco se cimenta en tres pilares fundamentales: una ética de trabajo dura como el diamante, una filosofía propia de juego y una metodología constante. Tres variantes que se han traducido en tres éxitos sin precedentes en la historia del Atlético: éxito deportivo (cinco títulos en cuatro años, habiendo ganado una Liga a dos equipos con 400 kilos más de presupuesto), éxito económico (al estar entre los mejor de Europa, el club cada día tiene más ingresos por taquillas, televisiones y patrocinios) y éxito social (los atléticos ahora no agachan la cabeza en la oficina, sino que pueden sacar pecho).
El Cholo, el milagro humano del Nuevo Testamento del Atlético, convenció a aficionados y jugadores de remar, unidos, hasta unirse como un solo hombre. Primero, inercia positiva: juntos y unidos, somos más fuertes. Segundo, humildad: partido a partido y respeto al rival. Y tercero, orgullo y pertenencia: camiseta y sudor. El resultado, una frase maravillosa, que quieran o no los detractores del Cholo --que cada día son más y, curioso, ahora se multiplican semana tras semana--, pasará a los anales de la historia, no por su originalidad, pero sí por su carga de profundidad: si se trabaja y se cree, se puede. El entrenador lidera y la gente le sigue. Los chicos trabajan duro y el Atleti, juegue bien o mal, casi siempre puede. Con Simeone como profeta y el cholismo como religión oficial, los atléticos viven días de vino y rosas. Apunten, amigos: tercer año consecutivo entre los 16 mejores de Europa, tercer año consecutivo en octavos de final de la Champions y siempre como primero de grupo. Añadan cinco títulos en cuatro años. Fácil de decir, difícil de hacer.
Y ahora, por un momento, queridos lectores y cabe suponer que, en su mayoría atléticos, hagan un esfuerzo: dejen su mente en blanco, olviden los párrafos anteriores y dejen volar su memoria. ¿Recuerdan que el Atlético estuvo dos años en Segunda? ¿Se acuerdan de que llegó a estar en puestos de descenso a Segunda B? ¿Y de aquella campañita de publicidad en la que se instaba a los atléticos a presumir de ser perdedores porque aquello era maravilloso? ¿Y de aquella racha de más de 14 años sin ganar ni un solo partido, ni amistoso ni oficial, al Real Madrid? ¿Y de aquella eliminación de la Copa del Rey ante un Segunda B? Para muchos, esas calamidades ahora pertenecen a la prehistoria. Sin embargo, aquella mediocridad no queda tan lejos. Aquello pasó, como quien dice, hace un suspiro. Apenas hace cuatro años de aquello. Hoy, con el equipo consolidado entre los grandes, con el viento a favor y con un puñado de jugadores revalorizados, conviene que los atléticos no sólo ponderen el liderazgo del Cholo. Conviene que no lo olviden nunca jamás, pase lo que pase. Que lo tengan presente. Que sepan valorar que, en aquellos días, cuando el muerto estaba intubado y en fase terminal, cuando sobre el cadáver del Atlético ya estaban echando tierra los que siempre le han despreciado y también los que siempre le han querido. Ahí, en ese instante, fue cuando llegó Simeone. Cuando el club estaba muerto. Él lo resucitó. Con toneladas de cariño y trabajo. Con pasión. Demostrando, como en su día Ali, que "imposible" es sólo una palabra que usan los hombres débiles para vivir fácilmente en el mundo que se les dio, sin atreverse a explorar el poder que tienen para cambiarlo.
Posdata: Hace 48 horas, nada más clasificarse para octavos de final, escuché a varios periodistas comentar que el Atlético tenía mérito, pero no tenía ninguna posibilidad de ganar esta Champions, porque era “imposible”. Entonces recordé que para Simeone y sus chicos, que no son los mejores del mundo pero pelean para serlo, no existe una meta más estimulante que esa. Hacer lo que otros les dicen que no pueden hacer. “Imposible” no existe. No es un hecho, es una opinión. Si se trabaja y se cree, se puede. Siempre se puede.
"Imposible" es sólo una palabra que usan los hombres débiles para vivir fácilmente en el mundo que se les dio, sin atreverse a explorar el poder que tienen para cambiarlo. "Imposible" no es un hecho, es una opinión. "Imposible" no es una declaración, es un reto. "Imposible" es potencial. "Imposible" es...
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Rubén Uría
Periodista. Articulista de CTXT y Eurosport, colaborador en BeIN Sports y contertulio en TVE, Teledeporte y Canal 24 Horas. Autor de los libros 'Hombres que pudieron reinar' y 'Atlético: de muerto a campeón'. Su perfil en Twitter alcanza los 100.000 seguidores.
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