Tribuna
Una negativa por respuesta
La pregunta planteada a la militancia es un insulto a la inteligencia. Se habla de acuerdos y pactos, pero ¿sobre qué pactos se pronunciará la militancia? ¿Por qué no se tiene el coraje de decir que con el que se ha pactado es Ciudadanos?
José Antonio Pérez Tapias 24/02/2016
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Ya conocemos la pregunta establecida por la dirección del PSOE para consultar a la militancia socialista sobre lo que se esperaba como política de pactos: "El PSOE ha alcanzado y propuesto acuerdos con distintas fuerzas políticas para apoyar la investidura de Pedro Sánchez a la presidencia del Gobierno. ¿Respaldas estos acuerdos para conformar un gobierno progresista y reformista?".
Dicha pregunta, tal como ha sido formulada, la he calificado en otros escritos de insulto a la inteligencia. La expresión puede resultar un tanto fuerte, pero más fuerte es el planteamiento de un interrogante que no responde a los mínimos requisitos formales que ha de presentar una fórmula apta como pregunta para ese referéndum interno que es la consulta a la militancia que Pedro Sánchez, como Secretario General, se comprometió solemnemente a hacer ante el Comité Federal del partido. Muchos valoramos positivamente tal promesa, y no sólo como vía para superar las presiones que de modo tan excesivo se hacían recaer sobre el Secretario General por parte de los llamados "barones" del partido --con Susana Díaz a la cabeza, como "baronesa" por excelencia--, sino como procedimiento que abría a la participación de la militancia una decisión tan importante, en un momento crucial, como la relativa a la política de pactos que había de seguirse.
La cuestión, sin embargo, es que la noble intención de esa propuesta se ve desmentida por la manera en que a la postre acaba llevándose a cabo. La pregunta citada es una pregunta genérica y abierta, inválida para decantar a través de las respuestas una determinada posición política de la militancia. Se habla de acuerdos y pactos en general, aludiendo al ya firmado y a los que hipotéticamente pudieran firmarse. ¿Sobre cuáles, en concreto, se pronuncia el votante socialista cuando se acerque a la urna? Por lo demás, si la pregunta se hace con el telón de fondo de un acuerdo ya firmado con Ciudadanos, ¿por qué no se ha hecho la consulta antes de que dicho acuerdo se ratificara por las dos partes? ¿Qué sentido tiene una consulta a posteriori, una vez que la firma por Pedro Sánchez y Albert Rivera, los respectivos líderes de las dos formaciones involucradas, ya ha sido escenificada con todo alarde ceremonial? Y, de todas formas, ¿por qué no se tiene el coraje político de mencionar en la misma formulación de la pregunta que el partido con el que se ha pactado, de hecho, es Ciudadanos? Todos estos interrogantes suponen más sombras aún sobre una pregunta tan genérica como ambigua de forma que las respuestas a la misma tanto sirven para una cosa como para la contraria. Alguien puede pensar que hasta para dar por bueno el que el PP, la derecha más a la derecha de lo que ya está Ciudadanos, se sumara al pacto de marras.
Críticas como las expuestas justifican, por tanto, que la fórmula ofrecida para la consulta a la militancia socialista se considere, efectivamente, un insulto a la inteligencia política. Ésta demandaba otro tipo de fórmula, clara, concisa, sin ambigüedades y sin que elementos del todo relevantes se hurtaran a la consideración de quien vaya a dar una respuesta. Pero si a los puntos señalados añadimos lo que puede decirse del acuerdo de hecho ya pactado entre PSOE y Ciudadanos, el cual se sitúa como objeto al que se refiere la pregunta de un modo tácito, nos encontramos con que las objeciones se multiplican. Todos somos conscientes de que un pacto político no puede recoger tal cuales todos los ingredientes programáticos de cada parte. Cualquier pacto resulta de la transacción política, de los acuerdos conseguidos abriéndose camino a través del largo camino de negociaciones que suelen ser prolijas y engorrosas. Pero dicho eso, lo determinante es que al final, el resultado, aun contemplando lo que se ha cedido, no desnaturalice el programa y, en definitiva, el proyecto propio.
Es sobre todo lo apuntado sobre lo que saltan fuertes interrogantes que hacen pensar que el PSOE ha aceptado puntos de calado en los que se trasluce el carácter neoliberal, por un lado, y centralista, por otro, de los planteamientos de Ciudadanos. ¿Por qué, si no, se ha debilitado el énfasis en la necesaria derogación de la reforma laboral o en devolver la "ley mordaza" allá de donde no debió haber salido? Igualmente, desde el "contrato estable y progresivo" --el contrato único reelaborado en nueva figura-- hasta el "complemento salarial garantizado", desde la puerta abierta al copago farmacéutico hasta la consideración de la empleabilidad como criterio de financiación de universidades públicas, los criterios neoliberales se hacen presente de manera especialmente acusada. Los planteamientos respecto a negociar reducción del déficit ante Bruselas son más que suaves, a lo cual se suma que nada se dice de articular exigencias insoslayables ante los procedimientos no democráticos con los que se trata todo lo relativo al TTIP y al TISA.
Poco se dice ante una UE en crisis o ante la gravedad de la cuestión migratoria, situada en un punto trágico con el éxodo de los refugiados. Y en cuanto a reformas constitucionales, aparte de cuestiones sobre las que hay consenso por su importancia y urgencia, respecto a otras se hace un planteamiento más que chocante, como es el caso de lo relativo a la supresión de las diputaciones provinciales. Si es verdad que cabe acometer racionalmente tal problemática, dado que las diputaciones son invento que respondió en su origen a una visión centralista del Estado, lo que no tiene sentido es presentar el asunto como objeto de precipitada reforma exprés y al margen de una reforma federal en serio del Estado de las Autonomías. Respecto a esto último, ni por asomo aparece nada de reconocimiento, por ejemplo, de Cataluña como nación, algo insoslayable para dar solución a la grave crisis institucional del Estado español. No es Ciudadanos el mejor aliado para afrontar tal crisis. Al contrario.
Las razones expuestas, dejando a salvo muchos puntos positivos del "Acuerdo para un gobierno reformista y progresista", dan motivos para pensar que lo que procede, ciertamente, es decir "no" en la consulta que se va a realizar. Las objeciones no son sobre asuntos menores; es más, dan pie a considerar que el acuerdo sobre el que hablamos responde a un desplazamiento hacia la derecha a través del cual ésta en gran medida define el terreno sobre el que se sitúa la partida. De ahí la percepción social de todo ello, recordando aquellos lúcidos análisis de Lakoff sobre comunicación política, de los que algunos fueron tan entusiastas y hoy parecen haber olvidado.
Cabe decir más, sin embargo, y es lo que toca a modos, modales y procedimientos. La forma en que se ha gestado el pacto entre PSOE y Ciudadanos, que deja bastante que desear en lo que se refiere a la prometida transparencia, no ha llevado a que se gane en credibilidad. Más bien al contrario. Ir avanzando en negociaciones a fondo a la vez que se quería aparentar que igualmente se iba a negociar en serio con los tres partidos de la izquierda -Podemos, IU y Compromís-, cuando se ha comprobado que no ha sido así, ha supuesto un fuerte deterioro de imagen pública. El PSOE ha dejado claro lo que todo el mundo sospechaba desde el principio: estaba vetado un acuerdo con Podemos --y sabido es que Pablo Iglesias, su líder, no puso las cosas fáciles, pero el veto de fondo tampoco dependía exactamente de los epifenómenos de las sobreactuaciones mediáticas--. A su vez, la apuesta era y es por pacto de investidura de Pedro Sánchez, no por un gobierno de coalición de izquierda. Y tal apuesta, de la cual no cabe levantar el pronóstico de que no es viable sin abstención del PP --no queremos pensar que con apoyo del PP gracias a la interesada mediación de Ciudadanos por la derecha--, en tanto que su probabilidad es difícil de sostener, no deja de verse como parte de preparativos para las elecciones anticipadas que a continuación pueden convocarse, de no haber tal investidura.
Pero esta bajada del telón de una serie de escenificaciones en torno a un mal guión no deja al público con el convencimiento de que se ha querido transitar por la izquierda para levantar la alternativa que necesitamos a las políticas neoliberales y a los excesos autoritarios que venimos soportando. Por ello, mi conclusión, tras haber apoyado a Pedro Sánchez como Secretario General para que intentara un pacto de izquierda sobre el que sostener dignamente su candidatura a la presidencia del Gobierno de España, es que la pregunta que se me expone para que como militante me pronuncie merece, por las razones aquí desgranadas, una negativa por respuesta. Espero que este "no" sea grano de arena de una playa sobre la que pueda arribar un verdadero pacto de izquierda para el ansiado "gobierno de cambio".
Ya conocemos la pregunta establecida por la dirección del PSOE para consultar a la militancia socialista sobre lo que se esperaba como política de pactos: "El PSOE ha alcanzado y propuesto acuerdos con distintas fuerzas políticas para apoyar la investidura de Pedro Sánchez a la presidencia del Gobierno....
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José Antonio Pérez Tapias
Es catedrático en la Facultad de Filosofía de la Universidad de Granada. Es autor de 'Invitación al federalismo. España y las razones para un Estado plurinacional'(Madrid, Trotta, 2013).
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