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Otra vez ese día: 8 de marzo, día de la Mujer. Quizá usted es una persona feminista y ha llegado hasta aquí enfurecida por el título. O una persona machista que viene a buscar motivos para reforzar su opinión, en el fondo todos lo hacemos un poco. Aunque seguramente tenga mucha suerte y mi hipótesis anterior sea falsa, pues nadie es machista en esta sociedad. Nadie. Por eso es tan necesaria la muletilla de “yo no soy machista” para esquivar los ataques de feministas exageradas.
Está claro que no hay machistas. Además, últimamente está muy difícil lo de ser machista: es machista quien pega, insulta, viola y finalmente mata a su mujer. Ahí estamos ante un claro caso de machismo. Si no se ha hecho nada de eso, no se es machista. Así de fácil. Aunque eso entra en clara contradicción con lo siguiente: el machismo es la ideología más transversal que existe. Olvídense de “no existe derecha ni izquierda” o jergas de politólogos: no hay nada más diverso que el machismo. Todo es siempre más urgente que la lucha de las mujeres, todo queda siempre por delante del feminismo. El bienestar del planeta (machismo ecologista), la lucha de clases (machismo marxista), la lucha contra el paro, las drogas, las enfermedades e incluso el bienestar de las otras mujeres del mundo que están peor (machismo pseudofeminista humanitario). Casualmente el machismo supera todas las barreras ideológicas, económicas y sociales. El machismo es tan democrático que no hace distinciones de género: ni siquiera es necesario ser un hombre para formar parte del club.
Mueren decenas de mujeres al año en España. Pero solo son machistas los maltratadores, una especie de aislados sociales que han experimentado una conducta violenta por motivos aún desconocidos. Todos eran hombres, pero eso no significa que haya machismo. Sería bueno que los científicos – probablemente hombres- estudiaran estos casos tan aislados e inexplicables. Las mujeres cobran menos y trabajan más, pero eso no es lo más importante. Piensen en esos intelectuales, en los líderes espirituales de la sociedad. Sus discursos filosóficos, inteligentes e inspiradores seguramente tienen en común un arma secreta: en casa tienen todo el tiempo libre del mundo para leer. Lavar calzoncillos y las cosas mundanas son para los demás, habitualmente mujeres: cualquier progreso laboral que tengamos los hombres tiene casi siempre detrás a una mujer trabajando gratis en casa. Pero nadie es machista.
Es fascinante el uso de las palabras y cómo pueden adaptar la realidad a su antojo. Es el Día de la Mujer y todos estamos celebrando. ¿Quién está en contra de la mujer? Nadie. Yo estoy a favor de las mujeres. Las mujeres están a favor de las mujeres. Bertín Osborne está a favor de las mujeres. Pero la trampa seguramente esté ahí, en ese concepto de celebración neutra.
Si hiciéramos un congreso contra la pobreza en una universidad, muchas personas irían a manifestar su opinión. Entre los patrocinadores tendríamos seguramente a los grandes bancos y multinacionales del país. Asistirían economistas de renombre, hablarían periodistas, artistas y gente famosa. Puede que incluso invitaran a algún pobre para hacer el evento más auténtico. Y a algún negro, por aquello de la multiculturalidad. Todos contra la pobreza. Pero supongamos ahora que el congreso fuera sobre la explotación laboral. Ni un alma aparecería por allí, ni siquiera los propios explotados, que no querrían reconocerse como tales. La expresión genera una dicotomía clara: para que haya explotados tiene que haber explotadores: hay un conflicto. Nos quedaríamos sin patrocinadores y el evento sería un fracaso. Y todos seguiríamos sin reflexionar sobre el tema, pero igual de explotados.
El día de la Mujer es apto para todos; el día de la Mujer Trabajadora no. Suprimir esa palabra no es casual. Recordar las miles de mujeres que murieron por exigir mejoras laborales no es cool, la ideología divide: celebremos simplemente que la mujer es mujer, felicitemos a nuestro entorno y que siga la fiesta. Imaginen “el día del Siervo” en plena Edad Media en el que todos los siervos se felicitaran entre ellos. Los señores feudales pasarían por el campo sonriendo por un día, se vestirían del color que representase a los siervos (el rosa, por ejemplo) aunque nadie les hubiera preguntado cuál era su color favorito. Y todos acabarían celebrando una charla enternecedora de los siervos de horas y horas de duración. Al fin y al cabo, sería su día gloria. Al día siguiente, todos volverían a su mundo. Los siervos a trabajar y los señores a vivir.
El día de la mujer es un día de significado recortado y de felicitación absurda. Felicidades a todas las mujeres. ¿Felicidades? ¿Por qué motivo? Cuando te matan por ser lo que eres o te exigen que te cases y tengas hijos antes de los 30 para no ser una fracasada; cuando el que planifica tu vida familiar es tu jefe (qué modernidad la de Apple y Facebook, oigan), cobras menos por no tener pene o eres la última a acceder a los trabajos y la primera en perderlos, puede que haya que decir otra cosa. O quizá, simplemente, tengamos que callarnos de una vez. O escuchar.
Tan vacío de significado está este día que hay quien lo celebra regalando bragas y ropa interior. Hay día de la Mujer como hay San Valentín, día del Padre, día de la Madre y así hasta el infinito, en perpetua celebración de la nada. Tan desmontado está el día de la Mujer que hay quien se pregunta por qué motivo no hay “día del hombre” y considera eso una discriminación. Es probable que esa persona –normalmente un hombre- se pase el día criticando las denuncias falsas (0,0005% de las denuncias), los asesinatos de hombres (muchas veces a manos de otros hombres, pero qué más da) o la ideología que quiere poner a la mujer por encima del hombre. Si combatiera el machismo con la misma rabia que se dirige a ese feminismo inexistente, quizá ganaríamos la batalla antes. Pero él, por supuesto, tampoco es ningún machista. Que siga la fiesta. Felicidades a los ganadores.
Otra vez ese día: 8 de marzo, día de la Mujer. Quizá usted es una persona feminista y ha llegado hasta aquí enfurecida por el título. O una persona machista que viene a buscar motivos para reforzar su opinión, en el fondo todos lo hacemos un poco. Aunque seguramente tenga...
Autor >
Jaume Portell Caño
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