Larry Siems / Editor de ‘Diario de Guantánamo’
"La tortura deshumaniza tanto al torturador como al torturado"
Álvaro Guzmán Bastida Nueva York , 9/04/2016
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Larry Siems ha pasado su vida dando voz a aquellos que el poder intenta callar. Su primer libro fue una colección de cartas de inmigrantes mexicanos sin papeles a sus familiares. El segundo, The Torture Report, contextualizó y humanizó las 140.000 páginas de documentos del Gobierno sobre abusos por parte de fuerzas estadounidenses a prisioneros después del 11S. Esta vez ha ido más allá, editando el manuscrito de uno de estos prisioneros, el mauritano Mohamedou Ould Slahi, detenido sin cargos desde hace 14 años, que escribió Diario de Guantánamo (Capitán Swing, 2016) desde su celda. En él relata una historia de tortura, redención, abuso y compasión
¿Cómo acabó Mohamedou Ould Slahi en Guantánamo?
Los servicios de inteligencia de Estados Unidos sabían de él desde antes del 11 de Septiembre. Le habían interrogado a principios de 2000 porque un hombre que iba a la mezquita en Montreal con él fue arrestado cuando intentaba entrar en EE.UU. con explosivos. Antes de eso vivió en Alemania, y fue a Afganistán entre 1991 y 1992 para unirse a Al Qaeda y luchar contra los comunistas que apoyaban el Gobierno de allí. Cuando la guerra civil terminó, dejó Al Qaeda, pero seguía teniendo amigos de esos tiempos que vivían en Alemania. Sobre todo, tenía un primo segundo que también era su cuñado, un poeta y clérigo que se quedó en Afganistán, y entró a formar parte del consejo espiritual de Bin Laden. Creo que nosotros [los americanos] le cogimos en un momento de desesperación después del 11 de Septiembre, porque no sabíamos mucho sobre nada. Cogimos a todos los sospechosos habituales, con la esperanza de que él supiera algo.
¿Qué pasó después?
Le enviaron a Jordania, en secreto. Los jordanos le torturaron, le tuvieron escondido, incluso durante las visitas de la Cruz Roja lo escondían en el sótano. Pero concluyeron que era inocente, y le iban a devolver a su país. Llegados a ese punto EE.UU. no podía enviarle de vuelta a Mauritania porque nadie sabía que estábamos mandando a gente a Jordania, así que hubiera resultado embarazoso. Entonces los militares le llevaron a Guantánamo.
¿Mohamedou pensó que le iría mejor en Guantánamo, no?
Sí, pero él llegó a Guantánamo justo cuando empezó la batalla entre el FBI y Donald Rumsfeld, que quería tener a los “chicos listos” –la CIA-- que ya estaban pegando a la gente en los centros clandestinos de detención que tenía la Agencia.
Cogieron a Mohamedou, del que no pudieron encontrar nada, y pensaron ‘este debe ser un tipo muy malo, así que vamos a romperle y lo probamos’. Se convirtió en una especie de proyección de la paranoia americana. Hay una escena increíble donde le dicen ‘tú eres el número uno de la lista’ y él pregunta ‘¿De qué lista hablan?’ y le contestan ‘Eres árabe, hablas un montón de idiomas, estudiaste una carrera técnica, viviste en Europa durante mucho tiempo…’ y él pregunta ‘¿Y qué?’. Esto es solo el currículum de un inmigrante con éxito, pero si lo ves con otros ojos también puede resultar el peor retrato de un yihadista.
Algunos podrían argumentar que se relacionó con la gente equivocada y que tiene un incentivo para decir que fue torturado. ¿Por qué debería creerle la gente?
Hay documentación muy extensa, que incluye dos grandes informes del Gobierno estadounidense que describen el plan de sus interrogatorios, el memorándum para el informe que se quedaron sus interrogadores. Mohamedou describe cosas que cualquiera podría ir a consultar en los documentos y encontrar todo descrito prácticamente de la misma manera. O sea, que la escena donde Mr. X le lleva a una habitación, le encadena, y pone la canción Let the bodies hit the floor, se recoge exactamente así en el informe de sus interrogadores. No hay nada que no sea verificable. Es más, él es bastante suave y no exagera su historia. Él afirma‘yo digo la verdad, y si la gente no me cree, que me dejen ir a juicio para convencerles. Dejadme llamar testigos’.
Habla del Proyecto de Interrogatorios Especiales (Special Interrogations Project) que se hizo específicamente para él. ¿Cuánto tiempo tardaron en diseñarlo?
Alrededor de cinco meses. El plan original era meterle en un helicóptero, llevarle al Caribe y amenazarle con tirarle, pero decidieron no hacerlo, porque el general Miller, que dirigía Guantánamo, pensó que se podría enterar demasiada gente. Lo corrigieron varias veces hasta que Rumsfeld lo firmó.
¿En qué consistía el proyecto?
Va desde mayo de 2003 a principios de 2004. Empiezan por aislarle, luego le desplazan de un sitio a otro y nunca sabe si es de día o de noche --solo a través del inodoro en su celda--. Después le privan del sueño, le interrogan, hasta tres veces al día. Le encadenan en posiciones de tensión, donde se le fuerza a quedarse de pie encorvado, con las muñecas esposadas en la espalda durante horas. Le encierran en habitaciones heladas, con poca o ninguna ropa, mojándole con agua, dejándole prácticamente hipotérmico; obligándole a oír heavy metal y usando luces estroboscópicas --para perturbar sus sentidos--. En la celda le hacen escuchar el himno nacional a un volumen capaz de perforar el tímpano mientras le muestran fotos de partes de cuerpos de los atentados del 11 de Septiembre. Ya sabe, cosas horrendas. Luego hay guardias mujeres que le acosan sexualmente, y, para remate, una carta falsa y el montaje del secuestro.
¿Cómo fue este montaje?
Se lo llevaron al Caribe, con un interrogador jordano y otro egipcio que trabajaban para Estados Unidos. Le pegaron y le confinaron a una celda de aislamiento, y después, cuando su estado físico era calamitoso, le privaron de sueño y le empujaron contra los barrotes para despertarle. Cuando estaba despierto le hicieron beber agua para que tuviese que orinar todo el tiempo y no pudiese dormir, y entonces él acabó quebrándose.
¿Para qué sirvió la tortura?
Uno simplemente pierde las fuerzas de luchar. Te dicen todo el día que puedes pararlo todo si les cuentas la verdad. Y como él relata, si pasas por esto durante dos o tres años, te haces una idea de las cosas que quieren oír. Así que empiezas a hablar.
¿Qué querían oír?
Esencialmente testimonios sobre otra gente. Una de las cosas más vergonzosas de Guantánamo es que en vez de liberar a los que saben que no deberían estar ahí, usan a los prisioneros para montar casos contra otros, solo para mantenerles encerrados. Y eso es lo que estaban haciendo con Mohamedou.
En la introducción del libro cuenta que, casi desde el principio, quienes le retienen se dan cuenta de que no tienen nada contra él. ¿Cómo de pronto lo supieron?
En el momento en el que entró en Guantánamo probablemente sabían que no tenía nada que ver con el plan de 2000. Un mes después, capturan a Ramzi bin al-Shibh, conectado al 11 de Septiembre, y resultó que él y Mohamedou se habían conocido. Bin al-Shibh se había quedado una noche con Mohamedou en Alemania. Ese fue el pistoletazo de salida que les hizo pensar ‘A lo mejor este tío está relacionado en algo, con los secuestradores...”. Desde el momento en el que se le reconoce el habeas corpus en 2010, Estados Unidos admite que Mohamedou no sabía nada sobre los atentados.
Es decir, que no se le acusa de nada y el juez decide ponerle en libertad. Sin embargo, la Administración de Obama apela para que siga detenido. ¿Cuál es su estatus en este momento?
Tiene una vista el 2 de junio en la que podría decidirse su liberación. Creo que es posible que vuelva a casa a finales de este año.
¿Cómo ha sido trabajar con un escritor al que nunca ha conocido personalmente?
Es muy raro. Trabajé para la organización de escritores PEN durante muchos años, dirigiendo un programa que defiende a escritores que están en prisión en diferentes países, por lo que he visto muchos manuscritos de cárceles. En primer lugar, ninguno de esos casos tenía el calibre ni la sustancia literaria de este; no te enganchaba igual. Pero también porque la censura fue obra de mi propio gobierno, fue un gran reto.
¿Por qué?
Toda mi vida he luchado por los derechos humanos, protestando y desafiando las violaciones de la libertad de expresión en otros países. En este caso tuve que enfrentarme con mi propio Gobierno. Tenía un manuscrito que estaba censurado en su mayoría, y un autor, incapaz de hablar por sí mismo; estaba encerrado y completamente incomunicado. Esa situación acentuó el sentido de la responsabilidad del autor y confirió al manuscrito un significado muy importante.
La mayoría de los defensores de los derechos humanos trabajan con otros países además del suyo propio. ¿Qué revela esto acerca del estado de su gobierno o su nación?
Este es uno de los mayores desafíos con los que me he topado en mi vida. Mi trabajo se ha centrado en el extranjero y muchas veces he criticado a otros gobiernos. Después del 11S hubo una sucesión de hechos que hicieron imposible llevar a cabo mi trabajo sin hipocresía. Dos meses después de los atentados protestábamos por las detenciones arbitrarias de periodistas en Eritrea, y enseguida el Gobierno eritreo señalaba a Estados Unidos. Entendimos de inmediato que teníamos que mirar hacia dentro.
¿Cómo consiguió el manuscrito?
Sabía que había un manuscrito porque Mohamedou lo había mencionado en la vista de 2004, y sabía que estaba desclasificado. Sus abogados me dieron un CD-ROM con un documento de PDF y me fui a casa. Lo imprimí, me senté en el sofá y me pasé toda la noche leyéndolo, no me lo podía creer. Puedes leer sobre técnicas de interrogatorios, puedes leer sobre privación del sueño, puedes tener un debate sobre si ‘esto es tortura o no’, pero tener a alguien que te cuente cómo se siente escribiendo desde dentro de Guantánamo tiene un valor impresionante.
¿Es este el mayor valor del libro?
Sin duda. Te transporta de una manera intensa a la celda de un detenido no solo de Guantánamo sino también de cualquier otra prisión de alta seguridad de otros países. Y hace lo que toda buena literatura: revelar que estos sitios son muy humanos, no solo sitios oscuros sino también sitios de resistencia, coraje, empatía, respeto, y perdón. Cuando censuras una historia y quitas el lado humano de la primera persona, no te trasmite de verdad todo el horror, y tampoco te muestra la complejidad de la experiencia dentro de esa situación, donde todos intentan preservar una cierta humanidad.
Incluidos los captores…
Sí. Ellos luchan constantemente con su conciencia y con una confusión moral. Como cuando un guardia dice ‘Sé que puedo ir al infierno por lo que te acabo de hacer’ o una guardia mujer que le ataca sexualmente dice ‘¿Odias mi país?’ y él dice ‘No odio a nadie’ y ella ‘Yo en tu lugar lo odiaría’. Esta es una de las caras de la tortura: deshumaniza tanto al torturador como al torturado. Una de las cosas que refleja el libro es precisamente esa lucha de los prisioneros y de los hombres y mujeres que trabajan como guardias, y que intentan preservar la humanidad en esa situación.
En el libro hay más de 2.600 partes censuradas. ¿Qué papel juega la censura en la guerra contra el terrorismo?
Al principio servía para dar vía libre a los abusos. Había que sacar a la gente de los espacios legales de detención y eso permitía secuestrarles, hacerles desaparecer, ocultárselo a sus familias para que no pudieran contar la historia. La censura permitió crear espacios secretos donde se podía abusar de la gente, y eso es Guantánamo, un lugar donde puedes privar a las personas de la protección de la Convención de Ginebra. Permitía crear los Black Sites de la CIA, centros clandestinos de detención. A partir de 2004 la censura se usa para controlar información y para prevenir la rendición de cuentas. Si uno entiende la tortura como una deshumanización, es esencial que los torturados no tengan una faceta humana.
¿Por qué sigue Mohamedou en Guantánamo?
Creo que es porque él es un comunicador muy eficaz, y si le hubiesen liberado en 2005 o 2006, cuando escribió el libro… Mira sus fotos, mira lo gracioso que es, lo bien que habla inglés, habría estado en la CNN todo el rato, diciendo ‘Esto es lo que está pasando’.
Dice que no entiende por qué Mohamedou lleva todo este tiempo detenido. ¿Su historia demuestra algo que va más allá de la guerra contra el terrorismo después del 11 de Septiembre en Estados Unidos?
Hay gente que me pregunta sobre Guantánamo y cuestiones políticas. Yo lo miro por el otro lado del telescopio. Para mí es una cuestión de justicia. ¿Se trata a todo el mundo como merece? Es imposible leer la historia de Mohamedou y no entender cómo de injusto es tratar a alguien de esa manera, con una detención sin fin, sin ninguna oportunidad de defenderse en un juicio. No hay nada justo en este proceso. No deberíamos estar preguntándonos por qué este hombre sigue en Guantánamo. Es intolerable. Mohamedou ha estado encarcelado durante 14 años, debería haber una respuesta para esa pregunta. Y si no la hay, es que ésta no corresponde a la concepción de justicia de nadie –ni la mía, ni la tuya, ni la de tu familia… ni la de nadie--. Es así de simple.
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Traducción de Adriana M. Andrade.
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Larry Siems ha pasado su vida dando voz a aquellos que el poder intenta callar. Su primer libro fue una colección de cartas de inmigrantes mexicanos sin papeles a sus familiares. El segundo, The Torture Report, contextualizó y humanizó las 140.000...
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Álvaro Guzmán Bastida
Nacido en Pamplona en plenos Sanfermines, ha vivido en Barcelona, Londres, Misuri, Carolina del Norte, Macondo, Buenos Aires y, ahora, Nueva York. Dicen que estudió dos másteres, de Periodismo y Política, en Columbia, que trabajó en Al Jazeera, y que tiene los pies planos. Escribe sobre política, economía, cultura y movimientos sociales, pero en realidad, solo le importa el resultado de Osasuna el domingo.
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