ESCRITO A CIEGAS
Hablaba el mudo
José Luis Merino 19/04/2016
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Entrevisté al mimo francés Marcel Marceau (1923-2007) en el escenario del teatro londinense donde diez horas después iba a actuar. Hablaba el mimo que no utilizaba en escena palabra alguna (mi hija Teresa, de once años, ejercía de traductora). Su lenguaje llevaba dentro un caudal de suave poesía. Las palabras parecían moverse como gestos en el aire.
Inicié nuestro encuentro, preguntándole si el movimiento del cuerpo es música que suena sin que la oigamos. Y contestó que para él la llamada música interior es la suma de espiritualidad y de un halo poético, añadiendo: “Es el cuerpo el que forma ese clima, para crear una resonancia nueva en el espacio”.
Mientras hablaba, sus manos parecían aleteos de palomas. En referencia al amor como principio que hace posible la magia, su respuesta fue contundente: “Sin el amor, el ser humano no puede sentir la necesidad de crear. La base de la creación parte del amor, de la necesidad de amar, de compartir, de comunicar, y es por el amor que hemos creado el teatro. Nada es concebible en el mundo sin el amor, que es verdaderamente el comienzo de la razón”.
Nuestra larga conversación finalizó con estas dos ideas: “En el gesto hay la misma intensidad poética y simbólica que en el poema. La percepción del gesto puede dar un lirismo parecido a la música o a la resonancia del verso” / “El camino más corto que separa el sueño de la realidad es el arte”.
Entrevisté al mimo francés Marcel Marceau (1923-2007) en el escenario del teatro londinense donde diez horas después iba a actuar. Hablaba el mimo que no utilizaba en escena palabra alguna (mi hija Teresa, de once años, ejercía de traductora). Su lenguaje llevaba dentro un caudal de suave poesía....
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José Luis Merino
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