ANÁLISIS
Nuit Debout, la periferia aún está demasiado lejos del centro
El gran desafío del movimiento francés nacido al calor de las protestas contra la reforma laboral es cómo lograr extender la movilización a los barrios
Amanda Andrades 20/04/2016
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No hay asamblea en la que no se oigan voces que plantean la cuestión, la necesidad de dar el salto. Es el gran desafío que planea sobre la Nuit Debout, el movimiento que desde hace ya 20 días ocupa todas las tardes la plaza de la République: cómo lograr que dure y, sobre todo, que se extienda más allá de este céntrico y simbólico espacio parisino. “La convergencia con las luchas de los barrios de los suburbios es sin duda la más importante estratégicamente y la más difícil de realizar. El día en que se haga esta unión, será irresistible. Ningún gobierno resistirá a ella”, afirma, por correo electrónico, Frédéric Lordon, el filósofo y economista que se ha convertido en el intelectual de referencia de muchos de los manifestantes y cuya presencia es habitual en la plaza y en los debates e iniciativas organizados por los estudiantes universitarios.
Para llegar hasta esa meta aún queda, sin embargo, mucho camino por recorrer. “Hay que tener la lucidez para reconocer que no está aún a nuestro alcance y que se trata de un largo trabajo político”, admite el integrante del colectivo Les économistes atterrés.
Una parte de la opinión publicada francesa, sobre todo conservadora, se ha contentado con explicar la Nuit Debout como un movimiento bobó (palabro originado de la contracción de los términos bourgeois y bohème ), integrado por jóvenes estudiantes blancos de clase media sin nada mejor que hacer que protestar.
Una mirada rápida a République confirma que la gran mayoría de los participantes en la Nuit Debout tiene la tez pálida. Cuando se escuchan sus intervenciones, se hace evidente que muchos poseen además un alto capital formativo. Lo que puede ponerse en entredicho es su posición económica. Al menos, la que les espera en un futuro. “El perfil de la gente que ves son chicos de clase media, supercualificados, que descubren que les espera el paro o están ya sin trabajo y a partir de ahí toman conciencia política”, describe Annie desde su larga experiencia militante en el movimiento por la vivienda. A sus 69 años, esta fundadora de la asociación Droit au Logement (DAL) está convencida de que esta pauperización a la que se enfrentan permitirá la convergencia con aquellos que saben desde hace mucho lo que es la pobreza. “Ahora que están perdiendo sus privilegios son posibles las alianzas”, defiende delante del tenderete de su organización.
Un diagnóstico compartido, sólo en parte, por Houria Bouteldja, fundadora y portavoz del Parti des Indigènes de la République (PIR), un espacio dedicado a la “lucha contra las desigualdades raciales que confinan a los negros, los árabes y los musulmanes a un estado similar al de los nativos en las antiguas colonias”. Para Bouteldja, Nuit Debout es un “movimiento de clases medias blancas que se movilizan contra su desclasamiento”. Un movimiento “interesante”, que ella espera que se “radicalice” para tomar en cuenta las reivindicaciones de los barrios populares. Por el momento, el PIR sólo observa, pero no participa.
Preguntada por la voluntad de extenderse a los barrios, la polémica autora de Les Blancs, les Juifs et nous. Vers une politique de l’amour révolutionnaire, no duda de que la misma exista, pero ve difícil por ahora la convergencia. “El motor de la movilización es la Ley de Trabajo. No es el racismo, ni el Estado de emergencia o las violencias policiales”, advierte para recordar que desde noviembre se han producido 3.000 allanamientos policiales en el marco de la lucha antiterrorista.
Uno de los problemas de los barrios, recurrente en casi todos los discursos de aquellos que abogan por lograr que el movimiento se implante en estos, es precisamente el de la violencia racista de las fuerzas de seguridad, ejemplificada en los controles policiales por rasgos faciales. Un estudio del Centro Nacional de Investigación Científica de 2009 mostraba ya la gravedad de esta práctica: un negro y un árabe tenían respectivamente 6,2 y 7,7 veces más posibilidades de sufrir un control que un blanco. Acabar con esto fue una de las 60 promesas electorales de Hollande en la primavera de 2012. En el verano Manuel Valls, entonces ministro del Interior, ya la había abandonado.
“Una de las primeras cosas que debemos hacer es manifestar sistemáticamente nuestra solidaridad cuando en los barrios hay víctimas del arbitrio y de la violencia estatal. Y después, a partir de esto, veremos lo que conseguimos construir”, responde Lordon cuando se le pregunta por las estrategias para llegar hasta los suburbios.
Para Thomas, de 32 años y residente en los suburbios, es necesario que Nuit Debout comience por hacer una autocrítica ante la falta de solidaridad con los barrios cuando éstos se levantaron en 2005, tras la muerte de dos adolescentes electrocutados al resguardarse en una estación eléctrica cuando huían de un control policial. “Estuvieron solos. No hubo ningún tipo apoyo desde el cuerpo social de la izquierda”, recuerda este urbanista mientras reparte en République ejemplares en papel de la revista colectiva de creación política Ballast.
Aunque quizás sea el más llamativo, el racismo y la violencia estatal no son los únicos problemas a los que se enfrentan los habitantes de los barrios populares. La pobreza y el paro están muy presentes. En 2012, el porcentaje de personas que vivían por debajo del umbral de la pobreza (987 euros mensuales) en las “zonas urbanas sensibles” era del 38,4%, una tasa 3,1 veces superior al resto del territorio (12,2%). Son datos del último estudio publicado por el Observatorio nacional de las zonas urbanas sensibles (ONZUS), en 2014. Según el mismo, 4,4 millones de personas vivían en estos sectores desfavorecidos. “Ha habido una pauperización masiva de los barrios. En los últimos años ha aumentado el número de familias que no pueden pagar el alquiler”, cuenta la fundadora del DAL, para quien esta problemática podría ser uno de los ejes de lucha concreta si consigue visibilizarse como una cuestión colectiva. “Hasta ahora predomina el sentimiento de vergüenza, la culpabilidad por no ser capaz de hacer frente al pago”.
El paro, y el sentimiento de no valer para nada que suele acompañarle, es también moneda común. En 2013, el 23,2% de los residentes de estas zonas sensibles, de entre 15 y 64 años, estaba sin trabajo. Fuera de los barrios, la tasa era del 9,3%. Mayor distancia aún existe entre unos y otros si se analiza el desempleo juvenil: 42,1% frente al 22,6%.
Otra cuestión que aparece en el diagnóstico de los barrios es la falta de un tejido asociativo fuerte y autónomo. “La estrategia del Estado ha sido la de poner en marcha un sistema controlable, en el que la gente no cree”, asegura Annie. Coincide con ella Bouteldja, quien llega a afirmar que el Estado tiene desde hace tiempo “la voluntad” de impedir la organización política en los suburbios. El método elegido, para ambas, han sido el control de las asociaciones mediante la financiación. “Si las organizaciones levantan la cabeza y reivindican de más, se acaban las subvenciones”, subraya la integrante del DAL. La portavoz del PIR señala también el clientelismo e incluso el uso de las mezquitas como forma de apaciguamiento de los conflictos sociales.
Este desierto político no siempre fue tan yermo. En los años noventa, “los suburbios vieron nacer el comienzo de una estructuración política, especialmente con el Mouvement Immigration Banlieue, pero se desvaneció”, explica Lordon, para quien hubo una oportunidad de politización “colectivamente perdida”: los “levantamientos” de 2005. Según el filósofo, a pesar de que los medios de comunicación los redujeron a unos meros disturbios, se trató claramente de un levantamiento de carácter político. “En ellos se manifestó una energía considerable a la que habría que haber dado unas salidas más explícitamente políticas”, lamenta. “Esa energía sigue presente, cómo podría haber desaparecido, pero ha sido captada por otras propuestas, especialmente religiosas.”
Las miles de personas presentes en la asamblea de la noche del 7 de abril vibraron con las palabras de Almamy Kanouté, el responsable del movimiento político Emergence y candidato de esta iniciativa en las elecciones regionales de 2010 en Île-de-France: “Si logramos hacer la fusión entre los parisinos y los habitantes de los suburbios, entonces las élites tendrán miedo”. En estos 20 días se han realizado asambleas en distintas localidades de los suburbios parisinos como VilleJuif, Saint-Denis, Creteil, Montreuil o Ivry sur Seine. Por el momento, la mayoría de ellas se han celebrado en plazas céntricas y han acudido, sobre todo, militantes, profesores, jóvenes estudiantes politizados, padres y madres preocupados por el deterioro de la educación pública, comunistas, ecologistas, etcétera. El centro de la periferia. Las élites aún pueden respirar tranquilas.
No hay asamblea en la que no se oigan voces que plantean la cuestión, la necesidad de dar el salto. Es el gran desafío que planea sobre la Nuit Debout, el movimiento que desde hace ya 20 días ocupa todas las tardes la plaza de la République: cómo lograr que dure y, sobre todo, que se extienda más allá...
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Amanda Andrades
De Lebrija. Estudió periodismo, pero trabajó durante 10 años en cooperación internacional. En 2013 retomó su vocación inicial. Ha publicado el libro de relatos 'La mujer que quiso saltar una valla de seis metros' (Cear Euskadi, 2020), basado en las vidas de cinco mujeres que vencieron fronteras.
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