CINE
Dalton Trumbo, un guionista en la lista negra de Hollywood
Mientras el Gobierno norteamericano se revuelve contra Wikileaks, una película sobre el autor de ‘Vacaciones en Roma’ llega a las salas españolas y recupera un relato de la caza de brujas emprendida por McCarthy
Nacho Valverde 4/05/2016
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Durante los años 30 en respuesta a la Gran Depresión y el auge del fascismo, miles de estadounidenses se unieron al Partido Comunista. Cuando Estados Unidos se alió con la Unión Soviética durante la Segunda Guerra Mundial, se afiliaron muchas personas más. Dalton Trumbo, guionista y defensor de los derechos laborales, se convirtió en miembro del Partido Comunista en 1943.
Bajo esta premisa comienza el relato sobre el legendario guionista de Hollywood Dalton Trumbo y la caza de brujas a la que guionistas y artistas se vieron sometidos. Una etapa aciaga en la que se emprendió una lucha sin cuartel contra todo sospechoso de profesar simpatía hacia el comunismo, apenas unos años después de que la Unión Soviética y los Estados Unidos hubieran combatido en el mismo frente contra el nazismo. Se dejó de lado la libertad de expresión de cada individuo recogida en la Primera Enmienda de la Constitución. Tras asentar el marco histórico, el director Jay Roach nos lleva hasta el Hollywood del gran cine clásico, donde las sonrisas de la pantalla convivieron con la persecución que sufrieron los ciudadanos norteamericanos por su filiación al Partido Comunista.
Más conocido por comedias de éxito como Austin Powers (1997) o Los padres de ella (2004), el director de Albuquerque ya mostró su preocupación política para la pequeña pantalla retratando las figuras de Sarah Palin y John McCain en Game Change (2012), ganadora de 3 Globos de Oro. Roach se sirve de la novela del periodista y escritor Bruce Cook, Dalton Trumbo, para poner el foco en la “caza de brujas” emprendida por el Comité de Actividades Antiamericanas, contra los “valores” que transmitían desde Hollywood artistas como Lauren Bacall, Humphrey Bogart, Edward G. Robinson, Gregory Peck o el propio Dalton Trumbo. Aunque la amenaza real para el comité no era lo que estos artistas transmitían a través de la gran pantalla, sino las huelgas y las luchas por los derechos laborales que protagonizaron en la década de los 40.
Para encarnar el papel de Dalton Trumbo, el elegido fue Bryan Cranston, quien saltara a la fama por interpretar al padre de Malcolm (2000) y dejara huella con el personaje de Walter White o su alter ego Heisenberg en la serie Breaking Bad (2008). Enfundado en el bigote, la pipa y la máquina de escribir que tanto caracterizó la personalidad de Trumbo, Cranston logra mimetizarse en el guionista ganador de dos Oscars aunque estos dos premios no le fueron reconocidos hasta años más tarde.
La amenaza real para el comité no era lo que los artistas transmitían en la pantalla, sino las huelgas y luchas por los derechos laborales que protagonizaron en los 40
En las primeras escenas del filme, Roach plasma el fuerte concepto de ciudadanía de Trumbo que tantas enemistades le generó dentro del propio star system de Hollywood. Sirva como pequeña muestra el enfrentamiento con el director Sam Wood —del llamado sector de americanos anticomunistas— acerca de la huelga de los técnicos de cine: “Lo que escribe el guionista, lo monta el técnico. Lo que construyen ellos, lo filmas tú. Tú ganas todo el dinero que puedes, ¿por qué ellos no?”.
Trumbo llega a los cines en un momento en el que las libertades recogidas en la Constitución de los Estados Unidos vuelven a estar amenazadas por la lucha contra el terrorismo. Como sucediera en la época que le tocó vivir a Trumbo, el director ya ha alertado en diversas entrevistas sobre la restricción de libertades y la persecución contra aquellos como Edward Snowden o Wikileaks que se atreven, setenta años después de la época de la caza de brujas, a defender la constitución norteamericana frente a los abusos cometidos por la NSA en pro de la seguridad de los ciudadanos.
Las similitudes que guarda con los artistas que se vieron señalados en la lista negra de Hollywood son evidentes. Ganadores de premios Oscar como el propio Trumbo por Vacaciones en Roma (1953) y El Bravo (1956) o Ring Lardner Jr. (M.A.S.H., 1970 y La Mujer del año, 1942), permanecieron en prisión entre seis y doce meses por negarse a delatar a otros compañeros “comunistas” ante el Comité de Actividades Antiamericanas.
El Gobierno, metido entre los artistas
Para tan desmesurado fin, la caza de brujas se adentró en el mundo de Hollywood empleando a artistas como Hedda Hopper o John Wayne bajo el nombre de La Alianza para enfrentar al mundo del cine contra sí mismo. Es en esa oscura lucha dentro de la industria cinematográfica donde mete el dedo en la llaga el director Jay Roach. Una película que narra el contexto histórico de Trumbo, pero que se centra en la humanidad del personaje y en cómo tuvo que hacer frente a los juicios de sus compañeros de profesión primero, para ser repudiado y señalado más tarde por sus propios vecinos.
Hopper y Wayne se servían de conferencias del propio comité, de anuncios propagandísticos previos a la proyección de películas y de columnas de periódicos para atacar a sus compañeros de profesión. Hasta a la Metro-Goldwyn-Mayer (MGM) llegaron los tentáculos de la actriz interpretada por Helen Mirren, con quien Trumbo tuvo sus mayores disputas. La famosa actriz de El crepúsculo de los dioses sería una sombra constante en la carrera del escritor, capaz de amenazar al director de la famosa productora revelando su ascendencia judía y sometiéndose a las iras del comité si no anulaba el contrato de Trumbo con la MGM. También quedará para la posteridad la confrontación entre Trumbo y John Wayne acerca del patriotismo de cada uno:
Wayne: Nosotros ganamos la guerra. Estamos en un tiempo nuevo que no está hecho para gente como usted. Rusia ya no es nuestro aliado.
Trumbo: ¡Qué curioso! Ha mencionado que usted ganó la guerra personalmente. Yo fui corresponsal de guerra en Okinawa ¿Dónde prestó servicio usted?
Wayne: ¿Está insinuando algo?
Trumbo: Si va a hablar de la Segunda Guerra Mundial como si la hubiera ganado personalmente, dejemos claro donde cumplió su servicio. En un estudio de cine, disparando balas y usando maquillaje.
Debido a la caza de brujas, Trumbo y el resto de guionistas de la lista negra se vieron obligados a escribir con nombres falsos y pseudónimos a riesgo de quedarse sin empleo. Una vez cumplidos once meses en prisión, la historia de Trumbo es la de un hombre que logró vencer a la caza de brujas y hacerse un hueco privilegiado en la historia del cine. Primero, con la venta del guión de la maravillosa Vacaciones en Roma, interpretada por Gregory Peck y Audrey Hepburn, a su amigo Ian McLellan (quien también acabaría formando parte de la lista negra). Solo en el año 1993, 17 años después de su muerte, a Trumbo le sería reconocida esta estatuilla. Un caso similar tendría lugar cuando el afamado escritor, en nómina de la factoría King Brothers, escribiera varias películas de serie b con diversos pseudónimos.
Con El Bravo, historia basada en una experiencia real de Dalton con su mujer durante una corrida de toros en México, el escritor volvía a romper la censura anticomunista logrando su segunda estatuilla. Es en ese momento cuando la pervivencia de la “lista negra de Hollywood” comienza a ser cuestionada y el nombre que se esconde en los créditos de la película, “Robert Rich”, empieza a ser relacionado con la figura de Trumbo. Con el Comité de Actividades Antiamericanas totalmente desacreditado, dos personas cambiaron para siempre la trayectoria de Dalton Trumbo: Kirk Douglas y Otto Preminger. Ambos, sometidos a las presiones de la maquinaria anticomunista, deciden por primera vez incluir en los créditos de Espartaco (1960) y Éxodo (1960) a Trumbo.
Solo en el año 1993, 17 años después de su muerte, a Trumbo le sería reconocida la estatuilla por Vacaciones en Roma
En Trumbo se atisba la experiencia del director en la comedia. Jay Roach despliega con desenfado la socarronería y mordacidad habitual de Trumbo, y hace valer momentos tan desternillantes como la conversación que el protagonista mantiene con su hija acerca del comunismo: “Si compartes tu sándwich de jamón y queso en el recreo con los compañeros que no tienen comida, entonces eres una pequeña comunista”.
Al contrario que otros directores de biopics movidos por la admiración que les produce la figura que quieren recrear, en Trumbo nos encontramos ante un director valiente que se arriesga a retratar las sombras e inseguridades de la persona: descuidado con su familia, obsesionado con su trabajo hasta el punto de no celebrar el cumpleaños de su hija, injusto con sus amigos, fumador y bebedor empedernido; y aporta así mayor valor y profundidad a un personaje conocido hasta ahora, únicamente, por sus guiones e ideales políticos.
Los momentos con mayor pulso del filme los encontramos en la relación con sus amigos, el conocido actor Edward G. Robinson (Cayo largo, 1948) quién le delató ante el comité; y el personaje de Arlen Hird, que representa al resto de guionistas que fueron a prisión, con quien mantiene las mayores confrontaciones ideológicas acerca de la incompatibilidad de ser rico y comunista. Con Trumbo uno tiene la sensación de revivir la época dorada del cine de Hollywood, y las luchas y juicios que se produjeron dentro del star system a raíz de la desmesurada actividad del Comité de Actividades Antiamericanas.
Durante los años 30 en respuesta a la Gran Depresión y el auge del fascismo, miles de estadounidenses se unieron al Partido Comunista. Cuando Estados Unidos se alió con la Unión Soviética durante la Segunda Guerra Mundial, se afiliaron muchas personas más. Dalton Trumbo, guionista y defensor de...
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