#Cincoañosdel15M
En la estela destituyente del 15M
La estela del estallido de indignación que llenó las plazas en 2011 llega al actual bloqueo político. El nuevo ciclo refleja que hay cosas que han cambiado para siempre
Cristina Monge 14/05/2016
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En estos momentos de bloqueo político e institucional resulta interesante analizar la paradoja que supone esta situación como parte de un proceso abierto ya hace cinco años por parte de los indignados y las indignadas que llenaban calles y plazas de todo el país. El 15M significó la apertura de un espacio, de una ventana de oportunidad política; pero también de un tiempo nuevo cuyos perfiles se muestran aún difusos.
Ese nuevo ciclo se abrió desde las plazas tornando la desafección hacia la actividad institucional en indignación, movilización y protesta. En ese sentido, uno de los principales impactos que tuvo el 15M fue pasar de la desafección resignada, escéptica e individualista, a una airada respuesta colectiva. Fue una clara repolitización de la sociedad, que se hacía eco del "Yes, we can" y redescubría su potencial transformador, lo que le llevaría a cuestionar el ámbito político institucional, la dinámica social y el escenario económico, en una clara impugnación al establishment, a todo lo que se percibe como establishment. A intentar entender este cuestionamiento que se escondía tras el "No nos representan" se dedican las siguientes líneas.
A cinco años de su emergencia, hemos tomado ya distancia suficiente para poder afirmar que el 15M abrió un nuevo ciclo político, en ocasiones denominado —no sin polémica— una "segunda transición", protagonizado por una nueva ola de participación política, en red y más allá de los partidos, los sindicatos, las organizaciones sociales e incluso los medios informativos preexistentes. Esta nueva etapa bien puede entenderse como un momento destituyente, que abrió la posibilidad de abrir un nuevo proceso constituyente. Algo que aún está por ver.
Con la debida prudencia a la que obliga la dificultad de establecer una relación causa-efecto directa entre las acciones de un movimiento social y los impactos del mismo, trataré de ver cuáles son, a mi juicio —y basándome en entrevistas hechas a activistas del 15M, estudiosos de los movimientos sociales, periodistas que siguieron el tema con atención, etc.—, algunos de los elementos que las plazas transformaron, aunque aún no sepamos exactamente en qué.
Cambios en la cultura política, nuevos cleavages difusos
Uno de los principales efectos del 15M ha sido "poner la política en el centro". En este sentido se dice que la pregunta ya no es tanto pensar dónde está, unos años después, el 15M, sino, ¿dónde no está el 15M?
Un breve repaso a las hemerotecas demostrará cómo parte del lenguaje político actual forma parte del marco de los indignados. Si ahora es ya algo común hablar de transparencia, rendición de cuentas o participación, como algo ya aceptado --con más o menos sinceridad--, hace cinco años estos debates eran sólo aptos para iniciados. Además, el protagonismo adquirido por estos asuntos actualmente no se queda sólo en el ámbito de los partidos políticos, sino que impregna a organizaciones sindicales, entidades sociales, medios de comunicación, y a un sector del ámbito empresarial que también se ha visto afectado por el 15M.
Desde el punto de vista de las dinámicas, logros y efectos de los movimientos sociales, el 15M tuvo impactos culturales importantes. El proceso tomó protagonismo y se erigió en el principal producto. Comenzó a plantearse que la transformación social no se haría a través de unos objetivos programáticos, sino de las experiencias en red de los actores del movimiento. Como aporta Manuel Castells, se trata de una visión no productivista del movimiento, en la que prima la transformación mental de sus participantes o, como se leía en una pancarta en Sol, "Vamos despacio porque vamos lejos".
El mapa político-identitario ha cambiado, y el 15M no ha sido ajeno a esto. Nada menos que un nuevo eje, un nuevo cleavage, ha aparecido en la escena política actual
La identidad ha sido otro de los elementos sobre el que han impactado los indignados. Según señala el profesor Subirats, la multipertenencia es uno de los efectos más destacables del 15M, subrayando que muchas personas que comienzan a participar en política ya no se identifican de forma excluyente ni pertenecen a una sola organización, sino que sus identidades y adscripciones son múltiples. Probablemente esto venía pasando ya en la cultura de los movimientos sociales, pero ahora este elemento pasa a formar parte también del ámbito político, algo que va a hacer que los partidos políticos tengan que replantearse este parámetro.
A consecuencia de lo anterior, también el mapa político-identitario ha cambiado, y el 15M no ha sido ajeno a esto. Nada menos que un nuevo eje, un nuevo cleavage, ha aparecido en la escena política actual. Sin consenso sobre su denominación y caracterización habrá quien hable de "los de arriba y los de abajo", "los que tienen y los que no", "la casta y la gente", "lo nuevo y lo viejo". En cualquiera de sus acepciones, se plantea un nuevo eje en el ordenamiento de las preferencias de voto que tiene que ver, a su vez, con los dos principales temas con los que se identifica el 15M: más democracia, entendida como una forma diferente de hacer política --lo nuevo y lo viejo--, y la reivindicación de políticas redistributivas y de defensa de servicios y derechos sociales propios del Estado de bienestar amenazados por la crisis —los de arriba y los de abajo—.
Las plazas se vaciaron, pero las calles se llenaron en un fluir líquido
Otro de los impactos identificados de forma clara con los indignados tiene que ver con el surgimiento en unos casos, o el desarrollo en otros, de colectivos como las mareas o plataformas sociales. Las llamadas "mareas" aportaron muchos elementos de interés, pero uno destaca, a mi juicio, sobre los demás: la sustitución de las viejas estructuras de reivindicación, basadas en sindicatos o en plataformas de organizaciones, por un colectivo de perfiles difuso, sin estructura ni proceso claro o determinado, organizado ad hoc para cada reivindicación.
Y desde esta apuesta, trascendieron las reivindicaciones laborales de ámbitos como la educación o la sanidad para darles un sentido más ciudadano e implicar a mayores sectores de la población en defensa de derechos sociales básicos. Estas mareas y plataformas siguen siendo un modelo en el que se miran movilizaciones sociales de ámbito local que buscan superar las tradicionales estructuras de movilización social para ampliar su alcance. Plataformas contra el fracking o iniciativas de solidaridad con los refugiados son sólo algunos ejemplos.
El caso que probablemente haya tenido mayor eco mediático ha sido el de la Plataforma de Afectados por la Hipoteca, considerado como uno de los impactos más significativos del 15M. El efecto catalizador que supuso el 15M se ha visto reflejado, por un lado, en la importancia social que se le ha dado al tema, llegando a popularizar conceptos como la "dación en pago", hasta entonces desconocidos por la práctica totalidad de la población. Por otro lado, ha generado debates parlamentarios y modificaciones legislativas de interés tanto a nivel nacional como autonómico y local.
La llegada del 15M avivó el debate sobre la relación entre los poderes políticos y financieros y puso el foco en el pago de la deuda
Tampoco es desdeñable el efecto que ha tenido sobre las entidades financieras, obligadas a variar su estrategia en este punto o, al menos, a gestionar la comunicación sobre estos conflictos de forma diferente. Finalmente, ha influido de forma notable en las políticas de vivienda que los Ayuntamientos y Comunidades Autónomas han comenzado a poner en marcha, fundamentalmente —aunque no sólo— en aquellas ciudades gobernadas por plataformas ciudadanas inspiradas por la movilización social. Incluso ahora, cinco años después, "las cinco de la PAH" siguen jugando un papel central en las negociaciones para un posible gobierno no nato.
Nuevamente, no puede decirse que estas mareas y plataformas sean el 15M, pero el 15M contribuyó sin duda a su creación, en unos casos, o a su mayor auge en otros. Cabe preguntarse, cinco años después, si este modelo de movilización difuso y líquido será capaz de hacer frente a los desafíos que esta transición está desvelando.
¿Un nuevo modelo económico susceptible de ser escalado?
La llegada del 15M avivó el debate sobre la relación entre los poderes políticos y financieros y puso el foco en el pago de la deuda. Desde entonces, las demandas de una auditoría destinada a conocer el origen de dicha deuda y el proceso que la desencadenó, así como replantear el impago de la parte considerada "ilegítima", han cobrado fuerza. La propuesta ha ocupado a movimientos sociales y economistas y ha llegado a partidos políticos, aunque en aquellas ciudades donde están gobernando plataformas ciudadanas que recogen la herencia del 15M, esta estrategia se ha concretado en la realización de auditorías y no ha llegado a pasar de una renegociación de la deuda existente.
Mención aparte merecen el cuestionamiento y la pérdida de confianza generada por los poderes económicos, y especialmente financieros. "No somos mercancías en manos de políticos y banqueros", gritaban los indignados para denunciar que los sectores más vulnerables de la sociedad eran los que estaban sufriendo las consecuencias de una crisis provocada por las élites económicas y financieras, fenómeno que se encuentra en la base de todo lo que se ha escrito y teorizado sobre el 1% contra el 99%, el incremento de la desigualdad, etc.
Frente a este modelo económico y financiero, se encuentra otro de los fenómenos al que el 15M ha podido servir de catalizador: el auge de iniciativas de economía colaborativa y social, cooperativas, grupos de consumo, desarrollo del crowdfunding en distintas áreas, popularización de la banca ética, etcétera. No es ni nada nuevo ni exclusivo del 15M, pero nuevamente parece que sin el 15M no hubiera sido posible esta eclosión.
No obstante, un estudio más detallado de este fenómeno, que excede las posibilidades y pretensiones de estas líneas, nos desvelaría algunos rasgos interesantes para el análisis: por un lado, la mayor concentración de iniciativas económicas de este ámbito en áreas de clases medias de las grandes ciudades, frente a la casi inexistencia en zonas más populares o el ámbito rural. Por otro lado, las dificultades para escalar estas iniciativas, que hace también complicado poder hablar de un nuevo modelo económico y financiero, sin que por eso se deba desdeñar su importancia.
El sistema de partidos, destituido
Aunque sea lo más visible, en buena medida, los efectos en el escenario político-institucional no dejan de ser un reflejo de todo lo anterior. Una cristalización de todos los impactos producidos en las esferas cultural, económica o social, que suponen la construcción de un nuevo marco, un nuevo paradigma cuyos perfiles se muestran aún borrosos.
Cada vez que se intenta explicar el surgimiento o desarrollo con notable éxito de nuevas formaciones políticas, se mira al 15M. Tanto el partido político Podemos como las convergencias y las plataformas que surgieron posteriormente en las candidaturas municipales bajo denominaciones como Ahora Madrid, Zaragoza en Común o Barcelona en Comú, entre otros, se consideran a los ojos de muchos analistas efectos o impactos surgidos del estado de ánimo social provocado por el 15M.
No obstante se observa, entre algunos de los líderes políticos, un extremo cuidado en no querer asimilar de forma clara ninguna formación política con el movimiento de los indignados. De ahí que se acuda a expresiones como "recogemos la herencia del 15M", "somos una de las consecuencias del 15M", "Podemos no existiría si no hubiera existido el 15M", o similares, evitando así una asociación del partido con el movimiento, conscientes de que una de las características principales de los indignados era su rechazo a ser identificados con ninguna organización ni ningún liderazgo.
No falta tampoco quien incluye en este conjunto de nuevas formaciones surgidas o potenciadas al calor del 15M al partido político Ciudadanos, que dicen sentirse heredero del espíritu de las plazas, fundamentalmente de esa parte que quería reformar el sistema, no acabar con él —según afirman algunos dirigentes—, lo que provoca no pocos debates tanto en el ámbito político como entre los estudiosos.
Este estallido de indignación está en la génesis de nuevas formaciones políticas, que a su vez vienen provocando un cambio en el sistema de partidos que surgió de la Transición
Lo que parece indudable, a cinco años del 15M, es que este estallido de indignación está en la génesis de nuevas formaciones políticas, que a su vez vienen provocando un cambio en el sistema de partidos que surgió de la Transición. Faltan datos y perspectiva para aventurar cómo se puede configurar el sistema de partidos del nuevo ciclo político que se está abriendo paso, pero de momento asistimos a un cuestionamiento de la hegemonía socialista en el bloque de la izquierda y de la exclusividad del Partido Popular en la derecha. Esto, en sí mismo, es ya un cambio en las reglas del juego político de nuestro país, aunque aún no sea posible —ni prudente— aventurar hasta dónde puede llegar.
Por otro lado, y aunque no sea tan evidente, el impacto del 15M no se ve sólo en el sistema de partidos o en las organizaciones de nueva o reciente creación, sino que se hace transversal a buena parte de los partidos existentes. Los temas que el 15M hizo emerger desde las redes y las plazas han entrado en casi todas las formaciones políticas, obligadas a hacer gestos más o menos sinceros y actualizar su discurso. Estos cambios residen, fundamentalmente, en la apertura —con distinto grado de sinceridad, ambición e intensidad— de los procesos de selección de las élites, en la aprobación de códigos éticos, la limitación de mandatos o en las medidas de transparencia recogidas por los partidos políticos, entre otros asuntos.
Habrá quienes verán en estas carencias problemas del diseño institucional elaborado en la Transición, otros más bien las explicarán como mera consecuencia del paso del tiempo. En cualquier caso, lo que parece indudable es que el 15M y el clima social creado a partir de su emergencia han acelerado la necesidad —existente previamente— de retomar buena parte de los asuntos relativos al funcionamiento de los partidos políticos que la Transición dejó pendientes.
Después
La estela del 15M puede dejarse ver en más elementos de los que aquí se mencionan, pero con lo citado es suficiente para poder sacar algunas conclusiones. Nos acercamos al quinto aniversario de aquel estallido de indignación con la sensación de estar en esa etapa de toda transición en que lo viejo no acaba de morir y lo nuevo no termina de alumbrarse, empezando a constatar que el momento destituyente que se inició con los indignados en las plazas no ha cristalizado aún en un proceso constituyente. Incertidumbres, dudas y zozobras flotan en el ambiente social y político mientras nos preguntamos cómo de viejos se han hecho los viejos, y qué hay de nuevo en los nuevos.
Quizá el día que entendamos esto podremos comprender mejor la situación de bloqueo político en la que nos encontramos y que, a mi juicio, va mucho más allá de la incapacidad de los líderes políticos para encontrar un acuerdo. Lo que se está poniendo de manifiesto en este escenario, en el que ya parece inevitable la convocatoria de nuevas elecciones generales, es la incapacidad del sistema en su conjunto y de las formaciones políticas en general para leer y comprender las nuevas gramáticas que ya se expresaron hace cinco años en las plazas y que hoy, aun sin grandes movilizaciones, siguen clamando por la construcción colectiva de un nuevo paradigma que supere las trampas que el sistema liberal le había tendido a la democracia. Muchas dudas, pero también algunas certezas: entre otras, que tras aquel mayo de 2011 hay cosas que han cambiado para siempre, aunque no sepamos para qué.
En estos momentos de bloqueo político e institucional resulta interesante analizar la paradoja que supone esta situación como parte de un proceso abierto ya hace cinco años por parte de los indignados y las indignadas que llenaban calles y plazas de todo el país. El 15M significó la apertura de un...
Autor >
Cristina Monge
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