“¿Tienes previsto casarte y tener hijos en breve?”. Cuando te preguntan esto a los 23 años, sin trabajo remunerado y con ortodoncia tardía, contestas sin anestesia. Y dije que no, claro, porque lo que quería era firmar un papel para que empezaran a pagarme tras un año gratis. Total, que ni me casé ni tuve hijos con el sujeto de entonces; y tampoco el sujeto que me lo preguntó se convirtió en mi jefe porque el contrato se lo hicieron a otra.

Diecisiete años más tarde estoy en casa con mis hijos, tendiendo la ropa. Y haciendo tetris con el tendedero para que quepa todo, con la radio puesta al fondo, escucho que una de las candidatas a gobernar el Reino Unido argumenta que ser madre de tres hijos le hace estar más preparada para asumir el cargo. También escucho que la elegida, Theresa May, “ha tenido que confesar” su imposibilidad de tenerlos y que éste ha sido uno de los temas de la campaña tory.

“Ben y Theresa no han tenido hijos. "No ha ocurrido aunque nos hubiera gustado tener hijos, pero lo hemos superado. Son cosas que pasan en la vida. No somos los únicos en esta situación", han reconocido en varias ocasiones. (...) El 'Daily Mail' le preguntó si habían acudido a tratamiento médico para tener hijos, a lo cual ella respondió: "No quiero entrar en este tema". (...) "Nos afectó el no haber tenido hijos, pero lo tenemos superado", constatan al unísono”.

Como todos sabemos, la infertilidad es un eje vertebrador de cualquier campaña política que se precie. Y es un hecho constatado que las madres somos más listas que las que no lo son y estamos, por tanto, capacitadas para dominar el mundo. Una barbaridad.  

Tengo la sana costumbre de no preguntar este tipo de cosas que tanto gustan en el Daily Mail y a los vecinos de turno. De hecho, uno de mis familiares más cercanos no tiene hijos y nunca he sabido si fue decisión voluntaria o incapacidad de tenerlos. La relación que nos une me capacita de pleno para indagar, pero nunca lo he hecho. Así que me prometí a mí misma no hacerlo con los demás. Me contaron que una vez, en medio de una redacción, uno de sus miembros se mofó de uno de los jefes por no tener hijos biológicos. “¿Qué pasa, que no te funciona?”, dijo. “Es que soy estéril”, contestó el otro. Fin de la cita, principio de mamarracho.

En 2013, con motivo del V Congreso Internacional sobre medicina reproductiva organizado por el Grupo IVI, se conocieron algunas cifras sobre la infertilidad en España. En ese momento, unas 800.000 parejas declararon tener problemas de infertilidad. Personas a las que habrán preguntado en demasiadas ocasiones, como si la lógica nos condujera a ese hilo tan predecible que se inicia cuando conoces a alguien, te casas y tienes hijos (la bola extra te conduce a comprarte un golden retriever y colocarlo en el adosado).

Me parece inadmisible que la gente te pregunte si vas a tener hijos o no. Llámenme sensible. Me lo preguntó durante un bautizo una maleducada a la que por fortuna no he vuelto a ver: “Oye, vosotros os casasteis antes. ¿Qué pasa, que no puedes?”. Los años traen canas y en mi caso, además, toneladas de sarcasmo, así que hoy respondería mejor que aquella vez, que reaccioné dándome la vuelta y poniéndome a llorar.

Me enerva pensar que hay empresarios a los que la maternidad supone un obstáculo a la hora de contratar o ascender (como si la paternidad no llevara implícitas ciertas obligaciones y ausencias) y me saca de quicio que haya que hacer pasar a una candidata a gobernar Reino Unido (como si es para la alcaldía de Patones) por semejante invasión de privacidad. Como si ese dolor fuera el peaje a pagar para llegar a ese puesto. Como si tener hijos te dotara de superpoderes, como si no tenerlos te incapacitara para colocar el tendedero y hacer varias cosas a la vez.

Lo escribió Lorca en Yerma, lo dijo Claire Underwood, esa joya de personaje de la serie House of cards. Cuando a la primera dama de Estados Unidos le pregunta la mujer del candidato del Partido Republicano: “¿Te arrepientes de no haber tenido hijos”. Y Claire le contesta: “¿Y tú de haberlos tenido?”.