Futboñistán
Balón de oro (el oro del balón)
Tiene su aquel, desde el punto de vista dramático, que el colofón de la temporada haya estado marcado por los dos astros indiscutibles del fútbol actual. Entre tanto, la Liga pasa a llamarse Santander. No como la ciudad, sino como el banco
Lorenzo Silva 20/07/2016
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La temporada ha muerto, viva la temporada. Consumada en París la añada futbolística 2015-16, dentro de nada empezará la correspondiente al par 2016-17. A los que somos poco adictos a la cosa esta del balón y los pies casi no nos dan respiro.
Tiene su aquel, desde el punto de vista dramático, que el colofón de la temporada haya estado marcado por los dos astros indiscutibles del fútbol actual: Cristiano Ronaldo y Lionel Messi. Por motivos bien diferentes y con fortuna muy desigual, son ellos, los protagonistas del duelo en la cumbre de los últimos años, los que han acaparado titulares y acontecimientos.
Para el azulgrana el epílogo ha sido deplorable: primero, su catártico y lastimero abandono de la camiseta albiceleste, que no supo estar a la altura de su leyenda (¿o fue al revés); después, su condena como defraudador fiscal, seguida de una movilización popular encaminada a persuadirnos de que la culpa de todo la tiene una oscura conjura que se alienta desde alguna cloaca madrileña o madridista (y no que Leo prefiriera encargar lo suyo a unos asesores fiscales que le ahorraban un pastizal en IRPF de manera taimada, temeraria e ilegal). Con ese hashtag dadaísta, #TodosSomosMessi, los dirigentes y seguidores culés han dado en cuestionar a la vez la unicidad del ídolo y la pertinencia de garantizar la recaudación de impuestos, lo que se comprende en el caso de aquellos que no necesiten jamás un servicio público. Los demás, como allí se dice, deberían hacérselo mirar.
Para el delantero madridista, en cambio, el 2016 ha sido un año épico. Con poco más de un mes de intervalo, ha levantado, ahí es nada, los dos copones europeos, y el segundo estando cojo y contra todo pronóstico. Como ya he escrito alguna vez aquí, y quizá convenga repetir (siempre hay algún despistado), soy sospechoso de todo menos de madridismo, y los alardes de vanidad de CR7 son lo contrario de lo que me inculcaron mis mayores, pero una vez más toca ponderar su capacidad de lucha, su fe en que el triunfo es siempre posible si uno sigue de pie aun cuando todos le dan por vencido y desahuciado. La Eurocopa del bostezo no podía, quizá, tener un ganador con más merecimiento.
Visto lo visto, y frente al debate de otras ediciones, poca duda les va a caber a los que han de elegir el Balón de Oro de este año. Pero sólo es un trofeo: el oro de verdad está en otra parte. Hay quien tiembla con la posibilidad de que Messi, desairado por la persecución de la justicia española, se decida a cambiar de aires y explorar su precio en el mercado actual (¿ciento y muchos, más de doscientos millones?). Su currículum tributario prueba que no es el fútbol lo único que hay en su cabeza, como pretendieron sus abogados y no se tragaron los jueces.
Entre tanto, la Liga pasa a llamarse Santander. No como la ciudad, sino como el banco. Del Balón de Oro, al oro del balón.
La temporada ha muerto, viva la temporada. Consumada en París la añada futbolística 2015-16, dentro de nada empezará la correspondiente al par 2016-17. A los que somos poco adictos a la cosa esta del balón y los pies casi no nos dan respiro.
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Lorenzo Silva
1966. Escritor. Nada mejor que ser y sentirse un poco extranjero doquiera que uno va.
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