Futboñistán
El desquite del Lega
Ahora les toca a los leganenses ver y saber lo que significa ser una “ciudad de primera”, en angustiosa dependencia para mantener tal aserto de los caprichos de la pelota y los tres palos
Lorenzo Silva 9/06/2016
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Cada uno juega en la vida sus campeonatos, y los logros de unos no necesariamente coinciden con los de otros. Hay metas que para algunos son inimaginables, y otras que sólo quienes se las fijan son capaces de apreciar en todo su valor. Hay equipos que están tan en disposición de conquistar un título continental como cualquiera de nosotros de escapar sin cohete del campo gravitatorio de la Tierra y llegar braceando hasta Marte. Para compensarlos, la vida les pone al alcance objetivos que pueden ser irrisorios o incomprensibles para el resto, sobre todo para los grandes, pero que a ellos les reportan plena satisfacción.
En los últimos días la euforia se ha apoderado de la ciudad de Leganés, en la periferia sur madrileña. El motivo de tamaño júbilo es, en primera instancia y sobre todo, el ascenso de su club de fútbol, por primera vez en toda su historia, a la máxima categoría de la liga profesional española. Sin embargo, y a efectos de poder entender en la plenitud de su significación el valor simbólico y sentimental que tiene para los leganenses la proeza de su equipo de ganar el derecho a medirse con los mejores entre los mejores (que otros darían por descontada), es preciso levantar acta de un pequeño detalle suplementario, que es el que termina de darle a esta hazaña deportiva todo su sabor.
Ese detalle no es otro que el casi simultáneo descenso a la segunda categoría del equipo de la ciudad colindante, Getafe.
Recuerda uno ahora escenas de una década atrás, cuando el Getafe C.F. estaba recién ascendido a Primera división y no lo hacía del todo mal, dando incluso a alguno la sensación de que había llegado para quedarse. En todos los saraos políticos y oficiales en los que coincidían, que no eran pocos, por ser del mismo partido, el que entonces era y ya no es alcalde de Getafe le restregaba una y otra vez al que entonces era y tampoco es hoy alcalde de Leganés la diferencia de categoría entre las entidades balompédicas respectivas, extrapolando de ese desnivel, tan sólo deportivo, otro que tendría que ver con la categoría de una y otra ciudad. Casi invariablemente, al llegar los turnos de palabra en los actos, el alcalde getafense recordaba que las dos localidades casi hermanas, por limítrofes, y de muy parecido vecindario, se diferenciaban en que Getafe era de primera y Leganés, no.
Quien entonces empuñaba la vara de mando de Leganés torcía el gesto ante el chiste una y otra vez repetido. A otra escala, en los muros próximos al estadio de fútbol de Getafe, eufemísticamente llamado Coliseum Alfonso Pérez (para dar la falsa idea de que podía servir para otra cosa que albergar partidos), menudeaban las pintadas con alusiones despectivas hacia los pepineros, mote tradicional de los leganenses, en recuerdo de la rivalidad pretérita que ambos equipos mantuvieran cuando coincidieron en la segunda división. Ahora los chistes y los menosprecios han sido vengados. El Lega sube a donde estaba el Geta, y el Geta cae en el averno al que tanto se resistió.
A partir de ahora, les toca a los leganenses ver y saber lo que significa ser una “ciudad de primera”, en angustiosa dependencia para mantener tal aserto de los caprichos de la pelota y los tres palos. No todos ni todo el rato lo van a celebrar.
Cada uno juega en la vida sus campeonatos, y los logros de unos no necesariamente coinciden con los de otros. Hay metas que para algunos son inimaginables, y otras que sólo quienes se las fijan son capaces de apreciar en todo su valor. Hay equipos que están tan en disposición de conquistar un título...
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Lorenzo Silva
1966. Escritor. Nada mejor que ser y sentirse un poco extranjero doquiera que uno va.
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