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Florentino Pérez
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Fin de la era Del Bosque con una eliminación en la mejor tradición de la selección española, esa larga e invariable historia que, visto lo visto, interrumpió momentáneamente un espejismo llamado La Roja. En la primera ronda y sin el menor atisbo de gloria. Antes, no obstante, siempre había algún bardo voluntarioso que del desaguisado extraía algún tinte épico. Pero el interludio triunfal de la pandilla de Casillas, Xavi y compañía ha desmovilizado a los cantaores desde la desgracia. Antaño los seguidores de la selección se parecían a los del Atleti, capaces de acompañar al equipo incluso en el despeñadero. Ahora parecen del Madrid: se sienten de maravilla pisando la cima pero cuando hay que perder altura tan sólo muestran un cabreo displicente. O pasan a hablar de cualquier otra cosa, sin más trámite.
Fin feo, además: con recriminaciones, torpezas y cuchicheos que luego se tratan de restañar con un tuit. La palinodia moderna, que como tantas otras moderneces resulta pálida y feble si se compara con los formatos de antaño. Ahora, según me cuentan los que saben (lo reiteraré una vez más, para no engañar a nadie: del fútbol y sus entresijos sé poco y me atrae menos, si ocupo este espacio es por la imprudencia temeraria del director), el maquiavélico Villar maniobra para, antes de largarse a la UEFA a fin de salvarse de la quema que le aguarda aquí, dejarlo todo atado y bien atado con un seleccionador de su gusto y confianza que se apellida Caparrós, y de cuyo currículum tengo apenas una vaga y confusa noción. No parece un entrenador con un carisma excesivo, quizá sea de eso de lo que se trata y quizá sea lo que corresponde a un equipo en franca decadencia.
Síntoma de decadencia de una era y una manera de hacer es también el sartenazo que procedente de Bruselas recibe el fútbol patrio para remachar la melancolía de la eliminación, en forma de expediente por ayudas de Estado ilícitas que unos cuantos clubes de fútbol españoles habrán de devolver. La factura total asciende a 68,8 millones de euros. Benigno parece el resultado del expediente, sabiendo lo que se cuece en el puchero del nacionalfutbolismo, merced a la connivencia de gobiernos autonómicos y consistorios y con el aliento siempre entusiasta de las más altas magistraturas del Estado, pero así y todo no deja de tener su aquel que las autoridades comunitarias pidan, por ejemplo, que alguno devuelva 18,4 millones de euros por donaciones encubiertas en permutas urbanísticas, lo que traducido al román paladino quiere decir una megadádiva opaca e indebida con cargo al incauto contribuyente, que no hace más que forrar riñones de listos y listas mientras desguarnece el suyo.
Y quizá quiere decir algo más: en los talegos de España se pudren personas por sisar 80 euros con una tarjeta de crédito, y he aquí que los euros vuelan en millones a donde no deben, con valoraciones inveraces, así lo certifica el informe pericial en que se basan las autoridades europeas, y aquí no pasa nada.
Y me callo, que me caliento.
Fin de la era Del Bosque con una eliminación en la mejor tradición de la selección española, esa larga e invariable historia que, visto lo visto, interrumpió momentáneamente un espejismo llamado La Roja. En la primera ronda y sin el menor atisbo de gloria. Antes, no obstante, siempre había algún bardo...
Autor >
Lorenzo Silva
1966. Escritor. Nada mejor que ser y sentirse un poco extranjero doquiera que uno va.
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