Nerea Pena / Balonmano
El faro que alumbra a España en Río
Edu Agulló 13/08/2016
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En balonmano es la central la encargada de señalar el camino que deben seguir sus compañeras durante un ataque. La responsabilidad es máxima, pues es aquella que más decisiones tiene que tomar a lo largo de un partido, incluso cuando el oxígeno comienza a escasear y al cerebro le empieza a costar diferenciar entre una buena y una mala decisión.
La misión de guiar un ataque con acierto es imprescindible para que un equipo llegue exitosamente a su destino, la luz que debe irradiar una central debe iluminar el camino de sus compañeras por muy oscura que se tercie la travesía. Cuando las defensas se muestra más fuertes, cuando parece que una tiene enfrente un muro, es cuando más se necesita esa luz que desde el centro del ataque debe guiar el viaje que te dirige hacia el gol. Ese rol en la selección española lo asume Nerea Pena, que en cada partido se convierte en el maravilloso Faro de Alejandría para ser la referencia del ataque de las 'Guerreras' y dirigir con tino el devenir de sus compañeras.
Por definición, un faro es una torre alta situada en las costas, con luz en su parte superior, para que durante la noche sirva de señal a los navegantes. Tal cual el rol que tiene Nerea Pena en esta selección, pues en los últimos años es la encargada de poner luz al ataque español, sobre todo, cuando los partidos más se oscurecen.
El faro de la selección que dirige Jorge Dueñas no ha tenido una vida fácil, no siempre ha podido alumbrar. Muchos accidentes le dejaron a oscuras durante meses, pero eso no hizo más que darle fortaleza para volver a alumbrar y hacerlo con más fuerza de lo que lo hacía en sus inicios.
Nerea Pena no estaba hecha para ser la central que guiase el camino de las 'Guerreras', pero el destino ha querido que sea ella quien indique el camino del balonmano español en estos Juegos de Río de Janeiro. Ella siempre se consideró lateral, pero la tipología de sus compañeras y su facilidad para jugar en todas las posiciones de la primera línea la llevaron a compartir posición con Macarena Aguilar.
En los Juegos, su luz alumbra como nunca, hasta el punto de deslumbrar al mundo del balonmano. Nada sorprendente, pues especialmente durante los dos últimos años está brillando como pocas jugadores en el mundo son capaces de hacerlo.
Pena llegó a esta cita olímpica en un estado de forma impecable y con una ilusión especial respecto a la mayoría de sus compañeras: los de Río son sus primeros Juegos. El sueño que tenía desde pequeña se hizo esperar más de la cuenta. Poco antes de Londres 2012, donde España se subió al tercer escalón del podio, el faro de la selección sufrió el primer accidente. Vistiendo la camiseta del Itxako, club con el que debutó con tan solo 17 años, Pena sufrió la primera lesión grave de su carrera. La navarra se rompió el ligamento cruzado anterior y el lateral interno de su rodilla derecha, además de dañarse el menisco. Por aquel entonces, España contaba con una Macarena Aguilar imparable, en su mejor momento, y a base de garra y talento las 'Guerreras' pudieron dedicarle a Nerea Pena una histórica medalla de bronce.
Olvidada la lesión y el mal trago de quedarse a las puertas de unos Juegos Olímpicos, Pena comenzó, como la práctica mayoría del mejor balonmano español, su aventura más allá de las fronteras del país. Llegó al FTC Rail Cargo húngaro y, cuando ya estaba superando el proceso de adaptación y se encontraba bien físicamente, el fantasma de las lesiones. Casi un año después de la desafortunada lesión que le apartó de los Juegos, la jugadora navarra volvió a lesionarse de gravedad disputando un encuentro de la máxima competición continental. Otra vez quirófano, otra vez rehabilitación. España volvía a perder una jugadora única llamada a marcar el camino de la selección durante años.
Meses después, Pena llegó a disputar el decepcionante Mundial de Serbia, y un año después, el Europeo disputado en Croacia y Hungría en 2014. Allí tuvo que asumir el rol de central y a iluminar con una luz atronadora el camino que les llevó hasta la final. En aquel torneo, en el que la selección dirigida por Jorge Dueñas logró la clasificación olímpica, Pena fue una de las jugadoras más destacadas del torneo.
Superadas dos graves lesiones, los Juegos Olímpicos eran ya una realidad en el horizonte de la jugadora española. Entre medias, el Mundial de Dinamarca, donde Pena volvería a brillar. Pese a ello, la selección abandonaría el torneo en octavos de final, un resultado mucho más pobre al esperado.
Un mal trance que, como las lesiones, parecen olvidadas en Río. Tras los dos baches, Pena cambió su juego. Ahora dirige y ejecuta, pues se ha convertido en un lanzadora letal desde los 8-9 metros. Es una jugadora completa como pocas.
A base de actuaciones portentosas se ha ganado el respeto de sus rivales y la confianza ciega de sus compañeras que, guiadas por Nerea, esperan llegar a buen puerto en estos Juegos de Río de Janeiro. Allí defienden el bronce conseguido hace cuatro años. Saben que, para llegar a la final, necesitarán mantener firme la defensa y las ayudas. Actuaciones soberbias de sus porteras, Silvia Navarro y Daly Zoqby. Y, por supuesto, toda la luz del imponente faro que lidera el ataque español.
En balonmano es la central la encargada de señalar el camino que deben seguir sus compañeras durante un ataque. La responsabilidad es máxima, pues es aquella que más decisiones tiene que tomar a lo largo de un partido, incluso cuando el oxígeno comienza a escasear y al cerebro le empieza a costar...
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Edu Agulló
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