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Jueves 6 de octubre de 2016
"No me agobiéis, dejadme tranquilo", dijo Francisco Correa al abandonar la sede de la Audiencia Nacional al término de las cuestiones previas. Una maraña de periodistas rodeó al presunto cabecilla de la presunta trama corrupta.
El presunto en cuestión no muestra nerviosismo de tripas para afuera a pesar de que se enfrenta a más de cien años de encierro. Porque de todos los acusados, él es el que está en una posición menos doliente, aunque no se entienda del todo.
A Correa le envuelve un manto invisible de protección que va más allá de la racionalidad, como cuando de pequeño tu madre te decía que el abuelo, muerto, estaba en el cielo con el niñojesús. La aparente serenidad de Francisco Correa sólo es comparable a la de Mariano Rajoy. Nunca imaginó el presidente en funciones que una de sus pesadillas --la Gürtel-- iba a convertirse en un dulce sueño. Mentira. Pero jamás pensó que uno de los casos que intuía que más daño político iba a hacerle, pasaría a ser una cuestión asumible.
Por lo demás, la segunda sesión del juicio discurrió con la normalidad casi instalada en un lugar que se va a convertir en hogar de los banquilleros durante meses. Los 37 acusados van entablando relación entre ellos. Aclimatándose. Algunos la están retomando. Se ve en los recesos, cuando todos salen al hall a estirar las piernas. Algunos, como Bárcenas, bajan al sótano, donde están instaladas las salas de prensa y las máquinas de bebidas y de "comida" de entrehoras. Todos en fila india.
El miércoles el extesorero del PP bajó a sacar dos cocacolas cero y charló con algún periodista en el receso de media mañana. Después subió con las latas en la misma mano y salió a darle una de las bebidas a su mujer, Rosalía Iglesias, también acusada, que fumaba mientras hablaba con su abogada en el rellano abierto situado entre la puerta principal y la entrada al edificio. Pocos minutos después Bárcenas entró en el hall, donde charló con El Bigotes hasta que se reanudó la sesión. Entraron a la vez en la sala de vistas.
Fue una sesión densa. Técnica. Coloreada con algún trazo de ingeniosa argumentación. Como cuando el letrado Martín Pallín dibujó verbalmente el recorrido que tendría que hacer Correa para contestar a todas las preguntas: de Estepona subir a Majadahonda, de ahí a Castilla y León, retroceder hasta Pozuelo, acercarse a la capital y hacerse un periplo por la Comunidad de Madrid. Por eso sugirió descansos en las declaraciones de los acusados que iban a tener que hacerse, mentalmente, el mapa de España. Y habló de "bloqueo mental".
Otros, sin embargo, hablan de desbloqueo. José Lozano defiende a Iván Yáñez, el presunto testaferro de Luis Bárcenas. Lozano planteó la nulidad parcial del procedimiento y pidió el desbloqueo, también parcial, del dinero suficiente para que su defendido pueda asumir económicamente el juicio: 10.000 euros al mes. Y se enredó hasta que el presidente del tribunal, Ángel Hurtado, le paró en seco al considerar que aquello poco tenía que ver con las cuestiones previas.
Hurtado, el jefe de la sala, habla poco. Más bien, no habla casi. Pero cuando abre el pico normalmente es para callar a alguien. Lo hace de forma suave, sin invadir. Y sin elevar el tono. Casi nadie en la sala cuestiona al presidente del tribunal.
Después de comer todos volvieron a sus puestos.
- ¡Acusados a la derecha, letrados a la izquierda!- alzó la voz el policía de la mesa una vez pasado el control de seguridad mientras una de las abogadas repartía a discreción un tapergüer de chuches del mercamujer.
Las dos últimas filas de acusados estaban vacías. A excepción de una encausada que, ante aquel panorama desolador y con la modorra de primera hora de la tarde, se plantó sus gafas de cerca y se puso a leer un libro como quien espera su turno en la consulta del médico.
Y llegó el turno del Partido Popular, defendido por Jesús Santos de la responsabilidad civil como partícipe a título lucrativo en la trama que ahora se juzga. El defensor del partido más votado del país rogó al tribunal que les expulsen del juicio alegando "plena indefensión" al no saber de qué hechos en concreto se acusa al partido. Pero fue más allá. Porque argumentó que quien debería estar acusado no es el PP, sino los grupos municipales de los ayuntamientos de Pozuelo y Majadahonda.
Santos tiró de la personalidad jurídica que tienen los partidos y de la que carecen los grupos. Por poner un ejemplo: una empresa no tiene la culpa de lo que hayan hecho los responsables de los departamentos que la componen. El problema es que en España es legal considerar a un partido responsable civil (no penal) de los actos que cometen sus dirigentes. Y esto nos llevaría hasta Mariano Rajoy, que es el presidente de la empresa...
Dicen que ser alcalde (o concejal) es el cargo político más agradecido. Y es verdad. Porque los pueblos lo mueven todo. En los pueblos tejen redes, cosen dobladillos y amasan lo que luego será pan. La municipalidad es el cimiento. Y el enriquecimiento.
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Autor >
Raquel Agüeros
Raquel Agüeros. Persona. Periodista. Autónoma. Nació navarra y voló del nido. Lleva 17 años picando, casi siempre en televisión y radio. Escribir es su espina clavada. Vive en Mallorca.
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