Crónica parlamentaria
¡Que vienen los reyes!
Felipe VI abre la XII Legislatura en un acto en el Congreso con juegos de sillas, banderas republicanas y entusiasmo variable entre sus señorías
Miguel Ángel Ortega Lucas Madrid , 17/11/2016
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Decenas de jubilados de la noble Villa de Madrid se agolpaban a las 11.30 de la mañana de hoy [17 de noviembre] en la Carrera de San Jerónimo, cortada al tráfico y al transeúnte, para ver llegar a los Reyes, los de España, como si fueran en realidad los Magos y vinieran a traerles algo. “Niño, ¿te puedes hacer a un lao?”. El niño –el que suscribe– estorbaba a la vista de los privilegiados de la primera fila, mientras trataba de convencer a la Policía Nacional de que le dejara seguir camino hasta el Congreso. Recordaba la cosa a cuando uno era niño de verdad y tenía que negociar con los centinelas de las discotecas; ese pavor a perderse la fiesta. En este caso, los regalos de los Reyes. Pero hasta que no pasara la cabalgata no podríamos movernos de allí. Como siempre ha habido clases, los diputados que iban llegando por la misma vía tardaban mucho menos en conseguir el salvoconducto. Llegó César Luena, del PSOE; enseñó el DNI, comprobaron que nació realmente en el 80, y no una década antes, y le dejaron pasar. Llegó Javier Maroto, del PP; no sabemos si directamente desde el sarao de cierto periódico la noche anterior en Joy Eslava: enseñó el sello casi borroso de la fiesta en el dorso de la mano, y pasó. Llegó Íñigo Errejón y ahí hubo muchas más dudas, pero por alguna razón conseguimos pasar los dos (niños) al mismo tiempo.
Dentro del Congreso también parecía víspera de Reyes, con la muchachada de la prensa hispana al completo en alegre e infantil algarabía; toda una intriga palaciega ante el discurso del Rey (Felipe VI, no Melchor), por si le daba al hombre por proclamar la Tercera República o algo, en vez de inaugurar la XII legislatura de la presente monarquía parlamentaria. Mientras la plebe aguardaba afuera, con los ojos aún húmedos tras el paso de las carrozas; mientras los periodistas jugaban a las sillas en la sala de prensa para conseguir un palmo en que poner el portátil (como siempre ha habido clases, los clásicos del medio tienen su sitio en la tribuna), doña Ana Pastor –la presidenta del Congreso, no la de La Sexta– atacaba su discurso poniendo también los pelos como escarpias ante una posible Buena Nueva redentora.
Como siempre ha habido clases, los diputados que iban llegando por la misma vía tardaban mucho menos en conseguir el salvoconducto
Dijo Pastor, con el hemiciclo a reventar y en unánime silencio, que la monarquía “contribuye a la estabilidad de nuestro sistema político”. Dijo Pastor que el Congreso “debe contribuir a la fuerza del Estado de Derecho” y que debe ser reflejo del “pluralismo de la sociedad española”. Dijo que la Constitución es “la máxima expresión de la voluntad de los españoles”, “inspirada por la reconciliación nacional” del año 78, propiciadora y custodia de la pluralidad plural de España, “de unidad indisoluble”, sin embargo, que logró asimismo “tan altas cotas de bienestar y libertad” universales y hasta vencer al terrorismo etarra. Esto de ETA fue el matiz que hizo respirar a todos los que creíamos, a esas alturas, estar escuchando un discurso del año 96 (un titular maravilloso con el que empezábamos a soñar: Ana Pastor plagia a Federico Trillo).
Pero aún había esperanza ante la solemne intervención estrella, la de Felipe VI. Escoltado por su consorte, Letizia Ortiz, hermosa esfinge de Carrara verde cuya mirada y silencios resultan cada vez más seductores, por inquietantes (¿estará escribiendo la experiodista unas crónicas palaciegas que no llegaremos a leer nunca, que arrojará al fuego cada noche?), el rey del reino de España habló de los compromisos de la Corona, cuya “razón de ser es el servicio a todos los españoles”, así como de “la democracia, la libertad, el pluralismo [puede que estuviera leyendo sin querer los papeles olvidados en el atril por Ana Pastor, o Federico Trillo] que fundamentan el régimen constitucional y el Estado de Derecho”. Y se congratuló a continuación de que se resolviera finalmente “la compleja situación” de la formación de Gobierno, casi un año después del baile de máscaras en el Salón de los Pasos Perdidos.
La crisis gubernamental se ha resuelto, dijo, “con responsabilidad y generosidad” para con “los intereses generales”, pero reclamó “diálogo permanente” a todas las fuerzas políticas
La crisis gubernamental se ha resuelto, dijo, “con responsabilidad y generosidad” para con “los intereses generales”, pero reclamó “diálogo permanente” a todas las fuerzas políticas, alertando del “desencanto y distanciamiento” ciudadano hacia las instituciones. Y, por supuesto, invocó el Grial: “Hemos de partir de lo que hemos sido en el pasado y de lo que hemos conseguido juntos. Hace casi 40 años los españoles se unieron para la reconciliación, la paz y el perdón. No podremos nunca valorar en su dimensión la ilusión del pueblo español entonces, su valentía y generosidad. [Aplauso cerrado.] Tampoco olvidar a las víctimas [de ETA] y a las familias que dieron la vida por la democracia”. [Aplauso de varios minutos]
De entre los que habían llegado tarde al hemiciclo, algunas señorías de Podemos se habían encontrado con que senadores y diputados del PP también se habían dado alegremente al juego de las sillas, y se las habían ocupado (okupado), con el consiguiente cabreo. Los podemitas hablaron de una maniobra para usurparles “visibilidad” en el acto, aunque es más probable que obedeciera a un inocente impulso de los del PP con el fin de recibir cuantas más chuches mejor de parte de los Reyes desde la tribuna: no podía ser casual la aparición desde ultratumba (o Grupo Mixto) de Rita Barberá en la bancada popular; ni la presencia, siempre discreta y nobiliaria, de Esperanza Aguirre, que a la salida gritaba, para que no la oyeran, “¡La pareja de oro, la pareja de oro!”, al ver a García Ferreras entrevistando en directo a Pablo Iglesias.
Algunas señorías de Podemos se habían encontrado con que senadores y diputados del PP también se habían dado alegremente al juego de las sillas, y se las habían ocupado
Por lo demás, el senador de Unidos Podemos por Navarra Iñaki Bernal blandió una bandera tricolor republicana durante la intervención real, explicando después que se había tratado de una “decisión personal” que nada tenía que ver con Unidos Podemos como si no fuera ni senador, ni de Unidos Podemos, ni de Navarra. “Por eso”, dijo, “pido disculpas a los compañeros de Podemos”. Estos, por cierto, no aplaudieron el discurso de Felipe VI (tampoco PNV y PDC –antes Convergencia–. Los de ERC y Bildu ni se presentaron). Otro diputado de Unidos Podemos, Diego Cañamero, compareció en la cámara portando una camiseta con el lema Yo no voté a ningún rey, y explicó a su vez que no se trataba de “ninguna provocación en absoluto. Yo creo que es una cosa amable, cariñosa para la sociedad, pidiendo que cualquier representante tiene que pasar por el voto”. Susana Griso se echó una foto con él.
Íñigo Errejón declaró después que no se trataba, el no aplaudir al rey, de una “falta de respeto”, sino de expresar disconformidad con las formas y con el fondo del mensaje real. Ni les gustan los “besamanos”, ni le parece de recibo a su grupo que el monarca opine (a favor, se entiende) sobre las circunstancias que han propiciado un nuevo gobierno de Mariano Rajoy; es decir, la abstención del PSOE.
Diego Cañamero, compareció en la cámara portando una camiseta con el lema Yo no voté a ningún rey, y explicó que no se trataba de “ninguna provocación en absoluto"
No había pantallas gigantes afuera, en San Jerónimo, para que los ilusionados pensionistas y demás fans siguieran en directo la intervención del Rey: ya la escucharían después, en el telediario, con los ojillos haciendo chiribitas ante la solemne (rezaba el dosier de prensa) inauguración de la legislatura.
Y alienta la sospecha de que siempre parece estar inaugurándose la democracia, a cada intervención solemne, a cada acto institucional de corneta y tiros largos. Ana Pastor podría repetir el discurso de Federico Trillo como Felipe VI podría reproducir palabra por palabra cualquiera de su padre, Juan Carlos I. Todo consiste, por lo visto, en invocar el mito fundacional de este Macondo (la Transición, con mayúsculas), honrar a los héroes caídos de la democracia (las víctimas de ETA) y epatar al pueblo español (esa entidad compacta, abstracta y exacta) con los grandes beneficios, en forma de bienestar, que traen los sacrificios, en forma de tragar; porque, aunque todo vaya mal (“la privación de empleo de los jóvenes”, dijo el Rey), en realidad siempre va a ir bien (“el ritmo constante de recuperación de nuestra economía constituye una realidad cierta”).
Siempre están por llegar los Reyes Magos, a la Carrera de San Jerónimo y a todos los hogares españoles. Es el cuento que nos gusta escuchar a los niños, cada noche y en cada informativo. De manera que, pase lo que pase, salen a la cabalgata y regresan luego, emocionados, los pensionistas; pensando que todo está bien, que todo está muy bien, como susurraba a César Vallejo su caballo, a cada venia, mientras regresaba a su casa abarrotada de muertos.
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Miguel Ángel Ortega Lucas
Escriba. Nómada. Experto aprendiz. Si no le gustan mis prejuicios, tengo otros en La vela y el vendaval (diario impúdico) y Pocavergüenza.
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