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Post-truth derrotó este 2016 a Alt-Right como palabra del año según los diccionarios Oxford. Este es el mejor resumen del estado de cosas en el mundo. Un año lleno de sobresaltos y giros (in)esperados que pueden empujar la historia a una época de incertidumbre, tensión y traumáticos cambios.

Trump, tras un victoria cimentada en el uso de las heridas abiertas en la sociedad americana, empieza a dibujar su gabinete. Un gobierno formado por generales y multimillonarios que tendrá al frente de la estrategia política a un supremacista ultra 2.0 (Bannon) y de la diplomacia al directivo de la mayor petrolera del mundo condecorado por la Duma (Tillerson). En su gabinete no faltará una fuerte influencia de toda su red familiar.

May funda un nuevo movimiento nacionalpopulista que significará la transformación del viejo partido Tory

Gran Bretaña empieza a dibujar su futuro post-Brexit. May funda un nuevo movimiento nacionalpopulista que significará la transformación del viejo partido Tory. En ambos lados del Atlántico el repliegue identitario es claro y profundo y no es casual que las agresiones de carácter xenófobo se hayan disparado. 

En el continente el avance de la extrema derecha sigue su curso. Asentada ya en dos capitales (Varsovia y Budapest) tiene una fortísima influencia en el Grupo de Visegrado. Ya hemos comprobado su nocivo efecto en la nefasta gestión de la crisis de los refugiados. Al mismo tiempo embiste en la Europa Occidental y escala en las encuestas de Francia y Holanda. Wilders y Le Pen esperan su gran oportunidad en sus respectivas elecciones de 2017.

Pero el autoritarismo iliberal de carácter nacionalista ya está muy presente en el tablero internacional. Putin ha ganado todas sus últimas manos (Siria, USA o Moldavia) y está interna y externamente reforzado. Erdogan se erige en hombre fuerte de una nueva Turquía otomana y sus buenas cartas en las negociaciones (migración, seguridad y energía) quedan demostradas en los constantes chantajes a la UE. 

En Oriente Medio el estado de naturaleza hobbesiano se impone en forma de diferentes Estados fallidos. La amenaza terrorista en Europa se agrava, situando la seguridad como primera preocupación de sus ciudadanos, y los estados de excepción empiezan a normalizarse. China espera los movimientos del nuevo inquilino de la Casa Blanca y se vanagloria de un modelo económico de éxito sin libertades. Todos los estudios demoscópicos occidentales indican que la aceptación de “líderes fuertes” se dispara y el apoyo a la democracia declina.

De telón de fondo de todos los malestares que explican las actuales insurgencias electorales, un denominador común: la desigualdad. Sin ella no se podría entender este mayúsculo fallo del sistema. Pero la desigualdad es condición necesaria pero no suficiente para explicar lo que está sucediendo. 

Junto a la ansiedad económica una fuerte ansiedad cultural acecha a nuestras sociedades. Sensación de falta de control. Incertidumbre, frustración y vulnerabilidad. Por ello la identidad nacional y la soberanía funcionan como paraguas emocional y acicate electoral. Escenario idóneo para estrategias anti-establishment. Pueblo frente a oligarquía. Realidad del país frente a realidad política. La unidad orgánica de la sociedad frente al individuo. Un camino muy peligroso.

 La campiña frente a la City. El Rust Belt frente a Nueva York

Ante nosotros un nuevo conflicto político que marcará el siglo XXI: sociedades abiertas y cosmopolitas frente a sociedades cerradas y homogéneas. El campo y zonas suburbanas castigadas por la desindustrialización frente a las grandes urbes integradas en la globalización financiera. La campiña frente a la City. El Rust Belt frente a Nueva York.

Un gigantesco Backlash. Otra de las palabras que explican el año que acaba. Un Backlash frente al camino que ha tomado la globalización. Un Backlash racial. Pero también un Backlash geoestratégico. Una reacción ante el auge del poder político-económico de Asia y la pérdida de influencia de las democracias occidentales. La paradoja es que el resultado de esta reacción no va a hacer más que acelerar el fin del orden liberal angloamericano surgido tras la II Guerra Mundial.

Y un backlash de género. Una de las características constantes de los electorados ultras es su profunda masculinización. Una reacción ante el imparable progreso hacia la igualdad, la incorporación de la mujer al mercado laboral, la difuminación de los roles de género y una lenta pero positiva modificación de las relaciones de poder. No es casual que quienes hayan evitado la victoria de Hoffer en Austria hayan sido las mujeres. Ellas son hoy el mayor aliado electoral contra la extrema derecha. 

Por otra parte el conjunto de la izquierda tiene graves problemas para asimilar esta nueva cartografía social. Desde la socialdemocracia europea, que puede perder en pocos meses sus dos mayores piezas en la UE (Hollande y Renzi), a la izquierda radical que ve cómo su buque insignia (Syriza) es doblado en las encuestas por la derecha griega. La síntesis de la situación de la izquierda europea es su dramática realidad en las presidenciales francesas. Fragmentada, dividida y aturdida. Todas las apuestas la sitúan fuera de la segunda vuelta. 

La situación de la izquierda europea es su dramática realidad en las presidenciales francesas. Fuera de la segunda vuelta

Estamos ante la mayor ola reaccionaria que ha conocido el mundo desde los años 30. Insurgencias electorales que apuntan a un futuro posdemocrático y contienen el huevo de la serpiente. Dependerá de todos construir amplias y generosas alianzas en defensa de la democracia, las libertades individuales y las instituciones. Reivindicar la triada que ha permitido avanzar al mundo en la época de la modernidad: razón, pluralismo y progreso. Reconciliar democracia y mercado. Redistribuir con crecimiento inclusivo. Reconstruir el pacto social. Combatir la serpiente antes de su eclosión.

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Javi López. Eurodiputado del PSC-PSOE.