Tregua navideña de 1914. Soldados alemanes e ingleses dejan de dispararse espontáneamente.
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Te llegaba la citación pero, además, te llamaba la poli por teléfono. Tenías que ir a declarar el 24 de diciembre. Siempre, cada año, uno o dos días antes de Navidad. El que te había telefoneado te decía que te llevaras una muda, cepillo de dientes y otros enseres personales. Te quería dar miedo. Lo conseguía. No estaba descartado, te decía, que ingresaras en el calabozo tras la declaración. Al fin y al cabo, ibas en situación de delito flagrante. O como se diga.
Lo usual era que te pidieran dos años. En Albacete había un juez que, por sistema, emitía condenas de cuatro años. En Navarra, eran los acusados —fundamentalmente, cristianos de base—, los que exigían entrar en prisión. Cuando les ofrecían el tercer grado —lo hacían muy rápido— lo rechazaban. Se quedaban en la cárcel, como protesta. Eran valientes, los navarros.
El día señalado, ibas con tu abogado. Nunca estaba el fiscal. Había un inspector de policía mayor, de vuelta de todo. Te leía tu anterior declaración y te preguntaba si te ratificabas en ella. Decías que sí. Sin frío ni calor, el inspector te decía, entonces: "Ya veo que no es el caso, pero si te declaras yonqui, yo me lo creo, lo escribo y tampoco vas a la mili, el caso se archiva inmediatamente, y te vas tan tranquilo". Decías que no eras yonqui. Lo hacías sin épica. No tenías la fe del navarro. No querías quedarte a dormir allí. No querías desaparecer dos años. Pero tenías que decirlo.
"No entiendo por qué hacéis esto. Pero bueno. Firma aquí". Después decía las palabras mágicas: "Puedes irte". Te ibas. Más contento que una anchoa. Recuerdo la cara del policía. Hay policías con fe. Suelen ser jóvenes. Son peligrosos. Los mayores suelen ser diferentes. Saben leer el mundo y están en contacto con él. Saben lo que pasa y lo que les dicen que pasa.
Desde 2011, veo esa cara en rostros de funcionarios y políticos
Aquel inspector sabía que, en breve, o en no tan breve, ganaríamos. Y eso imprimía una mirada y una gesticulación determinada. Como si todo esto también fuera un trámite absurdo para él. He escrito todo esto, de hecho, para hablar de esa cara. Para decir que, desde 2011, veo esa cara frecuentemente en diversos rostros de funcionarios y políticos.
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Autor >
Guillem Martínez
Es autor de 'CT o la cultura de la Transición. Crítica a 35 años de cultura española' (Debolsillo), de '57 días en Piolín' de la colección Contextos (CTXT/Lengua de Trapo), de 'Caja de brujas', de la misma colección y de 'Los Domingos', una selección de sus artículos dominicales (Anagrama). Su último libro es 'Como los griegos' (Escritos contextatarios).
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