Obituario / Paloma Chamorro
Ella no está
La periodista, pionera y símbolo de la Movida madrileña con el programa 'La edad de oro' , fallece a los 68 años
Paloma Concejero 30/01/2017
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Éste sí que es un triste lunes. Lo es. Antes incluso de encender la radio. Un fan del programa Ochéntame otra vez me escribe diciendo que ella se ha marchado. Paloma Chamorro. Esa mujer pionera, valiente, curiosa, luchadora, iconoclasta, inteligente, sensible, rebelde. Pienso en ella y los adjetivos se disparan y también los recuerdos.
Me veo frente a una tele en blanco y negro. Aquella niña que decidió muy pronto su oficio viendo a profesionales de raza que hacían entretenimiento, sí, pero no estéril. Cuando el destino, para mí, estaba abierto pero ya decidido: “Lo que quiero ser”. Paloma, tocaya, tú lo definiste bien, “guerrillera de la Cultura”. Conversar con Borges, sentarse frente a Miró, Willem de Kooning, Dalí. Artistas, escritores, músicos. El poder de alguien que sabe dirigir una conversación, escribir sobre el talento, sorprender. Hacernos entender –al contrario que en estos tiempos– que la provocación no se guioniza –¡se improvisa!–, porque suele ser la mejor aliada de las Artes.
Aquella cabecera inolvidable con el 'Layla' de Eric Clapton nos llevaba a la tierra prometida de la creación. Femenino singular. Ella firmaba todo lo que tocaba
Me cuenta el periodista y locutor Juan de Pablos que gracias a Paloma descubrió que sus vecinos, los hermanos Santiago y Luis Auserón, tenían un grupo muy pop. Fue en su programa Imágenes, allá por el 78, donde ella nos presentó a los primeros Radio Futura. Aquella cabecera inolvidable con el “Layla” de Eric Clapton nos llevaba a la tierra prometida de la creación. Femenino singular. Ella firmaba todo lo que tocaba. Y así fue. Siempre.
Dos años después, recién estrenada otra década, la conoció la argentina Marité Campilongo, aclamada como Rubi. Su amistad atravesó varias décadas. Imperturbable hasta hoy. Bernardo Bonezzi, el Mozart de nuestro pop, fue otra de sus debilidades. Tantos y tantos maravillosos nombres que iba recolectando mi cabeza, en un momento en el que la televisión era esa ventana fascinante para los curiosos. El mejor complemento a nuestra necesidad adolescente de conocer.
Así estalló en color, mi querida Paloma, en la madrugada de los jueves, cuando tras las largas jornadas de instituto era posible viajar frente a La Edad de Oro, ese programa “raro” que los padres no entendían y a muchos nos descubrió a Battiato, The Stranglers, Miquel Barceló, Ceesepe, El Hortelano, Robert Mapplethorpe, Alex Katz, Prince, Alberto García-Alix, Rubi, Gabinete, Danza Invisible, Golpes Bajos, Eduardo Benavente, Javier Mariscal, Ocaña. Muchos nombres. Más sensaciones. Culpables también de arrancar mi pasión por el trasnoche.
Pero ella se marchó de la tele y nos quedamos todavía más huérfanos. Carlos Tena, Lolo Rico, Paloma Chamorro, triada de nombres que hicieron del amor a la libertad, bandera, y con el tiempo, trinchera. Y algunos de nosotros, ya en la universidad, soñando con hacer lo que ellos nos enseñaron a amar.
Pero que su vida social no fuese pública no significaba que no existiese. Sus más cercanos amigos quieren recordarla feliz frente a una paella o en una partida de mus. Siempre fiel a los que estuvieron y no se marcharon cuando se apagaron las luces del plató.
Siempre fiel a los que estuvieron y no se marcharon cuando se apagaron las luces del plató
Y he aquí que, treinta años después, la vida me colocó casi en un punto de partida. Con la vista vuelta de nuevo a los 80´s, años en los que lo que parecía imposible fue posible aunque se nos quedara muy corto.
Ochéntame, más que un formato, fue, para muchos, máquina del tiempo. Y la busqué, incansable, cada comienzo de temporada. Mensajes, llamadas, mails. Vanos intentos. La devoción hacia esta mujer fue reinvertida en la búsqueda de imágenes. Suyas. Grabadas en mi cabeza como en esas cintas betacam que llegaban a mis manos en decenas de carros.
Qué intensa emoción dar al play y comprobar que así fue, ¡tal y como lo recordaba!; aunque ella, tan mítica, tan atípica, declinase una y otra vez mi invitación de volver a recordarlo en la televisión pública, de nuevo en la madrugada de los jueves.
Me llama Rubi, me cuenta que Paloma se despedirá como vivió todos estos últimos años. Con amigos y familia. En la más estricta intimidad.
No estaba enferma, ni deprimida. Sólo seleccionaba escrupulosamente sus bajadas a la capital. La última pudo ser la presentación, después de dos años sin tocar, de su rubia amiga Marité: la bella Rubi de nuevo en la sala El Sol. Tal vez la ola de frío empujó a la Chamorro, en el último momento, a cambiar un escenario mítico por su chimenea.
Aquel concierto del pasado 14 de enero podría haber sido, por fin, el de nuestro encuentro. La ocasión de darle un fuerte abrazo y las gracias por todo lo que nos ha dejado. De confirmarle que nunca estuvo sola. Que nadie hubo más admirado para toda una generación. Que nos hizo felices. Que nada es fácil en la tele tampoco en estos tiempos. Que vale la pena pelear aunque duela perder batallas. Porque la eternidad siempre espera a los que arriesgan.
Quería decirle eso y más. Lo que hoy escribo. Para ella, nuestra Greta Garbo; nuestra divina que un día batió en retirada y decidió que una casa en el campo con su compañera y sus perros era todo lo que necesitaba.
Guerrillera Paloma, bien sabes que intentaron cortar tus alas pero, también, que nunca pudieron impedir tu vuelo.
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Periodista cultural y documentalista. Ha dirigido la película Tu voz entre otras mil, sobre Antonio Vega, y el programa documental de TVE 'Ochéntame otra vez'.
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