MÚSICA
El estrépito reunió a George Harrison, Roy Orbison y Bob Dylan
A finales de los 80, un futuro Nobel de Literatura, un antiguo ‘beatle’ y el conocido como la gran O se unieron, junto a Jeff Lynne y Tom Petty, en un grupo rara vez recordado: los Traveling Wilburys
Manuel Gare 11/01/2017
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En una era copada de grandes nombres en la música, aflora la nostalgia por aquellos acontecimientos que un día hicieron retumbar la escena. Oír hablar hoy, bajo dosis de actualidad, de nombres como George Harrison, Roy Orbison o Bob Dylan es casi tan anecdótico como que al último le hayan dado un Nobel de Literatura y se haya convertido en una de las comidillas favoritas del año. Lo cierto es que hace casi 30 años que los tres se juntaron, junto a Jeff Lynne y Tom Petty, para crear el que en adelante sería un supergrupo, como se conoce a los conglomerados de estrellas musicales unidos bajo una nueva marca.
Son los Traveling Wilburys y sus canciones acumulan, aún hoy, millones de reproducciones, a pesar de que no son pocos quienes pasan por alto que un día existió tal nexo de unión entre figuras tan diferentes. Temas como Handle with care son la muestra inconfundible de la sincronía personal y musical de estos artistas. El verso “You're the best thing that I've ever found / Handle me with care” continúa encandilándonos hoy. End of the line nos recuerda a lo mejor del folk rock con sus estupendos “Well it's all right” resonando por todas partes. Las dos canciones pertenecen a Traveling Wilburys Vol. 1, el primer disco lanzado en 1988. Traveling Wilburys Vol. 3, su segundo álbum, llegaba en 1990 —con la ausencia de Roy Orbison, fallecido poco después del estreno del grupo— y sería recopilado junto al primero en 2007 bajo el título de The Traveling Wilburys Collection.
Aunque venimos de un año en el que se ha hablado de las innegables bondades musicales de Bob Dylan, si nos centramos en su etapa previa al grupo, el discurso dista de ser tan positivo. “Intuyo que Traveling Wilburys le sirvió a Dylan como revulsivo, y en ese sentido puede que resultara el más beneficiado por la experiencia”, explica Fernando Neira, crítico musical. Cercano, con matices, a la idea de que los ochenta fue su década errática, Neira sitúa al supergrupo como un momento clave para el artista. “Con los Wilburys, Dylan se resintonizó. Se encarriló. Volvió a lo suyo: escribir canciones gigantescas. Y a las pruebas nos remitimos: al año siguiente llegó Oh, mercy, disco enorme y resurrección artística irrefutable”, asegura.
El paso de Dylan por el grupo marca, de alguna forma, su propia carrera. “No sé si Dylan es una superestrella. Dylan es Dylan: esto es, muy suyo. Y quizá su propia conciencia de personaje histórico (e irrepetible) le permite ir a su bola, sin importarle nada ni nadie: solo la visión que él mismo se vaya forjando de su obra”, dice Neira. El Lucky Wilbury —así se le conocía en el grupo— se descubre a sí mismo haciendo música como parte de algo colectivo. Menos intimidante. Simplemente, “hacer un álbum con algunos amigos”, como mencionó George Harrison la primera vez que se refirió a los Wilburys.
Si alguien tuviese alguna duda sobre el valor de Harrison en la música popular, con los Wilburys se despejaría toda incógnita
Tito Lesende, periodista y autor de Revolver. El disco de los Beatles que revolucionó el rock, habla precisamente de Harrison como el pilar de la banda desde su origen. “Él venía de trabajar con Jeff Lynne en un disco notable —Cloud Nine— y volvieron al estudio para grabar un single para Harrison; llamaron a algunos cercanos y la idea se les fue de las manos, afortunadamente”, narra. Tal y como desarrolla Tito, el empujón de Lynne fue “el epicentro de aquel terremoto”, resultando en un grupo que representaría “la reválida de Harrison en la primera línea del rock y en contraste genial con algunos otros artistas con caracteres definidos y reconocibles”.
“Cada vez que cimbrea el tubo de slide de George, los Wilburys ganan una dimensión histórica, lo mismo que cuando entra alguna de sus típicas melodías en cadencia lánguida descendente. Si alguien tuviese alguna duda sobre el valor de Harrison en la música popular, con los Wilburys se despejaría toda incógnita”, determina Tito, quien sostiene que llegado al grupo, Harrison ya había dejado atrás el estigma de los Beatles, consciente de que no podía medirse con Lennon o McCartney. “Los Wilburys no tenían una competencia tan cruel: creativamente hablando, ninguno de sus socios en esta nueva banda vivía un momento comparable al auge de Lennon-McCartney en los sesenta”, aclara. Y añade, reforzando las palabras de Neira, que la mayor estrella del combo, Bob Dylan, “atravesaba una fase artística algo regulera”. “En este contexto y dado su rol catalizador, parece lógico que la impronta de George tuviese especial presencia”, declara.
Para George Harrison no era la primera vez que tocaba cerca de Roy Orbison. En 1963 formaron parte del mismo cartel cuando el guitarrista de los The Beatles se coló con su grupo en la gira de Orbison. En aquel entonces, Orbison era el cabeza de cartel de una serie de conciertos que terminó con los Beatles equiparados a su mismo nivel gracias a que, por aquel entonces, empezaron a dispararse en las listas de ventas. Ahora hay quienes reclaman el verdadero protagonismo de Orbison en aquella gira, que juntó a la primeriza banda de Liverpool con el texano cantante de Oh, Pretty Woman.
Según el escritor Federico Navarro, autor de Conexión Orbison. Más allá de Pretty Woman, la pérdida de Roy Orbison afectó claramente al segundo álbum del grupo. “La prueba es que un tercer disco de los Wilburys no se llegó ni a grabar y el segundo, pese a no ser un mal trabajo, no llegó al éxito de su predecesor”, explica. “Su voz era un verdadero prodigio, algo indefinible y que muy pocos privilegiados pueden llegar a poseer”, comenta sobre el cantante y compositor, quien tuvo la oportunidad con los Travelling Wilburys de relanzar su trayectoria, en un “preámbulo perfecto al que sería su gran disco de retorno: Mystery Girl”. En definitiva, Federico Navarro traza a Orbison como un artista que “vencía a la adversidad con todas sus ganas” que contribuyó “a un disco realmente maravilloso con esa pasión por la música que le acompañó siempre”.
La falta de presión hizo aflorar todo ese talento que escondían los cinco músicos
No obstante, para Federico Navarro, Jeff Lynne es la persona clave de entre los protagonistas de los Wilburys. “Él fue el que produjo Cloud Nine en 1987 devolviéndole a Harrison el sabor de un éxito que no recordaba desde hacía años, también produciría el álbum de Roy e incluso trabajaría con Petty. Sencillamente, un genio tras la mesa de mezclas. Su trabajo fue clave en el sonido que tuvo Traveling Wilburys Vol. I a lo que cabe añadir la buena sintonía entre todos los miembros de la banda”, anota. La broma de los Wilburys, iniciada como una forma de “revitalizar unas carreras que, en algunos casos, no pasaban por sus mejores momentos”, fue evolucionando y dando forma a lo que sería un colectivo capaz de todo.
“Se creó un ambiente muy relajado y agradable ante la posibilidad de trabajar sin pensar en conseguir un gran éxito. En pocas palabras: la falta de presión hizo aflorar todo ese talento que escondían los cinco músicos”, señala Navarro, que enumera la poesía de Dylan, la guitarra de Harrison y la fuerza de Tom Petty, junto a los ya mencionados papeles de Lynne y Orbison, para dar muestra del trabajo coral de los Traveling Wilburys. “Le vino muy bien a todos: cinco artistas enormes que renuncian a firmar con sus nombres y que acreditan todas las composiciones como una obra colectiva”, ratifica Neira.
¿Volveremos a ver unos Traveling Wilburys?
Cuenta Federico Navarro que el regusto más reciente a un supergrupo lo vimos en 2015, cuando Paul McCartney, Kanye West y Rihanna grabaron FourFiveSeconds. En 2016, el ejemplo viene de Eric Clapton y el último disco de los Rolling Stones, Blue & Lonesome, en el que colaboraron “sencillamente porque Clapton estaba en el mismo estudio que ellos y aprovechó para tocar en un par de piezas”. En tiempos de colaboraciones, para Navarro se trata de “cuestiones más puntuales. A veces estas cosas ni se planean, sino que surgen en el camino y es en esa espontaneidad donde, a menudo, el talento fluye más libre de trabas”.
Aún así, ve complicado volver a ver un supergrupo como los Traveling Wilburys. “Desde los años 80 es algo que se ha visto bastante menos; el último supergrupo como tal diría que es Velvet Revolver porque a veces esa denominación se la dan a cualquiera”, apunta. La tendencia se remonta a los sesenta y los setenta, donde el hecho de montar uno de estos grupos llenos de estrellas era algo muy habitual. Son los casos de “Cream, Bad Company, CSNY. Muchas grandes bandas se disolvían cuando el éxito devoraba sus egos. Entonces, sus miembros se juntaban con otros procedentes de otros grupos donde había pasado exactamente lo mismo”. “Incluso en 1981 apareció Asia, donde unieron sus fuerzas músicos de Yes, King Crimson o Emerson, Lake & Palmer pero es uno de esos últimos fenómenos de ese tipo que encontramos”, concluye.
Muchas bandas se disolvían cuando el éxito devoraba sus egos. Sus miembros se juntaban con otros grupos donde había pasado lo mismo
Para Tito Lesende, “el futuro incierto de la industria de la música es un entorno propicio para este tipo de encuentros” y responde a la pregunta asegurando que tendremos la oportunidad de volver a ver algún caso así. “Aunque debemos lamentar la ausencia de Harrison u Orbison, todavía quedan genios de la música pop contemporánea como para armar cualquier día un combo de calado semejante a los Wilburys”, dice. Quién sabe si en una de esas neuras de Kanye estará el siguiente supergrupo de nuestra época. La creatividad musical está más desarrollada que nunca, y en la escena electrónica ya hemos visto a figuras de la talla de Skrillex y Diplo unirse para crear cosas como Jack Ü. Quizá no suene tan emocionante ni creativo como las invenciones de los Traveling Wilburys, pero sí es un pequeño resquicio de ese espíritu colaborativo colándose a través de nuevos medios. Si estos son capaces de abrir la puerta a una amalgama de géneros musicales llevados al supergrupo, aún está por ver.
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Manuel Gare
Escribano veinteañero.
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