TRIBUNA
¿Crisis? No, ideología
Los Estados se han debilitado, han perdido buena parte de su capacidad para intervenir en la economía y los gobiernos de la UE han apostado ferozmente por esta política
Claudio Martín 25/01/2017
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Todos sabemos las consecuencias de eso que hemos llamado “crisis”. Ricos más ricos y pobres más pobres. Paro, precariedad, desahucios, pobreza infantil, ajustes de déficit, privilegios fiscales, etc. Como dice Antón Losada, siempre acaban perdiendo los mismos. Siempre acaban ganando los mismos. Capitalismo depredador y salvaje.
Y es que en política nada es neutral. En política las casualidades no existen. Los modelos de referencia ideológicos determinan las prioridades, cómo y dónde ejecutarlas. Por eso, desde 2008 en la Unión Europea y en España, quien ha entrado para quedarse no ha sido la crisis, sino la ideología liberal-neoliberal. Los Estados se han debilitado y han perdido buena parte de su capacidad para intervenir la economía. Los gobiernos de la UE han apostado ferozmente por esta política económica. Así como la izquierda se ha movido ideológicamente entre lo público y lo social, los partidos liberales han tenido como bandera ideológica lo privado y la economía. Es fácil entender por qué manda la Troika (Comisión Europea, Banco Central Europeo y Fondo Monetario Internacional) y no cada Estado de la Unión.
En España, con Zapatero primero y después con Rajoy en La Moncloa, el modelo de referencia neoliberal se ha servido de la crisis, como pretexto, para apuntillar el Estado de bienestar y limitar los poderes propios del Estado, en beneficio de unos pocos y para desgracia de la mayoría.
El Gobierno de España hoy tiene como principio político y económico el dejar hacer (laissez-faire) y no poner impedimentos a la libre actuación de sus compañeros de viaje tanto europeos como mundiales. Es decir, el mejor gobierno es el que gobierna menos. La misión principal del Estado liberal es abstenerse de intervenir en la sociedad y dejar que surjan depredadores en lo económico y en la libre competencia. En nuestro país ha renacido con tanto ímpetu esta ideología que se ha llevado por delante bancos, cajas de ahorro y trabajadores.
Los políticos españoles, especialmente PP y PSOE, proclaman en alto que ellos defienden a la “ciudadanía”. ¿Quién o qué es la ciudadanía? En política hay que saber bien quiénes son los tuyos. Sobre todo si se están empobreciendo y quedando fuera del sistema. Es la gran cuestión, sin solucionar, de la socialdemocracia europea y española.
No todos los liberalismos europeos se han comportado de la misma manera, aunque todos los liberales y neoliberales parten de las mismas ideas. El británico, por ejemplo, revisado por el economista liberal y teórico del utilitarismo Stuart Mill en el siglo XIX, puso las bases teóricas para la intervención del Estado en la vida social, a fin de conseguir la seguridad y la prosperidad colectivas. Y a fe que lo consiguieron. Ahora viven bastante mejor que nosotros.
Como el mensaje de referencia en el liberalismo es, a veces, muy ambiguo en política y en economía y es interpretado desde vertientes tan distintas como las conservadoras y las progresistas, para disipar las dudas liberales, nace el “neoliberalismo” (corriente conservadora de la Escuela de Chicago, liderada por Milton Friedman) que incorpora ciertas ventajas sociales del Estado, pero introduce un elemento demoledor para las clases sociales más débiles y que en España se está llevando por delante a un buen número de ciudadanos. Las desigualdades humanas no son perniciosas, dice el neoliberalismo, sino que desarrollan la iniciativa, el gusto del riesgo y el dinamismo productivo. Según establecía el propio Friedman, “hace falta una gran crisis para transformar la realidad. Cuando llega la crisis lo políticamente imposible se vuelve políticamente inevitable”.
Es decir, hay que permitir el libre mercado sin obstaculizar el mecanismo de los precios e intervenir económicamente “lo justo” para que no se bloquee el sistema (rescate a los bancos, por ejemplo). El Estado debe permitir la libre competencia.
Es más rentable ideológicamente garantizar los privilegios de las grandes empresas (el archiconocido IBEX 35 en España) que promover la igualdad entre los ciudadanos. No importa que estas grandes empresas sean transparentes, tengan buenas prácticas económicas o no respeten los derechos de sus trabajadores. Las quejas de los ciudadanos españoles, según el Banco de España en 2012, crecieron un 20% con respecto al año anterior. Según datos de la OCDE el porcentaje de crecimiento de los beneficios empresariales multiplicaba por veinte el porcentaje de crecimiento de las rentas de trabajo a finales de la primera década del siglo XXI. En la misma época, según el Banco de España, la renta del 20% más pobre se habría reducido un 23%, mientras que la renta del 10% más rico había crecido un 15%. Entre 2008 y 2014, según el INE los precios han subido un 8,5% y los salarios han perdido un 0,7% de terreno. Eso supone una pérdida de poder adquisitivo del 9,2%. Es decir, los pobres más pobres y los ricos más ricos. Hace unos años se veía como normal ser trabajador mileurista. Hoy es un privilegio.
La crisis, bueno, la ideología conservadora, se está llevando por delante el Estado de bienestar. No importa que vivir dignamente sea un derecho. Tampoco importa que los ejes de una buena cultura política sean la igualdad, la solidaridad y la justicia.
Parece que la avaricia empresarial y la avaricia de los corruptos y de quienes los han amparado es más rentable económicamente que los valores de igualdad, solidaridad y justicia.
Las crisis son períodos concretos en los que se da una ruptura de equilibrio entre la producción y el consumo, que se caracteriza por el hundimiento de la demanda, quiebras y paro. Algunos ejemplos: el crack bursátil de 1929 o crisis del petróleo en 1973. Períodos de tiempo limitado.
En España, este período que comenzó en 2008 llegó para quedarse. No es un período limitado. Lo certifican algunas leyes aprobadas por los gobiernos socialistas y conservadores: Reforma del artículo 135 de la Constitución Española, Reformas laborales, Ley de Seguridad Ciudadana… Si ha llegado para quedarse, no es crisis lo que padecemos los ciudadanos españoles, es ideología. Recursos públicos al servicio de intereses privados, privatizaciones, carga fiscal al servicio de las rentas más altas, abaratamiento de los costes del trabajo…
Todo esto se hace en España según la lógica de los gobiernos socialdemócrata y liberal o neoliberal y responde, como escribe Antón Losada, a la creencia compartida en la superioridad de la gestión privada frente a la pública.
Hasta el poder financiero ha capturado a los medios garantes de la democracia, dice Pere Rusiñol en ‘La gran captura’, articulo del monográfico sobre periodismo, de eldiario.es de octubre de 2016.
Y es que la mayoría de los medios de comunicación son simples máquinas políticas y económicas que presionan a favor de los objetivos personales de sus propietarios y de sus ideologías.
Necesitamos urgentemente en este país una revolución democrática basada en estos principios ya señalados: igualdad, solidaridad y justicia. Además de industria e I+D, que proporcionarán una mayor recaudación de impuestos y más puestos de trabajo; no hay otro camino para el Estado de bienestar. Pero parece que nunca podrá llegar de la mano del neoliberalismo, porque ideológicamente el bien común no es materia preferente en esta ideología. La codicia, aunque nunca se presenta como tal, es aplaudida como un medio necesario para promover la prosperidad de los ciudadanos. Los votos en las elecciones no deben garantizar la impunidad de los mediocres.
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Claudio Martín es profesor de Secundaria en un instituto de Madrid.
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