En el Reino Unido, son dos las tendencias estructurales que están impulsando este creciente interés: la mayor fragilidad del mercado de trabajo y la insuficiencia del actual sistema de prestaciones sociales que resulta cada vez más punitivo, intrusivo y desigual. Al garantizar un ingreso inherente a la persona, la Renta Básica Universal ayudaría a mitigar ambos problemas: reforzaría la red de protección que existe en el precario entorno laboral actual y, al mismo tiempo, estimularía el elemento universal de la prestación económica y reduciría la dependencia en evaluar los recursos de los beneficiarios. Una RBU ofrecería también una manera de proteger los ingresos en un entorno en el que la revolución robótica se está acelerando y además podría ser usada para garantizar que las posibles ganancias productivas obtenidas mediante la creciente automatización se distribuyan de manera uniforme en lugar de ser colonizadas por una pequeña élite tecnológica.

A pesar de estos beneficios, la idea sigue siendo polémica. Aunque la apoyen partidos a lo largo y ancho del espectro político, la visión de la RBU que tienen los partidos de derechas y de izquierdas es muy diversa. Los partidarios de la izquierda consideran que este proyecto debe formar parte de un Estado fuerte, y reconocer que todos los ciudadanos tienen algún mínimo derecho a solicitar una renta nacional. Por el contrario, la derecha liberal y algunos entusiastas de Silicon Valley están a favor de una renta básica como herramienta para reducir el tamaño del Estado. 

Una RBU ayudaría a los trabajadores no remunerados que trabaja en la atención infantil, en la asistencia a las personas mayores y en el voluntariado

Algunas personas críticas consideran a los partidarios de la RBU como fanáticos utópicos que aspiran a un paraíso sin trabajo. Aun así, uno de los méritos principales de la RBU es su carácter no preceptivo: ofrece más opciones entre trabajo, ocio (que no ociosidad) y educación, al mismo tiempo que proporciona más posibilidades de que las personas adopten mayores responsabilidades asistenciales y comunitarias. Si se establece una RBU, todos los modos de vida que se elijan serán igual de valiosos, es decir, el trabajo será valioso, pero no estará sobrevalorado. Una RBU reconocería y proporcionaría ayuda financiera a la masa de trabajadores no remunerados que trabaja en la atención infantil, en la asistencia a las personas mayores y en el voluntariado. Una seguridad mínima aumentaría el poder de negociación de los trabajadores en el mercado de trabajo. 

Una RBU conseguiría, con el tiempo, cambiar actitudes, y los programas piloto nacionales proporcionaran nuevos resultados acerca de las probables repercusiones. Algunas personas elegirán trabajar menos, descansar más entre trabajos o lo verán como un incentivo para crear empresas. Otras se reciclarán o dedicarán más tiempo al cuidado personal o de la comunidad, lo que en muchos casos aportará mayor valor que el trabajo remunerado en sí, aunque actualmente esto pase desapercibido. 

Es más probable que el efecto neto suponga un incentivo para trabajar en lugar de un freno. De hecho, el incentivo será mayor al haber una menor dependencia en evaluar los recursos y, al mismo tiempo, la lucha contra la pobreza dependería menos del ‘trabajo garantizado’.

Sin embargo, ¿cómo se consigue que funcione una RBU? Las personas críticas argumentan que es sencillamente imposible establecer una RBU porque el coste sería muy elevado. Aun así, existen nuevas pruebas que sugieren que podría hacerse de manera progresiva y asequible. El informe que realizamos recientemente para Compass, un laboratorio de ideas, presentaba varias alternativas diferentes que permitían observar cómo de progresivo y asequible podría ser un proyecto de estas características. Estas simulaciones demostraron que un programa integral y generoso, que se deshiciera por completo del sistema actual de prestaciones económicas, sería muy caro o generaría muchos perdedores. Esto sucede porque el sistema actual de prestaciones sociales, que depende en parte de la evaluación de los recursos, puede entregar grandes sumas a algunos grupos.

Este programa aportaría un drástico incremento en la renta media de las personas más pobres

No obstante, nuestro estudio también demostró que un programa ‘modificado’, que proporcionara igualmente una renta universal y garantizada, aunque fuera moderada y dejara intacta en un principio la mayor parte del actual sistema, sería factible. Este programa, aunque no sería una solución milagrosa, aportaría ganancias reales y sustanciales: un drástico incremento en la renta media de las personas más pobres, un recorte en la pobreza infantil del 45%, una modesta reducción de la desigualdad, y todo esto con un pequeño coste de poco más de 9.000 millones de euros. Este modelo también reforzaría el elemento universal del actual sistema de prestaciones sociales y reduciría así la dependencia en evaluar los recursos de las personas.

Este enfoque no es utópico, sino que se basa en una realidad. Aporta una perspectiva reformista gradual que no implica un reemplazo a gran escala, que reduce los riesgos de una reforma explosiva, y que ofrece, al mismo tiempo, una mayor flexibilidad para aplicar mejoras con el paso del tiempo. Por ejemplo, se podría empezar con una RBU para niños. Esto es una evolución, no una revolución.

Lejos de promover la ociosidad, una RBU también proporcionaría una mayor flexibilidad para conciliar las responsabilidades laborales y personales en un mundo cada vez más inseguro y, además, ofrecería una paulatina temporalidad de la mayor parte de la mano de obra. Además, lejos de promover el fin del trabajo, una RBU aspiraría a combatir los crecientes riesgos de un mercado laboral debilitado y no a reemplazar el trabajo. Teniendo en cuenta que es muy probable que las oportunidades sean cada vez más inestables, ya es hora de que los responsables políticos dediquen más tiempo a considerar cómo se podría conseguir que funcione un programa de RBU. 

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Traducción de Álvaro San José.

How To Make Universal Basic Income A Reality está publicado en Social Europe.