La hierba diabólica
El cánnabis es objeto de un batiburrillo de autorizaciones parciales y de prohibiciones más o menos justificadas
Nicole Muchnik 15/02/2017
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Estamos a un paso de una mutación importante en el estilo de vida de mucha gente. Lo que había sido negado desde hace casi un siglo, con argumentos engañosos y una falta de respeto a la inteligencia, podría ser ahora permitido, sometido solo al libre albedrío y el buen criterio de las personas. El consumo del cánnabis, la bestia negra de todas las administraciones y policías del mundo, podría ser legalizado y a disposición de los consumidores. Y ahora la cuestión entender, si esta guerra llega a su fin, las razones de tal lucha, extendida a todo el planeta.
“La manera correcta de tratar las drogas: legalizar el cánnabis con total seguridad”. No, no es una cita extraída del manifiesto en defensa de las drogas propio de un grupúsculo de jóvenes iluminados, sino el título y el tema principal del semanario The Economist del 14 de enero de 2017. La pieza es más económica que moral, y trata sobre todo del mejor modo de legalizar el cánnabis en el mundo –si bien no se prohíbe ampliar las investigaciones.
Fue en 1929 cuando en el Departamento de Prohibiciones de Washington, Harry Anslinger, político rebosante de ambición y carente de escrúpulos que se dedicaba a la represión de los bootleggers, aprovechó un banal suceso policíaco para lanzar una campaña contra “la diabólica hierba”. Sobre 30 investigadores, 29 se pronunciaron por la inocuidad de la planta, pero el miedo ya hacía estragos en las familias y el cánnabis fue prohibido para mayor beneficio de la industria farmacéutica norteamericana. Es así, en base a una mentira y de intereses ocultos, como se lanzó la campaña mundial de prohibición. Por otra parte, el especialista norteamericano Jack Herer afirma en uno de sus libros, El emperador está desnudo, que la prohibición total del cáñamo surgió para proteger la reciente industria del nylon de la DuPont de Nemours con el apoyo decisivo de la prensa de Randolph Hearst. Hoy, habría que buscar los principales intereses económicos responsables de la prohibición del cánnabis por el lado del tráfico ilegal y del blanqueo de capitales.
La prohibición total del cáñamo surgió para proteger la reciente industria del nylon, con el apoyo decisivo de la prensa de Randolph Hearst
Es interesante recordar, si hace falta, que esta planta se solía llamar en los siglos pasados “el regalo de Dios a la humanidad”, tan importantes eran y son sus ventajas --diríamos hoy-- como fuente sostenible y renovable. Como fuente de papel, se sabe que una hectárea cultivada con cáñamo produce cuatro veces más papel que la misma área plantada con árboles, y sus semillas, con su perfecto equilibrio de aminoácidos, aceites y ácidos grasos, proporcionan todas las proteínas necesaria a la vida humana. Todavía en uso en partes de Rusia y Asia, las semillas del cáñamo son tan adecuadas para las necesidades del cuerpo humano que muchos profesionales de la salud y entrenadores personales las consideran un suplemento muy superior a cualquier otra proteína en polvo disponible en el mercado. ¿Es el cáñamo que ha sufrido la prohibición del cánnabis como planta psicotrópica o al revés, por ser una planta demasiado buena que representaba una seria competencia para la naciente y creciente industria química de la época? “La absurda prohibición de la planta más valiosa de la Tierra, el cáñamo, debe ceder ante la demanda”, afirma el investigador R. Lee Hamilton, que la considera como “la respuesta al problema del hambre en el mundo, y una oportunidad para alcanzar la supersalud pública”.
Sea lo que fuere, durante el siglo XX el cánnabis fue puesto fuera de la ley mediante la convención única sobre estupefacientes de 1961 y no será hasta los años 2000 cuando se comience a distinguir el uso médico del cánnabis antes que por el placer de su consumo.
La pequeña historia de la prohibición en diferentes países podría parecer una oda a la imaginación en materia de represión. En cuanto a los verdaderos motivos subyacentes a las prohibiciones, se puede entrever el temor de que su utilización por los soldados en guerra pudiera desmotivarlos, la falta de investigaciones científicas sobre las cualidades de las diferentes drogas y sus respectivos peligros, todo sobre un fondo de puritanismo judeocristiano y comodidad burguesa. Por la sustancia más consumida en el mundo según la ONU, todas las variantes de prohibición han sido puestas a prueba, según los países y las legalizaciones en curso.
En Canadá, la posesión, el tráfico y la exportación de cánnabis han sido juzgados ilegales desde 1997. En Japón, donde servía para fabricar telas o redes de pesca, el cáñamo fue prohibido en 1948 bajo la ocupación norteamericana. En Suiza legislaron con un lujo de detalles: el cánnabis con más del 1% de THC (producto activo del cánnabis) se consideró como un estupefaciente a nivel federal. Pero desde el 28 de septiembre de 2012, la posesión inferior a 10g ya no es una infracción penal sino una falta penada con 100 francos suizos. Desde 2008, pacientes alemanes pueden acceder a un tratamiento con cánnabis médico con sólo presentar una receta médica en la farmacia. En España, despenalizado en 1983, el consumo individual de cánnabis volvió a sancionarse en 1992 como “infracción grave”. En Bélgica, Dinamarca y Finlandia, el consumo está más o menos legalizado o reprimido, según los barrios, los lugares privados o públicos o en establecimientos como las prisiones. La posesión y el consumo son ilegales mientras que el cultivo está más o menos autorizado según las 30 variedades de grano conocidas y el contenido de THC (menos del 3% es impropio como estupefaciente). En una palabra: un poco en todas partes, el cánnabis es objeto de un batiburrillo de autorizaciones parciales y de prohibiciones más o menos justificadas.
La situación en Francia es cuando menos paradójica. Con 4,6 millones de franceses que lo probaron según los números del Observatorio de las Drogas para 2004, el país va a la cabeza de la clasificación europea. Es donde más cánnabis se fuma y también donde se ejerce la máxima represión de drogas en general y de cánnabis en particular. Según Le Monde, “un colegial de cada diez y dos alumnos de liceo de cada cinco lo han probado, y 550.000 personas lo consumen cotidianamente”. Docenas de libros se han publicado sobre el tema. Desde el Appel du 18 Joint de 1976 –en referencia al Appel du 18 Juin del General de Gaulle–, el cánnabis reúne a militantes antiprohibicionistas con el apoyo de algunos periódicos y del partido ecologista.
“Legalizar el cánnabis privaría al crimen organizado de su mayor fuente de recursos, y a la vez protegería a los consumidores”
Como los movimientos de sociedades terminan siempre por ganar la partida, el debate ha sido desplazado hoy de “¿hay que liberalizar el cánnabis?” a “¿cómo hacerlo?” ¿Cómo salir del absurdo de la prohibición de una sustancia cuya inocuidad y virtudes terapéuticas ya no necesitan ser demostradas? Es como si la idea misma de “droga” hubiera tetanizado el pensamiento e impidiera tratar racionalmente un problema social que concierne cada vez a más personas. Para el conservador The Economist, ahí están los números que demuestran lo absurdo de las políticas de represión: el cánnabis o marihuana “pesan más de la mitad de un mercado de drogas ilícitas de 300 millones de dólares” y queda la droga más preferida por 250 millones de personas en el mundo. Este inmenso mercado está controlado por grupos criminales y asesinos. “Legalizar el cánnabis privaría al crimen organizado de su mayor fuente de recursos, y a la vez protegería a los consumidores, que se convertirían en honestos ciudadanos”.
Pero algo de razón parece introducirse ahora en el problema. La Oficina de las Naciones Unidas contra la Droga y el Crimen, encargado de la prohibición y consumo en 192 países, ha decidido, desde noviembre de 2016m autorizar su cultivo y utilización con fines terapéuticos. En Canadá, el primer ministro, Justin Trudeau, acaba de declarar su intención de crear y “hacer adoptar leyes para legalizar y reglamentar el consumo de la marihuana”. Queda por precisar la edad legal del consumo, el precio de venta al público y las medidas de control de calidad. En Estados Unidos, 22 Estados han legalizado el cánnabis para uso médico. En Uruguay ha sido legalizado y se puede encontrar para uso placentero en el marco de una distribución controlad . En Europa, los Países Bajos lo han ampliamente despenalizado y han encuadrado su venta y consumo desde 1976. De ahí la irrupción del cánnabis en la campaña electoral de varios candidatos de izquierdas. El primer ministro actual, Manuel Valls, rechaza toda despenalización, mientras que otros candidatos reclaman por lo menos un debate nacional, y Benoît Hamon pide la liberalización simple y pura. Constatando que “cuanto más se prohíbe más se consume”, el profesor Bertrand Dautzenberg hace poco reclamó una “despenalización enmarcada”. Hoy, poseer cánnabis se tolera si es individual pero es sancionado en lugares públicos, y el cultivo de cánnabis por adultos está autorizado si es con fines personales.
Las propiedades terapéuticas de la sustancia, como antidolor, broncodilatador, antiespasmódico o vasodilatador se conocen desde hace mucho
Pero el corazón del debate concierne a los beneficios terapéuticos del cánnabis. Las propiedades terapéuticas de la sustancia, como antidolor, broncodilatador, antiespasmódico o vasodilatador se conocen desde hace mucho. La Asociación Médica Británica (BMA) se pronunció en su favor en 1997, y en un ensayo clínico en marcha, se analiza el posible efecto antitumoral de este medicamento en pacientes con tumores cerebrales y, en general, de los cannabáceas para frenar el crecimiento y/o matar células tumorales de órganos y ayudar a la prevención del alzhéimer. En los Países Bajos, en Gran Bretaña y en ciertos Estados de Estados Unidos, unas decisiones políticas permiten hoy experimentar con la posesión terapéutica de esta droga. Pero es en el campo de la investigación donde España está a la cabeza. Las investigaciones recientes de la bióloga Cristina Sánchez de la Universidad Complutense de Madrid sobre los tumores cerebrales de animales de laboratorio tratados con cánnabis parecen autorizar verdaderas esperanzas en materia de tratamiento.
De hecho, lo que los romanos ya sabían –utilizando esta droga, entre otras cosas, para atenuar los dolores del parto – y que todos sabemos hoy, es que el cánnabis tiene múltiples propiedades terapéuticas, y que solamente el oscurantismo general e intereses varios han provocado un verdadero retraso en este dominio.
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