Rumanía se planta ante la corrupción
Las protestas continúan a la espera de que se celebre un referéndum sobre las medidas para atajar las malas prácticas, comunes a todas las formaciones políticas
Hibai Arbide Aza Bucarest , 22/02/2017
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La plaza de la Victoria de Bucarest, la explanada situada frente a la sede de gobierno, es un bosque de símbolos: carteles variados confeccionados en casa, utensilios de limpieza blandidos como amenaza, banderas de la Unión Europea, Estados Unidos, Canadá y Francia, alguna cruz ortodoxa y, sobre todo, banderas nacionales con un agujero en el centro. También se ven banderas sin cortar y enseñas con el escudo monárquico en menor cantidad. Las de centro hueco hacen referencia a la revolución de 1989, cuando los manifestantes desafiaron a Ceaușescu saliendo a la calle con banderas a las que habían cortado el escudo de la República Socialista de Rumanía. Desde entonces, son un símbolo de libertad para la mayoría del pueblo rumano. Un símbolo aceptado por todo el mundo: a principios del mes de febrero se vieron en las dos concentraciones simultáneas, la que pedía la dimisión del primer ministro, Sorin Grindeanu, y la de los afines a Grindeanu, que exigían la renuncia del presidente de la república, Klaus Iohannis.
Rumanía, harta de corrupción, lleva dos semanas en la calle. La chispa ha sido el intento del partido socialdemócrata (PSD) de reformar el Código Penal para despenalizar los casos de corrupción. La reforma se dio a conocer la noche del 18 de enero. El agravante de la nocturnidad hizo que mucha gente pasara de estar harta a estar cabreada. “Espero que los que están en el gobierno nos vean y se den cuenta de que estamos hartos de la corrupción. Desde la revolución, hace 27 años, este tipo de corrupción ha estado presente en Rumanía y ya nos cansamos”, dice Ioana, que lleva una pegatina en la solapa de su plumífero en la que pone #Rezist!. “Estamos cansados de este gobierno pero no sólo de este gobierno”, dice Vlad, que está a su lado, “hay corrupción en todos los partidos y simplemente queremos hacer que acabe”.
El agravante de la nocturnidad hizo que mucha gente pasara de estar harta a estar cabreada.
El periodista de investigación Attila Biro considera que la corrupción ha sido tolerada durante demasiado tiempo: “La gente ahora es mucho menos tolerante que hace unos años. Pero si este tipo de reformas no se detienen a tiempo no es difícil pensar que volveremos a esos días en los que la corrupción era endémica”. Biro sostiene que las malas no son monopolio de un partido concreto: “Hay casos de corrupción demostrados en todos los partidos y todas las coaliciones de gobierno. Afectan a todos los niveles, desde concejales de pueblos pequeños hasta primeros ministros”. Biro forma parte del Consorcio Internacional de Periodistas de Investigación, la red que destapó los papeles de Panamá. Explica que en Rumanía ya no se detiene a periodistas por publicar informaciones que hacen daño a los gobernantes, pero la información sigue controlada por una élite en la que confluyen intereses políticos y empresariales. “Se podría decir que Rumanía vive un momento similar al que vivió Italia con Tangentopoli pero, a diferencia de los años 90, hoy los corruptos tienen a su alcance instrumentos muy sofisticados para ocultar sus bienes”, afirma Biro.
Las razones de la reforma del Código Penal
El gobierno justifica la necesidad de la reforma por dos razones: las cárceles están superpobladas y el Tribunal Constitucional ha señalado la ilegalidad de varios artículos del Código Penal. “Lo que dice el Tribunal Constitucional no es que se deje de perseguir determinados delitos sino que le ha pedido al legislador que clarifique algunos artículos del Código Penal para garantizar el principio de legalidad”, sostiene Biro. Uno de los casos que el Constitucional menciona es el delito de cohecho. La sentencia aduce que el Código Penal rumano no define con precisión cuál es la conducta típica del cohecho pasivo. “Ante eso, en vez de definir bien el delito, el gobierno decidió que dejara de ser delito”, dice Biro en un tono que suena a sorna y a rabia a la vez.
Desde 2008, 3.000 políticos y cargos públicos han sido encausados por casos de corrupción. Las cárceles están saturadas debido a la persecución de esos y otros delitos. El paquete de medidas que el gobierno Grindeanu quiso aprobar de noche suponía la reforma del Código Penal, de la Ley de Enjuiciamiento Criminal y un indulto para 2.700 presos por delitos menores, corrupción incluida. La reforma del gobierno implicaba, en la práctica, la despenalización de los delitos relacionados con corrupción en los que la cuantía fuese menor de 200.000 lei (44.223 euros).
Desde 2008, 3.000 políticos y cargos públicos han sido encausados por casos de corrupción. Las cárceles están saturadas debido a la persecución de esos y otros delitos
La reforma, además, beneficiaba directamente al partido del primer ministro, Sorin Grindeanu, y al líder del mismo, Liviu Dragnea. Grindeanu es primer ministro porque Dragnea fue condenado por fraude electoral. En la Plaza de la Victoria los lemas y las pancartas iban dirigidos más a Dragnea, por creer que es quien manda de verdad.
Cuando era ministro de Desarrollo Regional, Liviu Dragnea fue condenado a una pena --que luego fue suspendida-- de un año de prisión como cerebro de un plan para falsificar papeletas en un referéndum de 2012, con la intención de destituir al presidente Traian Basescu.
Dragnea fue el máximo responsable de una trama que perpetró un fraude durante el referéndum y dio sobornos para influir en el resultado de la votación. La trama estaba compuesta por 74 personas más. Dragnea, que siempre negó los hechos, se comprometió a dimitir de todos sus cargos si resultaba condenado. No lo hizo pero no pudo ser primer ministro cuando su partido ganó las elecciones.
En verano de 2012, la coalición gobernante --formada por el Partido Social Demócrata (PSD) de Dragnea y el entonces primer ministro Victor Ponta y el Partido Nacional Liberal (PNL)-- intentó la destitución del presidente Traian Basescu, su principal rival político, mediante la aprobación de un referéndum, que sin embargo no dio como resultado la salida de Basescu.
Además, sobre Dragnea pesa otra acusación por la que, de haberse aprobado la reforma, no habría respondido. En enero de 2017 se inició la instrucción de un caso de corrupción ocurrido cuando era gobernador provincial cuyas pérdidas al Estado están valoradas en 24.000 euros.
Rumanía no es Euro Maidan
El momento culminante de la concentración diaria es a las diez de la noche. A esa hora, los asistentes encienden sus móviles y cantan el himno nacional. Durante las protestas son habituales los lemas en contra del PSD, la clase política en general y la corrupción. De vez en cuando, por un megáfono suena la canción Imnul Golanilor del cantautor Cristian Pațurcă --que habla de la brutal represión ejercida por miles de mineros convocados por el presidente Iliescu para reprimir manifestaciones liberales en 1990, pocos meses después de la caída de Ceaușescu-- y los manifestantes botan con su estribillo: “Mejor holgazán que traidor / mejor hooligan que dictador / mejor vago que activista / Más vale estar muerto que ser comunista.”
Algunos manifestantes exhiben simbología ortodoxa --cruces, iconografía religiosa-- pero la gran mayoría usa un lenguaje y una estética liberal. Quieren una democracia representativa que funcione sin corrupción. Aunque en las protestas participan miles de personas, la hegemonía cultural es claramente la de una clase media culta con más referencias culturales en la Europa occidental que en el Este. La mayoría de quienes responden a los periodistas extranjeros trabajan en multinacionales, pero queda la duda de si ese dato representa a la plaza o si, simplemente, con ellos tratan los participantes que mejor hablan inglés. Sólo unos pocos hablan de democracia participativa, se muestran críticos con el neoliberalismo o señalan a Bruselas y Washington como el origen de sus problemas. Durante los días laborables, los símbolos del campo político de derechas son más visibles que el fin de semana, cuando quedan diluidos entre una multitud mucho más plural que llena las calles.
La hegemonía cultural en las protestas es la de una clase media culta con más referencias culturales en la Europa occidental que en el Este
Por primera vez, en las elecciones del pasado diciembre el PSD obtuvo un porcentaje significativo de votos de gente joven. “Muchos de esos jóvenes que votaron el PSD en diciembre están manifestándose en la plaza” asegura Biro. Uno de ellos es Chris, un joven que grita con todas sus fuerzas “Demisia!” (dimisión) mirando a la sede de gobierno. “Considero que no son necesarias nuevas elecciones porque las últimas de diciembre fueron democráticas y ellos ganaron democráticamente. Lo que se debería hacer es nombrar a otro primer ministro del PSD”, contesta Chris con acento británico.
A pocos metros de él, Ioana sostiene un cartel en el que pide las dimisiones de Grindeanu, Tariceanu, Dragnea y Iordache, la disolución del Parlamento y elecciones anticipadas. Y sin embargo Ionut, que también está muy cerca, se muestra de acuerdo con Chris: “Lo que queremos es un gobierno nuevo pero un gobierno del PSD. Ellos ganaron las elecciones y tienen legitimidad para nombrar un gabinete”.
La fotoperiodista rumana Ioana Moldovan conoce bien Ucrania, ha cubierto durante meses el movimiento Maidan y la posterior guerra en Donbáss. Ve algunas similitudes y notables diferencias entre el Maidan ucraniano y la protesta anticorrupción rumana. “Para empezar, el rumano no es un movimiento occupy. No se queda durante las noches en la plaza o en los edificios de alrededor. Cada día hay una convocatoria pero luego la gente se va a su casa”, explica Moldovan. “Lo que sí veo”, añade, “es la misma determinación y convicción que en Kiev. Aunque, claro, aquí las protestas son totalmente pacíficas, no se parecen tampoco en eso. Pero estoy orgullosa del pueblo rumano. Hoy estamos a ocho bajo cero y la plaza está llena. Esta gente no está aquí para reclamar mejores salarios o para ganar nada. Están aquí para pedir una democracia mejor. Es encomiable”.
Esta gente no está aquí para reclamar mejores salarios o para ganar nada. Están aquí para pedir una democracia mejor
Para el analista político Radu Nicola Delicote, las diferencias con el Maidan son evidentes: “En Rumanía no hay fuerzas políticas y movimientos sociales partidarios de salir de la OTAN y acercarse a Rusia. No hay un escenario de ‘atlantistas contra prorrusos’ ni remotamente parecido a Ucrania. Es una diferencia fundamental. No creo que vaya a darse el mismo escenario que con el Euro-Maidan en Ucrania, porque no tenemos los sectores a favor y en contra de la Unión Europea. Vamos a permanecer en la OTAN y ser socios de Bruselas, eso no está en juego”.
Unos días después de que comenzaran las protestas de plaza Victoria, partidarios del primer ministro Grindeanu comenzaron a manifestarse diariamente frente al palacio Cotroceni, la residencia oficial del Jefe del Estado. Acusan al presidente Iohannis de haber perdido al papel de árbitro que le reserva la Constitución por apoyar públicamente las manifestaciones de la Plaza Victoria. Vlad Iakob, un joven manifestante que está en las primeras filas, defiende que “si no dimite, Iohannis debe ser destituido porque ha violado flagrantemente el artículo 80 de la Constitución. Cuando empezaron las protestas, él debería haber mediado entre los manifestantes, los partidos de la oposición y el gobierno. Pero, en vez de eso, animó a los manifestantes a protestar contra el gobierno dando credibilidad a la mentira de que el gobierno no persigue la corrupción”.
Los manifestantes de Cotroceni creen que las protestas de la plaza Victoria no se deben a la preocupación por la corrupción sino al resultado de las elecciones. Ion Mustafa, uno de los manifestantes afines al gobierno, declara en español que “ellos no quieren aceptar el resultado de las elecciones y que el gobierno fue elegido con los votos de la gente, del país”.
No queda muy claro quién es ese “Ellos” al que se refiere Mustafa. Aunque formalmente dan apoyo, lo cierto es que los partidos de la oposición no tienen ningún tipo de presencia formal en las protestas. Nicola Delicote identifica tres partes en el conflicto: “La primera, formada por la coalición de gobierno de socialdemócratas y liberales, que tienen mayoría en el Parlamento y el poder gubernamental. Por otro lado, una curiosa coalición formada recientemente por el presidente, la sociedad civil y muchas embajadas extranjeras. Y la más débil, que es la oposición parlamentaria”
La referencia al apoyo a la protesta por parte de embajadas extranjeras no es algo que nieguen los manifestantes. Cornel Sain suele ser el primero en llegar a la plaza, horas antes que el resto. Lleva un largo mástil con tres enseñas: la bandera rumana flanqueada por la de Estados Unidos y la de la Unión Europea. Preguntado por el motivo por el que ondea las tres, contesta que es su manera de agradecer a la embajada de Estados Unidos, a su embajador en Bucarest, y a la Comisión Europea por la “ayuda prestada”.
Los manifestantes de Cotroceni creen que las protestas de la plaza Victoria no se deben a la preocupación por la corrupción sino al resultado de las elecciones
Los domingos tienen lugar las movilizaciones más numerosas. El 5 de febrero 600.000 personas impresionaron al mundo con la espectacular imagen de sus celulares encendidos. Una semana después, 60.000 personas formaron una gigantesca bandera nacional, Paradójicamente, ese día todas las partes quedaron satisfechas con la movilización. Los manifestantes, porque lograron ser muchos de nuevo, demostrando que su capacidad de movilización no había acabado. Pero el gobierno también porque no lograron ser suficientes para hacer caer al primer ministro.
El referéndum contra la corrupción
El 14 de febrero, el presidente Iohannis instó a que el Parlamento votara a favor de la convocatoria de un referéndum y éste lo aceptó por unanimidad. 310 votos a favor, ninguno en contra. Aún no tiene fecha de celebración. De esta forma, Iohannis y Grindeanu ganan tiempo; dan la sensación de que los manifestantes logran resultados sin poner su cargo a disposición. En la plaza, pocas horas después del anuncio, nadie mostraba gran entusiasmo. “Creo que no va a servir para nada. Sólo es una forma de que el presidente gane algo de tiempo”, decía Liviu antes de añadir: “Estoy seguro de que no servirá de nada como en el referéndum previo sobre la reducción de diputados, cuando el pueblo votó a favor de la reducción”.
Mana, la manifestante situada a su lado, no es tan tajante pero comparte el fondo: “Creo que es una buena idea pero no creo que la pregunta sea la mejor. La pregunta creo que será algo tipo ‘¿Está usted de acuerdo con que Rumanía siga luchando contra la corrupción?’. Tiene una respuesta obvia: claro que quiero. Creo que para eso no hace falta un referéndum. Ojalá el gobierno tenga decencia y simplemente se vaya”.
La indefinición de la pregunta es algo que también preocupa a Christina, otra joven manifestante: “No sé exactamente sobre qué va a ser el referéndum. Pero espero que sirva para clarificar ciertos principios. Por ejemplo, que los políticos con antecedentes penales no puedan estar en el gobierno o en el Parlamento”. Sorin, que sujeta con un amigo una pancarta en la que ha imprimido un post de Facebook de una activista, no tiene esperanzas respecto al referéndum. “Creo que los tipos que están en el poder van a ignorarlo como han ignorado las dos semanas anteriores. No nos vamos a ir a casa hasta que el gobierno sea reemplazado. Espero que lo entiendan pronto”, dice con convicción.
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Hibai Arbide Aza
Hibai Arbide Aza era abogado en Barcelona hasta que se fue a vivir a Grecia. Reside en Atenas, donde trabaja como periodista freelance para diversos medios, trata de acabar la escritura de un libro que se resiste, pincha tropical bass y monta en bici.
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