De barrio obrero a barrio multicultural (pobre)
La aceptación de las diferencias culturales sobrepasa el 75% en las barriadas populares con altos porcentajes de población inmigrante. La falta de políticas públicas adecuadas genera, sin embargo, exclusión y guetos
Eduardo Bayona Zaragoza , 19/05/2017
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¿Un señor de origen africano que vive en el barrio es un extranjero o un vecino? ¿Y una señora de raíces asiáticas? Depende de quién responda. A dos de cada tres residentes en barrios españoles de elevada multiculturalidad les parece “bien” o “muy bien” que una parte de la población de su barrio proceda de otros países, algo más del 40% lo considera “una ventaja” o “una gran ventaja” y la aceptación de las diferencias culturales sobrepasa el 75%.
“Hay una mayoría social que podemos estimar entre el 60% y el 70% con actitudes de inclusión”, señala la última Encuesta de Convivencia Social e Intercultural en Barrios de Alta Diversidad, elaborada por La Caixa con datos de 2015, que, no obstante, recomienda precaución para “no interpretar esa estimación cuantitativa como el reflejo de un polo sólido de inclusión pues, a la hora de un conflicto de intereses, parte de esa actitud puede girar hacia posiciones más ambivalentes o incluso hostiles”.
El 11,6% de los mayores de 55 años, casi uno de cada ocho, ve “mal” o “muy mal” que en su barrio viva gente procedente de otros países
El estudio, que sitúa “entre un 15% y un 25% como mínimo” la “minoría social” con “actitudes de exclusión”, señala que la mitad de la población de esos barrios considera que en ellos hay “coexistencia”, mientras que la percepción de “convivencia” sube al 36% y la de hostilidad baja hasta el 14%.
Ese rechazo al inmigrante crece con la edad: el 11,6% de los mayores de 55 años, casi uno de cada ocho, ve “mal” o “muy mal” que en su barrio viva gente procedente de otros países, tasa que baja al 10,4% entre los vecinos que tienen hasta veinte años menos y que desciende al 7,9% entre los jóvenes de 18 a 34.
El rechazo al extranjero también varía según la ocupación: supera el 12% entre los pensionistas y las amas de casa, baja al 8,8% entre quienes tienen empleo y se desploma el 3,2% entre quienes lo buscan, lo que parece apuntar que el aislamiento de la diversidad en las actividades cotidianas puede acabar influyendo en la aceptación de la diversidad.
Varios indicios apuntan a que ese pueda ser uno de los motivos de los elevados niveles de rechazo al otro detectados entre la población menor de edad de alguno de los barrios estudiados, lo que conecta con la segregación derivada del deterioro del sistema educativo público: colegios infradotados de personal y de infraestructuras para integrar a los escolares de origen extranjero acaban perdiendo población autóctona, que migra a colegios de otras zonas de la ciudad u opta por la concertada y la privada, cuyos precios resultan prohibitivos para buena parte de los vecinos de origen extranjero.
“Potenciar al que está a gusto”
Delicias, un distrito zaragozano de 109.901 habitantes con vecinos de 110 nacionalidades distintas de la española que suponen un 22,8% de su población, es uno de los barrios incluidos en el estudio, en cuyos trabajos, dirigidos por Carlos Jiménez y Mario Marchioni, dos de los principales teóricos de la diversidad y la interculturalidad, colabora Chabier Gimeno, profesor de Sociología en la Facultad de Ciencias Sociales y del Trabajo de esa ciudad.
“Un 77% de los vecinos de Las Delicias quiere seguir viviendo en su barrio, pero solo un 14% se siente seguro”, informaba hace unos días el decano de la prensa local, Heraldo de Aragón, al adelantar los primeros datos de la encuesta, tan demoscópicamente ciertos como racionalmente incongruentes. ¿Confortablemente inseguros? ¿Inseguramente arraigados?
“Hay que potenciar el 75% de la población que está a gusto. En Delicias no hay rechazo, no hay problemas de convivencia”, sostiene Concha Remón, de la fundación para la promoción e integración social, educativa, cultural y laboral Adunare, que reclama como algo fundamental “una inversión importante en infraestructuras y personal para los colegios del barrio, en los que hay que bajar los ratios. Queremos una pública como el resto de la pública”. “Todos los niños del barrio no están en los colegios públicos del barrio”, en los que sobraron plazas en el curso 2015-2016.
Para entonces, como venía ocurriendo desde 2011, la población de origen extranjero era mayoritaria en tres de las ocho escuelas del distrito: el obsoleto Andrés Manjón, sobrado de niños con necesidades educativas especiales y falto de especialistas educativos para atenderlos; el Emilio Moreno, que, por carecer de infraestructuras, ni siquiera tiene comedor, y el Antonio Beltrán. La crisis ha reequilibrado los niveles, aunque la escuela sigue lejos del 76%-24% que se da en la calle. Una parte amplia de las familias autóctonas sigue tendiendo a llevar a sus hijos a centros públicos ubicados fuera del barrio o a concertados. “La desventaja con esas carencias no es solo para el niño que tiene necesidades especiales, sino para todos”, señala Remón.
En el barrio de Delicias en Zaragoza la población de origen extranjero es mayoritaria en tres de sus ocho escuelas. Las familias autóctonas tienden a llevar a sus hijos a centros públicos fuera o a concertados
Esos tres colegios se encuentran junto al corazón del barrio, cerca de las zonas antigua y central de Delicias, en las que un reciente estudio de Ebrópolis, la Asociación para el Desarrollo Estratégico de Zaragoza y su entorno, ubica “los dos subdistritos más pobres de la ciudad”, con rentas medias por persona muy inferiores a los 10.156 euros del distrito, y alejadas de los 11.619 de la capital que rebasan áreas cercanas del mismo distrito como Ciudad Jardín.
De barrio obrero a multicultural
“Los antiguos barrios obreros son ahora multiculturales”, explica Gimeno, cuya intervención en el estudio se centra en estudiar la convivencia y la cohesión social de antiguas zonas fabriles de tres ciudades que hace décadas recibieron la primera emigración rural española y que ahora acogen a extranjeros: Oriols en Valencia y Vallecas en Madrid, además de Delicias. Los tres coinciden en contar con una “periferia interior” en el núcleo en el que comenzó su desarrollo, donde la densidad demográfica roza el hacinamiento urbano. En ella se centra el estudio de convivencia.
“Ya sabemos dónde está la pobreza. Ahora debemos integrar todo lo referente a la convivencia. Hemos pasado de barrio obrero a barrio pobre, por lo que, o hablamos en términos de civismo y nos dejamos de diferencias interculturales, o vamos en la misma dirección que Francia”, sostiene Gimeno, crítico con algunas intervenciones tradicionales (“los planes integrales no dan resultado porque en el fondo no lo son, ya que cada Administración despliega solo sus competencias”) y que plantea nuevos retos. “La planificación urbana sigue pensando en barrios obreros, pero ¿qué vamos a hacer ahora que el paradigma ha cambiado y cada vez hay menos trabajo?”.
La respuesta práctica en materia de urbanismo y vivienda fue la misma, la especulación, en las dos hornadas de migraciones, la rural iniciada en los años sesenta y la internacional que se intensificó a partir de los noventa. Entonces, generando barrios sin plazas plagados de estrechos edificios de varias plantas en los que, pese al –o como consecuencia del-- agresivo aprovechamiento del suelo, nunca cabrá un ascensor; ahora, alquilando y revendiendo a precios desorbitados esos mismos habitáculos.
¿Elevada densidad o hacinamiento?
“Este distrito se caracteriza por ser uno de los más pequeños en cuanto a superficie y por el contrario es el distrito con mayor porcentaje de población de toda la ciudad, lo que indica que tiene una elevada densidad de población”, señala Ebrópolis, que recoge otro dato que confirma la anterior tesis: en el 32,3% de sus 46.459 hogares vive una persona sola (6.612 pasan de 65 años) y el tamaño medio del hogar es de 2,4 personas, lo que indica que en los 31.452 hogares restantes la media es de más de tres ocupantes.
Es decir, un 25% superior a la de la ciudad en uno de sus distritos con más población extranjera. El 40% de esos más de 25.000 migrantes de Delicias procede de Europa, el 26% de América, casi el 25% de África y el 8,7% de Asia.
La generación de la posguerra convive ahora con los migrantes extranjeros y con la parte de mayor edad de la clase obrera autóctona, después de que los hijos de los primeros tengan a los suyos en los barrios a los que se mudaron durante la burbuja inmobiliaria. “Una población migrante autóctona de origen rural convive ahora con una población migrante internacional”, señala Gimeno. Menos del 11% de los habitantes del barrio es menor de quince años, mientras los mayores de 50, que alcanzan el 45,1%, ya son el grupo mayoritario. “Aumentan, sobre todo en los dos últimos años, los indicadores que indican envejecimiento y disminuyen los que indican juventud, tendencia y reemplazo”, indica Ebrópolis.
“¿Qué está pasando en los barrios?”, se pregunta Gimeno, mientras recuerda cómo la deficiente gestión de la resaca de las movilizaciones de los suburbios franceses en 2005, basada en el urbanismo gentrificador de antiguas zonas de vivienda social, es uno de los factores que están influyendo en la deriva extremista del país vecino.
“Esponjar”, llaman los urbanistas a procesos que desplazan a miles de personas a decenas de kilómetros mientras el barrio se adecúa para acoger a sus nuevos vecinos “Esa es una de las cosas que ha explotado en Francia”, apunta, mientras pone en duda que el urbanismo pueda, por sí solo, erradicar a nivel local problemas de ámbito global como la desigualdad generada por el capitalismo.
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Espacio de información realizado con la colaboración del Observatorio Social de “la Caixa”.