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Desde fuera se advierte más bien vértigo y reflejos defensivos entre los que apoyan a Díaz e ilusión ofensiva entre quienes apoyan a Sánchez. Es lógico. Unos tienen de facto el control del partido y pueden perderlo; los otros aspiran a conseguirlo y tienen poco que perder. La batalla de los sanchistas es más bonita y tiene algo de épica, como todas las rebeliones. Su atractivo está en el “vuelco”, en la novedad, en esos giros que las organizaciones permiten muy de tarde en tarde porque, por naturaleza, tienden a la continuidad. Lo sé, Sánchez no viene de Marte sino del aparato, pero sus muchas posibilidades de acercarse al empate no se deben a sus méritos como secretario general, ni tampoco --tengo la impresión-- a sus cualidades personales, sino precisamente a que es el candidato que no quieren quienes mandan.
Esta es una de las razones por las que sostengo que textos como este editorial de El País, tan absolutamente maniqueo, en el que sin concesiones a ningún matiz declara antiguo, egocéntrico, voluble, inconsistente y, en definitiva, enemigo a Pedro Sánchez, frente a la modernidad, generosidad, recognoscibilidad y consistencia de Díaz y López, incrementan en muchos las ganas de la victoria del maldito y maldecido. ¿No tiene El País a nadie que le diga que alabanzas así hunden, y críticas así fortalecen?
Otro tanto sucede con la idea central de la campaña de Díaz, centrada en la palabra “ganar”. Ganar es una palabra fea, sobre todo si se pronuncia desde arriba. Díaz lleva ganando toda su vida, y eso la hace una candidata poco atractiva para tantos que se sienten perdedores. ¿No creen que algún porcentaje de voto entregado a Sánchez tendrá como principal motivo la derrota de la “nacida para ganar”? Puede que no, puede que nos equivoquemos quienes seguimos marcados por una educación cuya primera regla era contener (o al menos no exhibir) la ansiedad por el éxito y fortalecer la disposición para la derrota. Aquello de la honra sin barco, que nos ha dejado sin flota.
Ganar es una palabra fea, sobre todo si se pronuncia desde arriba. Díaz lleva ganando toda su vida, y eso la hace una candidata poco atractiva para tantos que se sienten perdedores
Entre tanto, la disputa no tiene disimulos. Basta mirar Twitter o Facebook: el enfrentamiento dialéctico es, esta vez, “con acritud”, lo que seguramente se debe a que ha estado agazapado durante mucho tiempo, a que no es una simple cuestión de líderes intercambiables, y también a que el resultado es incierto, porque “los rebeldes” van a superar muy ampliamente el tercio de votantes para acercarse a la mitad.
Y luego está López y su suave llamada a la conciliación. Hace bien en jugar su baza, pero cuando se está fuera de competición tiene poco mérito. Si López acariciase la posibilidad de una victoria su discurso buscaría más el enfrentamiento. Es lo natural en procesos electivos: no son tiempo de consenso, sino de disputa. Sólo un doloroso proceso de discernimiento con todas las cartas sobre la mesa puede ayudar al PSOE a salir de sus dilemas y hacer de él algo útil ad extra. Los aficionados del Barcelona aprecian mucho al Málaga cuando juega contra el Madrid, y los del Madrid le desean lo mejor al Málaga cuando juega contra el Barcelona, pero cuando vayan a mirar la clasificación de la Liga van a mirar quién ha quedado primero y quién ha quedado segundo. Eso es lo que interesa ahora. Y no puede reprochárseles que cuando falta un partido para el final de la Liga sólo estén interesados en el resultado, y no en la belleza del juego por las bandas o en la justicia arbitral.
López hace bien en jugar su baza, pero cuando se está fuera de competición tiene poco mérito. Si López acariciase la posibilidad de una victoria su discurso buscaría más el enfrentamiento
¿Es una batalla ideológica la que se está librando en el PSOE? Yo no estoy seguro. En el grupo de apoyo a Díaz habrá socialistas de izquierda seria, y no sólo gente acomodada en cargos dispuestos a cualquier cosa para conservarlos, y en el de Sánchez habrá algún arribista organizativo. Pero lo que sí parece claro es que no se trata de una batalla de egos. Hay mareas potentes debajo de una y de otro, y esas mareas están chocando en aspectos que no tienen que ver con las cualidades de uno y otro líder, sino en cuestiones estratégicas. Hay una pregunta que no he oído hacer a ningún periodista, y que a mí me parece que sería clarificadora: si el PSOE es segunda fuerza política, pero la suma entre PSOE y Podemos alcanza una mayoría de escaños superior a la suma entre PP y C's, ¿debe el PSOE intentar un gobierno de izquierdas con Podemos, o debe dejar gobernar al PP con C's? La respuesta, claro, sería interesante si el entrevistado no dice aquello de: “yo con quien quiero pactar es con la gente”.
Rivera e Iglesias también están pendientes del resultado. Los dos disimulan. Porque Rivera quiere que gane Sánchez, e Iglesias prefiere que gane Díaz. Cuanto más alejado esté el vencedor, más territorio de conquista.
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Autor >
Miguel Pasquau Liaño
(Úbeda, 1959) Es magistrado, profesor de Derecho y novelista. Jurista de oficio y escritor por afición, ha firmado más de un centenar de artículos de prensa y es autor del blog 'Es peligroso asomarse'. http://www.migueldeesponera.blogspot.com/
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