Tribuna
El discurso político de Susana Díaz
Propugnar la victoria como contenido principal de la acción política ni conduce a la victoria, ni compromete responsabilidad alguna ni desde luego ayuda a clarificar la oferta política del PSOE
Miguel Pasquau Liaño 28/03/2017
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Susana Díaz ha presentado en un acto público multitudinario su candidatura a la Secretaría General del PSOE. Lo ha hecho con una escenografía impecable desde el punto de vista de su eficacia simbólica: se trataba de hacer visible que ella es la candidata no del aparato, ni tampoco de una parte del PSOE enfrentada a otra, sino del PSOE mismo. De ahí el lema (“Cien por cien PSOE”). De ahí la presencia de quienes han aglutinado hasta ahora al partido, y de quienes significaron una variante secundaria pero autónoma (Felipe González y Guerra, Zapatero y Bono, Rubalcaba y Chacón). De ahí una muy numerosa presencia de público que representaba a la “militancia”. De ahí un cuidadoso reparto de alusiones y presencias territoriales. Y de ahí su llamada explícita a identificar adversarios externos, como si no se tratase una contienda interna, como si se tratase de una candidata única entronizada por aclamación.
En efecto, desde el punto de la vista simbólico y escenográfico, los organizadores del evento han hecho un muy buen trabajo. Pero arriadas las banderas y regresados los autobuses, se abre de inmediato un pequeño vacío en el que el entusiasmo, las emociones y la fuerza persuasiva de los símbolos tienen que librar una batalla real. Esa batalla es la del discurso político. Y aquí es donde se agolpan las objeciones. Porque, como se trata de un partido político y no de una secta religiosa, la autoafirmación ha de hacer las cuentas con algo más difícil: una oferta política diferenciada e identificable a esa ciudadanía que está esperando para ver si en los próximos años se arrima al PSOE, o a Ciudadanos, o a Podemos, o si se queda en su casa. Al fin y al cabo, las primarias interesan poco si no son el centro de una espiral que se abra hacia afuera y envuelva los alrededores del partido con la misma ratio de progresión elíptica.
“Gobernar desde la victoria”
¿Y cuál es el discurso político de Susana Díaz? ¿Qué viene a traer a la política española, además de un voluntarismo emocional? No mucho, es verdad. Pero tampoco nada. Su discurso es algo tan vistoso como deliberadamente insustancial: la victoria. Ganar, gobernar desde la victoria electoral, ganar como ganaron González y Zapatero. Pero no caigan en el error de creer que esto es sólo retórica. Hay un mensaje dentro que merece algo de atención, porque tiene mucho de estratégico, y determinará consecuencias que conviene analizar, si no queremos quedarnos precisamente en el nivel de las emociones.
De entrada, este discurso es una enmienda a buena parte del PSOE territorial que no ha tenido reparos en gobernar desde la derrota. Son muchísimos los ayuntamientos y no pocas las comunidades autónomas en las que el PSOE se ha coaligado con Podemos o similares para participar en el gobierno. Ahí están, en este momento, Valencia y Castilla la Mancha, cuyos presidentes aplaudían impertérritos ese “gobernar desde la victoria”, pese a que ellos gobiernan desde la derrota. Lo hizo incluso el PSOE de Andalucía con Izquierda Unida en la penúltima legislatura, antes de la emergencia de Podemos, cuando fue derrotado por el PP. Y toda la impresión es que ese escenario, en el que el PSOE resultará la segunda o la tercera fuerza política pero con capacidad de formar mayorías alternativas a aquellas en las que pueda estar el Partido Popular, va a repetirse una y otra vez. Díaz ha querido resucitar, me parece, la promesa que hizo Zapatero en 2004: “no gobernaré si no tengo un voto más que el PP”. Aquello funcionó entonces, porque no había alternativas a Aznar/Rajoy que no pasasen por él, pero no es difícil tener la convicción de que en este momento histórico una promesa así supondría más bien un desaliento para el voto socialista crítico y un trasvase hacia otros partidos que aseguren estar dispuestos a pactar contra el PP aunque éste fuese el más votado. ¿Por qué lo hace entonces?
Díaz ha querido resucitar, me parece, la promesa que hizo Zapatero en 2004: “no gobernaré si no tengo un voto más que el PP”
Avancemos un poco en el significado político de este discurso. Si se fijan, ese “gobernar desde la victoria” tiene una secuela lógica inevitable, que nos va a dar la clave: “… y abstenerse de intentar formar un gobierno con otros grupos en caso de no ser la primera fuerza en votos”. De esto se trata. Justamente es lo que se “arrancó” en aquella “operación Gestora” que, por medio de un ardid estatutario, tumbó al entonces Secretario General, Pedro Sánchez, cuando este tomó la decisión de resistirse al plano inclinado de la abstención. No hay, pues, solo un mero lema publicitario, sino que también hay una justificación de aquella decisión de permitir la investidura de Rajoy con la abstención del grupo parlamentario socialista. Es una posición política legítima, no faltaba más, aunque no deja de ser llamativo que Díaz no la haya defendido con claridad: quizás porque ella y quienes le apoyan no tienen claro que dicha posición cuadre con las expectativas de muchos militantes del partido para los que la ideología es más importante que el poder y que los puestos de trabajo satélites del poder, a los que ni siquiera aspiran.
Lo cierto es que propugnar la victoria como contenido principal de la acción política ni conduce a la victoria, ni compromete responsabilidad alguna (pues es un mero voluntarismo), ni desde luego ayuda a clarificar la oferta política que va a sostenerse ante una ciudadanía que en un porcentaje decisivo no está hoy día en la batalla de qué siglas quiere que gobierne, sino que por fin parece más interesado en qué se va a hacer desde el Gobierno. Ya sé que la aspiración a la victoria es consustancial a un partido político no minoritario. Pero una cosa es utilizarlo retóricamente en un mitin, y otra cosa es que de manera deliberada y calculada se invoque esa palabra para eludir las preguntas difíciles que están encima de la mesa del PSOE. Esta es otra de las claves.
Desde, al menos, las elecciones de diciembre de 2015, las circunstancias están reclamando al PSOE un esfuerzo de clarificación de su oferta política que no está pudiendo o sabiendo perfilar. Y es obvio que una oferta consistente en “ganar” no clarifica nada. De este proceso de elección del Secretario General del PSOE cabría esperar que se librase, por fin, de manera abierta y explícita, y con todo el dramatismo que la ocasión exige, un enfrentamiento entre sectores ideológicos que viven y hacen política dentro del PSOE, tan poco unánimes con relación a aspectos fundamentales de la política de la próxima década. Pero podría sospecharse que a Susana Díaz, en cambio, le interesa un debate que no enfrente a unas partes con otras, porque ello la situaría en el estatus de “parte”. Y, ¿cómo evitarlo, si se trata de unas primarias internas sin aclamación y con tres candidatos? Pues sólo hay una manera: presentar estas primarias como una lucha entre el “todo”, que es ella (“cien por cien”) y una parte, que es Sánchez (a López apenas va a mencionársele). El problema para los espectadores interesados es que asignarse el lugar del “todo PSOE” supone dejar sin respuesta las preguntas que hasta ahora no ha sido capaz de responder el PSOE. ¿Cómo va a entrar la candidata del “todo PSOE” en las disputas que lo tienen dividido? Hagamos entonces un discurso deliberadamente neutro: “ganar”.
El pacto nacional del bipartidismo
Pero el cartero llama siempre dos veces. O tres. En la próxima ronda electoral, el PSOE va a verse obligado a decidir en muchos sitios si, al no haber mayoría absoluta del PP ni mayoría simple del PSOE, se abstiene facilitando un gobierno del PP o si busca la conformación de un gobierno desde el entendimiento con Podemos o similares. Puede que algún entusiasta, al salir de IFEMA o al leer la previsible encuesta de Metroscopia del próximo domingo, llegase a creer que la victoria electoral de un PSOE con Susana Díaz será arrolladora, pero parece prudente plantear escenarios más realistas.
El bipartidismo de ese “gobernar desde la victoria” es un bipartidismo asimétrico: para mí el sur, y para ti España
La primera opción en tal escenario es la que se describió en su día por José Luis Serrano (parlamentario andaluz de Podemos en su último año y medio de vida) como “pacto nacional del bipartidismo” según el cual PP y PSOE se comprometerían, ambos, a facilitar (con la abstención) el gobierno de aquél de los dos que resulte el partido más votado en cualquier proceso electoral; y puesto que de momento será muy improbable (salvo en País Vasco y Cataluña) que otras fuerzas consigan la mayoría de gobierno sin el apoyo de al menos el PP o el PSOE (es decir, contra el voto negativo de ambos), es claro que dicho compromiso recíproco asegura la supervivencia del bipartidismo, es decir, el gobierno de uno o de otro, y ello sin necesidad de una “gran coalición” con participación conjunta en el Gobierno. Este es, de momento, al menos, el modelo de Susana Díaz, y cuenta además con el inestimable refuerzo externo de Ciudadanos, que, como arbotante de lujo, parece también dispuesto a apoyar a aquel de los dos que obtenga más votos, a cambio de algunas concesiones regeneracionistas y del mantenimiento de su suelo electoral en espera de tiempos futuros. El resultado final, salvo convulsión electoral, es claro: Podemos será un partido parlamentario, pero no un partido gubernamental. Hay, sin embargo, otras víctimas menos visibles de ese pacto, y están dentro del PSOE.
En efecto, este pacto de aislamiento de Podemos puede acaso convenir a los intereses partidistas en Andalucía, Extremadura, Castilla la Mancha, y no sé si algún territorio más, pero sin duda hundirá toda expectativa de influencia del PSOE en otros territorios en los que o bien ha dejado ya de ser segunda fuerza, o al menos está lejísimos de ser la primera, por lo que “ganar” es un listón inalcanzable. Y no me parece extravagante pensar que esta lógica es la que con más énfasis está propulsando el poderoso PSOE del sur, que tanto se juega en puestos de trabajo y manejo de presupuestos. El problema es que dicha lógica aleja al PSOE del gobierno de la nación, y lo conduce a la irrelevancia en casi todo el norte y el este de España. Por ello el bipartidismo de ese “gobernar desde la victoria” es un bipartidismo asimétrico: para mí el sur, y para ti España.
Menos mal que nos queda Portugal
Lo que, en fin, quiere eludir Susana Díaz, está obligado a provocarlo Pedro Sánchez. El valor neto que tiene su candidatura es el de un cambio de rumbo, y ello requiere precisar con especial claridad las estaciones de paso y de llegada de la ruta que se propone, así como los compañeros posibles de viaje. Díaz, en cambio, puede permitirse el lujo de no precisar su ruta, porque le basta con decir que su veleta señala al norte de la victoria desde la fuerza del sur. Pero Sánchez sí necesita contenidos con los que provocar respuestas claras de Díaz para bajarla al terreno de las decisiones estratégicas y comprometedoras. Si Sánchez quiere ser coherente con su crítica a la abstención en la investidura de Rajoy, debe decir con claridad que él sí cree que el PSOE debe buscar el entendimiento con Podemos y sus confluencias territoriales para conformar gobiernos “a la portuguesa”.
Sánchez necesita contenidos con los que provocar respuestas claras de Díaz para bajarla al terreno de las decisiones estratégicas y comprometedoras
No creo que Sánchez tenga otra baza posible, porque si pretende basar su candidatura en su liderazgo personal, sin significantes estratégicos e ideológicos, o en un simple ajuste de cuentas, será barrido del escenario, entre otras cosas porque, aunque a muchos les indignase el modo en que se gestó la Gestora como pantalla protectora de la espera de la Mesías, tampoco creo que esa militancia tenga buen recuerdo de la época en que Pedro Sánchez fue Secretario General. Yo creo que no lo tiene ni él mismo.
Ganar está bien. Se está en política para intentar ganar. Susana Díaz dice y repite que tiene fuerza, que tiene ganas, y que le gusta ganar. Su equipo ha preparado bien una campaña con caballos ganadores. Pero -y esto es una confesión personal- en tiempos difíciles en que los vientos empujan a escenarios en que las correcciones socialdemócratas al capitalismo apenas encuentran espacio real, a mí me producen desazón los discursos de la victoria. Aprecio más los discursos de resistencia.
[PS: Y, por cierto, he dejado una grieta importante para el final: en la escenografía del domingo, en la que parecían estar todas las caras A y B del partido en sus diferentes etapas, había una ausencia importante. Faltaba Josep Borrell, quien en su día, presentándose como “parte”, ganó al “todo PSOE” en unas primarias].
Autor >
Miguel Pasquau Liaño
(Úbeda, 1959) Es magistrado, profesor de Derecho y novelista. Jurista de oficio y escritor por afición, ha firmado más de un centenar de artículos de prensa y es autor del blog 'Es peligroso asomarse'. http://www.migueldeesponera.blogspot.com/
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