Tour de Francia
Que no sea otra vez un Quintana contra Froome
Las estrellas del Movistar y el Sky, equipos que se mueven en una realidad deportiva muy por encima de sus rivales, parten como favoritos en la cita, que sigue siendo la más grande y ambiciosa pero no la mejor
Sergio Palomonte 30/06/2017
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Desde hace muchos años el Tour de Francia no es la mejor carrera del mundo. Sigue siendo la más grande, la más influyente –hasta el punto de controlar gran parte de las demás carreras del calendario, incluyendo la Vuelta a España–, la más ambicionada, pero no la mejor. Los problemas vienen del excesivo tacticismo, un recorrido francamente mejorable, un equipo que domina la carrera a su antojo desde 2012, y el repetido duelo entre Quintana y Froome, que siempre que suben al podio lo hacen juntos, y ya van tres veces en los últimos cuatro años.
Tom Dumoulin, la única estrella realmente emergente del ciclismo con capacidad para rivalizar con el inglés y el colombiano decidió, con muy buen criterio, no participar en el Tour 2017, y lo hizo ya en otoño del año pasado, cuando al ver el recorrido del Giro, que finalizaba con una crono, desoyó los cantos de sirena de la mejor carrera del mundo y se fue a Italia a lograr la victoria, precisamente ante Quintana y por escasos 31".
El corredor del Movistar perdía así gran parte de la ganancia moral obtenida durante la Vuelta 2016, cuando consiguió derrotar a Froome, en un hecho realmente inaudito en la Historia del ciclismo: que el eterno aspirante ganase al tirano de su época, teniendo en cuenta que la tiranía siempre se ejerce en el Tour. Acudió al Giro con la nada oculta intención de lograr el doblete Giro-Tour en una misma temporada, algo que no se ve desde Pantani en 1998 y la época de la barra libre con EPO, y se fue derrotado por un corredor de su misma generación.
Chris Froome acude al Tour sin haber logrado ninguna victoria en toda la temporada. Ni siquiera se puede decir que haya estado cerca
Por su parte, Chris Froome acude al Tour sin haber logrado ninguna victoria en toda la temporada. Ni siquiera se puede decir que haya estado cerca, sin haber subido al podio en ninguna de las vueltas de una semana que ha disputado. Sin lesiones ni afecciones pulmonares -Froome suele aducir estas razones-, la explicación a su relativo bajo rendimiento quizás haya que encontrarla en recientes tormentas de supuesto dopaje en su equipo, ya comentadas en este espacio.
Sin embargo, nadie duda que el corredor ganador de tres Tour de Francia estará en la pelea por la victoria. Desde hace años, y a lo largo de la temporada, el ciclismo atiende en silencio a cómo el Movistar y el Sky se mueven en una realidad deportiva muy por encima de sus rivales, tanto colectiva como individualmente, que muchas veces se tienen que contentar con las migajas que dejan.
Al menos este año el deseo de que no sea una pelea entre los dos de siempre se ha materializado en la figura de Richie Porte, antiguo gregario de Froome y que el año pasado hubiese acabado segundo del Tour de no ser por el tiempo perdido por un pinchazo en una etapa llana. Quinto final en París, es capaz de subir con los mejores, y de sacar tiempo en la crono. Su temporada de aproximación a la carrera francesa ha sido ejemplar, con victorias en Australia en enero, una etapa en París-Niza en marzo, el Tour de Romandía en abril, y un segundo puesto en el reciente Dauphiné –donde ganó la crono–, donde fue capaz de recortar 2´ a Froome en el puerto final.
Además, su equipo –BMC– está rindiendo a un nivel realmente extraordinario durante todo el año, con el líder de la clasificación por puntos de la UCI realizando una temporada memorable en sus carreras de un día, e incluso corredores de nivel intermedio ganando varias carreras o logrando su mejor nivel deportivo tras muchos años de profesionales.
Quizás los nombres de Damiano Caruso, De Marchi o Roche no puedan competir en un uno contra uno respecto a Amador, Landa, Thomas o Valverde, sus equivalentes en el Movisky (el equipo bicéfalo que controla el Tour desde hace años, compuesto por los intereses comunes del Sky y el Movistar), pero les basta con llevar a su líder arropado a la última subida, y que no pierda tiempo en el llano o con una avería. En eso consiste en el Tour, por otra parte, y no en ir a buscar la clasificación por equipos desde que se da la salida.
El nivel de los aspirantes decrece bastante tras estos tres grandes favoritos. Por edad, y por su segundo puesto en 2016, se cita al local Romain Bardet , que también acude con un gran equipo – Ag2r La Mondiale–, pero más bien habría que preguntarse cómo un corredor así acabó tan alto en el Tour, y si es realmente factible que pueda subir el último escalón que le falta.
También aparece en las quinielas el italiano Aru, que se perdió el Giro por una lesión, y que en la programación del año no tenía previsto correr el Tour
También aparece en las quinielas el italiano Aru, que se perdió el Giro por una lesión, y que en la programación del año no tenía previsto correr el Tour. No le faltaban razones, después de que el año pasado debutase en la carrera y, el último día, se quedase en la primera rampa del último puerto, para descolgarse incluso del top-ten final. Acude tras haber ganado de manera brillante el campeonato nacional de su país, y en extraña y nada creíble bicefalia con el danés Fuglsang, ganador del Dauphiné y que jamás ha logrado acabar entre los cinco primeros una gran vuelta.
En la lucha por acceder al podio también se puede incluir a Alberto Contador, el veterano corredor español que también acude sin victorias al Tour, pero con cuatro segundos puestos en Andalucía, París-Niza, Volta y País Vasco. Podría parecer que está en la lucha por la victoria, pero su reciente undécimo puesto en Dauphiné, muy lejos de los favoritos, indica claramente su edad y su recorrido en una gran vuelta, ese tipo de carreras ciclistas que ha ganado en números similares a los más grandes de la historia, sin subir nunca al segundo o al tercer puesto. El positivo por EPO de su gregario de confianza André Cardoso incide en una constante en su carrera: la de estar siempre arropado por corredores y técnicos del dopaje, pero siempre por mala suerte y no porque sea una pauta.
En el nivel contrario en cuanto a resultados está el colombiano Chaves, una de las sensaciones de 2016 -doble podio en Giro y Vuelta- y que, en uno de esos movimientos pendulares tan propios del ciclismo, apenas ha competido esta temporada. Sale en el Tour, una carrera que desconoce, apoyado por el inglés Sean Yates y por un potente equipo, el Orica-Scott, capaz de convertir a rodadores en escaladores, con lo que eso supone.
El plantel de favoritos se completa con Ion Izagirre, el polivalente guipuzcoano que saldrá como jefe de filas por primera vez en su carrera deportiva, con un equipo donde se ha preferido apostar por la carta del velocista local (por mucho que el equipo esté patrocinado por el estado de Bahrein, es italiano a todos los efectos) que por sus posibilidades reales.
En cuanto a los sprints, habrá dos luchas: por el maillot de la regularidad, donde solo se puede pensar en Sagan y su sexto triunfo consecutivo, y en las victorias de etapa, con Cavendish a cuatro victorias de etapa de igualar a Merckx como plusmarquista del Tour, donde llegó a obtener 34 victorias parciales. Por edad, y por trayectoria –lleva toda la temporada sin competir, supuestamente por una mononucleosis– no debería ni rozar el récord, pero el año pasado parecía lo mismo y acabó ganando cuatro etapas. Cosas del ciclismo. Los rivales serán Kittel, el reciente campeón francés Demare, Bouhanni, Degenkolb, Kristoff, Groenewegen, Colbrelli y Matthews.
Será el Tour de Francia con menor presencia española en mucho tiempo: apenas doce corredores, cuando en épocas no muy lejanas se llegaban a alienar más de veinte
Será el Tour de Francia con menor presencia española en mucho tiempo: apenas doce corredores, cuando en épocas no muy lejanas se llegaban a alienar más de veinte. Una situación que, no por mucho anunciada, deja de invitar al lamento y la reflexión, con gran carga de sentimentalismo en gran parte de los medios.
En el camino se habían quedado veteranos como Zubeldia (15 participaciones, 5 veces en el top-ten), que ya tenía 40 años y que entra de rebote en el Tour por el positivo por EPO de André Cardoso, y como Joaquím Rodríguez, que conseguía llevar al Tour a un puñado de compatriotas fieles, tanto que una vez retirado su valedor, su equipo no ha considerado que valiesen para Francia.
Lo que queda es, sencillamente, lo que hay: Valverde con 37 años y Contador con 34, pero también los relativamente jóvenes Landa y Ion Izagirre. No lleva a nada lamentarse sobre números arriba o abajo, o ver un deporte como el ciclismo con banderas. Si fuese así, el Movistar luciría el maillot de campeón de España en el gregario Jesús Herrada, y en vez de eso prefiere lucir los colores corporativos y llevar a cuatro corredores españoles en un equipo de nueve integrantes.
El Tour es el principal escaparate del ciclismo en un mes que no tiene competencia alguna en cuanto a gran evento deportivo. El lamento no puede estar en si hay más o menos corredores de tal o cual país (no hay ningún ruso, por primera vez desde 1989, y solo dos estadounidenses, por ejemplo), sino en el espectáculo ramplón ofrecido en los últimos años. En una temporada donde se han vivido grandísimas carreras tanto en clásicas como en vueltas por etapas, el panorama antes del inicio es que se verá lo mismo de siempre, con un recorrido con demasiadas etapas llanas y la dureza concentrada al final, incluyendo la única crono larga el penúltimo día, si es que se puede considerar largo 23 km. Hay mucho más ciclismo fuera del Tour, por mucho que no podamos dejar de verlo año tras año.
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Sergio Palomonte
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