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Chris Froome y Nairo Quintana en el podio final de la Vuelta a España 2016
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¿Cómo será recordada la Vuelta 2016 en el futuro? No ha sido una edición especialmente memorable, salvo por un par de momentos puntuales, y por el resultado final. Los primeros se disolverán en la bruma de la memoria de cada uno, o en la pura apreciación personal, pero el segundo es incontrovertible: Nairo Quintana, después de tres derrotas en el Tour ante Chris Froome, ha conseguido ganar una gran vuelta al británico.
Es algo extremadamente infrecuente en el ciclismo contemporáneo, e incluso antes: Gimondi jamás ganó un duelo final en una carrera de tres semanas a Merckx, igual que Ocaña o Fuente, y tampoco Rominger con Indurain —por no hablar de Chiapucci o Bugno—, o Ullrich contra Armstrong. Froome es el dominador del Tour en lo que llevamos de década, pero ha encontrado en Quintana un oponente que se ha labrado un palmarés muy considerable y que, al revés con los citados, puede decir que ha derrotado al tirano de su época.
La tarea no ha sido fácil. La Vuelta a España 2016 ha sido una carrera con un plantel de figuras muy destacado en cuanto a aspirantes a la victoria final, pero muy mediocre en el resto de roles ciclistas, desde sprinters hasta esa clase media que sube el nivel de una prueba. Además, los ciclistas presentes han demostrado en más de una ocasión una indolencia hacia su deporte y profesión que también pasarán a formar parte de lo que será recordado en el futuro.
Tras una larguísima estancia en Galicia de prácticamente una semana, en donde lo único destacado fue la caída del favorito Kruijswijk por un pivote fijo que estaba en la calzada, el pelotón de la Vuelta vivió su primera gran jornada con la subida a los Lagos de Covadonga, sin ninguna duda la cima más mítica de la carrera, bastante desvirtuada por los males del ciclismo contemporáneo y por una nómina de vencedores tan creíble como un billete de cuatro euros.
La Vuelta presentó un plantel destacado de aspirantes a la victoria, pero mediocre en el resto de roles ciclistas, desde sprinters hasta esa clase media
Por primera vez en 25 años, ganó un corredor a la altura de lo que supone la montaña asturiana: Nairo Quintana obtenía su primera victoria en la carrera, a la tercera participación, con una subida muy inteligente en donde consiguió aprovecharse de la estrambótica estrategia de Froome, que se descolgó en las primeras rampas para, a la manera de una cronoescalada, ir superando a una miríada de corredores y acabar tercero de la etapa.
Fue en esa subida donde se evidenció que la carrera iba a ser un duelo entre Quintana y Froome, al disolverse las dudas que pudiera haber sobre su estado de forma tras haber disputado el Tour de Francia y subir al podio. Contador, el supuesto favorito para la organización, los aficionados y los comentaristas de la televisión pública, no pudo seguir el ritmo de los dos corredores que le superan, ora sí, ora también, en todas las grandes vueltas en las que coinciden.
Tras un día de descanso, Froome se llevó la satisfacción de volver a ganar en la cima cántabra de Peña Cabarga, donde hace cinco años obtuvo su primera victoria de relevancia, insuficiente para ganar una Vuelta que perdió por las bonificaciones ante la perseida Juanjo Cobo. Fue la carrera de su revelación, y donde se inició su extraño idilio con la carrera: la de un corredor que ya forma parte la historia de este deporte —tres Tours como Bobet y como LeMond— y que de manera obsesiva intenta ganar la Vuelta a España.
Volvió al año siguiente, tras haber sido el corredor más fuerte del Tour, y acabó cuarto. En 2014, segundo. Este año se ha convertido en el primer corredor que, siendo el vigente campeón del Tour, logra ganar etapa en la carrera. Pero ni aún así ha bastado: otro segundo puesto en la carrera, cuando hasta el organizador le había puesto una crono de 37 km el antepenúltimo día para así atraer su atención. Habrá que ver si volverá de nuevo, porque el próximo año ya contará con 32 años.
Froome se ha convertido este año en el primer corredor que, siendo el vigente campeón del Tour, logra ganar una etapa en la carrera
Es difícil que en sus análisis de dónde perdió la carrera haya algo de autocrítica a cómo su equipo fue parte fundamental de una de las mayores humillaciones de este deporte. La etapa más larga, de 210 km, fue escamoteada miserablemente por el pelotón, que decidió de manera mafiosa tomarse el día de paseo y permitir que la fuga del día llegase con 34´ de ventaja a meta, la segunda diferencia más grande jamás registrada en una gran vuelta.
La media del pelotón fue de 34 km/h, propia de cicloturistas, y eso que el terreno —la frontera vasco-francesa— daba para mucho desgaste y opciones de ataque. No es casualidad que, al día siguiente, se viviese la que se puede argumentar que sea la mejor etapa de la historia de la Vuelta, una donde hasta el vigente segundo del Giro —y que no ganó de milagro, de milagro siciliano concretamente— se metió de lleno en la lucha con el ataque de su compañero Simon Yates, lejos de meta y usando estrategia de equipo, algo imposible en el habitual perfil de cuestas de cabras de las etapas de la Vuelta.
Gregarios preparados para trabajar en los valles entre puertos, corredores que no se conforman con su puesto en la general, y una Gran Estrategia --por usar un término geopolítico-- que hacía muchos años que no se veía en la Vuelta, una carrera amordazada por unos organizadores esclavos de un recorrido ideado para no molestar salvo en los últimos kilómetros. La famosa siesta de la que habla habitualmente Pedro Delgado en sus prescindibles aportaciones televisivas. Por una vez hubo una gran etapa de ciclismo, y no es casualidad que se disputase íntegramente por suelo francés.
No hubo diferencias de tiempo entre Quintana y Froome, que salvaba así la supuestamente etapa más desfavorable, y encima llevaba como quinto en la general a su compañero Konig, mientras el colombiano veía cómo Valverde recibía de una vez sus excesos de correr Giro, Tour y Vuelta con 11 minutos en meta, su mayor derrota de siempre en la carrera española. Quintana lideraba la carrera con apenas un minuto sobre Froome, y decía que para llegar seguro a la crono final necesitaba tres minutos.
De manera imprevista, llegaron al día siguiente. En una etapa de 118 km, una distancia impropia del ciclismo profesional, y que fue cubierta por el vencedor en menos de tres horas, se formó un ataque de salida donde se pilló cortados a Froome y todo su equipo, además de Chaves y otros corredores destacados. La etapa fue una persecución continua en donde el Astana ayudó en gran medida al Sky del británico, que en ningún momento se rindió, demostrando que eso de "tiene la temporada justificada" funciona para otro tipo de campeones.
La Vuelta es una fiesta, salvo para un puñado de corredores que se la toman en serio y la salvan edición tras edición
Por delante iban Contador y dos gregarios, y Quintana y dos gregarios, además de otros corredores que colaboraron en la medida de sus posibilidades. El madrileño, uno de los mejores vueltómanos de la historia, ya no está para ganar este tipo de carreras —ha acabado despotricando contra su equipo y contra el Movistar por no ayudarle, entre otros elementos externos y jamás propios—, pero sí es un factor determinante a la hora de mover la carrera, o de proponer situaciones imprevistas.
A él no le sirvió de mucho —subir de la sexta a la cuarta posición de la general—, pero Quintana logró 2´40" sobre Froome, una diferencia que, entre corredores de esa categoría, y teniendo en cuenta el recorrido de la Vuelta, equivalía a sentenciar la general. De la misma manera que se tenía que haber sentenciado la carrera para 90 corredores que se agruparon en el furgón de cola y se las ingeniaron para acabar la etapa fuera de control, a más de 20´sobre el horario máximo permitido, y entrando entre risas. Entre ellos, Konig, el quinto de la general. El organizador, ya puesto en evidencia dos días antes con la etapa de piernas, no aplicó el reglamento de expulsión porque la Vuelta es una fiesta, salvo para un puñado de corredores que se la toman en serio y la salvan edición tras edición.
Froome, entre ellos, por supuesto. Jamás renunció a su persecución de los fugados, ni a creer en que podía ganar la carrera. En la crono hizo lo que se esperaba, ganando la etapa y logrando rebajar la diferencia con Quintana a 1´21" en vísperas de la última etapa real de carrera, habida cuenta de que el ciclismo regala el último día. Una extraña etapa por la montaña de Alicante, con más de 4.000 metros de desnivel acumulado, y final en la base militar del Alto de Aitana.
No pasó nada entre los dos contendientes a la victoria final. Ritmo, fuerza, de nuevo el equipo de Chaves usando estrategia ciclista de manera brillante, unos fugados que pelearon de manera brillante la etapa, y un Quintana que, en contra del fair play del ciclismo, esprintó a Froome en los metros finales, quizás para demostrarse a sí mismo que eso era el Tour de Francia, y no un insípido puerto en las antípodas de los Pirineos o los Alpes. El texto ha comenzado con referencias a grandes campeones que jamás consiguieron derrotar al tirano de su época, y parece que Quintana se ha regodeado con ser de los pocos que han podido hacerlo. Digno de Chiapucci, desde luego.
De manera extraña, explicada después por el protagonista como simple reconocimiento, Froome aplaudió al entrar en meta. Es bueno que en el ciclismo haya piques y rivalidades, pero mientras el Tour siga teniendo dos cronos, Quintana no tiene nada que hacer ante Froome. Incluso tuvo un Tour sin crono para poder acercarse algo, y perdió 1´50" en los llanos de Holanda. Su victoria en la Vuelta le da aliento para creer que, con 26 años, algún día ganará a Froome, de 31 años, pero siempre aparecerán nuevos corredores con el mismo objetivo.
Su rivalidad ya forma parte de la historia del ciclismo: han subido juntos al podio de una grande en cuatro ocasiones, y por una vez el eterno derrotado ha ganado al dominador hegemónico. Era la mejor opción para la salud de este deporte, tan aquejado de diversos males de origen interno, aunque si hubiese ganado Froome habría dignificado igualmente la carrera. Lo ha hecho durante las tres semanas de duración de la misma.
¿Cómo será recordada la Vuelta 2016 en el futuro? No ha sido una edición especialmente memorable, salvo por un par de momentos puntuales, y por el resultado final. Los primeros se disolverán en la bruma de la memoria de cada uno, o en la pura apreciación personal, pero el segundo es incontrovertible:...
Autor >
Sergio Palomonte
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