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Suele pasar. Es un proceso natural. Las neuronas son también humanas y se cansan, se deterioran, se debilitan, se estropean, fallan. Usted, Sr. Rajoy, es, como tantos otros, al parecer víctima de la llamada demencia senil precoz. Su memoria tiene lagunas y abismos; olvida parte de su contenido, que se le escapa por los puentes sinápticos de su cerebro. Hace unos años, que para algo han de servir las hemerotecas, pronunció Vd. una frase para las antologías de la historia, que ha olvidado también, caída en alguno de sus agujeros neuronales. En plena efervescencia del caso Bárcenas le aconsejó, al entonces Tesorero del PP, responsable de lo que Vd. llama “contabilidad del partido”, con familiaridad y camaradería profesional, del que ahora quiere distanciarse, como si no lo conociera: “Aguanta, Luis”. ¿Qué tenía que aguantar, Luis?, ¿la presión de unos zapatos nuevos?, ¿los roces del cuello de la camisa, atenazado por la corbata de las buenas maneras?, ¿la marea creciente de la polución de la calle Génova?, ¿el ruido de los decibelios de los coches oficiales?, ¿el fulgor de los ordenadores silenciados de la sede del PP? ¿No se acuerda? Aquella frase implicaba una proximidad laboral, un conocimiento de las causas del caso, que contrasta fuertemente con sus actuales declaraciones judiciales ante el juez-abogado defensor, de que Vd. ignoraba todo lo relacionado con la Tesorería, que usted no se metía en los asuntos económicos del partido. ¿Por qué, entonces, era aconsejable que aguantara? Al menos, Vd. sabía que el Tesorero se llamaba Luis, como le recordaba el gran periodista Ekaizer, en su revelador libro Queríamos tanto a Luis, 2015, Temas de Hoy, Madrid.