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3 de julio de 2017, lunes, por la mañana. Cámaras, micrófonos y murmullos de expectación han tomado el salón de Plenos del Ayuntamiento de Nazaria. A las diez en punto está convocada la sesión del Pleno para votar la moción de censura al alcalde. Es como una pedrada en el estanque político de una ciudad en la que todo lo que sucede parece previamente escrito en antiguos testamentos preñados de fideicomisos perpetuos, de legítimas y de salmos responsoriales. El candidato socialista y primer firmante de la moción, Don Francisco Teruel, rígido en un traje que le queda ancho, repasa las notas de su discurso, que ha sido negociado con los portavoces de los demás grupos municipales de la oposición: Podemos y Ciudadanos. Los flashes de los fotógrafos hieren un recinto noble acostumbrado a la luz tenue de las rutinas administrativas. Se respira un aire de grave irreverencia, como si fuera a consumarse un sacrilegio. Los ediles van tomando asiento, los ujieres se convierten de pronto en estatuas, y el alcalde, Don José Sebastián Hurtado, grandullón y calvo, ordena silencio al público y a los periodistas desde la Mesa. El Secretario del Ayuntamiento procede a leer el documento de firma de la moción de censura y, a su término, el alcalde da la palabra al candidato socialista. Sólo entonces nos percatamos de que el asiento del concejal Manuel Pérez de la Malta está vacío, pero nadie parece alarmarse por la impuntualidad de un tipo de quien Antonio Castromil, el periodista mejor informado de la ciudad, dijo que siempre parecía recién llegado de Bruselas, aunque viniera de echar la primitiva en el quiosco. El único síntoma de intranquilidad consiste en alguna entrada y salida del número dos del grupo municipal socialista y su portavoz, Baltasar de la Oliva.
El candidato lee su discurso y pone énfasis en los motivos que han determinado la dolorosa obligación moral y política de reprobar al Alcalde Don José Sebastián, del Partido Popular, quien parece estar haciendo dibujos en un folio mientras bosteza. Retransmite el acto la televisión local, cuyo locutor, en voz baja, está comentando la anomalía de que el tan disputado y único concejal de Ciudadanos se haya retrasado en una cita tan trascendente, y nos advierte con exagerado énfasis de algo que todos sabemos: que su voto es imprescindible para que se alcance la mayoría absoluta necesaria para el éxito de la moción de censura. Paco Teruel, el candidato, ha llegado al punto fuerte de su discurso, en el que denuncia que si ya fue inadmisible el remuneradísimo nombramiento del controvertido Don Juan Antonio Del Mármol como Asesor de la Gerencia de Urbanismo, más aún lo es que el Alcalde lo mantenga en su puesto después de que su nombre haya aparecido en la prensa nacional como administrador de una empresa offshore activa domiciliada en Panamá y como titular de una cuenta bancaria relacionada en la Lista Falciani. “¿Por qué? –se pregunta retóricamente el crecido candidato–; ¿qué cosas sabe el señor Del Mármol que eleva tanto el precio de su silencio?”. Las maderas del Salón de Plenos, sin embargo, no parecen asombrarse de las andanadas de metacrilato que dispensa el candidato, quien parece más habituado a palabras gastadas como “corrupción”, “lacra” y “latrocinio” que a los argumentos introducidos en el discurso por imposición del grupo municipal de Podemos, referidos a una “progresiva privatización de la ciudad de Nazaria que ha vaciado de contenido a la democracia municipal y la ha convertido en un zoco con balanzas trucadas”.
El teléfono al que usted llama no está operativo, o está ocupado en este momento. Si quiere dejar algún mensaje... Baltasar de la Oliva se impacienta, mira el reloj, sale a la puerta del Consistorio confiando en que en cualquier momento verá llegar, apresurado, a Pérez de la Malta, por supuesto procedente de Bruselas. Tampoco en el teléfono fijo del concejal recibe respuesta alguna. Un asesor le facilita el número de su mujer.
–¿Diga? –su voz amable y rosada vuela sobre un ruido de viento.
–Buenos días, ¿es usted la esposa de Don Manuel Pérez de la Malta?
–¿Quién es usted?
–Sí, disculpe, soy Baltasar de la Oliva.
- Buenos días, Baltasar, ¿ha pasado algo?
- Estamos preocupados, porque su marido no ha llegado aún al Ayuntamiento...
- Hoy es la moción de censura, ¿no?
- Sí, y ya ha empezado.
- Pues debería estar ahí.
- Entonces, ¿ha salido ya de casa?; ¿hace mucho?
–No podría decirle, yo estoy fuera de Nazaria.
–Ok, entiendo. Es que no logramos tampoco contactar con él por teléfono.
–Debe ser que va en la moto. Verá como llega enseguida. ¿Quiere de todas formas el teléfono de casa?
–No se preocupe, ya lo tenemos.
El teléfono al que usted llama no está operativo...
De la Oliva entra al salón, busca a un hombre que está sentado en los puestos reservados para nosotros, y le pide que le acompañe.
–Coge un taxi y ve a casa de Pérez de la Malta. Aquí tienes la dirección. Si no está, pregunta a los vecinos. No vuelvas aquí sin él.
Paco Teruel está concluyendo su discurso. Promete inaugurar una nueva época en la ciudad, atenta a las necesidades reales de los ciudadanos, sin sectarismos, con un gobierno “de todos y todas, para todos y todas”, que haga olvidar la “época oscura de los gobiernos del PP”, y “desde una concepción honesta de lo público”, y solicita para ello no sólo el voto de los concejales, sino también el “apoyo cómplice de la ciudadanía de Nazaria”. Aplausos.
A las diez y treinta y cuatro minutos, el Alcalde da la palabra al único representante de Ciudadanos en la Corporación, Don Manuel Pérez de la Malta.
–Visto que no está presente –dice Don José–, doy la palabra a la portavoz del Grupo Municipal de Podemos, quien dispondrá de quince minutos para expresar su apoyo o rechazo a la moción de censura.
Desde su escaño, Paco Teruel lanza una mirada interrogativa a De la Oliva, que al locutor de la televisión local no le pasa inadvertida. Los periodistas hacen uso de sus móviles. Marta González comienza a hablar, y Don José Sebastián pide silencio con los ojos húmedos por el último bostezo. Como siguen los murmullos, el Alcalde interrumpe a la portavoz:
–Un momento, señora González. Ruego silencio. Y respeto por una mujer que está en el uso de la palabra.
–Gracias, señor Alcalde, pero el respeto –matiza Marta González– prefiero recibirlo no como mujer, sino como portavoz de un grupo municipal que representa a quince mil ciudadanos.
–Como usted quiera, Sra. González. Puede continuar.
Vibra el teléfono de Baltasar de la Oliva, y vuelve a salir fuera.
–Dime.
–Balta, aquí no hay nadie, y los vecinos no saben nada.
–Aporrea la puerta, llámalo a voces.
–Que no, Balta, que no está.
–Llama a los bomberos, encuéntralo como sea.
–Pero ¿qué les digo a los bomberos?
–Pues lo que pasa, coño. Tenemos media hora...
El número solicitado...
Marta González es menuda y frágil, pero reparte a diestro y siniestro. Dirige su intervención más bien al candidato socialista, al que ofrece un “voto crítico”. Le aclara que su grupo se ve obligado a partir de la desconfianza, y le advierte que su apoyo queda condicionado al cumplimiento de los ocho puntos del acuerdo programático, uno por uno. A continuación se pregunta en voz alta cuáles son las razones de la ausencia del concejal de Ciudadanos, a quien califica como “eslabón débil” de esta moción de censura, le agradece el valor de haber optado por la salud democrática, y le exige determinación y continuidad en su compromiso por el cambio.
Antonio Castromil no está tomando notas. Su función no es informar, sino informarse, para luego redactar columnas que son relámpagos de lucidez sobre los márgenes de la actualidad que los demás descuidan y que componen algo así como un dibujo con brillo de espadas que se baten. Castromil parece escuchar con sus ojos claros y perspicaces. Es de los que no necesitan mirar para ver, quizás porque, como dicen, ve las cosas antes o después de que pasen, cuando las piensa. Discretamente abandona el grupo de periodistas y sale del Salón de Plenos, pero no es por desprecio al discurso de Marta González, sino porque busca a De la Oliva.
–¿Qué está pasando, Balta?
–No tengo ni idea. Este tipo se ha acojonado.
–Más bien te tiene acojonado, diría yo...
–Sí, estoy empezando a temerme que se haya rajado.
–Es un golpe de efecto. Éste está en un bar cercano viendo el pleno por la televisión, y llegará justo para votar.
–Dios te oiga. Me preocupa que veo demasiado tranquilo al Alcalde. Y Manolo no es de fiar, es capaz de salir con cualquier cosa, tú lo sabes. Mira que lo tenía bien atado, pero nunca he tenido claro que supiera resistir a las presiones.
–Claro que no es de fiar, Balta, pero precisamente por eso. Ponte a pensar. Si Manolo quisiera traicionaros nunca lo haría quedando como un cobarde. Este lo que quiere es dejar claro que todo depende de él.
Sin apenas levantar la voz, la concejala González juega con las palabras. Dice que la ciudad de Nazaria no necesita más “mármol”, sino más verde, más espacios, mejor transporte público y menos convenios urbanísticos en los que sólo importa el tanto por ciento de unos y de otros. “Vivimos en la ciudad del tanto por ciento, y queremos una Nazaria que pase de los porcentajes a las ecuaciones: usted igual que yo, el barrio norte igual que el barrio centro, las bicicletas igual que los coches, el pequeño comercio igual que la gran superficie, el Ayuntamiento igual que su gente”. Sólo aplaudió el segundo concejal de Podemos, y algunos de nosotros.
Es el turno de Baltasar de la Oliva, el bruñidor del pacto para la moción de censura, un referente socialista en la ciudad que en las primarias supo ubicarse apoyando al candidato Patxi López quizás por convicción, pero también para no quedar, cualquiera que fuese el resultado, en el bando de los perdedores. Sus primeras palabras son para solicitar un receso. Antonio Castromil se sorprende cuando le oye decir que tiene informaciones inquietantes sobre la ausencia del concejal Pérez de la Malta, y que lo más sensato es suspender la sesión hasta que sea localizado, lo que no tardará mucho en suceder.
–No ha lugar -dice el Alcalde-.
–Le ruego reconsidere usted mi petición. Estoy seguro de que usted no querrá aprovechar una incidencia para permanecer en el cargo contra la opinión de la mayoría de esta Corporación.
–La voluntad de una Corporación se expresa en los votos del pleno, y ese momento no ha llegado todavía. Proceda.
De la Oliva habla despacio, alargando los argumentos, desde un segundo plano, muy por detrás del centro de gravedad del salón de Plenos, concentrado ya absolutamente en el escaño vacío de Pérez de la Malta, hacia donde se ha dirigido de nuevo una ráfaga de flashes y la cámara de la televisión local. “Oportunidad”, “consenso”, “pasar página”, “decencia” y “transparencia” es el ruido que se oye de fondo, con voz de Balta de la Oliva. Ahora es Sara Ruiz, la número tres del PSOE, la que abandona el salón con el teléfono móvil en la mano. Ni siquiera Francisco Teruel parece estar escuchando a su compañero, pese a estar sabiendo explicar que además de la espuma de las últimas informaciones sobre el señor Del Mármol, la ola que ha traído esta moción de censura viene de muy atrás, desde que el Partido Popular confundió un mandato democrático con la propiedad de esta ciudad. Antonio Castromil hace un gesto a Juan Gómez Montañés, el número dos del Alcalde, su delfín, indicándole que mire su móvil. Estamos seguros de que el mensaje que le ha mandado es más o menos el siguiente:
–¿Tú sabes algo?
Y que la respuesta ha sido “no”.
A las once y veinte, Don José Sebastián Hurtado interrumpe al orador.
–Ha consumido su tiempo, señor Concejal.
De la Oliva dice “voy terminando”, y sigue hablando sin acelerar el ritmo.
–Tiene un minuto para concluir, señor De la Oliva. Haga como los demás intervinientes, que han respetado los tiempos establecidos.
De la Oliva dedica su último minuto a reiterar su petición de suspensión de la sesión por motivos graves. “Estoy seguro de que no cometerá usted un error del que podría arrepentirse”, dice para concluir.
El portavoz del Grupo Popular renuncia al uso de la palabra, justificándolo en que nadie hay mejor que el Sr. Alcalde para defender la posición de su Grupo. La intervención del Alcalde apenas dura un par de minutos:
–Buenos días. Doy las gracias a la prensa y a los nazaríes que han asistido a esta sesión, porque siempre es de agradecer que la sociedad se interese por los asuntos de su Ayuntamiento. Ojalá este interés no sea cosa de un día. Como ustedes comprenderán, y hablo en nombre de mi grupo, no estamos de acuerdo con este fraude al que ustedes -dijo, dirigiéndose a Baltasar de la Oliva- llaman moción de censura, tan antinatural y oportunista, que sólo pretende un quítate tú que me pongo yo, contra la voluntad del pueblo de Nazaria que ha confiado mayoritariamente en nosotros para gobernar esta ciudad. Es muy ingenioso eso de los porcentajes y las ecuaciones -dijo, mirando a Marta González-, pero créame que la trigonometría -que quizás confundió con el álgebra, o quizás no- de una ciudad requiere mucho cálculo y mucho rigor, del que ustedes carecen, por más que lo camuflen con lemas brillantes y promesas esotéricas. Y desde aquí alzo mi voz por la honestidad y profesionalidad de Don Juan Antonio del Mármol, a quien la ciudad debe estar infinitamente agradecida por sus servicios y su buen hacer, como seguro que valoran y aprecian los nazaríes de bien. Y ahora, pasemos a la votación. El Secretario irá nombrando a los señores Concejales y éstos, en voz alta, expresarán su voto. Proceda, señor Secretario.
–Una cuestión de orden -interrumpe Baltasar de la Oliva.
–Rechazada, señor De la Oliva. El orden de esta sesión está establecido por la Ley.
–La Ley no impide que...
–No tiene usted la palabra, señor De la Oliva.
En contra de la moción votan los once concejales del Partido Popular. A favor, los nueve concejales del PSOE y los dos de Podemos. Consta en acta que el concejal Pérez de la Malta fue llamado a votar y estaba ausente.
–La moción de censura queda rechazada, al no alcanzar la mayoría absoluta. Se cierra la sesión. Tengan ustedes una buena semana -dice Don José, dirigiéndose a los periodistas y a nosotros.
[Continuará...]
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Autor >
Miguel Pasquau Liaño
(Úbeda, 1959) Es magistrado, profesor de Derecho y novelista. Jurista de oficio y escritor por afición, ha firmado más de un centenar de artículos de prensa y es autor del blog 'Es peligroso asomarse'. http://www.migueldeesponera.blogspot.com/
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